Portada » Geología » Las cuatro teorías del origen sistema solar
El Sistema Solar se formó como consecuencia de la gravitación de millones de cuerpos de pequeñas dimensiones. A medida que pasa el tiempo, los materiales “van cayendo” sobre los planetas, su volumen se va reduciendo y el bombardeo disminuye a lo largo de los años. El riesgo de caída-choque todavía existe en la actualidad aunque la probabilidad de que suceda es mínima.
El riesgo está asociado a dos tipos de objetos:
-Asteroides: son cuerpos rocosos, terrosos o metálicos fruto de residuos de materia que no ha llegado a conformar un planeta. Orbitan alrededor del Sol (“planetas menores”). Son objetos de pequeñas dimensiones y son muy poco conocidos. En torno a los años 50, el mapa se fue completando y se establecíó un cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter aunque también se hizo otra clasificación que establecía “neoasteriodes” que no se encontraban en este cinturón. Se estima que los asteriodes de más de 1 km de diámetro llegan al millón de unidades y que los asteroides de menos de 100 metros de diámetro llegan a alcanzar la cifra de 150 millones. Es muy frecuente que colisionen o que sus gravedades interactúen desviando sus trayectorias y generando órbitas excéntricas.
-Cometas: tienen órbitas elípticas muy excéntricas que van desde los confines del Sistema Solar hacia el Sol volviendo hasta su lugar de origen.
Son objetos sólidos de materiales que se subliman en las cercanías del Sol. Tienen un núcleo y una atmósfera (“coma”) formada por gas y polvo. Cuando se acercan al Sol, el viento solar deforma la coma (formando así su cola). La mayoría se originan en la Nube de Oort a enormes distancias del Sol siendo así restos de la condensación de la nebulosa solar.
La atmósfera terrestre actúa como escudo protector aunque a mayor velocidad del objeto, mayor dificultad para atravesar el aire. La velocidad de los meteoritos suele ser de entre 40000-100000 km/h. La colisión con la atmósfera genera energía cinética que se transforma en calor que hace que el objeto se desintegre y calentando el aire (estrellas fugaces).
Es un fenómeno estrictamente natural sin influencia humana aunque en las últimas dos décadas se están produciendo situaciones de riesgo causadas por “basura espacial”. La distribución de las caídas de meteoritos es aleatoria, no existen “zonas de riesgo”. Se calcula que sobre la Tierra caen del orden de 20 millones de meteoritos diarios y la mayoría de ellos se desintegran entre 80 y 120 km de altura; solo los mayores alcanzan el suelo y pueden causar daños.
La frecuencia de los que realmente producen daños es muy difícil de calcular. Solo los impactos importantes dejan huellas duraderas y se conocen 1500 grandes impactos durante 600 millones de años (desde el Precámbrico hasta la actualidad) y en la actualidad hay 130 grandes cráteres en la superficie terrestre. Se ha podido estimar que los objetos que tienen alrededor de 5 kms de diámetro impactan cada 10 millones de años, que los objetos de 1 km de diámetro cada 250000 años y que los meteoritos de menos de 500 metros no se han podido calcular la frecuencia a la que impactan. No ha habido ningún impacto importante durante la época histórica.
Dependiendo del tamaño, los meteoritos son más o menos peligrosos. Cuanto más grande es el objeto, más raro y más desastre produce. Estos desastres son los únicos que podrían acabar con el planeta, como por ejemplo diversas extinciones masivas del final del Cretácico debido a la caída de un asteroide de 10-15 km de diámetro (energía de impacto equivalente a 10 millones de bombas nucleares) que provocó la extinción del 50-75% de las especies terrestres.
La prevención no es posible para estos fenómenos debido a que no poseemos capacidad de respuesta y sabemos muy poco de ellos aunque se ha creado un programa internacional “Spaceguard Survey” que detecta y cataloga los objetos espaciales. Este proyecto es apenas suficiente debido a que el presupuesto es insuficiente y se destina el mismo a otros ámbitos (militares, sociales, económicos…).
La posibilidad de defensa ante una inminente colisión depende de la gravedad, del tiempo disponible y de la calidad de la predicción (lugar u hora del impacto). Se han propuesto numerosas idas para evitar que los asteroides colisionen; desviar la trayectoria del objeto con bombas nucleares, desviación mediante velas solares o modificando su albedo con hollín (alteración por radiación que modificará su trayectoria) o desviación situando junto a él un satélite de gran peso (interacción gravitacional entre ambos).