Portada » Historia » La Segunda República Española: del Reformismo a la Guerra Civil
Aprobada la Constitución y tras las dimisiones, se reconfiguró el poder ejecutivo: Niceto Alcalá Zamora como presidente de la República y Manuel Azaña, presidente de un gobierno de coalición de republicanos de izquierdas y socialistas que emprendió un amplio programa de reformas en un contexto económico desfavorable. Estas fueron sus principales reformas:
El general Sanjurjo intentó un golpe de Estado en 1932 que fracasó, permitiendo la aprobación de la Ley de Reforma Agraria y el Estatuto de Autonomía de Cataluña a lo que se oponían los sectores más conservadores que se fueron reorganizando en torno a la CEDA, Renovación Española y la Falange. Las dificultades para aplicar las reformas produjeron fuertes tensiones sociales enfrentando a los huelguistas y la Guardia Civil de forma violenta. Además, el gobierno pretendía reducir la influencia de la Iglesia en la sociedad y la separación Iglesia-Estado, por lo que las relaciones con la Iglesia fueron difíciles, desembocando en distintos disturbios. La CNT-FAI se oponía también, buscaba establecer el anarquismo libertario mediante acciones directas, huelgas generales e insurrecciones armadas. Estos hechos provocaron el desgaste y caída del gobierno de Manuel Azaña y la convocatoria de elecciones en noviembre de 1933 en las que obtuvo la victoria la CEDA y el Partido Republicano Radical.
Lerroux formó gobierno con el apoyo de la CEDA y desmontó las reformas del bienio anterior: la reforma agraria, la reforma militar, las reformas educativas y el proyecto de Estatuto de Autonomía vasco; también concedió la amnistía a los golpistas de 1932. El programa común de la coalición de derecha planteaba objetivos como la revisión de las reformas del primer bienio, la modificación de la Constitución y la amnistía para los condenados por el intento de golpe de Estado.
La entrada de tres ministros de la CEDA en el gobierno en octubre de 1934 provocó un movimiento revolucionario de la izquierda que llamó a la huelga general que tuvo seguimiento desigual: en Madrid, País Vasco y especialmente en Asturias, donde triunfó y se convirtió en una verdadera revolución organizada por UGT y la CNT. El gobierno recurrió a la Legión para reprimir la revolución, que dejó más de mil muertos, numerosos heridos y detenidos. Al mismo tiempo, en Barcelona, el presidente de la Generalitat, Lluís Companys proclamó el Estado Catalán pero esta insurrección fue reprimida rápidamente. Lerroux se vio obligado a formar otro gobierno radical-cedista que aceleró las reformas del bienio anterior. Se desmontaron las reformas laborales y sociales, se reemplazaron los mandos militares superiores por militares antiazañistas y se propuso una reforma en la Constitución de 1931. Estos hechos contribuyeron a polarizar más la vida política y la crisis de gobierno estalló por varios escándalos de corrupción que afectaron al Partido Radical. Se convocaron nuevas elecciones para febrero de 1936.
En las elecciones de 1936, el Frente Popular obtuvo la victoria frente a una derecha cada vez más radical. El nuevo gobierno, formado exclusivamente por republicanos de izquierda, recuperó la acción reformista: amnistía para los represaliados de 1934, restablecimiento del Estatuto catalán, reanudación de la reforma agraria, tramitación de nuevos estatutos de autonomía de Galicia y el País Vasco, etc.
En mayo, Azaña fue nombrado presidente de la República y Casares Quiroga, presidente de gobierno. El ambiente social era cada vez más tenso sucediéndose los enfrentamientos entre falangistas y milicias socialistas, comunistas y anarquistas, debido a la militarización de las juventudes, mientras la conspiración militar contra el gobierno del Frente Popular avanzaba, planeada desde febrero. Ante las sospechas, el gobierno alejó de Madrid a algunos generales. Tras los asesinatos del teniente Castillo por extremistas de derecha y el asesinato de José Calvo Sotelo como respuesta, el 17 de julio de 1936 el ejército de Marruecos inició la rebelión contra el gobierno de la República, secundada el 18 de julio en la península. El triunfo parcial del golpe de Estado desencadenó la Guerra Civil.
Juan Negrín asumió el cargo de Jefe de Gobierno cuando la República estaba en un momento crítico frente al avance del bando franquista liderado por Francisco Franco. El gobierno de Juan Negrín, que se desarrolló entre mayo de 1937 y marzo de 1939 durante la Guerra Civil Española, marcó un momento crucial en la lucha republicana contra el bando franquista. Aunque Negrín era del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), su gobierno se inclinaba cada vez más hacia las posturas defendidas por el Partido Comunista de España (PCE), cuya influencia creció notablemente gracias a la ayuda soviética.
Una de las primeras acciones de Negrín como presidente fue trasladar la sede del gobierno de Valencia a Barcelona el 31 de octubre de 1937, buscando controlar mejor las industrias bélicas catalanas. Este cambio de ubicación reflejaba el esfuerzo por centralizar el poder y gestionar más efectivamente el esfuerzo de guerra. Negrín también frenó las colectivizaciones y recuperó el control del Estado, medidas que fueron vistas como necesarias para mantener la cohesión y la disciplina entre las diversas fuerzas republicanas.
Para sostener la resistencia, Negrín propuso esperar el estallido de la guerra mundial, con la esperanza de que un conflicto internacional debilitara a Franco y sus aliados. En un intento por lograr un acuerdo con los sublevados y terminar con el derramamiento de sangre, el gobierno republicano aprobó un documento conocido como “Los Trece Puntos de Negrín”, hecho público el 1 de mayo de 1938. Este documento ofrecía un marco para la paz negociada, pero fue categóricamente rechazado por Franco, quien no estaba dispuesto a pactar.
La caída de Cataluña en enero de 1939 y el golpe de Estado del coronel Casado en marzo del mismo año aceleraron el fin de la República. Estos eventos sellaron el destino del gobierno de Negrín y marcaron el colapso de la resistencia republicana, abriendo el camino para la victoria definitiva del bando franquista.