Portada » Español » La Novela Lírica del Siglo XX: Exploración de la Interioridad y la Ficción
En las primeras décadas del siglo XX, surge una novela que se centra en las emociones personales e íntimas de los personajes, por lo que ha recibido el nombre de novela lírica. Lo característico de esta novela es la presentación de estados anímicos; el yo determina el tono y el ritmo del relato. La novela se aleja de la pretensión de representación mimética de la realidad, acentuándose la ficcionalidad del mundo creado en ella.
En la nueva novela, la historia, es decir, lo que se cuenta, pierde relevancia frente al discurso, al cómo se cuenta. Las acciones suelen ser mínimas, el tiempo cronológico es sustituido por un tiempo subjetivo y el espacio pierde contornos definidos.
La novela se centra en el mundo interior del protagonista, en su percepción de la realidad externa, cuya representación se diluye a favor del retrato interior del personaje, que se manifiesta como un “yo” lírico.
El protagonista de estos relatos suele ser un artista bohemio, inadaptado, enconado antiburgués, degradado, en busca de valores auténticos en una sociedad envilecida. Esta situación provoca sus rebeldías y escándalos, su agresivo nihilismo, su amoralismo, que, en ocasiones, adquiere apariencias demoníacas. Es frecuente que el fracaso en la afirmación de su individualidad problemática lo lleve a su destrucción física o moral.
La narración suele fragmentarse en estampas, producto de las percepciones del protagonista. La causalidad lógica de los acontecimientos, característica de la novela realista, cede paso a una selección de momentos significativos para el protagonista, y serán frecuentes las escenas, las pausas descriptivas y reflexivas y las elipsis, que usualmente provocan la indeterminación de los hechos narrados.
Pío Baroja se dedicó casi exclusivamente a la producción novelística, y su huella en narradores posteriores ha sido considerable. Baroja defendió una novela abierta a todas las posibilidades y proclamó la libertad absoluta para el escritor. En la concepción barojiana, la novela es un género en el que cabe todo: desde la reflexión filosófica o psicológica a la aventura, la crítica, el humor, etc. Todos estos asuntos se reflejan en sus novelas, aunque su reverencia por la acción determina la preferencia por temas de aventuras. Sus protagonistas, por lo general seres inadaptados (bohemios, vagabundos, aventureros) que suelen fracasar en su lucha vital, se caracterizan por lo que hacen y dicen: pesimistas y desesperanzados, están dotados de una acción todopoderosa que, en la mayoría de los casos, se convierte en vana, al no lograr vencer al mundo. Además de los protagonistas, el autor incluye en la acción central gran cantidad de personajes que luego desaparecen sin dejar rastro. Las mujeres intervienen poco, y raras veces son más que meras figuras circunstanciales. Las conversaciones constituyen la sustancia novelística de muchos de sus relatos: los interlocutores defienden sus puntos de vista por medio de un diálogo sencillo y verosímil. Baroja llegó a practicar la novela dialogal. En su estilo destaca, además, la maestría en la descripción: el autor selecciona los componentes de cada escenario y se detiene en el detalle, interrumpiendo, en ocasiones, la tensión narrativa y devolviendo así la objetividad al lector.
Para Miguel de Unamuno, la novela se convirtió en el medio idóneo para interpretar la realidad. En su producción novelística, Unamuno desarrolló los temas que lo obsesionaban: la afirmación de la personalidad, la lucha contra el instinto, el afán de dominio sobre los demás, la muerte. Las novelas unamunianas se centran en el conflicto íntimo de los personajes generado por una estricta trabazón familiar (relaciones amorosas, paterno-filiales…). Unamuno inició su narrativa con Paz en la guerra (1897), novela histórica y realista, a la que consideraba una novela “ovípara”, creada con el procedimiento realista de acumular datos, a diferencia del resto de sus novelas, que caracteriza de “vivíparas”, nacidas vivas como los mamíferos, creadas con la técnica que refleja la vida. La primera, Amor y pedagogía (1902).
Nació en Villanueva de Arosa (Pontevedra). Estudió Derecho en Santiago de Compostela. Viajó a América, donde trabajó en periódicos mexicanos. De regreso a Madrid, conoció en diversas tertulias a Azorín, a Baroja, Benavente, Villaespesa, y se hizo célebre por sus extravagancias. Toda la obra de Valle-Inclán obedece al rechazo del realismo tradicional, lo que se manifiesta de formas diferentes en su producción. Valle comenzó su trayectoria narrativa en el modernismo: defendió su concepción aristocrática como expresión estética antiburguesa y reivindicó la ficción, la fábula y la leyenda. Progresivamente, introdujo innovaciones en su técnica novelística hasta culminar en su creación máxima: el esperpento.