Portada » Francés » La Revolución Científica del Barroco: Una Nueva Era del Conocimiento
El Barroco se caracterizó por:
Se produjo una sustitución del saber clásico por uno nuevo, a través de teorías que, aunque hoy falseadas, sirvieron de puente entre la ciencia clásica y la moderna. Este proceso de falsación implicó nuevas hipótesis que posteriormente se demostraron erróneas, pero que impulsaron el desarrollo científico. Se reinterpretó el organismo en términos mecánicos (iatromecánica) y químicos (iatroquímica).
El desarrollo del método experimental (Francis Bacon, René Descartes y Galileo Galilei), junto con las aportaciones de Isaac Newton, reemplazó las observaciones empíricas por datos matemáticos. Nuevos instrumentos como el microscopio, el telescopio y el barómetro ampliaron el campo de observación:
Las experiencias de Malpighi y Harvey (circulación sanguínea) superaron las ideas de Galeno.
Surgieron las primeras academias científicas, organizaciones que impulsaron la investigación:
La Académie des Sciences se autofinanciaba, mientras que la Royal Society dependía de la corona.
La química se separó de la medicina y Robert Boyle (1627-1691) la definió como una ciencia pura en su obra Sceptical Chemist (1661). Boyle rechazó la teoría de los cuatro elementos y abogó por la búsqueda de los verdaderos elementos químicos.
La botánica se consolidó como disciplina básica con el estudio de la anatomía y fisiología vegetal. Se desarrollaron clasificaciones botánicas fijistas, como la de J.P. Tournefort.
Aunque estos problemas no se resolvieron en el Barroco, surgieron teorías que permitieron avances posteriores.
La iatroquímica, defendida por Silvio, utilizaba la química para explicar la salud y la enfermedad. En París, médicos y boticarios como Turquet de Mayerne y Lemery utilizaron la metodología iatroquímica para elaborar medicamentos. Nicolás de Lemery escribió Curso de Química, obra influyente en la divulgación de la química barroca. Turquet de Mayerne participó en la redacción de la primera farmacopea que admitía remedios químicos (Royal College of Physician, 1618).
J.J. Becher propuso la existencia de tres elementos: ‘terra lapida’, ‘terra pinguis’ y ‘terra fluida’. Stahl llamó ‘flogisto’ al principio ígneo (‘terra pinguis’). La teoría del flogisto, aunque errónea, fue importante por su síntesis teórica y su posterior refutación en la Ilustración (Lavoisier, 1783).
La ciencia en la España barroca pasó por tres etapas:
La iatromecánica tuvo escasa repercusión en España, a diferencia de la iatroquímica, que se practicó en la farmacia de El Escorial. La Contrarreforma convirtió a España en un reducto galenista, y la Inquisición impidió la divulgación de teorías científicas europeas. Felipe II prohibió estudiar en el extranjero, situación que no se remedió hasta 1718.
La familia Salvador, educada en Montpellier, contribuyó a la botánica con un herbario y una biblioteca. Se publicaron numerosos formularios y farmacopeas regionales de carácter galenista, como la Officina Medicamentorum (Valencia) y la Pharmacopea Catalana (Barcelona). Destacan autores como Francisco Vélez de Arciniaga, Gerónimo de la Fuente Piérola, Juan del Castillo, fray Esteban Villa y Miguel Martínez de Leache.
En 1650, Felipe V declaró la farmacia como «arte científico». Hubo pleitos entre boticarios y órdenes religiosas por la venta de medicamentos. Los medicamentos barrocos eran principalmente galénicos (purgas, sangrías, etc.), criticados por algunos médicos y literatos. Se popularizaron las aguas minero-medicinales. Se introdujeron drogas americanas como la ipecacuana y la quina. Se realizaron experimentos con inyecciones intravenosas y transfusiones sanguíneas, pero la técnica se abandonó por su peligrosidad.