Portada » Historia » La Sociedad Rural en la Galicia Moderna: Una mirada a la Estructura Social y Económica
Es importante considerar que una porción significativa de la población que reside en áreas urbanas aún está vinculada al trabajo agrícola. Incluso entre aquellos que residen exclusivamente en entornos urbanos, gran parte de sus ingresos y recursos económicos están relacionados con la agricultura, ya sea a través de la propiedad de tierras o de títulos nobiliarios. Esto tiene implicaciones directas en su nivel de vida y sus fuentes de ingresos. Desde una perspectiva histórica, encontramos una mayor cantidad de información disponible para los siglos XVIII y XVII en comparación con el XVI. Los registros notariales de la época son especialmente útiles para entender las condiciones de vida de la población de ese período.
Lo que va a suceder en todo este periodo moderno es que en esta sociedad fundamentalmente rural, las distancias entre los grupos y sectores sociales van a ir creciendo. A comienzos del XVIII habrá unas distancias socioeconómicas más amplias que en el XVI, y a nivel general hay una mejora de las condiciones de vida, pero si nos fijamos en qué lugares o sectores sociales veremos que las distancias fueron creciendo.
El soporte de esta sociedad será fundamentalmente las rentas que generaban la explotación agraria, dentro de estas rentas hay que pensar que las más relevantes son las diezmales y las forales. Hay otras contraventanas que son la base económica. Uno de los impuestos más relevantes son los diezmos, sobre todo van a servir de base para las instituciones eclesiásticas y recogen una parte proporcional de la producción agraria, sea alta o baja (no es fija). Si nos fijamos en la documentación vemos que a mediados del XVIII la venta diezmal rondaba los 9 millones de reales (esta cifra seguramente no sea la certera al haber problemas de ocultación).
Los ingresos de las rentas forales rondan los 10 millones, siendo menos ocultos que los ingresos por diezmos, que son aún mayores. Estos ingresos se distribuyen entre la población secular y eclesiástica, aunque en Galicia destaca el voto de Santiago. El contrato de foro muestra una sociedad compuesta por pequeños agricultores y propietarios que dependen principalmente de los ingresos agrarios. Se observa una consolidación de derechos entre las partes involucradas. Para entender la sociedad, utilizamos el antiguo régimen comunal como esquema básico, aunque con la diferencia de que las relaciones son más flexibles. A pesar de las divisiones sociales, como los estamentos, hay que considerar las relaciones comerciales, la presencia de gremios y la vida urbana, lo que hace que los estamentos sean menos rígidos de lo que parece.
El estamento clerical es muy complejo internamente y representa menos del 1% de la población. Incluye tanto al clero secular como al regular, como las órdenes religiosas masculinas y femeninas. Aunque su número aumenta entre finales del siglo XVI y el XVIII, su declive en los años intermedios se debe más a problemas de disponibilidad de datos que a una disminución real. En comparación con Castilla, hay una mayor presencia de clero regular en la Corona de Castilla, mientras que en Galicia predomina el clero secular.
El clero secular y regular tienen diferentes fuentes de ingresos: el clero regular depende principalmente de rentas por foros y arriendos, con una menor participación de rentas diezmales. En cambio, tanto el clero secular como el alto clero obtienen la mayor parte de sus ingresos de los diezmos, con una contribución menor de rentas y foros. Para los párrocos, los diezmos son la principal fuente de ingresos.
El estamento clerical, aunque es el menos numeroso, ejerce un gran poder económico y social en sus comunidades tanto urbanas como rurales. Una de las transformaciones significativas fue la reforma de los monasterios durante el reinado de Carlos I, que implicó una reestructuración de conventos y la reintegración de encomiendas y patrimonios, beneficiándolos notablemente. Predominan las grandes abadías, especialmente en áreas rurales, con la excepción del monasterio de San Martiño Pinario. En entornos urbanos, encontramos conventos mendicantes, como los de las órdenes franciscana y dominica. Los monasterios, tanto masculinos como femeninos, influencian profundamente el estilo de vida de sus comunidades cercanas y más allá.
El clero regular proviene mayormente de fuera de Galicia, con dos tercios de los benedictinos siendo de origen foráneo, provenientes de familias de pequeña nobleza, la burocracia municipal y campesinos acomodados. Los abades y priores también son mayoritariamente no nativos de Galicia. En contraste, los franciscanos, como parte de los mendicantes, reclutan en su mayoría novicios del ámbito gallego y urbano, aunque con el tiempo esta tendencia se inclina hacia el mundo rural.
Los conventos requieren una dote para ingresar, lo que significa que la mayoría de las mujeres provienen de familias con recursos económicos. En términos económicos, la mayoría de los ingresos provienen de rentas forales o de contratos de arrendamiento, seguidos de los diezmos. Aunque enfrentan problemas en el control de sus patrimonios, destinan una parte de sus ingresos a mantener sus edificios y cubrir gastos ordinarios, así como a brindar ayuda a los necesitados.
Además de ser centros económicos, los monasterios también desempeñan un papel crucial en la organización de las comunidades agrarias y en la educación de sus miembros, con muchos participando en formación universitaria. Destaca la presencia de la Compañía de Jesús, con colegios en varias ciudades gallegas. Sin embargo, la expulsión de los jesuitas durante el reinado de Carlos III, debido a su supuesta implicación en los Motines de Esquilache, lleva a la transferencia de sus bibliotecas a la universidad, enriqueciendo considerablemente su patrimonio cultural.
Dentro de este grupo clerical hay una amplia diversidad, desde el arzobispo de Santiago hasta un capellán que vive en condiciones precarias, lo que refleja su variada procedencia. El sector más destacado, el clero alto, incluye al arzobispo de Santiago y a los obispos de Tui, Lugo, entre otros. Su base económica no se limita al beneficio eclesiástico, sino que proviene también de sus familias y patrimonios personales, lo que les permite un nivel de vida equiparable al de la nobleza laica. Podemos identificar cinco sedes, con Santiago como punto final y las demás como puntos de partida. Los miembros sociales provienen principalmente de la nobleza del reino, con aproximadamente un 60% que cuenta con formación universitaria, lo que les permite ejercer funciones como señores jurisdiccionales. Aunque mayoritariamente son de fuera de Galicia, en la segunda mitad del siglo XVI se hace más común que los arzobispos y obispos tomen posesión física de sus sedes. La universidad desempeña un papel crucial en la formación del clero.
En cuanto a los ingresos, aproximadamente tres cuartas partes provienen de los diezmos, aunque en el caso de Santiago, una parte significativa también procede del Voto de Santiago, lo que sitúa a esta sede entre las más ricas de la Península. Estos ingresos se destinan al mantenimiento institucional, obras, limosnas y asistencia social. El estilo de vida de estos miembros del clero se asemeja al de la nobleza, con una presencia destacada de criados y una considerable inversión en obras y fundaciones pías.
Después del clero alto, encontramos el clero medio-alto, que incluye a los miembros de los cabildos catedralicios y colegiatos. Los canónigos de la catedral de Santiago, en particular, ocupan una posición más elevada en comparación con otras catedrales. A partir de mediados del siglo XVIII, estos cabildos comienzan a experimentar cierta decadencia. Los orígenes de los miembros de estos cabildos suelen estar vinculados a la nobleza local o foránea, y el clero en Galicia muestra una diversidad notable en términos de origen geográfico y social.
En cuanto a la educación, una proporción significativa de clérigos posee títulos universitarios antes de ingresar al clero, lo que indica una tendencia hacia la formación académica. En cuanto a los ingresos, la mayoría proviene de los diezmos, aunque también se benefician de otras fuentes como las rentas forales. Las diferencias entre las distintas sedes y canónigos se reflejan en su estilo de vida y lugares de enterramiento, y el apoyo de la familia desempeña un papel importante en su sustento económico.
El escalón más bajo del clero es el clero parroquial, un grupo muy amplio que a finales del XVIII contaba con un total de más de 7 mil personas y supone ¾ partes del clero que existía en Galicia. Compuesto por unas circunstancias muy diferentes, que van desde los párrocos (cuyo oficio es trabajar en la parroquia), hasta patrimonialistas (aquellos que se ordenan a título de patrimonio), capellanes, ordenados menores, etc. Puede haber clérigos que se mantienen con una asignación familiar. En el XVI en muchos casos se recibía sin intención de cubrir todo el recorrido con la idea de ser formalmente el estamento clerical y seguir viviendo como laico, además de que hay un reparto desigual dependiendo de las provincias, hay más concentración en Santiago y Tui debido a las condiciones de vida de la provincia, lo cual significa que hay una mayor concentración de recursos en estas provincias (indica que la provincia es más rica, hay más concentración del valor de las rentas eclesiásticas como la congrua y más derechos de presentación). Algún laico puede tener derecho de presentación, es decir, puede presentarle al obispo un miembro para presentar un cargo eclesiástico.
La procedencia social es muy variada: un 60% procede de familias no hidalgas, sobre todo campesinos acomodados, hijos de artesanos… (no son nobles), aún así, el otro porcentaje sí que cuenta con la patrimonialización de linajes de curatos. Sin embargo, el hecho de proceder de familias no hidalgas no significa que cuenten con igualdad de oportunidades, ya que muchos tienen que mantenerse como capellanes y patrimonialistas a lo largo de su vida. A pesar de que se incorporen al cargo eclesiástico sigue habiendo diferencias sociales dependiendo de las familias de donde proceden. El 70/80% de sus ingresos son décimos, pero aproximadamente un 65% del clero parroquial debe buscar otras fuentes de ingresos, por lo que es normal que nos encontremos con clérigos que además de su función parroquial también trabajan las tierras, el ganado, las viñas…
Las diferencias culturales y de formación, derivadas de los distintos orígenes sociales, influyen en las oportunidades de educación. Aunque todos poseen un conocimiento básico, como leer y escribir para llevar a cabo misas en latín, las posibilidades de formación varían. En general, se espera que todos asistan a una escuela de gramática para adquirir una educación mínima. A partir de mediados del siglo XVIII, aquellos con recursos pueden continuar sus estudios en la Universidad de Santiago. Estas disparidades en la formación se reflejan en las distintas trayectorias de vida de los individuos y en su grado de cumplimiento de los deberes eclesiásticos. Es a finales del siglo XVI cuando comienzan a aplicarse decretos para garantizar el cumplimiento de estos deberes.
Lo que nos vamos a encontrar en último término es que este bajo clero cuenta con un lugar de residencia muy próximo al conjunto de personas donde vivía, por lo que es fácil de entender que algunos comportamientos vinculados con la religiosidad popular se mantuvieran porque las personas que podían tener una labor de vigilancia sobre esos vecinos realmente eran tan próximos en mentalidad, comportamiento e incluso formación que sus vecinos. Este clero es más próximo en mentalidad y forma de vida a los sectores populares que lo que debería por su condición eclesiástica.
Como sucede en toda Europa el hecho de tener privilegios no significaba que se contase con una situación económica acomodada, ya que al igual que con el clero la situación económica y la situación social no tienen que ser necesariamente coincidentes. Además de la situación jurídica hay que tener en cuenta las solidaridades de linaje, familia y comunidad (no impide que haya conflictos dentro del propio estamento). En el caso de Galicia se ve muy claro el hecho de ver enfrentados la alta nobleza con hidalgos que eran los beneficiarios de los foros, por lo que hay nobles contra nobles.
En la sociedad gallega, la hidalguía desempeñaba un papel importante, aunque no excluía la existencia de una alta nobleza nativa. A finales del siglo XV y principios del XVI, eventos como las Guerras Irmandiñas y los conflictos sucesorios debilitaron a la nobleza, fortaleciendo así el poder de la monarquía. Como resultado, muchos nobles entraron al servicio real, ocupando cargos en la Corte, Consejos y siendo designados como virreyes, tanto en la Península como en América. El reajuste social se reflejaba en algunos textos del siglo XV, donde se mencionaba la sustitución de la nobleza por los hidalgos en ciertos casos. Estos linajes nobles, para mantener su estatus, formaban alianzas y contraían matrimonios estratégicos, como el caso de los Andrade y los Lemos. Aunque perdían influencia local al trasladarse a la Corte, ganaban importancia al servir a la monarquía.
El ascenso de la hidalguía se facilita gracias a la «emigración» de la alta nobleza y al sistema de rentas provenientes del régimen foral. De esta manera, la hidalguía fortalecía su posición social, manteniendo el patrimonio y las rentas de sus casas mediante alianzas y títulos por vía matrimonial. Esta nobleza en el siglo XIX con la transición aparecen en las listas de los máximos contribuyentes en Galicia, en muchos casos lo que van a hacer es acomodarse a las nuevas condiciones de las transformaciones liberales para no verse tan afectados y beneficiarse en parte de las desamortizaciones, sustituyendo rentas del Antiguo Régimen por rentas de las propiedades que se desamortizan. También nos vamos a encontrar con las antiguas instituciones liberales, siguen manteniendo las maneras y formas de actuación que se usaban durante el Antiguo Régimen.
Progresivamente esta hidalguía va a ir ocupando el hueco de la aristocracia, está a medio camino entre el campesinado enriquecido y la nobleza. Teniendo en cuenta los modos de vida y el reducido número de hidalgos en Galicia la figura del hidalgo pobre habitual en la corona de Castilla en el caso de Galicia la figura del hidalgo pobre es muy escasa. El proceso de ascenso social y consolidación es bien conocido desde finales del XV hasta comienzos del XVI. El número de la población perteneciente a este grupo es de 5%, con un reparto desigual entre la Galicia occidental y la oriental. Destacamos un progresivo crecimiento de los núcleos urbanos:
La vía previa para acumular un patrimonio para fundar un linaje hidalgo es a través de varias opciones:
Las vías de ascenso son posibles una vez acumulado el fundamento económico:
El periodo de formación y consolidación es a partir de mediados del XV hasta finales del XVI, en este proceso es importante la creación del vínculo y mayorazgos y la base de esa masa de bienes adquiridos proviene de la territorialización de la riqueza. En el carácter rentista de la hidalguía es importante el sistema foral, con un poco interés en la producción agraria (más interesada en las rentas que en la actividad agraria). En el caso inglés esa nobleza busca generar mas rentas, pero en el caso de la hidalguía gallega no buscan generar mas rentas a través de la modernización. Las posibles causas de este comportamiento se debe a una subordinación con relación a las instituciones eclesiásticas (propietarias). Capacidad de presión judicial del campesinado sobre todo a partir de la creación de la Real Audiencia, pueden cambiar modos de explotación de manera frecuente. El hecho de depender de grandes propietarios se traduce en que ven restringidas las posibilidades de mejorar e innovar en estas tierras.
Diferenciamos una cierta heterogeneidad según la riqueza de las casas (desde pequeños hidalgos hasta grandes casas), desde los hidalgos de gotera hasta los notorios (aquellos que su modo de vida ya muestra su capacidad económica). La heterogeneidad jurídica es visible en los hidalgos más enriquecidos al estar protegidos por los mayorazgos. De aquí, a la consecución de un título de nobleza (marqueses de Vilagarcía, Santa Cruz de Rivadulla…); hasta comienzos del siglo XIX: marquesado de San Martiño de Ombreiro, marquesado de Bóveda… Estos hidalgos notorios son los que van a poder aspirar a títulos de nobleza.
La relevancia social de la hidalguía se manifiesta en diversos aspectos, tanto a través de símbolos como mediante la prestación de servicios específicos a la monarquía, de los cuales obtienen beneficios tangibles. Esta posición demuestra su influencia tanto frente a los estratos superiores, como la nobleza titulada, como ante la población campesina. Esta influencia se observa en la construcción y mantenimiento de capillas e iglesias, así como en el otorgamiento del tratamiento de «don». Además, se refleja en la ocupación de cargos en la justicia, administración, iglesia y gobierno municipal, incluyendo la adquisición de regidurías en las capitales del reino.
Para ciertos hidalgos, esta relevancia se extiende a su participación en asuntos militares relacionados con la defensa del reino, especialmente a partir de 1580 con la incorporación de Portugal. La financiación de la milicia se vuelve crucial en este contexto. La defensa marítima, como la Armada Invencible, también adquiere una gran importancia, lo que resalta el papel central de la monarquía hasta el final de la dinastía de los Austrias. Además, algunas familias hidalgas de Galicia colaboran activamente con la Corona en conflictos contra Portugal y Flandes. Incluso algunas oligarquías municipales se militarizaron para contribuir a la defensa del reino. El símbolo distintivo es el lugar de residencia, en el caso de la hidalguía gallega lo más característico son los pazos, asociados a la cultura del lujo y que aparecen sobre todo a finales del siglo XVIII. A medida que la familia consigue más peso la casa va adquiriendo escudos, elementos de distinción, se construye alguna capilla…, y en algunos casos se destina una habitación para el archivo pensado para tener claros los títulos de propiedad y todo el papeleo de gestión del patrimonio (fundamentalmente para la gestión del patrimonio). Lo que no encontramos son bibliotecas, en la mayoría de los casos los hidalgos se corresponden con un perfil que no necesita los libros para su actuación a nivel económico.
Todo esto es gestionado por los administradores, no por los propios señores, ya que se encargan de llevar al día el mantenimiento del patrimonio, necesidades del mantenimiento de la casa y la familia, gastos, etc. En general, hasta donde se conoce, no tienen un gasto especial en actividades lúdicas y artísticas, simplemente buscan financiar cosas que mantengan el prestigio de la familia. Cabe señalar la importancia que jugó está hidalguía en la transición de Época Moderna hacia la Contemporánea a la hora de acomodar instituciones del antiguo régimen en las nuevas estructuras que se han conformado a raíz de las innovaciones liberales. Estos hidalgos trataron de acomodarse a las nuevas circunstancias, son capaces de seguir con sus privilegios viviendo de las rentas agrarias adaptando su posición a las nuevas circunstancias.
La población campesina es la mayor parte de la población en Galicia en Época Moderna tal y como se vio en los procesos de demografía. Así como para el clero y nobleza hay mucha información (tanto directa como indirecta), para el mundo campesino carecemos de información directa, y buena parte de la que contamos viene dada de informaciones reproducidas por los altos estamentos, no de primera mano.
Normalmente podemos establecer una diferenciación entre los campesinos dependiendo de que sean o no propietarios de tierras; y dentro de los propietarios también depende de las diversas extensiones que puedan alcanzar. Los campesinos que están en la misma condición son los que en la documentación aparecen como labradores abastados, y los peor situados, que son aproximadamente ⅓ de la población, son conocidos como caseteiros o bodegueiros. Un 50% tienen muy pocos recursos y en épocas de escasez tienen que recurrir a otros medios. Las diferencias se notan más en la Galicia occidental y costera y menos en el interior, eso se debe a que hay más población y mejores sistemas que faciliten las actividades físicas.
A pesar de todas estas diferencias tienen características comunes, y cuentan con una cierta cohesión interna que viene en muchos casos derivada de la propia situación: no puedes pensar en la población campesina sin pensar en las solidaridades del ámbito campesino, todos colaboran con todos para completar las situaciones en las que viven. Así es como se van elaborando las formas de vida en el ámbito campesino, lo importante es ver cómo se organizan: tanto propietarios como no, para el aprovechamiento común del monte, aprovechamiento de ganado, organización entre las aldeas, para los mercados… lo que sugiere una cierta colaboración. Se interpretó como una manera de hacer coherentes determinadas reformas.
Este comportamiento se refleja en una cierta “autonomía cultural” y de fortaleza jurídica que se plasma en el papel relevante de la Real Audiencia para la fijación de los derechos del campesinado. Otro elemento importante es que estas comunidades campesinas pudieran pleitear para la defensa de sus derechos y prerrogativas, ya sea con apoyo jurídico o con el apoyo de montes, tierras…
En el mundo urbano nos vamos a encontrar con una gran diversidad de situaciones que tienen que ver con las actividades económicas, situación geográfica… que van a marcar en tanto los perfiles de la ciudad desde el punto de vista demográfico y socioeconómico. A mediados del XVIII el perfil de la ciudad de Santiago refleja que un 3-4% forma parte de la élite social y un 40% de artesanado frente al 37% de pobres. En la élite nos encontramos con los regidores municipales, coengos, hidalgos, cierta burguesía… En el caso de Santiago, el artesanado supone un grupo muy relevante que engloba desde oficios santuarios hasta oficios comunes. Y los indiferenciados están conformados por posadero, mesoneros, pobres de solemnidad y viudas (un 10%).
Santiago es una ciudad muy marcada por la presencia de instituciones, por lo que es una ciudad clerical, señorial y administrativa. En contraste, Coruña el carácter administrativo está más reforzado al tener la ausencia de los poderes clericales, por lo que cuenta con las instituciones centrales (Armada, Real Audiencia y Consulado); y en Tui se acentúa el carácter rural. En general, las ciudades gallegas en la Edad Moderna tienen un carácter tradicional e inmovilista, relacionado con su naturaleza rural y mentalidad campesina, a excepción de Ferrol en la segunda mitad del siglo XVIII.
Los conflictos sociales de este tipo engloba al grupo social en sí, no a particulares y las 4 grandes causas son las siguientes: