27
FEB
2023
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Legis actio
Legis actio
by estudiapuntes
Actio aestimatoria
,
Actio negatoria
,
Como estaba constituida la familia en Roma
,
Principales oradores de la Edad Media
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2. LA ORATORIA EN LA Roma REPUBLICANA ANTES DE CICERÓN
Ya en los mismos comienzos de la República se encuentran eminentes
hombres políticos que se sirvieron de la palabra como arma
política
.
Entre ellos
se encontraban L. Bruto, que había liberado a su patria de la opresión de los
reyes etruscos gracias a la influencia que tenía sobre el pueblo.
La figura más eminente del siglo II a. C. Es, sin lugar a dudas, Catón el Viejo,
quien en los libros a su hijo Marco había dado una definición del
orador
,
que
tendría enorme éxito: “el orador es un hombre de bien que posee facilidad de
palabra” (vir bonus dicendi peritus) en la que se ensamblan la cualidad moral y
la habilidad
oratoria
.
Galba fue el primer romano en ornamentar sus discursos, en intentar agradar
al auditorio y excitar su sensibilidad. Vehemente y seco, dominaba la digresión
y daba más importancia a las cosas de la que tenían.
Lelio y Escipión fueron los dos mayores oradores del círculo escipiónico.
Defendían un modo de hablar natural y simple, y consideraban la brevedad
como una virtus dicendi fundamental. Esta elocuencia excluía los altercados
violentos, los ataques personales y lo patético.
Los dos hermanos Graco utilizan por primera vez la oratoria para cambiar la
Constitución hacia un gobierno más popular, para alzarse contra la Oligarquía:
Gayo era apasionado, violento y emocional mientras que Tiberio era reposado,
sensible, preocupado por la justicia y el honor. Con ellos se crea un nuevo tipo
de oratoria, llamada popular, que se enfrentará en la lucha política con la
elocuencia senatorial o aristocrática. Su oratoria fue decisiva para incitar al
pueblo a la acción.
Después del asesinato de los Graco, ocupan el escenario oratorio dos
oradores, Marco Antonio y Lucio Licinio Craso, pertenecientes a la facción
aristocrática, considerados por Cicerón como los más grandes oradores
romanos.
Entre ellos se planteó una polémica relacionada con la materia del
discurso
y
con la técnica de la elocución. Antonio entendía que el arte de la oratoria
debía centrar su preocupación sobre todo en la materia del discurso, y, por ello,
consideraba más útil para el orador la práctica forense que una gran cultura;
por el contrario, Craso daba prioridad en la formación del orador a una vasta
cultura y al aprendizaje de la formación de palabras y en la cadencia rítmica de
la frase.
Se puede decir que la oratoria política y judicial alcanza con Cicerón sus
cotas más elevadas, tanto en su aspecto práctico como teórico.
3. CICERÓN
Como otros muchos romanos, Cicerón utilizó sus dotes de orador como un
medio de ascenso social y político, de ahí que al hablar de sus discursos sea
imprescindible ponerlos en relación con su actividad política.
A pesar de ser un homo novus, es decir, de no contar en su familia con
antepasados que hubieran desempeñado cargos públicos, la carrera política de
Cicerón fue bastante rápida y fácil. Cuestor en el 75, edil en el 69, pretor en el
66, cónsul en el 63 a. C., se enorgullecía de haber desempeñado todos los
cargos suo anno, es decir, dentro del límite de edad establecido. Ello se debíó,
además de a las circunstancias políticas, a su enorme talento y a su gran
ambición.
Marco Tulio Cicerón nacíó el 106 a. C. En Arpino (Lacio), en el seno de una
familia de clase media rural, del orden ecuestre.
A la edad de diecinueve años luchó como voluntario en la llamada “guerra
social”, pero procuró evitar desde el principio la vida militar.
La educación superior la realizó, con su hermano Quinto, en Roma bajo la
dirección de las más importantes figuras del momento: Elio Estilón, los
Escévolá, Marco Antonio y Licinio Craso.
Discursos de Cicerón
A la edad de veintiocho años hizo su debut en el Foro, frente a Hortensio, un
brillantísimo abogado, en defensa de un tal Publio Quincio ( Pro Quinctio ),
consiguiendo un gran éxito.
Al
año
siguiente, defendíó a Roscio de Ameria, acusado de haber matado a
su padre; nadie se atrevía a asumir la defensa, pues detrás había gente muy
influyente, pero se situó frente a la dictadura imperante, tomó valientemente la
palabra y absolvíó a su cliente (Pro Roscio Amerino). Para evitar posibles
riesgos por esta actuación viajó a Grecia, donde completó su formación como
orador.
De nuevo en Roma siguió con su profesión de abogado (Pro Roscio
Comoedo), y subíó el primer peldaño de la carrera política: la cuestura, cuyo
cargo lo ejercíó en Sicilia. Los sicilianos quedaron tan contentos con él que
unos años más tarde le encargaron la acusación contra Verres, quien como
gobernador había esquilmado la provincia. Cicerón sólo tuvo que pronunciar su
primer discurso (actio prima in Verrem) y Verres marchó al destierro sin
esperar siquiera a la sentencia. Cicerón elaboró además otros cinco discursos
que publicó como propaganda política, ya que preparaba su candidatura al
cargo de edil. Este nuevo éxito colocó a Cicerón en el primer puesto de los
oradores de Roma.
Los nobiles, que miraban por encima del hombro al homo novus, trataban,
sin embargo, de atraérselo, pero Cicerón seguía paso a paso su ambicioso
programa. Después de ser edil y tras un ejercicio justo de su pretura, había
conseguido Cicerón un gran prestigio de republicano honrado y leal.
Como pretor pronunció de Imperio Cn. Pompei in Oriente, a favor de
Pompeyo para que éste tomara el mando en la lucha contra Mitrídates.. Es el
primer discurso propiamente político de Cicerón. Con él, a la vez que apoyaba
a Pompeyo, trataba de atraerse a la clase de los caballeros, cuyos intereses en
Asía estaban amenazados por la política que se llevaba contra Mitrídates.
Cicerón pensaba ya en su campaña electoral para presentarse a cónsul.
El año de su consulado, 63 a. C., señala el momento culminante de la carrera
política de Cicerón. Los discursos más conocidos son los cuatro pronunciados
contra Catalina (In Catilinam ), con los que desenmascaró a los protagonistas
de la conjuración y consiguió duras penas para los implicados. Por ello, recibíó
el título de páter patriae, pero por haber ordenado la ejecución de los
conjurados sin la apelación al pueblo, fue un mal paso legal y eso le costó el
destierro cinco años más tarde.
Otro discurso famoso de este mismo año fue Pro Murena, en el que defendíó
a Murena, acusado de fraude electoral.
Al año siguiente, en el 62, pronunció Pro Sulla, en el que defendíó a Sila,
pariente del dictador, acusado de haber participado en la conjuración de
Catalina.
En este mismo año pronunció Pro Archia, en el que, con un fundamento
jurídico un poco endeble, consigue de los jueces que reconozcan el
derecho
de
ciudadanía a Arquias, poeta
griego
asentado en Roma, aprovechando la
ocasión para hacer una defensa de las letras y de la poesía.
Tres años después del consulado de Cicerón, la situación política en Roma
había cambiado mucho, el poder se estaba monopolizando en unos pocos y en
estas circunstancias estorbaba el incansable defensor de la legalidad
republicana que era Cicerón. En este momento fue cuando la ley con efecto
retroactivo que pedía el destierro para quien hubiese condenado a muerte, sin
juicio o sin apelación al pueblo, a algún ciudadano romano. Cicerón partíó para
Macedonia sin esperar siquiera a que se aprobara la ley.
Tras el destierro pronunció Pro Sextio y Pro Balbo quienes le ayudaron en
el destierro. También pronunció Pro Coelio, acusado por su amante de intentar
asesinarla. De provincias consularibus, a favor de la prórroga de los poderes
militares de César en la Galia.
La situación política en Roma empeoraba de año en año: desde el 55 reinaba
la mayor anarquía, a causa de las bandas rivales de Clodio (quien había
mandado al destierro a Cicerón) y Milón (tribuno de la plebe, del bando
senatorial y amigo de Cicerón). Clodio murió en un enfrentamiento con agentes
de Milón, Cicerón defendíó sin éxito a Milón y no lo pudo librar del destierro
(Pro Milone).
La situación se tensó tanto hasta el punto del estallido de una Guerra Civil
entre César y Pompeyo, que Cicerón intentó evitar por todos los medios.
Cicerón durante este periodo se apartó de la vida política y se dedicó a escribir
los tratados de retórica y filosofía. Esta retirada duró desde finales del 46 hasta
la muerte de César (44). En esta etapa pronunció algunos discursos a favor de
varios pompeyanos: Pro Marcello, Pro Ligario, Pro rege Deiotaro.
Tras el asesinato de César, Antonio, lugarteniente de César pretende
suceder al dictador, pero se presentó en Roma Octavio, un joven de dieciocho
años, sobrino e hijo adoptivo de César, a quien legaba toda su fortuna. Con el
fin de aislar a Antonio y declararle enemigo público, Cicerón pronuncia una
serie de discursos contra él In Antonium orationes, que Cicerón llamaba en
broma Filípicas. Esto le costó la vida al orador, pues cuando formaron el
triunvirato Lépido, Antonio y Octavio, para obtener dinero decidieron la masacre
de sus enemigos y Cicerón estaba en la lista de proscritos de Antonio. Octavio
abandonó a su suerte al viejo orador. Su cabeza y sus manos fueron llevadas a
Roma y expuestas en el Foro en la tribuna de los oradores, en donde solía
pronunciar sus discursos.
La muerte de Cicerón aparece cargada de un trágico simbolismo: con
Cicerón murió la República, y con ésta, la oratoria romana.
Sus discursos tienen todavía vigencia, con ellos súperó en elocuencia a todos
sus contemporáneos, pues reúne todas las cualidades de la oratoria latina:
Su base cultural humanística
Sus cualidades oratorias internas: memoria prodigiosa, capacidad de
improvisación, agudo ingenio…
Sus cualidades externas: imponente presencia, voz seductora, dicción
convincente…
Una elocutio personal y adaptada a cada momento.
Cicerón, teórico de la oratoria
Los romanos, que al principio sólo veían en la oratoria un instrumento
decisivo para actuar en la política, se dieron cuenta muy pronto de que también
era un género literario, mezcla de arte y técnica, con unas reglas precisas.
Cicerón sintió siempre interés teórico por la oratoria, hasta el punto de que no
solo fue el mejor orador romano, sino además el autor más importante de
tratados de retórica.
En su juventud había compuesto un ensayo sobre este tema, De
inventione.
En el año 55 a. C., en un momento de desencanto político, escribe De
oratore, en el que presenta a sus maestros Antonio y Craso
conversando con otros más jóvenes. En sus bocas pone la exposición
de las carácterísticas que debe reunir el orador: una son naturales
(sentido común, aptitudes…) y otras adquiridas (técnica, práctica,
formación…). Para Cicerón el perfecto orador se distingue por poseer
una formación integral, no meramente técnica.
Los otros dos tratados, Brutus y Orator, ambos del 46 a. C., están escritos
en la época de su retiro forzoso durante la dictadura de César.
Brutus es un diálogo entre M. Junio Bruto (partidario de César y
después uno de sus asesinos), Ático (amigo de Cicerón) y Cicerón.
Con motivo de la muerte de Hortensio, año 50 a. C., hace una
historia
de la oratoria romana desde los comienzos hasta su época. Cicerón
deja ver su amargura ante los tiempos que le ha tocado vivir y que
afortunadamente Hortensio no vivíó, en los que la libertad de
expresión, presupuesto indispensable para la oratoria se ve
amenazada. En esta obra también expone la polémica de Cicerón
contra los aticistas romanos (corriente defensora de la sobriedad de
estilo), que se habían opuesto a los asianistas (más inclinados a la
exuberancia). Cicerón practicó y preconizó un ideal de estilo que, aun
siendo sobrio, no excluía la elegancia y los adornos.
En Orator, Cicerón insiste en estas mismas ideas, y frente a los
aticistas, desarrolla su teoría de los tres estilos: el sencillo, el
moderado y el sublime. Los aticistas propónían como modelo el estilo
sencillo; Cicerón dice que el orador ideal es el que domine los tres
estilos y sepa utilizar cualquiera de ellos según la ocasión lo requiera.
El discurso gira en torno a esta figura ideal describiendo su
comportamiento en las cinco fases ya vistas: inventio,
dispositio,memoria, elocutio, actio. Asimismo insiste en los
conocimientos que debe poseer el orador y en la aplicación de éstos
en las distintas partes del discurso: exordium, narratio, confirmatio,
peroratio. Orator es la obra cumbre de Cicerón como teórico de la
retórica, pues a pesar de su carácter técnico se aúnan en ella su
experiencia de gran orador y una auténtica madurez literaria.
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