Portada » Ciencias sociales » Migraciones y Doctrina Social de la Iglesia: Un Enfoque Integral
El fenómeno migratorio, moverse en busca de horizontes mejores y mayores recursos, acompaña al ser humano desde sus orígenes. Sin embargo, adquiere una nueva dimensión con el capitalismo y la modernidad, vinculándose la actividad económica y la migración. Con la modernidad, las sociedades se han abierto, exigiendo progreso, una vida digna y una mejora personal y social. Surge una nueva realidad social: la familia humana universal.
La realidad migratoria se distingue de otros fenómenos como el turismo, los refugiados o los desplazados por conflictos violentos. En 2011, a pesar de la crisis económica mundial, se registraron 214 millones de emigrantes en el mundo. En Madrid, en enero de 2012, residían 1,047,142 inmigrantes.
El valor económico de la emigración:
– Fomentar un discurso social abierto, equilibrado y amplio sobre la migración.
– Despolitizar el debate y examinar directamente las causas.
– Reconocer el papel de los mass media en la presentación informativa, exigiendo especialización periodística.
– Reconocer a los migrantes como agentes de comunicación activa.
Desafíos y oportunidades. Triple desafío:
– Desafío ético: Las desigualdades sociales son una injusticia y una oportunidad para comprometerse con la justicia y la solidaridad, buscando la fraternidad universal.
– Desafío cultural: La integración, no la asimilación, es el gran problema. La inmigración es una magnífica oportunidad en el momento actual de apertura al mundo.
– Desafío eclesial: El encuentro con otras creencias puede generar tensiones, pero también abrir horizontes en el ecumenismo, permitiendo ver las prácticas religiosas de otra manera y ganar en libertad e identidad religiosa.
La DSI postula la integración, la promoción y la dignificación del mundo inmigrante.
La Iglesia siempre ha sido sensible al problema del inmigrante, desde la tradición judía de acogida al extranjero. Según San Pablo, todos somos seguidores de Jesús, miembros de un Reino que no es de este mundo, extranjeros en busca de patria.
En el nacimiento de la DSI, al hablar de la cuestión obrera, se refleja el desplazamiento humano hacia los polos industriales que implica la despersonalización.
Los hombres de la Iglesia fueron los primeros en preocuparse por la emigración. En 1871 se fundó en Alemania la Sociedad de San Rafael. Este apoyo eclesial ha evolucionado, pasando de una preocupación a una responsabilidad por la Iglesia, que acoge al inmigrante en la línea de luchar por la dignidad.
Existe una DSI sobre inmigración, cuyos aspectos más relevantes son:
– Poner de relieve principios fundamentales sobre emigración.
– Realizar propuestas concretas ante la emigración.
La DSI habla de dos principios fundamentales:
A- PROPUESTA Y PREDICCIÓN DE SUS PRINCIPIOS
La DSI considera tres principios fundamentales: la dignidad humana, la solidaridad y la subsidariedad.
El cuidado y la atención a la dignidad humana del emigrante se considera en MM, PT, GS y diversas intervenciones eclesiales. La Conferencia Episcopal española en 1994 señaló: “Todo ser humano desplazado … es ante todo una persona, sujeto de derechos y deberes. Como tal deberá ser tratado y respetado…”
La solidaridad debe expresarse como principio regulador.
PT: se debe con solidaridad y caridad cristiana aliviar las dificultades de quien emigra.
GS: cooperación internacional.
PP, OA y FC también insisten en esta realidad.
B- PROCLAMACIÓN DE LOS DERECHOS Y DEBERES DEL EMIGRANTE
Derecho a emigrar. La DSI considera que todos los hombres tienen derecho a vivir con dignidad entre los suyos. Cuando esto no es posible, existe el derecho a emigrar para buscar mejores condiciones de vida digna (Juan XXIII en PT). Juan XXIII indica que hay un derecho de emigrar “cuando lo aconsejen justos motivos”, y estos motivos los tienen quienes viven en condiciones de miseria (en este caso la emigración es un mal necesario). Los ingenieros, médicos… que buscan ese derecho lo hacen por motivaciones egoístas y atentan contra el bien común. La sociedad, por su parte, ha de acoger al inmigrante.
Deberes de los emigrantes. Son correlativos a los derechos: proteger a la familia, respetar las instituciones y la cultura del país que les acoge, trabajar honestamente para elaborar el bien común del país acogedor y ser desde un punto de vista religioso alguien activo. Pablo VI subraya el reconocimiento evangelizador de las sociedades que les acogen.
C- EXIGENCIA DE UN COMPROMISO A LA COMUNIDAD CRISTIANA ANTE EL FENÓMENO RELIGIOSO
Este es el tercer gran bloque de concreción de la DSI ante el fenómeno migratorio. La comunidad cristiana debe comprometerse y poner todo su empeño en la solución de las dificultades que el fenómeno migratorio entraña. La razón básica es la fraternidad que subyace en la familia humana por el amor recibido de Cristo Jesús.
Hay que comprometer a todas las instancias públicas, a los medios de comunicación, a los sindicatos, etc., con una justa legislación que permita la ejecución de estos derechos. En España, la Delegación Episcopal de Migraciones ha intervenido de forma sostenible en este aspecto.
La integración es un proceso que pretende que el inmigrante llegue a ser miembro activo en la vida económica, social, cívica, cultural y espiritual del país de residencia.
Esto implica un proceso gradual que se convierte en un proyecto social y humano. Juan Pablo II en uno de sus mensajes ofreció una serie de principios claves para este proyecto:
– Primer principio: respeto debido a la dignidad de toda persona humana.
– Segundo principio: respeto de las culturas y la fisionomía cultural del territorio.
– Tercer principio: conciencia de los valores comunes.
Son principios que subrayan los grandes valores más allá de la propia creencia religiosa: el diálogo, la solidaridad, la paz, la vida, la educación y el perdón.
Según esto, la integración supone:
Hay que diferenciar por tanto la integración de la asimilación.
La integración supone un respeto a las culturas que se encuentran, un nuevo sistema cultural válido para todos (pluricultural). Esto se aleja también de lo multicultural, mera yuxtaposición cultural, o del sincretismo cultural, en el que se da una confusión de la propia realidad cultural.
Este proyecto cultural solo es posible si se supera la marginalidad de la emigración. He aquí algunas propuestas:
Ø La comprensión del inmigrante como un auténtico ciudadano con derecho a participar y decidir.
Ø Creación de medidas necesarias para la integración (las clásicas han desaparecido).
Ø Superación de lo internacional como categoría aglutinante de la identidad social para la inmigración. Olvidar las diferencias de nacionalidad, religión y buscar parámetros comunes: vecinos, compañeros de trabajo, …
Ø Apostar por las fuerzas sociales, particularmente la Iglesia, para hacer una pastoral de encuentro, de fraternidad, preocupada por la constitución de un horizonte humano nuevo y pluricultural.