Portada » Lengua y literatura » La Transformación de Regina: Un Viaje de Deseo y Poder
No tardó mucho en regresar y cuando lo hizo otra vez se quedó
de pie junto a la puerta clavando su mirada en mi trasero. Por fin se acercó y
me dijo:
«Aparte de mi puesto en la universidad, también soy
directivo en una preparatoria y voy a ocupar su apoyo. Hoy tenemos junta y
me gustaría que me acompañaras para que vayas conociendo mis
actividades. Dame tu dirección y te recojo a las 8 p.m. Por favor, ponte algo
un poco más formal que esos jeans…»
Mi sorpresa fue enorme, pero no me podía negar. Estaba en sus
manos y no tenía otra opción, le di mis datos y me fui a mi casa para cambiarme.
Me puse una falda negra que me quedaba a la altura de la
rodilla, pero estaba abierta de los costados, haciéndola muy sexy. Escogí un saco
negro cruzado que no ocupaba ponerme blusa porque era muy pegado al cuerpo. Me
puse unos tacones negros y esperé a mi «director». Pasó por mí en una camioneta
alta, como de ganadero, por lo que al subirme la falda se me abrió de un costado
llegando hasta arriba de mis muslos, dándole una visión de mis piernas que lo
dejó maravillado. Durante todo el camino no dije una palabra, sólo veía la
manera en que sus ojos recorrían mis piernas.
Finalmente llegamos a nuestro destino. Me intenté bajar de la
camioneta, pero se apuró para abrirme la puerta. Nuevamente, mi falda se me abrió
enseñando casi completamente mis piernas. Él se me quedó viendo con la boca
abierta y casi no dejó espacio para que yo pasara, por lo que al bajarme me le
tuve que pegar, sintiendo su verga tiesa en mi vientre. Caminamos al aula y él
iba detrás de mí con su mirada clavada en mi culo que se contoneaba con mi
caminar. Al llegar a la puerta, me rodeó por la cintura, poniendo su mano muy
abajo, incluso me tocaba las nalgas con sus dedos y me jalaba hacia él. Habría
en el aula unos 15 hombres y unas 3 señoras como de la edad de Rodolfo, por lo
que de inmediato me convertí en el centro de las miradas de ellos.
Me fue presentando de uno en uno como su «asistente
personal». Al hacerlo, me ponía frente a él, colocando sus manos en mi cintura
y moviéndolas hacia arriba y abajo, acariciándome las nalgas cada vez más. Los
otros señores me comían con la mirada sin hacer caso ni siquiera de mi nombre.
Yo sólo movía la cabeza sonriendo sutilmente, dejando que Rodolfo me metiera
mano. Después de que me presentó con todos, hicieron un círculo para seguir
platicando. Yo tenía sentimientos encontrados y me empezaba a excitar muchísimo
esa situación. Rodolfo no me soltaba de la cintura y con su mano ya me
acariciaba el culo con total libertad y descaro, sin importar que los demás nos
vieran. Yo permanecía callada y sin moverme de su lado, mis ojos se me cerraban
de lo caliente que me estaba poniendo y sólo me sacudía un poco cuando su mano
apretaba mis nalgas con fuerza.
La reunión empezó y todos nos sentamos. Rodolfo me pidió que
me sentara aparte de los demás y me puso una silla en un extremo. Me fui a
sentar y me di cuenta que todos tenían un muy buen ángulo de vista de mí y
sobre todo de mis piernas, ya que las aberturas de mi falda se me subían hasta
más arriba de medio muslo. Por más que intenté acomodar mi falda, fue imposible
cubrirme, por lo que me resigné a ser el blanco de sus miradas y dejé que me
contemplaran a su antojo. Algunos de ellos no pusieron ni un momento atención a
la reunión y se la pasaron viéndome las piernas e incluso vi como bajaban su
mano de la mesa y la movían frenéticamente sobándose sus vergas. Yo estaba muy
mojada y sorprendida, me di cuenta que por primera vez me excitaba convertirme en
su objeto de deseo.
Cuando la reunión terminó, Rodolfo se dirigió hacia mí y me
tomó de la mano para salir del aula, pero los demás se pusieron en nuestro camino
y nos preguntaron si no queríamos ir a algún lugar. Tomándome de la cintura,
me puso delante de él y se me pegó, poniendo su verga en medio de mi culo. Se
sentía dura y caliente, y con sus manos me tomaba de la cintura, moviéndome
círculos pequeños. Recargó su cabeza sobre mis hombros y les dijo a los demás:
«Regina es una niña bien y debo llevarla a su casa antes
de que sea más tarde… ustedes disculparán…»
Y poniendo su mano completamente sobre mi trasero, nos
dirigimos a su camioneta.
De camino a mi casa, me sentía extraña. Por un lado, estaba
ardiendo de lo caliente que me había puesto y, por otro lado, me sentía como si
fuera una puta, una cualquiera, una dama de compañía de un señor que me había
contratado. Pero estaba dispuesta a pagar el precio para provocar una molestia
más a mi madre, aunque esto jamás me había pasado.
Rodolfo puso su mano sobre mi pierna y la empezó a acariciar
poco a poco. Yo no le dije nada y simplemente cerré mis ojos dejándole hacer lo
que quisiera. Subió su mano lentamente hasta que llegó a mi tanguita, se dio
cuenta de lo empapada que estaba y sonrió viéndome a los ojos. Estacionó la
camioneta sin importar en dónde estuviéramos y empezó a sobarme mi rajita
delicadamente, incrementando la velocidad poco a poco, arrancándome gemidos que
intentaba ahogar mordiéndome los labios.
Me metió un par de dedos que no representaron problema por lo
lubricada que estaba. Con su otra mano desabrochó mi saco y empezó a besar mis
tetas como un bebé hambriento. Me las mordía y lamía con ímpetu mientras su
otra mano entraba y salía de mi rajita. Yo tenía mis ojos cerrados y mi cabeza
echada hacia atrás mientras gemía como perra en celo. Con mi mano busqué su
verga y se la saqué para empezar a acariciarla. No era muy grande, pero yo la
veía hermosa. De pronto, me tomó de la cabeza y me la dirigió para que le
mamara esa hermosa tranca que parecía que iba a explotar. Me la metí en la boca
y me entregué a chupar ese palo que ahora me pertenecía. Una de sus manos
seguía masturbándome y sentía hasta 3 dedos en mis entrañas, logrando hacerme
llegar a 2 orgasmos maravillosos. Yo seguía dedicada a mi labor cuando empecé a
sentir como se convulsionaba su vientre y comenzaba a expulsar mecos que me
tragé encantada… ya extrañaba ese exquisito sabor a verga y semen. Seguí dando
lengüetazos a su palo hasta que quedó limpio y se hacía flácido. Me levanté para
acomodarme en el asiento y Rodolfo reanudó la marcha hacia mi casa.
Afortunadamente, no era tan tarde. El resto del camino nos fuimos en silencio y
sólo se escuchaba mi respiración agitada, ya que todavía estaba excitada.
Estábamos estacionados afuera de mi casa y cuando me estaba bajando de la
camioneta, me tomó de un brazo y me dijo:
«Hoy fue un excelente comienzo, Regina… recuerda que
todo el semestre serás mi asistente…» Solo asentí con la cabeza y sin decir nada,
me metí a mi casa.
Después de que el director de carrera me dejara en mi casa,
me encerré en mi cuarto. No quería ver a nadie, aunque lo más raro era que aún
me sentía muy excitada, por lo que me estuve acariciando un buen rato hasta
quedar dormida.
Al día siguiente, me desperté muy tarde. Ya había perdido las
2 primeras clases y si no me apuraba, perdería las demás. Me puse unos pantalones
azul claro muy pegados, una blusa negra sin mangas y unos tacones del mismo color
y salí a toda prisa a la universidad.
No pude concentrarme en las clases a las que alcancé a
llegar. Recordaba una y otra vez lo que había pasado la noche anterior y
extrañamente me sentía excitada. Con mi lapicero, me tocaba mi rajita por encima
de mi pantalón, que por lo delgado que era, me hacía sentir un gran placer al
tiempo en que metía un dedo en mi boca, lamiéndolo como si fuera la verga de
Rodolfo. Definitivamente, me había gustado sentirme deseada y comportarme como la
puta de mi director, aunque también me sentía mal por lo mismo. Yo provenía de
una familia de sociedad en Mexicali y no podía estar sintiendo esto. Durante la
última clase, me quise levantar de mi lugar para abrir una ventana, pero me di
cuenta que estaba empapada de mi conchita. Mi tanguita se encontraba bañada en
mis fluidos y se me notaba perfectamente, por lo que decidí quedarme sentada.
Al terminar la última clase, fui a la oficina del director,
pero no sabía si iba a cumplir como su asistente o pedirle a gritos que me
cogiera en ese momento. Mi calentura llegaba al máximo y no podría controlarme,
no porque él fuera guapo o atractivo, sino porque me sentía una perra en celo y
sabía que él también me deseaba. Llegué a su privado y no estaba, por lo que me
pasé para esperarlo mientras revisaba su escritorio.
Rodolfo llegó sin que me diera cuenta y de inmediato se
abalanzó sobre mí, abrazándome por la espalda, poniendo su verga entre mis nalgas,
que por lo delgadito del pantalón se alcanzaba a meter perfectamente mientras me
la tallaba. Sus manos se posesionaron de mis tetas y me las empezó a masajear
con fuerza mientras me besaba el cuello. Me extrañó sentir su verga tan
caliente, por lo que bajé mis manos para agarrarla y grande fue mi sorpresa al
darme cuenta que ya se la había sacado del pantalón, por lo que la empecé a
acariciar para sentirla mía.
«Eres una puta exquisita… me encanta como te ves
hoy… que rica tanga traes, cabrona… y se te transparenta todita… ¿te
gusta llamar la atención, putita?… conmigo lo vas a lograr, perra…»
Sus palabras lograban calentarme más y yo sólo cerraba los
ojos mientras sobaba esa hermosa tranca que me pertenecía. Con destreza, me quitó
la blusa y liberó mis tetas del sujetador, las cuales lo terminaron por volver
loco (mido 91 cm de busto) y dándome la vuelta, me las empezó a mamar con deseo.
«Hija de puta… mira que tetotas tienes… no mames… estás
buenísima… ayer no te las pude ver bien por lo oscuro… pero hoy me voy a
vaciar en ellas…»
Con su boca me lamía mis tetas mientras con sus manos me
quitaba mi pantalón, que por lo pegado que me quedaba, tuve que ayudarle a
bajarlo, quedándome sólo con mi tanguita y mis zapatos.
Me dio vuelta para quedar de espaldas a él, poniéndome sobre
el escritorio y haciendo mi tanguita a un lado, me ensartó su verga hasta lo más
hondo de mis entrañas de un solo golpe. Sus manos me apretaban mis tetas y lo
único que se escuchaba eran mis gemidos cada vez más fuertes. Sus huevos pegaban
contra mí y mis ojos se ponían completamente en blanco, deseando que esto no
terminara jamás. Soltó una de mis tetas y con su mano me volteó la cabeza para
que lo mirara a los ojos. Su cara parecía transformada por el placer que estaba
sintiendo y la mía se contorsionaba al sentir lo mismo.
«Toma, puta… es lo que quieres, ¿no?… quieres seguir
estudiando?… debes pagar el precio… yo te voy a convertir en una
adicta al sexo…»
Su verga entraba y salía con mucha facilidad por lo mojada
que estaba. Yo estaba en silencio disfrutando la cogida que me estaba dando,
dejando que mi cuerpo reaccionara por sí solo. Rodolfo sólo estaba de pie y yo
era quien me movía para ensartarme más esa tranca hermosa. Logré llegar a mi
segundo orgasmo cuando sentía como me sacaba su palo y tomándome de los hombros
me dio vuelta para quedar frente a él. Sin que me dijera nada, me puse de
rodillas para mamar esa tranca que parecía iba a estallar. No duró mucho tiempo
adentro de mi boca cuando me la sacó y empezó a aventar borbotones de leche
sobre mis tetas, alcanzando a salpicar mi cara y cabello. Se la aprisioné con
mis senos y terminé de exprimirla mientras le lamía la cabeza que seguía
escupiendo mecos para mí.
Se la seguí chupando durante un buen rato hasta que quedó
flácida y aún así la cubrí de besos desde su base a la punta.
Me quedé tirada en el suelo mientras Rodolfo se acomoda la
verga y se vestía.
«Eres increíble, mi amor… estás exquisita… te viste como
una auténtica perra que le gusta sentirse deseada… aunque yo te voy a hacer que
luzcas más…»
Yo seguía agitada por la excelente sesión que habíamos tenido
y no decía nada, aunque me sacó de onda ese comentario de mi ropa y de él me iba
a hacer lucir más, pero no dije nada.
Rodolfo se terminó de arreglar y se fue, pero deteniéndose en
la puerta me dijo:
«… mañana tengo una comida del Colegio de Licenciados,
mejor no vengas a clases. Tú sabes que con que estés bien conmigo no tendrás
problemas… pasaré por ti a la 1 p.m…»
Solo asentí con la cabeza y me puse de pie para empezar a
vestirme. Estaba completamente desnuda, a excepción de mis zapatos y mi tanguita.
Mi pantalón estaba todo arrugado a mi lado y la blusa había caído sobre un sillón
de su oficina, pero no encontraba mi sostén. Mi cuerpo escurría semen, al igual
que mi cara y mi cabello. Me lo limpié con mi mano y la lamí, disfrutando el
momento que acababa de vivir. Me limpié un poco con un pañuelo y me terminé de
vestir. No me importó no ponerme el sujetador y dejé mis tetas sueltas, haciendo
que se me notaran a través de la blusa por lo mojadas que todavía estaban. Salí
de la oficina y me dirigí al baño para terminar de limpiarme. Se me quedó viendo
uno de los barrenderos y claramente se dio cuenta de que estaba chorreada de
mecos y que mis tetas estaban sueltas.
Tomé un taxi para dirigirme a mi casa y, llegando, me metí a
darme una ducha. Mi madre aún no llegaba y me puse a pensar en lo que me podría
pasar al día siguiente.
Me desperté temprano, sintiéndome un poco nerviosa por lo que
podría pasar ese día. Sorprendentemente, me sentía emocionada por lo que estaba
viviendo. No sé si esta era una forma en que me afectaba el divorcio de mis
padres o la crisis de dinero que teníamos mi mamá y yo, pero me excitaba el saber
que me estaba convirtiendo en la puta del director de mi carrera y que él me iba
a convertir en un objeto de deseo. Lo que me dijo de que «él iba a hacerme lucir
más para que fuera más deseada» me seguía retumbando en mi cabeza y me calentaba
todavía más. Para esa ocasión, me puse un pantalón negro que me quedaba muy
ajustado, con un sweater amarillo que hacía resaltar mis tetas por lo pegado que
era. Cuando escuché que llegaba Rodolfo por mí, salí a recibirlo sintiéndome
excitada con solo verlo. No es que estuviera guapo, sino que el saber que me iba
a convertir en alguien deseada por varios hombres hacía que mi rajita se
empezara a humedecer.
En cuanto me vio, no disimuló que me veía atractiva y
abrazándome, me empezó a besar el cuello mientras sus manos las ponía sobre mis
nalgas, recorriéndolas de arriba a abajo:
«Hola, preciosa… te ves muy rica… ese pantaloncito hace
que tu culo se vea increíble… y mira nomás que tetotas se te notan… pero
vamos a otro lado… hoy voy a hacer que te veas todavía mucho mejor…»
Nos subimos a su auto y nos dirigimos al centro comercial
(Plaza las Américas) sin que yo supiera sus intenciones. Durante el camino, yo no
pregunté nada, aunque me imaginaba lo que pasaría.
Llegamos a una boutique y me pidió que me metiera en un
probador. Me preguntó mi talla y se fue a buscar entre la ropa. De pronto, abrió
la puerta del probador en que estaba y me pasó dos prendas, indicándome que me
las pusiera para ver cómo me veía. Las extendí para verlas, sin poder creer lo
que me estaba sucediendo, o más bien, lo que yo estaba permitiendo que me
sucediera. Me las puse y al verme en el espejo, me sorprendí por la forma en que
me veía. Era una minifalda negra con puntitos blancos muy pequeños, tenía mucho
vuelo y me llegaba apenas a medio muslo. También me dio un saco blanco que me
quedaba muy pegado, por lo que no era necesario ponerme blusa. Estaba muy
escotado y me llegaba a la cintura, por lo que se me notaba espectacularmente mi
trasero con el movimiento de la minifalda al caminar. Al verme vestida de esa
forma, me sentí toda una mujer por primera vez en mi vida.
Salí del probador caminando muy sexy y noté como en la tienda
había algunos señores que acompañaban a sus esposas, se me quedaban viendo
desnudándome con la mirada. Nunca me había vestido de esa manera, me veía
increíblemente sexy y aparentaba ser de más edad. Por primera vez, me sentí toda
una mujer capaz de despertar cualquier clase de deseos en los hombres. Rodolfo
sonrió en cuanto me vio, sin ocultar su sorpresa. Me pidió que me diera una
vuelta y así lo hice, dejando que me contemplara a su antojo. Se lanzó sobre mí
y abrazándome por la cintura, nos dirigimos a la caja, indicando a una señorita
que recogiera mi ropa, ya que me iba a llevar puesto lo que había escogido.
Salimos de la boutique rumbo a su auto. Durante el camino, no despegó su vista
de mis piernas que se mostraban generosamente al estar sentada. Puso su mano
encima de ellas y me las acariciaba, rozando delicadamente mi rajita que ya
estaba húmeda.
«Ahora vas a ver lo que eres capaz de provocar en los
hombres… sobretodo en mí… ahora sí te vas a sentir mujer…»
Al llegar al restaurante en que era la comida, empezó mi
aventura. Al bajarme, el valet parking enmudeció al abrirme la puerta y ver que
la minifalda la traía enrollada en la cintura, enseñándole mi tanguita. No hice
nada por acomodarla y dejé que se deleitara un poco. Al caminar del
estacionamiento al restaurante, Rodolfo me abrazó por la cintura, poniendo su
mano en mi culo y subiéndome la faldita para que el del valet gozara un poco más
al ver mis nalgas completamente desnudas, ya que mi tanguita se me metía por
completo en medio de ellas.
Walter tomó mi mano y la llevó hasta su verga, que ya estaba
totalmente parada, y así entramos a la comida. El restaurante estaba lleno y
todos se me quedaron viendo, miraban incrédulos la manera en que iba vestida con
esa cortísima minifalda y como mi mano venía acariciando la verga de mi
acompañante, fingiendo total indiferencia. Cuando pasábamos junto a ellos, también
veía como Rodolfo me levantaba la faldita y me sobaba las nalgas sin que yo
dijera una palabra.
Retiré mi mano de su pene cuando nos acercamos a la mesa en
que estaban los señores que nos esperaban. Él también quitó su mano de mi
trasero, pero se pegó detrás de mí, colocando su verga en medio de mis nalgas, sin
importarle que los demás se dieran cuenta de ello. En la mesa había 6 señores y
una señora, todos de la misma edad de Rodolfo. Ellos se me quedaron viendo con
sorpresa y deseo, mientras la señora puso cara de indignada.
Nos sentamos y de inmediato comimos para que ellos se
desocuparan y pudieran hablar de sus temas. Estaban empezando a pedir bebidas
cuando sentí la mano de Walter acariciar mis piernas. Me sobaba los muslos,
recorriéndolos en su totalidad, intentando abrirse paso entre mis piernas para
llegar a mi rajita. Yo me sorprendí, pero no dije nada. Me subió la faldita hasta
la cintura y empezó a tocarme mi conchita con sus dedos. Intenté impedírselo,
pero tomó mi mano y la llevó hasta su verga. Se la sacó de su pantalón y me
obligó a que se la empezara a sobar.
Toda esa situación me terminó por poner a mil. Me entregué al
momento y sin que me indicara nada, empecé a acariciar y apretar esa verga que
tanto placer me había dado. Mientras tanto, tenía libre camino a mi conchita.
Me introdujo dos dedos, moviéndolos en círculos, haciendo que los colores se me
subieran a la cara y la vista se me nublara. Era demasiado evidente lo que
estaba pasando entre nosotros y los demás se daban cuenta perfectamente, pero a mí
no me importaba en lo más mínimo. Incluso un mesero se puso a mi lado para no
perderse detalle, tenía una vista perfecta de mi faldita completamente subida
mientras seguía apretando esa tranca hermosa y también seguía sintiendo como
era penetrada por la mano de mi director.
Walter no aguantó más y puso unos papeles sobre la mesa,
indicándoles a los demás que los fueran revisando en lo que él iba por otros al
carro. Se acomodó su verga nuevamente y tomándome de la mano, me levantó de la
mesa. No me dio tiempo de acomodar mi faldita, por lo que al ponerme de pie
enseñé toda mi tanguita, que estaba movida, alcanzando a verse un poco de mi
panochita. Me llevaba al estacionamiento, tomada de la mano, mientras yo intentaba
bajarme la minifalda al caminar. Le pidió la llave al del valet parking y nos
metimos en el asiento trasero de su carro. Afortunadamente, el carro estaba hasta
el fondo y no podían vernos.
Me empezó a besar apasionadamente y bajándose el pantalón,
dejó su tranca al aire. Yo me agaché para empezar a mamarla, pero me detuvo.
«Tenemos prisa, putita… más tarde te daré oportunidad de
que la saborees con tu boca de mamadora…»
Con prisa, se puso un condón y me levantó con sus brazos. Me
subió la minifalda y recorrió mi tanguita a un lado, colocando su verga a la
entrada de mi panochita. La empezó a mover, haciéndome que la deseara más y poco
a poco me la fue introduciendo. Nuestras bocas estaban fundidas en una sola y su
lengua la sentía hasta mi garganta. Yo sólo tenía la boca abierta, sin poder
hablar ni moverla, mientras él me llenaba con su lengua. Al sentirme ensartada,
incliné mi cabeza hacia atrás y Rodolfo me empezó a lamer el cuello,
mordiéndomelo y llenándomelo de saliva, al igual que mi oreja. Me jalaba del
cabello mientras bufaba como toro del enorme placer que sentía. Yo no hacía
ningún ruido, estaba nerviosa por el temor de que alguien nos pudiera ver, pero
eso no impedía que disfrutara la verga que me estaba penetrando. Me hizo hacia
atrás para abrirme el saco y liberar mis tetas. Las empezó a morder y lamer con
fuerza, arrancándome un orgasmo largo y riquísimo que me hizo ver estrellas.
No tardó más de 10 minutos cuando empezó a venirse dentro
de mí. Sentí su leche caliente llenando mi vagina y me aferré a él, sintiendo
como llegaba otro orgasmo más. Nos quedamos un instante abrazados en lo que
Rodolfo se terminaba de vaciar dentro de mí. Yo quería seguirlo besando, pero él
me hizo a un lado y se empezó a arreglar su ropa, con una orilla de mi faldita
se limpió su verga, quitando todo rastro de mis jugos. Yo me sentía excitada
todavía y, sobre todo, muy agitada por el tremendo palo que me había dado. Rodolfo
me veía sonriendo y me dijo:
«Viste lo que provocaste al vestirte así?… te ves exquisita… notaste como te veían
los demás?… ya no aguantaba las ganas de cogerte… eres una ricura de mujer…»
Me tomó del brazo para salir del auto, por lo que ya estando
parada afuera del carro, me terminé de arreglar mi vestuario. El del valet
parking se me quedó viendo con la boca abierta y de inmediato se empezó a sobar
su verga, ya que traía mis tetas por fuera del sujetador y el saco totalmente
desabrochado. Así como también tuve que arreglarme la tanguita, que la tenía
desacomodada, y la minifaldita, que estaba enroscada en mi cintura. El pobre no
creía lo que estaba viendo mientras yo caminaba, tropezándome, terminando de
componerme mi ropa. Al pasar junto a él, de la mano de Rodolfo, le sonreí muy
coqueta y él movía frenéticamente su mano por encima de su abultado paquete.
Regresamos al restaurante y, por mi aspecto, era evidente lo
que acabábamos de hacer en el auto. Todos se nos quedaron viendo, especialmente a
mí, que venía toda despeinada, desmaquillada y con la ropa hecha un desastre. Dos
de los que estaban en la mesa bajaron su mano y se notaba que la estaban
moviendo, seguramente tocándose sus vergas. Mi cara estaba roja y mostraba
excitación, y mi respiración seguía agitada. Solo sonreía tímidamente, pues sabía
que no podía hacer nada por ocultar lo que era más que evidente. En estos
momentos, ellos estaban pensando que yo era la puta de mi director y que
acabábamos de coger en el carro.
Rodolfo se levantó, diciendo que no habíamos encontrado los
papeles que fuimos a buscar, pero les pidió que analizaran los que les había
dejado. Se puso de pie y, tomándome del brazo, se despidió y salimos rápidamente
del restaurante. Como él ya traía las llaves del carro, no subimos y nos salimos
de ahí.
«Todavía alcanzas un par de clases del día de
hoy… quieres ir así vestida como puta para calentarles la verga a tus
compañeros o prefieres regresar hasta mañana?…»
Le pedí que me dejara en mi casa y hacia allá nos dirigimos.
Cuando íbamos a medio camino, no dejaba de verme las piernas.
Me subió la minifalda hasta la cintura y se fue un buen rato contemplando mi
tanguita, que todavía estaba mojada. Tomó mi mano y la llevó hasta su verga, que
nuevamente estaba dura como acero. Sin soltarla, hizo que se la acariciara y se
la sacara del pantalón. Entonces, me tomó de la cabeza, haciendo que me agachara
para que se la mamara y así continuamos el resto del camino. Puso su mano en mi
culo y me empezó a meter un par de dedos en mi empapada conchita.
No le importó que no vieran algunos carros que pasaban junto
a nosotros, especialmente camiones urbanos y camionetas. Yo seguía en mi labor y
tampoco me importaba nada, estaba convertida en una hambrienta de su verga.
Estábamos detenidos en un semáforo cuando sentí que su verga
aventaba borbotones de mecos que pegaban en mi garganta. Los tragué con gusto y
mi lengua no paraba de acariciar esa verga que me tenía encantada. No permitió
que me levantara, haciendo que siguiera lamiéndosela hasta que llegamos a mi
casa. Sin decir nada, me levanté y me acomodé mi faldita, tomé la bolsa que tenía
la ropa que me puse originalmente y me metí en mi casa.
Llegué a mi casa y me cambié rápidamente de ropa, volviendo a
ponerme lo que originalmente llevaba puesto al salir. La que me había comprado
Rodolfo la escondí y me metí a bañar para quitarme el fuerte olor a sexo que
tenía en todo mi cuerpo. Al terminar, me metí a dormir, aunque era muy temprano
y no desperté hasta el siguiente día.
Me puse unos jeans muy ajustados y una blusa de manga larga
que, aunque no quisiera, hacía notar mis tetas y me fui a la universidad. Estuve
en todas mis clases, anhelando llegar con mi director. Rodolfo había conseguido
en poco tiempo que deseara estar con él, esperando ver qué se le imaginaba para
hacerme lucir como una hembra deseosa de sexo y saborear su verga, que tanto
placer me daba al conseguir que me convirtiera en un objeto de deseo para los
demás.
Al salir de la última clase, me dirigí a toda prisa a su
oficina y ahí estaba. Se encontraba hablando por teléfono, pero con un ademán me
indicó que pasara. Con la mano, me pidió que me diera una vuelta para verme
completa y se le iluminó la cara cuando advirtió cómo se me notaba el culo con
ese pantalón. Sonrió y empezó a sobarse su paquete por encima del pantalón.
Terminó su llamada y se me quedó viendo con una sonrisa burlona, con cara de
satisfacción al saber que me había conseguido convertir en una deseosa de sexo.
Me pidió que nuevamente me diera una vuelta y me detuve,
quedando de espaldas a él. Sabía que me estaba viendo el culo y quería
complacerlo. Me dijo que me volteara y que empezara a desabrocharme la blusa
poco a poco. Me causó extrañeza que él volvió a tomar el teléfono y me detuve,
pero me indicó que siguiera desabrochándome mi blusita. Cuando llegué al último
botón, él empezó con su conversación telefónica y me pidió que me abriera la
blusa, mostrándole mi sujetador blanco de encaje que transparentaba mis pezones
que a esas alturas estaban más que duros.
No me moví, me quedé de pie frente a él con mi blusa abierta,
enseñando mis tetas que estaban cubiertas por el encaje de mi bra. Su llamada no
duró mucho y en cuanto colgó, se puso de pie dirigiéndose a mí. Separó frente a
mí y puso sus manos sobre mis tetas, las acarició suavemente y sus manos las
sopesaron durante un largo momento. Me tomó de las manos y me llevó a su
escritorio. Él se sentó y me pidió que me arrodillara frente a él… ya me
imaginaba lo que vendría enseguida.
Me terminé de quitar mi blusa y él me desabrochó el sujetador,
dejando mis tetas libres de su atadura. Rebotaron sobre mi vientre, mostrando mis
pezones duros y muy crecidos. Con mis manos, le desabroché el pantalón y le saqué
la verga que se mostraba como asta bandera, dura y brillosa, apuntando hacia
arriba. Iba a atraparla con mis labios, pero él me detuvo. Me tomó de la barbilla
y me miró a los ojos, acariciándome el cabello.
«¿Te ha gustado convertirte en una adicta a la
verga?… ¿Te ha gustado que los demás te deseen?… ojalá y lo disfrutes,
porque yo soy un hombre de palabra y si sigues así, te dejaré libre al
terminar este semestre… así que disfruta mi verga y todas las que te voy a
poner a tu alcance…»
Ahora sí, dirigió mi cabeza hacia su tranca y me dejó empezar
a lamerla. Pareciera que era yo quien más lo necesitaba y quería que él
Walter sonreía y me veía a los ojos. Yo me quedaba
observándolo mientras seguía con mi hermosa labor. De pronto, vi que se
volteaba un poco y tomaba el teléfono nuevamente. Yo dejé por un instante de
lamerle la verga, sin sacarla por completo de mi boca, pero él se dirigió a mí:
«¿Qué haces, putita?… ¿Por qué dejas de lamerle la
verga?… acaso así te lo indiqué?… tú sigue con lo tuyo hasta que te lo
diga o hasta que me haya corrido en tu carita… recuerda lo que está en
juego…»
Agaché la cabeza y volví a mi labor mientras Rodolfo hacía su
llamada. Al parecer, hablaba con algún otro maestro porque algo mencionó de unas
calificaciones. A veces se le cortaba un poco la voz cuando yo le apretaba el
pene con un poco de fuerza, pero rápido retomaba su conversación. Con una mano,
me acariciaba el cabello y ocasionalmente me miraba a los ojos. Yo seguía feliz
mamándole la verga, deseando que me dijera que me sentara sobre él para
ensartármela hasta dentro de mí y sentirla palpitar en mis entrañas.
Tomó unos papeles que al parecer eran unos exámenes y los
empezó a revisar y calificar mientras yo seguía de rodillas lamiendo su palo,
parecía que lo que estaba pasando era de lo más común y cotidiano, aunque en
momentos sentía como se convulsionaba un poco del placer que le estaba
proporcionando mi boca. Era increíble que estuviera viviendo esto, ni en mis más
locos sueños lo pude haber imaginado, estar yo hincada en el suelo mamándole la
verga a un señor nada atractivo mientras él tranquilamente cumplía su trabajo.
Estaba yo convertida en una puta sumisa, hambrienta de su verga.
Así continuamos un buen rato, él revisando unos papeles y yo
con su tranca en mi boca, lamiéndola, besándola y acariciándola con un enorme
placer. Puso sus dos manos sobre mi cabeza y me hizo hacia atrás. Me tomó de mis
tetas y las juntó, apretando su verga. Me incliné para intentar lamerle la punta,
pero no me dejó.
«No, mi vida… aaahhh… quiero ver tu carita mientras
me masturbo con tus enormes tetas… sssiiiii… asíiiiiiii…
mírame!!… ¿Te gusta, mi amor?… ya casi termino… espera…»
Mis manos sostenían mis tetas mientras él se masturbaba para
venirse. No tardó mucho cuando empezó a aventar borbotones de leche sobre mis
tetas, alcanzando mi cara y un poco mi cabello. Era increíble que después de dos
días seguidos en que habíamos estado cogiendo, aventara a su edad tal cantidad de
mecos.
Cerré mis ojos y sólo abrí mi boca para recibir un poco de la
lefa que me estaba dando. Una mano se movía agitadamente, apretando su pene, y
con la otra me jaló del cabello para que me lo introdujera en la boca y terminara de
exprimirlo. Así lo hice, pasando mi lengua una y otra vez por ese palo, dejándolo
reluciente. Rodolfo se dejó caer sobre su sillón mientras yo seguía dando
lengüetazos a esa verga que adoraba.
Cuando la sentí flácida, la saqué de mi boca e intenté
levantarme, pero mi director no me dejó.
«Mira, mi amor… dentro de unos minutos tengo una reunión
a la que desafortunadamente no puedo llevarte… pero mientras tanto, sigue así
como estás ahora, chúpame los huevos… a lo mejor logras que se me pare la
verga otra vez… Yo te aviso cuando me vaya a ir…»
Me quedé atónita, pero no dije nada. Con mi mano acariciaba su
palo de arriba a abajo y puse cara de sorpresa ante sus palabras. Era increíble
que esto sucediera, él trabajando con su puta en el suelo, lamiéndole los huevos.
Está mal que lo diga, pero yo soy una chica que podría tener a mis pies a hombres
mucho mejores que él, cumpliéndome mis caprichos, pero en esta ocasión era yo
quien se sometía a sus antojos y lo que era peor, yo lo disfrutaba muchísimo.
Con una mano, levanté su verga, haciéndola a un lado, y empecé a
besarle los huevos. Lo hacía con tal cariño como si se tratara de un bebé que
quisiera mucho. Se los besaba y acariciaba con mis labios y mis mejillas. Tenía
mis ojos cerrados y sólo me dedicaba a chupar sus bolas y su garrote. De pronto,
me descontrolé y comencé a gemir como perra caliente mientras metía sus huevos
en mi boca para lamerlos.
Con una mano, me estaba masturbando por encima de mi pantalón,
alcanzando a sentir lo mojada que estaba. Mis pezones estaban durísimos y le
pasaba mis tetas por encima de la verga y los huevos. Me sentía fuera de mí.
De pronto, me hizo a un lado y se levantó. Se acomodó su ropa
y me volteó a ver con cara de cansado.
«Ya me tengo que ir, mi putita hermosa… probablemente mañana
también tenga otra reunión, pero podemos pasar un buen rato como ahorita… te
veo mañana… te ves hermosa así como estás…»
No dije nada, me le quedé hincada en el piso. Rodolfo debía
tener ante sus ojos una postal estupenda de mí: tirada en el suelo, con mi blusa
abierta y mis tetas por fuera del sostén de encaje que traía, con unas enormes
manchas de mecos encima de ellas, al igual que mi cara y mi cabello. Una de mis
manos sobaba mi rajita por encima del pantalón y la otra apretaba mis tetas que
escurrían leche… su leche. Mi respiración era agitada y tenía cara de puta
hambrienta de sexo.
Él se fue a su reunión y yo todavía tenía ganas de verga.
Quería salir y coger con el primer hombre que me encontrara, pero me aguanté y
sólo me senté en la silla de mi director. Con una regla de plástico, me empecé a
sobar mi rajita sin bajarme el pantalón. Con mi otra mano, empecé a juntar los
mecos que tenía esparcidos por el cuerpo y me la lamía, metiéndola a mi boca.
Con mi lengua, los devoraba y saboreaba como nunca antes lo había hecho. Terminé
por quitarme mis jeans y comencé a masturbarme con la regla de plástico que tenía
en mis manos. La empecé a meter poco a poco, girando para sentir más placer.
Tenía fácil unos 10 cm adentro de mí y quería más. Me empecé a meter un dedo,
haciendo que mis gemidos se convirtieran en gritos de placer.
Así estuve hasta que me corrí un par de veces. Mi cuerpo no
dejaba de convulsionarse, pidiendo más, pero me sentía muy cansada, así que me
quedé dormida un instante. Desperté espantada, preocupada por si alguien me
hubiera visto, pero no era posible, ya que la puerta seguía cerrada. Al
levantarme, me di cuenta que me había quedado dormida con la regla adentro de mi
panochita. La saqué y estaba bañada de mis jugos. Eso me volvió a excitar y la
limpié con mi lengua. El semen que me había caído en la cara y cabello ya se
había secado, así que sólo me acomodé un poco mi ropa y temblando de mis piernas
Regresé a clases al día siguiente. Era probable que se
repitiera lo mismo del día anterior, así que dejé a un lado los jeans y me vestí
un poco más femenina que lo normal. Me puse un pantalón blanco que me quedaba
súper ajustado, se me metía por completo en medio de mis nalgas y era de tela
muy delgada, alcanzándose a notar un poco el color de mi piel. Me tuve que poner
una tanguita de hilo dental blanca para que se me viera lo menos posible, aunque
del frente se me transparentaba por completo y de los costados se alcanzaba a
ver el hilo delgadito que se perdía en mi culo. Me puse también una playera
amarilla cortita, muy pegada, y me fui a la escuela.Aunque siempre me he vestido de una forma muy femenina, esta
vez me sentía vestida muy sexy y realmente me veía muy atractiva. Durante el
camino hasta la universidad y en cuanto llegué a clases, me di cuenta que era el
centro de las miradas de los hombres y eso era para mí muy excitante. Al caminar,
era muy notoria la manera en que me veían mi trasero, ya que el pantalón se me
metía por completo, haciendo que mi culo luciera como nunca antes. Mi director
estaba logrando poco a poco sacar la mujer hambrienta de sexo que tenía dentro
de mí. Me sentía excitada porque mis compañeros y maestros me saludaban
efusivamente y no podían ocultar la emoción que sentían al verme vestida con ese
pantalón. Notaba muy bien cómo algunos se tallaban su paquete por encima de sus
pantalones y su mirada la clavaban en mi culo. Incluso alcanzaba a escuchar cómo
decían cosas sobre mí. Durante todo el día, pude darme cuenta del impacto que
había causado al vestirme así. En cuanto terminó mi última clase, me fui a la
oficina de mi director. Me sentía un poco excitada por lo que había pasado durante
el día y sabía que ahora vendría lo mejor. Tenía mil ganas de sentir la verga de
Rodolfo, de acariciarla, besarla y saber que me deseaba. En cuanto entré, me
paré frente a él y me di una vuelta para que pudiera ver la manera en que iba
vestida. Sabía que le iba a encantar y, poniendo cara de niña coqueta, le dije:
«… ¿Te gusta como me veo?… me vestí así para ti…» Walter no lo podía creer.
Esta vez, él no había tenido que decirme nada para que me vistiera de una forma
tan sugestiva. Se puso de pie y, colocándose a mis espaldas, puso su verga entre
mis nalgas y me empezó a acariciar las tetas. «… Te ves buenísima… que bárbara…
que culo tan exquisito se te ve… te divertiste hoy calentando a toda la escuela?…
eh? mi putita tan rica… parece que sí, porque tus pezones están duros…»
Su boca me recorría el cuello y sus manos acariciaban todo mi
cuerpo. Sentía como su dura verga se metía cada vez más entre mis nalgas,
haciendo que mi pantalón y mi tanguita se me encajaran más en mi rajita, que
emanaba líquidos. Se movía como si me estuviera follando. Su verga estaba muy
caliente y yo la alcanzaba a sentir por lo delgado de mi pantalón. Estaba al
borde del orgasmo, sentía mi tanguita rozar mis entrañas, dándome un gran placer.
Sin que mi director me dijera nada, me empecé a desnudar lentamente para
disponerme a devorar esa verga que la necesitaba como nunca antes.
Me quité la blusa, dejando que Rodolfo me desabrochara el
sostén. Sus manos sacaron mis tetas sin que me lo quitara y las empezó a
masajear y apretar con fuerza. Me empecé a quitar el pantalón, quedando sólo con
mi tanguita puesta. Cuando se dio cuenta del tipo de tanguita que traía, se hizo
hacia atrás para verme mejor. «Mira nada más… esa tanga es digna de una
puta… de una puta caliente… como tú… ese es un maldito hilo!!!… te ves
exquisita…»
De prisa, se quitó su pantalón, dejando ver su enorme verga,
dura como piedra. Hizo que me inclinara un poco hacia delante, poniendo mis manos
sobre la pared y, sin más, me empezó a coger con desesperación. Su verga me
taladraba con desenfreno, mientras sus manos se colgaban de mis tetas. Yo
volteaba mi cabeza para verlo a los ojos. Mi boca estaba abierta, pero no salía
ningún sonido. Me encontraba totalmente extasiada mientras me cogía de esa
forma… él me había convertido en una adicta al sexo.
De pronto, Walter me sacó la verga y, tomándome de la mano, me
llevó al sillón que estaba en su oficina. Hizo que me hincara encima del sillón,
apoyando mis manos en el respaldo y empezó lo que no creí que fuera a volver a
vivir. «Ahora sí, corazón… vas a sentir la gloria… te voy a
llevar hasta el límite del placer… vas a sentir mi verga hasta el fondo de
tu culo… sé que te va a gustar… ¿Alguna vez te han cogido por el
culo?… dame unas chupadas a mi verga para que entre más fácil…»
Yo me quedé atónita, estaba sorprendida, pero no me movía.
Empecé a sentir como ponía su verga a la entrada de mi orificio y la empezaba a
mover hacia arriba y abajo y hacia los lados, intentando metérmela poco a poco.
Sus manos estaban en mis caderas y me jalaba hacia él para que me ensartara yo
solita. Con cuidado, hice mi cuerpo hacia atrás, sintiendo como me entraba su
garrote despacito. Di un gemido muy fuerte cuando me di cuenta que la cabeza de
su pene ya me había entrado y me detuve, con mi respiración agitada.
Ninguno de los dos nos movíamos. Dejó que mi cuerpo se
acostumbrara a su verga, dejándomela adentro por un instante. Yo apenas podía
respirar, se me nubló la vista y apreté mis labios, haciendo un esfuerzo por no
gritar, aunque no sabía si del placer o del dolor. Poco a poco, continuó
introduciendo su pedazo de carne en mis entrañas. Sus manos las tenía sobre mi
cintura y, agachándose, me empezó a besar la espalda y el cuello.
«Aguanta, putita… te está gustando, ¿verdad?… te está
entrando toda con gran facilidad… se ve que estás hecha para eso…»
Su verga parecía no acabar de entrarme nunca. La sentía
deslizarse en mi agujerito y el placer me inundaba de placer como hacía mucho no
lo sentía. De pronto, se detuvo, quedándose inmóvil por un momento. Yo empezaba
a tener un orgasmo más y, sin proponérmelo, me empecé a mover en círculos
lentamente para disfrutar más ese pene que me pertenecía por completo.
Rodolfo empezó a meter y sacar su verga, provocándome oleadas
de placer indescriptibles. Aceleró su ritmo y nuevamente sus manos se
posesionaron de mis tetas, apretándolas con fuerza y acariciando mis pezones que
estaban duros como nunca antes. Giré mi cabeza para verlo a los ojos y él sólo
sonreía complacido de lo que estaba haciendo conmigo. Yo seguía devorándome esa
hermosa verga que me llenaba por completo. Paraba mi culo para que Rodolfo me
penetrara cada vez más y escuchaba sus gemidos de placer que se perdían con los
míos. Sin darme cuenta, pude ver que Rodolfo ya no se movía en
absoluto. Solo estaba de rodillas acariciándome las tetas, pero no se
movía… era yo quien movía mi cuerpo, era yo quien me sacudía hacia delante y
atrás para introducirme su verga. Era yo quien me estaba cogiendo a mi director
y me encantaba hacerlo. Puse cara de sorprendida al darme cuenta de que era yo
la hambrienta de su garrote, pero eso no impidió que siguiera con mi movimiento
frenético. Walter me giró para quedar de frente a él y yo me le colgué
de su cuello para besarlo. Me sentía realizada y todo gracias a él. Mi boca se
abrió para recibir su lengua y nos fundimos en un beso largo y húmedo. Yo seguía
jadeando del placer que había sentido y mi agujerito seguía palpitando, pidiendo
más de su verga. Me levantó y él se acomodó en el sillón. Inmediatamente, supe
lo que tenía que hacer. Me puse de pie para lentamente irme bajando, metiéndome
esa tranca que se levantaba como asta bandera, dirigida a mi culo.
En cuanto sentí que me entraba, empecé a convulsionarme de
placer. Apreté mis labios, reprimiendo mis gemidos y, cerrando mis ojos, levanté
mi cabeza, agradeciendo el inmenso placer que sentía. Por lo que me apresuré a
sentarme por completo encima de ella y metérmela por completo. No lo podía
creer, era increíble la facilidad con que me había entrado, así como también era
increíble todo el encanto que sentía con esa verga adentro de mi culo.
«… Qué bárbara… uuuffff… te acaba de entrar toda mi
verga… aaaahh…
qué rico culito tienes… estás loca por mi verga,
¿verdad?… y todavía te falta probar lo que tengo para ti… ooohhh… no
te detengas, por favor… sigue… puta… muévete… asíiiiiiiii…» Walter estaba vuelto loco y sorprendido de que con tanta
facilidad me estuviera comiendo su pene por mi culo. Yo estaba extasiada y había
perdido conciencia de mi cuerpo, que expulsaba orgasmo tras orgasmo mientras
seguía brincando sobre Rodolfo, tratando de meterme más adentro su verga. Estaba
como loca, haciendo sentadillas sobre él, mientras con una mano me acariciaba mis
tetas y con la otra retiraba el cabello que caía sobre mi cara, bañada en sudor.
Desafortunadamente para mí, no pasó mucho tiempo cuando
Rodolfo me avisó que se venía. «aaaah… me voy, puta… ya voy a terminar…
siiiiiii… te voy a llenar el culo de leche… uuuffff…»
Y sin más, su verga empezó a arrojar borbotones de mecos
adentro de mi culo. Sentía como expulsaba exquisita leche en mis entrañas,
parecía que tenía vida propia y que estuviera latiendo muy fuerte. Me hice hacia
atrás, quedando recostada sobre él, sin sacarme su verga, mientras me movía en
círculos, arrancándome un nuevo orgasmo. Mi director no dejaba de llenarme de
semen y daba unos suspiros que más bien parecían gritos de placer.
Volteé mi cara y lo empecé a besar como loca. Todavía estaba
super excitada, ponía sus manos en mis tetas para que me las siguiera apretando
y masajeando. Quería que esto no se terminara nunca. Rodolfo se quitó de debajo
de mí y se sentó a un lado. En cuanto me sacó la verga, se escuchó un ruido como
si destaparan un lavabo y toda la lefa que me había depositado empezó a correr
hacia mis piernas. Con mi mano, intenté tomarla y la llevé a mi mano para
saborearla, pero él me tomó de la cabeza y la llevó a su garrote, que todavía
estaba duro. «Con cuidado, mi amor… que está muy
sensible… aaasssiiiii… aaahhhh… eres una puta golosa… eso, eso… lámemela
con cuidado… con tu lengüita… así… cada vez me sorprendo más de lo
caliente que eres…» Yo seguía feliz en mi tarea, mientras me masturbaba,
metiéndome un par de dedos en mi rajita y seguía exprimiendo esa tranca que tanto
placer me daba. Veía mi ropa regada por la oficina y, lejos de sentirme mal, me
sentía realizada con lo que estaba viviendo. Siempre me había gustado tener
relaciones, pero solo había sido con mis novios en Mexicali y ahora esto tenía
una sensación especial al ser con alguien casado y hacerlo de manera prohibida.
Mi director se puso de pie y empezó a vestirse. Lo hacía
temblando, todavía estaba agotado de lo que acabábamos de hacer. Volteando a
verme, me dijo: «… a partir de la semana que entra es el aniversario de
la preparatoria en que trabajo. Quiero que me acompañes a los distintos
eventos. Les dije que llevaría a la reina de la universidad y está claro que
eres tú… ya verás lo que vas a empezar a vivir a partir de esos
días… voy a sacar la verdadera puta que eres… no te preocupes por qué
ponerte… de eso yo me encargo…» Me quedé en su oficina, descansando un poco
más. Con una caja de pañuelos, me terminé de limpiar los mecos que salían de
mi agujerito y, vistiéndome, me fui a mi casa. Durante el camino, como me fui en
un camión público, hubo varios hombres que me desnudaban con su mirada.
Realmente me veía vestida muy provocativa con ese pantalón y algunos otros se
me recargaban, pegándome su verga en mi culo. Pero yo venía demasiado cansada
como para hacer algo. Más sin embargo, me sentía muy bien al saberme deseada.
Cuando me bajé cerca de mi casa, varias manos me agarraron el culo. Incluso hubo
uno que me tomó de las tetas y me las acarició con prisa mientras yo caminaba
para bajarme. No hice ni dije nada… ya todo me gustaba y daba un nuevo sentido a
mi vida.