Portada » Historia » Los reinos cristianos peninsulares
La cultura española alcanzó la cima de su esplendor en el Siglo de Oro con artistas, pensadores, literarios y ensayistas que tuvieron irradiación universal. Estuvo muy relacionado con la defensa del catolicismo frente a los protestantes, lo que explica su gran contenido religioso y teológico.
La literatura encumbró el castellano como lengua universal.
Progresó la poesía (Quevedo, Góngora y Garcilaso), el teatro (Lope de Vega, Calderón) y la novela con la picaresca (El Lazarillo de Tormes). Miguel de Cervantes destacó con Don Quijote de la Mancha.
Los teólogos fueron artífices esenciales del pensamiento contrarreformista. Hubo pensadores políticos o ensayistas sociales y arbitristas.
Se dice que el atraso se debíó a la censura católica y el aislamiento exterior. El Barroco fue un arte religioso, a favor del catolicismo, obedecía las exigencias de los mecenas: la iglesia, la monarquía y la nobleza
. En arquitectura se dieron edificios religiosos y civiles (palacios).
La escultura se caracterizó por el dramatismo y el Realismo de las figuras con artistas como Gregorio Fernández, Montañés y maestros de la escultura religiosa policromada.
En pintura destacó Murillo, Zurbarán y Velázquez con Las Meninas.
En 1700, el último monarca de Austria, Carlos II, murió sin descendencia. Los candidatos (familiares) eran Felipe de Anjou y el archiduque Carlos de Habsburgo
El testamento designaba al candidato Borbón y se proclamó rey con el nombre Felipe V;
Esto rompíó el equilibrio de poder entre las potencias europeas. Gran Bretaña, Holanda y Austria apoyaron al candidato austriaco entrando en guerra contra Francia y España, dándose un conflicto internacional entre los países enfrentados. También se dividieron territorios peninsulares.
Castilla apoyó Felipe V, excepto parte de la gran nobleza, temerosa de perder poder. En la Corona de Aragón el temor a perder su poder ante las tendencias centralizadoras y uniformadoras derivó en una Guerra Civil. Un hecho cambió los acontecimientos: murió el emperador austriaco y ocupó el trono el archiduque Carlos. El peligro para el equilibrio europeo lo constituía un Habsburgo en el trono de dos reinos. Los ingleses y los holandeses manifestaron su interés de acabar la guerra y reconocer a Felipe V como monarca español. La paz se firmó en los Tratados de Utrecht y Rastadt (1713-1714) pero a cambio de concesiones territoriales a Austria y a Gran Bretaña, que recibíó Gibraltar, Menorca y privilegios comerciales con la América española. La monarquía española y francesa renunció a unir las dos coronas.
Felipe V (1700-1746) nieto de Luis XIV, reinó con 17 años la dinastía borbónica y en 1724 abdicó en su hijo Luis I. Algunos historiadores afirman que V deseaba acceder al trono de Francia ante la previsible muerte de Luis XIV, que le permitiría convertirse en rey de Francia siempre que no ocupara el trono español. Otros afirman que era consciente de que no estaba en condiciones de gobernar por su enfermedad. Pero Felipe e Isabel siguieron dominando la política española desde su retiro de La Granja de San Ildefonso, mientras que Luis I, se convirtió en títere de sus padres. En 1724 Luis I murió y Felipe V volvíó a ocupar el trono hasta su muerte en 1746, cuando le sucedíó su hijo Fernando VI. Felipe V empleó validos extranjeros (Alberoni); tras sus fracasos en la política exterior los sustituyó por la burocracia absolutista y reformista española, destacó José Patíño. Inició reformas como los Decretos de Nueva Planta y los tres Pactos de Familia en política exterior. Se enfrentó a la segunda esposa de su padre por las inferencias constantes en la política monárquica. Éste sufría problemas mentales que tras la muerte de su mujer se agravaron. No intervino en el Gobierno, dejando actuar a burócratas como Carvajal y el marqués de Ensenada (de la baja nobleza).
La monarquía autoritaria de los Austrias inició en el Siglo XVI un proceso de concentración de poder en Castilla. Al instalarse los Borbones, impusieron el modelo de absolutismo francés. Felipe V y Fernando VI asumieron la tarea de unificar y reorganizar los reinos peninsulares mediante los Decretos de Nueva Planta, que impusieron la organización político-administrativa de Castilla, a excepción de Navarra y País Vasco; abolieron las Cortes de los diferentes reinos integrándolas en las Cortes de España y se suprimíó el Consejo de Aragón y Castila. La función del monarca era auxiliada por las Secretarías, parecidas a los actuales ministerios. Eliminaron los virreinatos y crearon capitánías generales, presididas por Audiencias, corregidores y capitanes generales. La aportación más relevante fue el cargo de intendente: funcionarios dependientes del rey con poderes económicos. La otra novedad fue la reorganización de la Hacienda para el saneamiento económico: todos los habitantes pagaban en función a su riqueza, incluyendo a los privilegiados. Aprovechando el derecho de conquista lo intentaron en la Corona de Aragón. El éxito se intentó extender por España (Catastro de Ensenada) pero los privilegiados lo impidieron.