Portada » Lengua y literatura » Literatura Española: Desde el Cantar de Mio Cid hasta el Siglo de Oro
El Lazarillo de Tormes ha sido un libro muy apreciado por los lectores. La autoría del Lazarillo es un misterio de difícil esclarecimiento. La obra anónima se ha atribuido a diversos escritores como Diego Hurtado de Mendoza, Lope de Rueda o los hermanos Valdés.
En este relato, el protagonista nos cuenta su vida. La obra se presenta como una confesión. El narrador, Lázaro de Tormes, se dirige a una persona para explicarle su caso y así desmentir un rumor que circula por la ciudad, según el cual su esposa mantiene relaciones con el amo al que sirve.
La novela comienza con un prólogo, en el que Lázaro expone los motivos que le impulsan a relatar su historia: desmentir el rumor y defender su honra. El relato se estructura en siete tratados que recogen las aventuras y vivencias de Lázaro.
En la obra se usa la técnica autobiográfica, un recurso novedoso en la época. Lázaro cuenta su juventud, en la que se percibe la evolución que ha sufrido el personaje. El estilo de la novela participa de la sencillez renacentista. La obra está escrita en un lenguaje claro, sin artificios retóricos. La ironía es otra de las técnicas destacadas de la obra. La novela es un cúmulo de divertidas anécdotas que encierran una fuerte crítica social.
Garcilaso de la Vega es el poeta español que mejor representa el espíritu renacentista. Junto con Juan Boscán, Garcilaso de la Vega fue el gran renovador de la lírica castellana del siglo XVI, y una referencia inevitable para los poetas de todas las épocas. Su incuestionable aportación a la lírica española le ha valido el apelativo de «Príncipe de los poetas españoles».
La importancia de la obra de Garcilaso de la Vega contrasta con su brevedad. Se compone de:
Sus poemas permanecieron inéditos hasta muchos años después de su muerte. La primera edición de su obra se produjo en 1543, como un agregado en la publicación de las obras de Juan Boscán.
En el estilo de Garcilaso se refleja, mejor que en ningún otro poeta español de la época, el ideal renacentista. Su poesía es una búsqueda de la sencillez formal, la elegancia y la belleza.
Luis de Góngora es el máximo exponente de la poesía culterana, corriente estilística que cultiva la forma para crear belleza e impresionar los sentidos del lector con estímulos de luz, color y sonido.
Góngora somete el lenguaje a una difícil operación lingüística: latinización de la sintaxis por medio de hipérbatos, y del vocabulario mediante cultismos, potenciación al máximo de la musicalidad, el colorido y la luminosidad del lenguaje con el empleo de determinados recursos estilísticos.
A diferencia de la lírica culterana, el poeta conceptista profundiza en el sentido o concepto de las palabras a partir de una serie de juegos de agudeza verbal, con la finalidad de impresionar la inteligencia del receptor y forzar el lenguaje hasta el límite de su significación.
La poesía de Francisco de Quevedo es la más representativa de la tendencia literaria denominada conceptismo.
Al igual que Góngora, Quevedo es un verdadero estilista de la lengua. Pero, a diferencia de aquél, no le interesa cultivar la forma de las palabras, sino el poder que éstas tienen para manifestar estados y provocar sutiles razonamientos.
Los recursos estilísticos más empleados son: neologismos, metáfora, adjetivos, dilogía, hipérbole, antítesis.
El término «clérigo» designaba en la Edad Media a la persona que poseía una formación eclesiástica, conocía el latín y era culta. «Mester de clerecía» alude tanto al oficio de clérigo como a las obras poéticas compuestas por éstos.
El mester de clerecía surgió en el siglo XIII y alcanzó su esplendor en el siglo XIV, coincidiendo con una mejora de la economía y un creciente interés por la cultura. En este contexto, los monasterios y los clérigos, cuya función era enseñar y transmitir la cultura, cobraron mayor relevancia.
La literatura adquiere en esta época una significación didáctica y moralizante. Los máximos representantes de esta escuela son Gonzalo de Berceo y Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.
La necesidad de comunicar hechos de interés común parece una constante en todas las sociedades. En la Edad Media, esta importante labor recaía sobre el juglar, poeta popular que relataba sucesos y hazañas de héroes, entre históricos y legendarios, a través de poemas épicos. Este oficio o arte de narrar se conoce como mester de juglaría.
La misión del juglar era recitar, e incluso dramatizar, la obra épica. Para ello, recorría pueblos y castillos entreteniendo a las gentes y declamando sus versos de memoria.
Además de narrar relatos y noticias de la guerra, los juglares ejercían otras actividades de entretenimiento: cantar y bailar poemas líricos al son de instrumentos, amenizar fiestas con acrobacias.
No debe confundirse juglar con trovador. El juglar no componía las obras que recitaba y el trovador, por el contrario, escribía sus propias obras y las recitaba.
Está compuesta por unos textos llamados «ejemplos», que se relacionan con los cuentos o las narraciones breves, pues siguen su misma estructura, aunque se suelen incluir dentro del género didáctico debido a su finalidad: aleccionar al lector al tiempo que le entretienen.
Los ejemplos medievales tienen como precedente los cuentos y las fábulas orientales. A partir de relatos en los que participan personas, animales, personajes fantásticos, el ejemplo medieval llega a su punto culminante y a su perfección formal con don Juan Manuel.
Don Juan Manuel fue un noble culto, interesado por las culturas clásica y oriental, por la política y por las leyes, como demuestra su obra. Como autor, se esforzó en obtener un estilo personal que combinara la elegancia con la precisión y la expresión depurada en castellano.
En general, sus obras están escritas con un objetivo didáctico y moralizante: lograr la convivencia entre las personas, mostrando casos o ejemplos de comportamientos humanos.
Ésta es la temática principal de su obra más célebre: El Conde Lucanor. El material utilizado por don Juan Manuel en esta obra es muy variado: fábulas griegas, parábolas bíblicas, relatos orientales, y otros inventados directamente por él.
El Cantar de Mio Cid es el documento de la épica castellana más antiguo que se conserva. Su vida estuvo llena de destierros, traiciones y conquistas. A los pocos años de su muerte, ya circulaban leyendas sobre su figura, en torno a las cuales se configuró el cantar o poema que hoy conservamos.
El tema principal del Cantar es la recuperación del honor perdido del caballero de Vivar, humillación que sufre en dos ocasiones. La primera, al ser acusado ante el rey de haberse quedado con parte de los tributos, hecho que le acarrea el destierro. La segunda, tras la afrenta sufrida por sus dos hijas, que son apaleadas y abandonadas por los infantes de Carrión.
Otros temas, que podríamos considerar secundarios, están relacionados con el principal y colaboran en la restitución del honor de Rodrigo: deseo de poder y riquezas para obtener de nuevo el favor real y el prestigio social, la justicia, pues el Cid aparece siempre caracterizado como un caballero justo, un buen soldado y un fiel vasallo.
Si nos fijamos en la estructura del Cantar, encontraremos tres partes claramente diferenciadas: el destierro, las bodas y la afrenta de Corpes. Se desconoce quién es el autor de esta obra.