Portada » Historia » La Revolución Industrial en España: un Recorrido por su Desarrollo en el Siglo XIX
En Cataluña, las desamortizaciones no dieron lugar a la formación de latifundios, ya que predominaban los campesinos con pequeñas propiedades.
Los hermanos Bonaplata fundaron una compañía y construyeron la primera fábrica que funcionaba con vapor en Sants. El Vapor Vell, establecido por Joan Güell y La España Industrial, se convirtió en la fábrica más grande y moderna de la época, marcando un hito en el patrimonio industrial catalán.
Inicialmente, la industria textil española siguió el modelo inglés basado en el uso del carbón. Sin embargo, a partir de 1860, ante el elevado coste del carbón, se buscó aprovechar los saltos de agua de los ríos para mover las turbinas, lo que impulsó la creación de numerosas colonias industriales.
En Cataluña, el proteccionismo no frenó la renovación tecnológica, especialmente entre 1830 y 1855, periodo en el que la industria se mecanizó gradualmente. Un ejemplo claro es la invención de la máquina de hilar «bergadana», una versión catalana del spinning jenny. Otra muestra de innovación fue la introducción de las selfactinas, máquinas que automatizaron en gran medida el proceso de hilado.
La industria textil catalana experimentó diversas fases de auge y caída en los precios de sus productos debido a factores políticos y guerras.
El País Vasco, rico en minas de hierro, exportaba este material al resto de España y a las colonias americanas. Sin embargo, la independencia de estas últimas provocó una crisis en la industria siderúrgica vasca. Los comerciantes aprovecharon esta situación para crear nuevas industrias, beneficiándose de la política proteccionista y la supresión de los fueros, que permitieron el libre comercio con el resto de España.
Esta política proteccionista fue una de las razones del apoyo de la burguesía comercial de San Sebastián y Bilbao al Estado liberal y de su oposición al carlismo, que, aunque influyente en el País Vasco, proponía la restauración de los fueros.
A partir de 1860, la explotación de las minas de hierro y su exportación a Gran Bretaña enriquecieron a parte de los comerciantes vascos, quienes construyeron importantes astilleros en la ría de Bilbao, donde se extraía el mineral, y más tarde, altos hornos. Surgieron numerosas empresas metalúrgicas para la transformación del acero.
El auge económico en el País Vasco se debió a dos factores principales: la política proteccionista y la expansión de la industria del acero.
La formación de un mercado común en España fue posible gracias a la mejora de las redes comerciales y de transporte, al establecimiento de una nueva legislación mercantil y a la unificación de los sistemas financiero y fiscal.
La gran cantidad de normas comerciales existentes en España llevó a los diferentes gobiernos del siglo XIX a legislar en esta materia. Se reguló el sistema de sociedades por acciones (SA) y en 1841 se suprimió la última aduana interior. En cuanto a las leyes de exportación e importación, se distinguen dos periodos:
Con el objetivo de crear una moneda única, el gobierno español, a través del ministro de Hacienda catalán Figueres, instauró la peseta, con una equivalencia fija con el valor del oro y la plata. Posteriormente, se introdujeron los billetes y, finalmente, los cheques bancarios.
Para crear un mercado único, era necesario unificar el sistema impositivo. En 1845 se llevó a cabo la reforma de Mon-Santillán, que redujo los impuestos y creó cinco grupos: inmuebles, cultivos y rebaños, producción industrial y actividad comercial, consumo, alquileres e hipotecas.
Cataluña experimentó un crecimiento demográfico considerable, impulsado por el traslado de población rural a las ciudades para trabajar en la industria.
Las desamortizaciones liberaron el comercio de la tierra, lo que favoreció las mejoras y la modernización en muchas zonas del país. En Cataluña, los contratos de arrendamiento, como los de rabassa morta, permitieron que los campos permanecieran en manos de los arrendatarios durante generaciones. La modernización también llegó a los instrumentos de trabajo, como la introducción del arado brabant, y se construyeron infraestructuras de riego, como el Canal de Urgell.