Portada » Filosofía » Los conceptos supremos y el concepto de dios nietzsche
En este fragmento, Nietzsche critica el egipticismo de la filosofía clásica y la metafísica. En primer lugar, el autor define la primera idiosincrasia de los filósofos: se trata de su falta de sentido histórico y su egipticismo. Es decir, los filósofos han trabajado desde hace tiempo con conceptos que son, por así decirlo, momias, pues están muertos y no cambian. Añade Nietzsche que, para ellos, lo que es, no deviene, y lo que deviene, no es. Así, estos filósofos creen en lo que “es” pero no son capaces de apoderarse de ello y retenerlo, por lo que culpan a los sentidos, y particularmente al cuerpo (donde estos se alojan). Por la tanto, han llegado a la conclusión de que los sentidos nos engañan acercad e la realidad y debemos no creer en ellos. Nietzsche demuestra su desacuerdo con estos filósofos, sepultureros que clasifican y agrupan toda la realidad en conceptos, lo que les lleva al error.
Noción 1. Los sentidos y el cuerpo.
Para la filosofía, que los sentidos nos engañan acerca del mundo verdadero está claro desde Parménides y Platón. La sensibilidad nos mantiene encadenados en el fondo de la caverna. Pero no sólo nos engañan, también nos corrompen moralmente: apreciar los sentidos es propio de una conducta inmoral. Los sentidos nos muestran cambio y pluralidad. Para eliminar el engaño de los sentidos debemos rechazar el cambio y la historia. Esto es lo que caracteriza a los filósofos, su egipticismo y su falta de sentido histórico. Según ellos, lo que es no deviene, y lo que deviene no es. Nietzsche, en cambio, reivindica la importancia de los sentidos para el ser humano. Lo hace en contra de las ideas del pensamiento occidental, que cargaban las tintas sobre la razón, afirmaban que los sentidos nos engañan acerca del mundo verdadero. Sin embargo, es sobre ellos donde se fundamenta el único conocimiento válido para Nietzsche. Sólo lo que procede de los sentidos puede considerarse ciencia, pues nos presenta la realidad con fidelidad. Así, la Teología o la Metafísica, que se basan en la racionalidad y desprecian los sentidos, no pueden ser ciencia porque se alejan del mundo natural y sensible.
Al devaluar las propiedades cognoscitivas de los sentidos, Nietzsche piensa que se deslegitima también el cuerpo como elemento fundamental del ser humano. Este es un tema central en Nietzsche pues considera que el cuerpo es el centro de gravedad de la existencia del ser humano, compuesto tanto por elementos fisiológicos como teóricos, morales y valorativos. En su enfrentamiento con el pensamiento tradicional y los valores occidentales, Nietzsche pone especial interés en criticar la pretensión cristiana de separar lo espiritual de lo corpóreo. Hay presencia de lo sagrado en el ser humano, pero Nietzsche lo ve tanto en la profundidad como en la superficie. Nietzsche sospecha que la filosofía hasta ahora no ha sido más que una mala comprensión del cuerpo. Y esa mala comprensión ha llevado al hombre a rechazarse a sí mismo y así su vida queda marcada por la decadencia (el nihilismo). El desplazamiento del centro de gravedad que Nietzsche propone desde el alma hasta el cuerpo obliga a los seres humanos a enfrentarse consigo mismos.
Nietzsche es el filósofo que más lejos ha llevado la reivindicación de la vida y el cuerpo, que van asociados tanto con la muerte y el cambio, como con la procreación y el crecimiento.
En este fragmento, Nietzsche critica los conceptos supremos de la filosofía. Se trata de la segunda idiosincrasia de los filósofos, que según él se trata de confundir lo último con lo primero. Comienza Nietzsche señalando que estos filósofos ponen al comienzo de todo conocimiento los conceptos más generales y vacíos, que ellos llaman “conceptos supremos”, pero que en realidad son lo último pues son posteriores a nuestra experiencia sensible. Ellos piensan que lo superior no puede venir de nada, sino que es causa de sí mismo. De este modo, todos los valores supremos como lo bueno, la belleza, lo verdadero o lo perfecto son causa de sí mismos (causa sui). Además, estos conceptos nunca cambian puesto que no dependen del mundo sensible. Finaliza diciendo que así llegan los filósofos a su concepto de “Dios” y mostrando su desacuerdo con esto. Se trata, por tanto, de un mundo invertido. Para Nietzsche, estos conceptos no designan nada real, son elaborados por nuestra razón para referirse a un mundo inventado por su miedo a la vida actual, por lo que critica a estos filósofos y a quien les sigue.
Noción 2. Los conceptos supremos y el concepto Dios.
Nietzsche dice en el texto que la primera característica de los filósofos es su falta de sentido histórico. La segunda consiste en que confunden lo último con lo primero. Lo último son los conceptos metafísicos que necesariamente son posteriores a nuestra experiencia sensible. Por ejemplo la idea de Belleza es una generalización posterior a nuestra visión de las cosas bellas. Sin embargo, el filósofo coloca esta idea como lo primero, como causa de los cuerpos y las acciones bellas. Esta es la esencia de la teoría de Platón. La metafísica es un mundo invertido. Como los conceptos no tienen origen en el mundo sensible, en lo inferior, son eternos. No están sometidos al cambio ni al tiempo. Los conceptos supremos designan las características de ese “mundo verdadero”: ser, sustancia, identidad… Para Nietzsche estos “conceptos supremos” no designan nada real, son el último humo de la realidad. Son elaborados por nuestra razón para referirse a un mundo inventado por nuestro miedo ante la vida.
A través de la abstracción el ser humano puede hacer frente al devenir. La abstracción permite crear un orden piramidal, un mundo de leyes, subordinaciones y límites. Dios es el concepto supremo, es el ser más real, es perfecto, necesario y causa de sí mismo (causa sui). Los demás seres, por ser creados y dependientes de Dios, son contingentes. Para Nietzsche este “ens realissimun” ni existe ni puede existir, ya que la realidad que conocemos siempre es causada. No existe nada con las características de ese ser absoluto. Este concepto no es más que una ficción vacía. Dios representa lo contrario a la vida y la negación de la inocencia del hombre. La filosofía occidental ha supuesto que la realidad se corresponde con nuestros conceptos, por lo que la realidad sería tal como la pensamos, pero Nietzsche niega que con los conceptos aprehendamos la verdadera realidad del ser, que es devenir y cambio. Sólo a través del arte que se sabe creativo y efímero podemos captar la realidad de las cosas.
Nietzsche exalta el poder de la imaginación, que es creadora y metafórica. La metáfora integra una diversidad de significados sin caer en el dogmatismo porque se mantiene siempre abierta, no es simplificadora y unívoca como ocurre con los conceptos. La metáfora es una máscara que nos permite ver el mundo de un modo determinado, suprime unos hechos y exalta otros. El filósofo dogmático ha confundido la máscara con el rostro y se aferra al concepto que simplifica y momifica la visión del devenir de la realidad.
En este fragmento, el autor, Nietzsche, resume en cuatro tesis su pensamiento sobre la filosofía. Según estas tesis, lo que Nietzsche pretende es “atacar” la filosofía clásica y la metafísica y poner en evidencia sus conceptos acerca del ser y la realidad; lo que ésta había considerado como apariencia, es decir, el mundo sensible es, para Nietzsche, el mundo real y verdadero, y, en cambio, lo que se consideraba real, el mundo divino y eterno, así como la figura de Dios, es solo una invención del pensamiento. Dice que inventar cosas del “otro mundo” no tiene sentido, ya que esto lo hacen los filósofos que intentan huir de esta vida y refugiarse en una futura y mejor. Dividir el mundo en uno verdadero y otro aparente es una decadencia, síntoma de una vida descendente. Pues la apariencia es aquí una realidad más, el artista trágico no es pesimista, sino dionisiaco, ya que representa la vida misma.
Noción 3. El arte trágico y lo dionisíaco.
En el nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música se esbozan los temas fundamentales de la filosofía de Nietzsche. En ella se describe la “vida” como el fondo originario y profundo del que surge todo lo concreto, individual y cambiante: el “arte”, como el mejor instrumento para interpretarla, en lugar de la ciencia o la filosofía, y la “intuición”, como método de comprensión de la vida que no puede ser captada por la razón. Según Nietzsche, esta realidad vital supo ser captada por la tragedia griega, que encarnó el verdadero espíritu griego.
Nietzsche consideraba que las fuerzas originarias de la cultura griega habían sido dos fuerzas estéticas que se combaten mutuamente pero que no pueden existir la una sin la otra: lo apolíneo, que representa el orden, la luz, la medida, el límite, el principio de individuación, y su contrario, lo dionisíaco, que representa el flujo profundo de la vida misma, que rompe todas las barreras e ignora todas las limitaciones, que refleja la unidad primordial de todo por encima del principio de individuación.
Con el racionalismo socrático llega, según Nietzsche, la decadencia de la cultura griega y de la auténtica filosofía, y comienza la época de la razón y el hombre teórico. El “socratismo” es el fenómeno contrapuesto a lo dionisiaco, por lo que significa de predominio de la racionalidad sobre el resto de facultades: la intuición, la imaginación, la voluntad, la sensibilidad. Nietzsche afirma que es necesario recuperar la “visión trágica” del mundo. Ésta nos lo presenta como una realidad en la que la vida y la muerte, el nacimiento y la decadencia de lo finito se entrelazan. Pero nacimiento y decadencia son sólo aspectos de una y la misma ola de la vida, “el camino hacia arriba y el camino hacia abajo son uno y el mismo”, dijo Heráclito. A este vaivén de la vida es lo que Nietzsche llama la “contraposición de lo apolíneo y lo dionisiaco”. Y llega a dar a la vida misma el nombre de Dionisos, considerándola como el fondo originario del mundo.
La filosofía es para Nietzsche arte, una sabiduría trágica, una mirada que penetra en la lucha permanente y sin fin de los principios antagónicos Dionisos y Apolo. Visión de la lucha eterna entre unidad e individualidad.