Portada » Historia » La Reconquista y la Repoblación en la Península Ibérica
Núcleos de resistencia – Los musulmanes lograron a partir del 711 el control de la mayor parte de la Península Ibérica, salvo las montañas del norte, donde surgieron los primeros núcleos de resistencia cristianos: Los enclaves cantábricos, habitados por una población hispana a los que se añadieron algunos nobles y eclesiásticos visigodos. En Asturias surgió un núcleo de resistencia en torno a Pelayo, quien se proclamó rey tras su éxito en la batalla de Covadonga (722). Alfonso III se unificaron en el condado de Castilla. Los núcleos pirenaicos: En esta zona aparecieron tres núcleos diferentes: en la zona del Pirineo catalán el emperador Carlomagno creó la Marca Hispánica. Los condados catalanes lograron independizarse del control de los francos y fueron unificados por Wifredo el Velloso. En el Pirineo central surgieron varios condados de entre los que destacó el de Aragón, estuvo inicialmente bajo la influencia de los carolingios y a partir del siglo X se vinculó a Navarra. En el Pirineo occidental, los vascones derrotaron a Carlomagno en Roncesvalles (778) cuando regresaba del asedio a Zaragoza y saqueó la ciudad de Pamplona del cual emergerá el reino de Navarra.
Expansión territorial que realizaron los reinos cristianos del norte de la Península a costa de los territorios musulmanes de Al-Ándalus. Las etapas de la Reconquista fueron:
Poblar los territorios conquistados a los musulmanes para lograr el dominio efectivo del territorio al encargarse de su defensa, la explotación económica y la integración de la población.
Alfonso VI unió por segunda vez los territorios de Castilla y León. Se produjo la separación de Portugal que se convierte en reino independiente (1139). A su muerte, los reinos de Castilla y León quedarían separados y no volverán a unirse hasta 1230, en que se produjo la unión definitiva bajo la corona de Fernando III. Navarra se separó de Aragón. El Consejo del rey se transformó en las Cortes desde el momento en que a los estamentos nobiliario y eclesiástico se incorporaron los representantes del estamento popular. Esta circunstancia ocurrió por primera vez en el reino de León en 1188. Las de Castilla y León se fusionaron tras la unión de ambos reinos en el siglo XIII, pero en la Corona de Aragón se mantuvieron separadas las Cortes de Aragón, Cataluña y Valencia. Las Cortes medievales eran convocadas por el rey y reproducían la estructura estamental de la sociedad, ya que estaban compuestas de tres brazos que deliberaban por separado. Las funciones eran dos: atender las consultas del rey en asuntos de especial importancia y votar los subsidios.
La inseguridad a la que se vieron sometidos los habitantes de Europa a comienzos de la Edad Media dio lugar al feudalismo. Como consecuencia de las relaciones de dependencia personal surgió el régimen señorial, por el que los habitantes de un territorio quedaban ligados a su propietario, su señor. Los señoríos eran territorios concedidos por los monarcas a nobles como compensación por algún servicio prestado. Había diversos tipos: señoríos solariegos sobre tierras deshabitadas. El nuevo señor adquiría la propiedad de las mismas. Los señores cobraban rentas a sus habitantes por el uso de la tierra. Privilegio de inmunidad, garantía de que en esos territorios no intervendrían los agentes del rey. Las prerrogativas de los señores incluían el cobro de impuestos, la administración de justicia o la llamada a filas. El régimen señorial supone privilegios para nobleza y clero, que son obligaciones para el campesinado, relacionadas con el uso de la tierra. La sociedad era estamental, basada en el nacimiento, muy jerarquizada. La sociedad estaba organizada en estamentos: nobleza y clero disfrutaban de privilegios o derechos exclusivos mientras que el llamado Tercer Estado carecía de los mismos y solía estar sometida, en las zonas rurales, al vasallaje de un señor. Los estamentos se dividían en:
Desde el siglo XI apareció un nuevo grupo social: la burguesía. Aunque eran no privilegiados consiguieron una cierta autonomía en el concejo y participación en las Cortes. También nos encontramos con minorías religiosas y étnicas marginadas: los judíos mayoritariamente urbanos y los mudéjares que vivían preferentemente en el campo.