Portada » Lengua y literatura » La novela española tras el franquismo: Evolución y nuevas tendencias
El ambiente de libertad para la cultura española, que comenzó a desarrollarse tras la muerte del general Franco (20 de noviembre de 1975), permitió un mejor conocimiento de la literatura española en Europa y de la literatura occidental en España. A ello contribuyó significativamente la desaparición de la censura (lo que supuso la publicación de novelas españolas prohibidas en nuestro país y editadas en el extranjero, expurgadas o inéditas), la recuperación de la obra de los escritores exiliados y un mayor conocimiento de la narrativa de otros países.
En suma, dos son los aspectos más significativos de la novela española en los últimos treinta años:
De modo que puede decirse que en las últimas décadas conviven:
Por otra parte, no resulta fácil discernir en la nueva narrativa unas corrientes o escuelas definidas; sí es posible, no obstante, identificar ciertas tendencias temáticas. Las más relevantes son estas:
Sobre la que han ejercido notable influencia los narradores de la generación inmediatamente anterior, como Eduardo Mendoza (La verdad sobre el caso Savolta) y Manuel Vázquez Montalbán (la serie de novelas protagonizadas por el detective Carvalho, por ejemplo), y a la que puede adscribirse la producción de Juan Madrid, Arturo Pérez-Reverte, etc.
En sentido extenso. Esta tendencia venía desarrollándose desde años atrás y a ella no han sido ajenos algunos novelistas de las generaciones precedentes: Gonzalo Torrente Ballester (La isla de los jacintos cortados), Eduardo Mendoza (La ciudad de los prodigios), Jesús Fernández Santos (Extramuros), etc. Han proliferado últimamente los escritores sobre cuestiones históricas como Juan Eslava Galán (En busca del unicornio), Arturo Pérez-Reverte (El maestro de esgrima), Antonio Muñoz Molina (El jinete polaco), Los girasoles ciegos (2004) de Alberto Méndez…
El culturalismo como tendencia es heterogéneo: en ocasiones evoca ambientes de épocas pasadas y se confunde con la novela histórica; describe con minuciosidad ambientes exquisitos atemporales o presentes, pero vinculados a la creación estética; recrea motivos literarios, legendarios o mitológicos, pero, sobre todo, elige como motivo la reflexión acerca del proceso creativo. Podrían adscribirse al grupo algunas novelas de Álvaro Pombo, Javier Marías…
Aunque no es fácil deslindar esta categoría, ya que el intimismo constituye una de las notas dominantes de la nueva narrativa, pueden considerarse en este apartado aquellas novelas que, de manera directa o metafórica, recojan un intento de ahondar en las raíces de la propia personalidad, que se presenta casi siempre como desasistida y frustrada. En algunos autores es perceptible un profundo lirismo presente en la historia misma o en su expresión formal y literaria, como ocurre con Julio Llamazares; en otros, la historia aparece tamizada por la ironía, el sarcasmo o, simplemente, por la actitud de desesperanza o desidia, como en Juan José Millás (El desorden de tu nombre).
El evidente retroceso del experimentalismo que caracterizó al período anterior no ha impedido ni la presencia minoritaria de una corriente experimental entre los narradores jóvenes ni, sobre todo, la asimilación de una renovación formal presente en muchos de los novelistas jóvenes. Por lo demás, el experimentalismo se ha prolongado en la narrativa de autores más veteranos como Miguel Espinosa o Juan Benet.
Narra una historia y el proceso seguido para la redacción o composición de la misma. Se trata de hacer una novela sobre cómo se escribe una novela.
Muchas de estas novelas se han ocupado de los años del franquismo y de la lucha contra la dictadura y del desengaño por la transición política.
Otra tendencia en la novela de los autores más jóvenes es la de hacer una novela que trata los problemas de la juventud urbana con una estética muy cercana a la contracultura (Historias del Kronen, de José Ángel Mañas o Lucía Etxebarría en Sexo, Prozac y drogas).