Portada » Historia » La Revolución de 1868 y la Constitución de 1869: Un Punto de Inflexión en la Historia de España
En 1866, una serie de malas cosechas provocó una escasez de trigo, elevando su precio un 65% en dos años y duplicándolo para 1868. Esta situación, junto al aumento del precio de otros productos básicos, generó hambre en el campo y protestas en las ciudades debido al descenso del nivel de vida de los trabajadores.
Tras la revuelta de los Sargentos en el cuartel de San Gil, el gobierno moderado de O’Donnell fue apartado del poder. Los siguientes gobiernos gobernaron por decreto, cerrando las Cortes y desatendiendo los problemas del país. El Partido Progresista, liderado por el general Prim, y el Partido Demócrata optaron por la conspiración como medio para acceder al poder, firmando el Pacto de Ostende en 1866 para unificar sus esfuerzos y acabar con la monarquía isabelina. La adhesión de los unionistas en 1867, liderados por Serrano, fue crucial para el éxito de la revolución de 1868, aportando el apoyo de la cúpula del ejército.
En septiembre de 1868, una escuadra dirigida por Juan Bautista Topete se sublevó en Cádiz contra Isabel II. Prim y Serrano se unieron a la sublevación, logrando el apoyo popular tras publicar un manifiesto que terminaba con el grito «Viva España con Honra». La sublevación se extendió rápidamente por otras ciudades. El gobierno de Isabel II envió un ejército para enfrentarse a los sublevados, pero fue derrotado en la Batalla de Alcolea. Isabel II se exilió a Francia.
Las fuerzas urbanas tuvieron un papel destacado en la revolución, formando juntas revolucionarias que organizaron el levantamiento y llamaron a la población a unirse. Sus consignas incluían la libertad, la soberanía nacional, la separación de la Iglesia y el Estado, la supresión de las quintas, el sufragio universal y la república.
Tras la revolución, se estableció un gobierno provisional presidido por Serrano. Su misión principal fue convertir en derechos los principios propuestos por las Juntas Revolucionarias. Se basó en tres ejes básicos:
El gobierno provisional se enfrentó a la oposición de dos fuerzas políticas:
La Constitución de 1869 se considera el primer texto democrático de la historia de España y uno de los más avanzados de la Europa del momento. Estableció un sistema político parlamentario en el que el rey tenía un poder simbólico y de mediación. Por primera vez, se decretaba la libertad religiosa.
Las elecciones a Cortes Constituyentes de 1869 fueron las primeras realizadas en España mediante sufragio universal masculino. La coalición monárquico-democrática obtuvo la victoria, pero también hubo representación de carlistas y republicanos. La Constitución fue aprobada en junio de 1869.
La Constitución de 1869 desarrollaba un amplio régimen de derechos y libertades, como:
Se decretaba la soberanía nacional y el Estado monárquico, pero la voluntad para hacer leyes residía solo en las Cortes. El rey solo podía promulgar las leyes, no vetarlas. Las Cortes eran bicamerales: Congreso y Senado. Las provincias de ultramar (Cuba y Puerto Rico) tenían los mismos derechos que las peninsulares, y Filipinas se gobernaría por una ley especial.
Con el trono vacante, las Cortes Constituyentes establecieron una regencia presidida por Serrano mientras se encontraba un nuevo rey.