Portada » Historia » La Oposición al Franquismo y la Crisis del Régimen (1973-1975)
La oposición a la dictadura franquista estaba dividida en diversos grupos ideológicos, tanto dentro como fuera de España. En algunos casos, estos grupos tuvieron que confluir hacia la unidad por razones tácticas. Si bien la oposición no logró derribar al régimen por sí sola, sí creó una amplia corriente social de rechazo a la dictadura, favoreciendo la posterior transición a la democracia.
Los republicanos exiliados en 1939 crearon un gobierno en el exilio (que duró hasta 1977) con la esperanza de una intervención aliada en España que nunca se materializó. Las guerrillas antifranquistas –los maquis– surgieron en 1944 tras la liberación de Francia del dominio nazi, pero la represión y el fin de la esperanza de una intervención exterior llevaron a su desaparición en la década de 1950. En la posguerra, la represión debilitó a la oposición en general, pero volvió a manifestarse en los años 50 con las primeras protestas sociales (como el boicot a los tranvías de Barcelona) contra la subida de precios y los incidentes en la Universidad de Madrid.
En los años 60 y 70, la oposición se fortaleció y se manifestó de diversas maneras:
Entre los intentos de coordinación de la oposición destacan la Junta Democrática (PCE, PSP, CCOO, carlistas y algunos monárquicos) y la Plataforma de Convergencia Democrática (PSOE, grupos moderados, transigentes con Don Juan Carlos). Finalmente se fusionan, ya muerto Franco, en la Platajunta.
Los últimos años del franquismo se caracterizaron por un deterioro del régimen, paralelo al deterioro biológico que experimentaba Franco, anciano y enfermo de Parkinson, lo que le obligó a designar sucesor.
Los últimos años de dictadura estuvieron marcados por el incremento del rechazo al franquismo en amplios sectores de la sociedad como consecuencia de los cambios económicos y sociales que introdujeron nuevas mentalidades. En estos años el régimen daba síntomas de debilidad y desorientación y perdía el respaldo de sus más firmes apoyos: se produjo un deterioro de las relaciones Iglesia-Estado, por el ascenso al papado de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II, y cada vez había más sacerdotes en la oposición o en las cárceles.
Aumentó la agitación social y laboral. En la Universidad los enfrentamientos entre estudiantes y “grises” eran continuos; la conflictividad laboral crecía con la presencia cada vez mayor de los sindicatos. El gobierno endureció la represión: escalada acción-represión-acción (ejecuciones de miembros de ETA y de Salvador Puig Antich).
En 1973 Franco nombró al almirante Carrero Blanco presidente del Gobierno, quien endureció la represión (“proceso 1001” contra dirigentes de CCOO). El mismo año de su nombramiento fue asesinado por ETA.
La desaparición del hombre fuerte del franquismo dio lugar al enfrentamiento de dos posturas entre los adictos al régimen: los aperturistas, que pensaban que la supervivencia del régimen dependía de si había una cierta democratización desde el propio sistema, y los inmovilistas (“el búnker”), que creían que toda apertura conduciría al final del régimen y había que mantener el más estricto conservadurismo (Blas Piñar, líder de Fuerza Nueva, o los “guerrilleros de Cristo Rey”). Finalmente, Franco nombró presidente del Gobierno a Carlos Arias Navarro. Este sorprendió con “el espíritu del 12 de febrero”, prometiendo algunas reformas que no llevó a cabo, y tuvo que hacer frente a la crisis económica, a los atentados terroristas, las huelgas, manifestaciones y a la oposición. El contexto internacional no era tampoco favorable, con el fin de las dictaduras en Portugal (“Revolución de los claveles”) y en Grecia. La situación de debilidad del régimen es aprovechada por Marruecos para reclamar el Sahara español organizando la llamada Marcha Verde. El 20 de noviembre de 1975 muere Franco, dejando un régimen anacrónico y en crisis.