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La capacidad de crear, almacenar y acceder a recuerdos es una parte esencial de la vida cotidiana. La memoria permite funcionar e interactuar apropiadamente con el mundo que nos rodea. No es sorprendente que a todos preocupe la memoria, especialmente en una sociedad que desplaza la pirámide poblacional hacia edades cada vez más avanzadas.
«Mens sana in corpore sano», este conocido aforismo latino deriva de la Sátira X del poeta romano Juvenal en la que tras preguntar lo que la gente pediría de la vida, da, entre varias otras respuestas, la de una mente sana en un cuerpo sano.
A ese cuerpo sano se puede aspirar de varias maneras. Una de ellas es heredarlo y que incluya genes que proporcionen tanto robustez como flexibilidad metabólica, para de esa manera ser capaces tanto de soportar como de adaptar el organismo al estrés de la vida diaria.
Pero también se puede ganar mediante la adopción de unos hábitos de vida saludables, entre los cuales hay dos sobre los que se tiene más capacidad de control: la dieta y la actividad física.
En cuanto a la dieta, mucho se ha hablado de ella y se hablará de la nutrición sana y todavía no está claro cual es el menú ideal.
Lo más probable, es que varíe de acuerdo a la persona.
Lo mismo ocurre con la actividad física. No basta el paseo tranquilo por las calles o parques. Probablemente esto también sea algo individual, de acuerdo con el genoma de la persona, mejorando el estado de ánimo y ayudando a superar la depresión. Pero además, puede influir de manera positiva en la memoria.
La capacidad de crear, almacenar y acceder a recuerdos es una parte esencial de la vida cotidiana. Desde recordar donde se han dejado las llaves, a memorizar información para una clase, la memoria permite funcionar e interactuar apropiadamente con el mundo que nos rodea.
No es sorprendente pues, que a todos preocupe la memoria.
Aunque algunos preferirían borrar selectivamente fragmentos de la misma, lo que está claro es que perder la memoria o no ser capaces de recordar algunas cosas o eventos son algunas de las primeras indicaciones que nos llevan a percibir que el cerebro está envejeciendo.
Por lo tanto, en una sociedad que está desplazando la pirámide poblacional hacia edades cada vez más avanzadas, el mantener por más tiempo una mente sana, incluyendo la memoria, es cada vez más imperativo para el bienestar individual y social.
Cuando de hábitos se trata lo mejor es aprender a cambiar, para adaptarse a las necesidades diferentes que requieren las distintas etapas de la vida. Como no existe mejor práctica que una buena teoría, los ejercicios mentales bien seleccionados y debidamente ejecutados incrementan el desarrollo de la memoria.
El ejercicio base para el desarrollo de la memoria es la concentración, el proceso a través del cual se selecciona algún estímulo del ambiente entre todos y se ignora todo lo demás.
Hay dos formas de concentración: la concentración externa ante el estímulo, o la interna por las propias motivaciones que dirigen la atención.
La respuesta de relajación es un paso intermedio entre una situación vivida y la concentración. Para iniciar la actividad deben descargarse ante las tensiones. Se nace con movimientos automáticos y algunos se automatizan incorrectamente.
La concentración controla el cuerpo con la mente para corregir los automatismos. En la fase preparatoria la mente predomina sobre el cuerpo mediante el desarrollo de la memoria.
Dirigir la concentración productivamente implica elegir y sostener objetivos valiosos. Una selección eficaz mejora la eficiencia administrando el tiempo, concentrarse en el error acelera cualquier desastre.
Hacer ejercicio físico ayuda a conservar la capacidad de memorizar y recordar. Disfrutar del aroma de las flores y de un sueño reparador, son otras herramientas naturales y placenteras para mejorar la retentiva, a todas las edades.
Los efectos positivos que tiene el ejercicio físico para el cerebro
eVarias investigaciones han demostrado cómo el ejercicio es un gran aliado para la capacitación de las memorias y su mantenimiento. De acuerdo a un estudio se demostró que algunos estudiantes universitarios expuestos a fotografías y nombres de desconocidos, aquellos que habían realizado ejercicio exhaustivo como bicicleta estática, recordaban mucho mejor los nombres que aquellos que habían pasado ese tiempo descansando.
Parece ser que el ejercicio puede mejorar la memoria. Estas moléculas se activan y ejercen su función en respuesta al ejercicio físico, incluso a edades avanzadas, sugiriendo que nunca es tarde y abre enormes posibilidades entre la población adulta de prevenir el declive de los años e incluso como terapia en las personas de la tercera edad ya afectadas por pérdida de memoria.
Todas las personas tienen memoria, con excepción de las personas que padecen alguna enfermedad específica que la afecte.
Pero si no se ejercita y tampoco físicamente, cada vez será más frustrante no poder recordar personas, sucesos, temas de estudio y hasta cosas mínimas.
Lo importante es conocer algunas de las causas principales que afectan la memoria.
La falta de atención, concentración e interés.
La poca o mala comprensión de lo que se lee o estudia.
La mala costumbre de no hacer repasos o de hacerlos demasiado tarde y cuando ya se ha acumulado demasiada información.
Leer de forma pasiva y superficial, sin tomar notas ni reflexionar acerca de lo leído.
No tener la costumbre de hacer resúmenes, esquemas o subrayados al momento de leer o estudiar.
Recientemente el hallazgo de investigadores de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, han descubierto que las personas que realizan ejercicio físico conservan mejor su memoria.
Mediante una resonancia magnética, han observado que la práctica deportiva afecta positivamente una zona del hipocampo denominada «gyrus dentado», donde se inicia el declive de la retentiva asociado al envejecimiento a partir de los 30 años de edad.