Portada » Filosofía » Lacan y Descartes
Aristóteles afirma que el cuerpo y el alma constituyen una única sustancia y están relacionadas entre sí de la misma manera que la materia y la forma. El alma es la forma del cuerpo. El alma es el principio de toda la actividad del ser vivo, aquello por lo que “vivimos, sentimos, y pensamos”. El alma no es el cuerpo, pero no puede existir sin él, formando ambos una única sustancia. Sus tres tipos de alma: El alma vegetativa, es propia de las plantas, que tiene como función la nutrición. El alma sensitiva, es propia de los animales, y además de la función nutritiva posee las funciones de sensación, deseos y movimiento. El alma intelectiva o racional, es propia del ser humano, posee las funciones del alma vegetativa y sensitiva, además de la función de reflexión racional y la voluntad libre.
Poseen almas de plantas, animales, y humanos. Serie jerárquica. 1. Intelectiva. 2. Sensitiva. 3. Vegetativa. La función superior presupone las inferiores, no inversamente. Aristóteles niega la inmortalidad del alma humana, a diferencia de los Pitagóricos y Platón. Define al hombre como animal político o social y concluye que el bien supremo o la felicidad solo es alcanzable dentro de una sociedad. Aristóteles afirma que la sociabilidad es un rasgo esencial de la naturaleza humana. La condición humana es intermedia entre las bestias y los dioses. La vida en comunidad, para el ser humano, tiene lugar en distintos niveles: familia, aldea y en el estado (polis) – forma más perfecta de comunidad, es autosuficiente y facilita a los ciudadanos una vida buena, digna, y feliz. Solo en el estado puede el hombre alcanzar la perfección y vivir una vida plenamente humana.
San Agustín adopta el dualismo platónico, “el hombre es un alma racional que se sirve en cuerpo mortal y terreno”. Rechaza la preexistencia del alma y la pluralidad de almas en el hombre. El alma es inmortal, simple y espiritual (inmaterial). El alma está presente toda entera en todo el cuerpo, y unida a él por su propia actividad. Como consecuencia del pecado original, el alma, que está hecha para dirigirse a Dios, se vuelve exclusivamente hacia la materia, hacia el mundo terrenal, sus imágenes y sensaciones. Así, el alma termina siendo prisionera del cuerpo, dominada por la ignorancia y los malos deseos. Solo podría ser liberada por la gracia de Cristo. El hombre no ha perdido nunca el libre albedrío, como consecuencia del pecado original no puede dejar de ser peor: la auténtica libertad que consiste en poder hacer el bien, ya no está en manos del hombre. La humanidad es una “masa destinada a la condenación” y solo se salvan los que reciben la gracia de Cristo que libera la voluntad. El alma es una imagen de la Trinidad divina. Dios es una única naturaleza y tres personas. El alma humana es una, pero tiene tres facultades: memoria, entendimiento y voluntad. El cuerpo también es obra de Dios. La inmortalidad no es solo del alma, según los cristianos, el cuerpo está llamado a resucitar al final de los tiempos. Defiende la primacía del amor sobre el conocimiento: es el amor lo que mueve al hombre.
Los humanistas fueron un grupo heterogéneo de pensadores con doctrinas muy dispunes. Antropocentrismo, el ser humano constituye el principal centro de interés de la reflexión filosófica. Confianza en las capacidades humanas, se reivindica el valor y la dignidad del ser humano. Individualismo, se fomenta la capacidad creativa, se valora la originalidad y se promueve la manifestación de las propias emociones y opiniones.
“Yo estoy cierto de que existo, pero solo en la medida en que pienso”. Estoy seguro de mi pensamiento, pero no puedo dudar de la realidad del mundo y de la realidad de mi cuerpo. Pensamiento y cuerpo, almas y cuerpos, son sustancias distintas. El alma no necesita del cuerpo para existir, existe independientemente del cuerpo. La muerte del cuerpo no afecta el alma, y por tanto, la inmortalidad de esta se encuentra garantizada frente a cualquier objeción. La independencia del alma respecto al cuerpo permite a Descartes defender la libertad del hombre. La concepción mecanicista del mundo, de la materia, no deja espacio para la libertad, el alma ha de estar en una esfera independiente de la materia. La independencia alma/cuerpo plantea a Descartes el problema de la comunicación de las sustancias: cuerpo y alma son sustancias distintas, pueden existir separadas, pero están unidas, hay un “yo” que las une. Esa unidad ha de ser accidental, no sustancial. Descartes concibe el alma conectada con el cuerpo a través de la glándula pineal, que está en el cerebro.
Considera al hombre como un ser inacabado, que está aún por hacer, no ha llegado a consolidarse, Esa tendencia a complementarse es propia del ser humano. El hombre es capaz de superarse y puede y debe intervenir en la orientación de su evolución. El superhombre aparece aquí como una tendencia, algo a lo que tiende el hombre. Nietzsche proclama al superhombre como expresión de gran deseo de ver a los hombres elevándose sobre sí mismos. Tender al superhombre significa sentir el inconformismo con la situación presente y despertar toda capacidad de esfuerzo para conseguir algo mejor, esto no se da en otros seres vivos. El simboliza el proceso hacia el superhombre como resultado de tres transformaciones del espíritu. 1. Camello: el espíritu del hombre es en primer lugar su camello, el animal de carga, que obedece sin quejarse. Carga con el peso de la moral tradicional, del deber. 2. León: el camello, cansado de la carga, se revela y se libera, arroja los antiguos valores. Se transforma en león, dueño de sí mismo, que impone su libertad. 3. Niño: no es por la fuerza del león, sino por la inocencia del niño cómo se accede a una vida realmente libre y nueva.
El león se transforma en niño para crear nuevos valores. El superhombre posee la inocencia del niño, está más allá del bien y del mal, es el “primer hombre”, un nuevo comienzo del eterno retorno, poder crear valores, vivir fiel a la tierra…
Ansia de vivir: se preocupa de la vida, valora la salud, el placer, la pasión… Las virtudes que ama son la fuerza física, el poder, la rebeldía del fuerte y del poderoso. Superación: es la máxima posibilidad del ser humano. No está sometido a ningún precepto moral, porque se sitúa por encima del bien y del mal. Superior: es un ser superior. Acepta las jerarquías entre los hombres. La igualdad solo lleva a la moral del rebaño, de esclavos. Valores: ha roto con la jerarquía de valores tradicionales, se ríe de los valores espirituales. Cambia su forma de valorar y vivir. Tierra: es fiel a la tierra, lejos de la idea de Dios. Olvida las elucubraciones espirituales. Le preocupa vivir intensamente el más acá. Poder: vive la voluntad de poder. Es la voluntad de dominar y recrear el mundo y sus valores. Voluntad de ser señor y no esclavo. Retorno: vive el eterno retorno. Querer el futuro es volver a querer el pasado, toda ha existido ya.
1. La imitación de la naturaleza. En la Antigua Grecia el arte buscaba reflejar la armónía y la hermosura de la naturaleza. Para los antiguos griegos, la belleza del mundo natural procedía del equilibrio de sus formas y medidas. Trataba de imitar ese orden precisó basado en la proporción exacta entre las distintas partes del conjunto. Para los griegos, el cuerpo humano era hermoso cuando sus distintos elementos tenían las proporciones adecuadas y existía una especial armónía en el conjunto. Denominaban como a esta justa medida entre las partes. La filosofía griega también recoge la idea de que el arte aspira a representar la armónía natural. Aristóteles afirmaba que la belleza se basa en la mimesis o imitación de la realidad.
2. El reflejo de la perfección divina. En la Edad Media, el triunfo del cristianismo introdujo una nueva interpretación del significado y valor del arte en Occidente. Se mantuvo la visión de origen griego que identifica la belleza con la armónía. Para la cristiandad medieval, las obras de arte deben esforzarse en mostrar la belleza natural, en la que se manifiesta la grandeza de Dios. Cuando se contempla la obra de arte la belleza que percibe lo acerca a la sabiduría, bondad y perfección divina. Es un profundo contenido simbólico que trata de acercarnos a Dios.
El Romanticismo fue un movimiento artístico y cultural que se desarrolló en Europa en la primera mitad del Siglo XIX. Estás artistas pusieron en primer plano la pasión, el sentimiento, y los elementos irracionales humanos, rompiendo con el ideal de armónía y proporción que había caracterizado el arte occidental desde la antigua Grecia. Valoraron lo sublime como una nueva forma de belleza. Llamaron sublime a la manifestación terrible y sobrecogedora de las fuerzas naturales, ante las cuales el ser humano se siente empequeñecido y aterrado. Ejemplos sublimes en este sentido: una tempestad en el mar, una batalla cruel y sangrienta, la erupción de un volcán… Ninguno de estos casos responde al modelo clásico de lo bello. No hay armónía ni equilibrio. Se caracterizan por el desorden, la confusión y la fuerza incontrolable y amenazadora.
Finales del Siglo XIX. Los artistas aspiraban a crear obras originales y sorprendentes, superando las normas que habían orientado la creación estética durante siglos. Los artistas afirman el valor supremo de la libertad creativa, con obras atrevidas e impactantes. La creación se interpretó como una especie de juego desarrollado por el artista y basado en reglas y códigos nuevos. El arte dejó de estar sometido a normas fijas y pasó a convertirse en un espacio de experimentación. Los creadores de la vanguardia elaboran rompedoras propuestas estéticas que revolucionarán el mundo del arte. La enorme libertad formal carácterística del arte contemporáneo tuvo como consecuencia el progresivo distanciamiento del público. Los artistas rompen todas las reglas e inventan continuamente nuevas formas de expresión, sus obras no resultan fáciles de interpretar.
1. La experiencia estética en la modernidad. A partir del Renacimiento, la cultura europea abandonó el teocentrismo medieval para prestar mayor atención al ser humano. En la estética se manifestó en una nueva forma de entender el arte que destaca la importancia del espectador. Los artistas trataron de mostrar en sus obras una visión realista de la naturaleza. Se introdujo la técnica de la perspectiva, que permitía representar el mundo desde el punto de vista del espectador. También hubo cambios sociales. Emergíó un sector rico y culto de la población que impulsó el desarrollo de las artes mediante sus encargos. Condiciónó las tendencias estéticas, y se fueron adaptando a las demandas y preferencias de los clientes. Surgíó una nueva forma de valorar las obras de arte basándose en el gusto, la apreciación que estas obras incitaban en los espectadores. Permitíó que con el paso del tiempo fuese surgiendo poco a poco un mercado de obras de arte, en el cual las obras de arte podían llegar a alcanzar precios muy elevados. En el Siglo XVIII, gracias a estas cuestiones, el mercado y las variedades estilísticas, aparecieron los primeros críticos, especialistas en valorar las obras de arte. Sirvieron para educar al público y orientar su gusto estético. En esta época aparecieron los museos, desempeñan un papel decisivo en la configuración de los gustos del público.
2. La crítica del juicio. El gusto del público se convierte en el criterio decisivo para valorar el arte, el problema del carácter objetivo o subjetivo de la belleza adquiere gran relevancia. En el Siglo XVIII, Kant trató de responder estas preguntas analizando las carácterísticas que tienen nuestras afirmaciones sobre la belleza. Se llamaba juicios estéticos a los enunciados que expresamos nuestra valoración sobre una obra de arte. El juicio estético tiene unas carácterísticas muy peculiares, nuestras afirmaciones sobre la estética son desinteresadas. La apreciación de una obra de arte se basa inicialmente en su belleza, y no en la utilidad, en la eficacia, el placer o la comodidad. Los juicios estéticos tienen carácter universal. Según Kant, existe una gran diferencia entre el gusto y el juicio estético. El gusto tiene que ver con los sentimientos y opiniones personales, mientras que el juicio estético se refiere a la belleza propia de una obra de arte. Una obra de arte muy bella, puede no gustarnos, pero aunque no lo hagamos, somos capaces de reconocer la belleza objetiva de la obra. Kant pensaba que esto es posible porque la belleza se basa en unas reglas racionales comunes para todos los seres humanos. Cualquier ser racional es capaz de reconocer la belleza cuando la ve. Las normas a las que se ajusta lo bello proceden de la razón, y son universales.
Las obras de arte se han empleado para educar y transmitir conocimiento. El arte egipcio, griego o romano ilustraba acontecimientos relevantes para que los jóvenes aprendieran y recordarán. En la Edad Media, las catedrales se construyeron para mostrar la grandeza De Dios, había muchas obras de arte para transmitir los conocimientos que los creyentes debían conocer.
Purificación: Aristóteles sosténía que en la tragedia como en la música, el espectador experimenta las mismas pasiones que el artista quiso reflejar. Al finalizar la representación, se libera y se purifica de esas pasiones, gracias a que la obra le proporciona un cauce para darles salida de forma inofensiva. Crítica: El Realismo del Siglo XIX es el estilo artístico que con mayor fuerza reivindicó esta función. Balzac o Galdós, desde la literatura, y Courbet o Daumier desde la pintura, denunciaron en sus obras la injusticia social. El efecto que produce el arte cuando ejerce una función crítica es el contrario al que desempeña una función purificadora, en lugar de liberar, empuja hacia el compromiso social.
Evasión: el poder político se ha servido del arte para calmar los ánimos de la población. Al contemplar una obra de arte, el espectador se evade de la realidad, olvidándose momentáneamente de sus problemas. Signo de poder y riqueza: con la ascensión social de la burguésía durante el Renacimiento, la adquisición de obras de arte se convirtió en signo de distinción.
Para poder exhibir su posición social privilegiada. Las clases desfavorecidas fueron desposeídas del arte y este dejó de cumplir una función pedagógica. La Virgen del canciller Rolin, Jan Van Eyck , s.XVI. Propaganda política: monumentos encargados a los artistas más prestigiosos y erigidos para conmemorar hazañas bélicas o éxitos políticos. Primera mitad del Siglo XX, se añadió otro uso propagandístico del arte, la elaboración de carteles publicitarios.
Su consigna es “el arte por el arte”. El artista debe alejarse de consideraciones éticas, políticas, pedagógicas o comerciales y perseguir únicamente fines estéticos. Obra: Judith, Klimt s.XX.
Friedrich Nietzsche es el creador de una interpretación sumamente interesante sobre el significado del arte. Según él, existen dos grandes tendencias opuestas en el ser humano que se corresponden con formas de expresión artística distintas. Por un lado está lo apolíneo, que está relacionado con la luz, la claridad, la racionalidad y el deseo de orden. El arte típicamente apolíneo es la escultura, que se caracteriza por su capacidad para delimitar nítidamente la silueta de las figuras individuales. El nombre con el que designa este elemento, está inspirado en el Dios griego Apolo, que estaba asociado al equilibrio, la mesura, la luz y la creación artística. El segundo elemento es lo dionisíaco, que se corresponde con lo irracional, lo caótico, el desenfreno, lo oscuro. El nombre proviene del Dios Dioniso, que estaba asociado al vino y a la celebración orgiástica. La música es un arte típicamente dionisíaco, porque evoca lo irreflexivo y lo instintivo. Estos dos elementos contrarios se unen en la tragedia griega.