Portada » Español » La novela después de la Guerra Civil
La Guerra Civil supuso para los españoles un gran desgarro. Al dolor por los poetas muertos se añadió que otros poetas comprometidos con la República debieran exiliarse. Estos escriben sobre la nostalgia de la patria perdida, la derrota de la guerra, el anhelo del regreso y el régimen franquista. Con el tiempo en el exilio sus poéticas evolucionaron de manera diferente. Entre estos destacan
León Felipe, de tono profético y bíblico con Español del éxodo y del llanto (1939), y Juan Gil-Albert, con un estilo cuidado y sobrio e influido por los clásicos y surrealistas. Entre los poetas que permanecieron en España se distinguen dos tendencias poéticas: la poesía arraigada, vinculada al bando vencedor, y poesía desarraigada, en la que se revela lo angustioso de la vida social del momento. Los poetas adscritos a la poesía arraigada publican en las revistas Escorial o Garcilaso, ensalzan los valores del régimen y tratan del tema del amor, la fe católica, el paisaje o la patria en sus poemas. Se sirven de formas métricas clásicas como el soneto y reivindican a Garcilaso de la Vega. Pertenecen a esta tendencia José García Nieto, Dionisio Ridruejo, Leopoldo Panero y Luis Rosales con La casa encendida (1949). Sin embargo, los poetas adscritos a la poesía desarraigada buscan el porqué de la existencia humana, dominada por la angustia ante el tiempo y la muerte, y perciben la vida como algo doloroso y sin sentido. Su estilo tiene gran fuerza expresiva, un lenguaje desgarrado y un tono dramático. Tiene como punto de partida Hijos de la ira (1944) de Dámaso Alonso, grito de desamparo que busca el sentido de la existencia humana. Pertenecen a esta tendencia también José Luis Hidalgo con Los muertos (1947) y Victoriano Crémer. A estas dos tendencias habría que añadir otras menos significantes: el postismo, poesía continuadora de las vanguardias creada por Carlos Edmundo de Ory, y la poesía del grupo Cántico, refinada, culta, intimista y de temática amorosa y religiosa. Surgíó en torno a la revista del mismo nombre en Córdoba. Pertenecen al grupo los poetas Pablo García Baena, Ricardo Molina y Juan Bernier. Desde 1950 hasta principios de los años sesenta predomina la poesía social. Se concibe la poesía como instrumento de transformación social, denuncia la injusticia y supone una vía de comunicación con el pueblo silenciado. Interesa más el contenido que la forma y el tono es llano y conversacional. Los temas más frecuentes son la injusticia social, la situación de España y el anhelo de paz y libertad. En cuanto a la forma, emplean el verso libre y el soneto. Los principales autores de esta tendencia son Blas de Otero con Pido la paz y la palabra (1955) y Gabriel Celaya con Cantos íberos (1955). Ambos poemarios son los más representativos de la poesía social. En la década de los sesenta surgen jóvenes poetas agrupados en torno a antologías y revistas de poesía. A estos poetas les influyeron Antonio Machado – muchos de ellos participaron en un acto de homenaje en Colliure-, V. Aleixandre y el peruano César Vallejo. Se alejaron de las estrofas clásicas, utilizando endecasílabos, pentasílabos, heptasílabos y abandonando la rima. Sus poemas son intimistas y reflexivos, en los que el yo personal se mezcla con lo social, analizan la realidad española con ironía y escepticismo, reflejan lo amoroso y lo erótico, evocan la infancia o la adolescencia y recuerdan el inexorable paso del tiempo, que aboca al hombre a la muerte y soledad. Destacan José Hierro con Libro de las alucinaciones (1964), Ángel González con Tratado de urbanismo (1967), Claudio Rodríguez, José Ángel Valente y Jaime Gil de Biedma con Las personas del verbo. En la década de los setenta surgíó la llamada generación del 68 o novísimos. Estos poetas se dan a conocer en importantes antologías del momento como Nueve novísimos poetas españoles (1970), de Josep María Castellet. Se caracterizan por rechazar el Realismo social e integrar en sus obras referencias culturales e históricas (cine, cómics, publicidad, televisión, música, arte pop,etc.), así como por la reflexión metapoética o el gusto por lo decadente.Emplean un estilo selecto, sensorial y preocupado por la belleza, sirviéndose del verso libre. Pertenecen a este grupo Pere Gimferrer con Arde el mar (1966),libro considerado precursor de la línea novísima, y La muerte en Beverly Hills (1968); Leopoldo María Panero; y Antonio Colinas con Sepulcro en Tarquinia (1975). Desde finales de los setenta surgen diversas tendencias poéticas, propiciadas por la aparición de nuevas revistas y premios, como el Hiperión o el Adónáis. Destacan las siguientes: Poesía de la experiencia. Recupera el compromiso ético y el tono realista. El poeta traslada a su creación la experiencia vivida con un lenguaje coloquial y accesible. Destaca Luis García Montero con Habitaciones separadas (1994) Neopurismo. Medita sobre la naturaleza de la poesía y acto creativo.Destaca Jaime Siles. Poesía clasista. Se caracteriza por el deseo de la belleza, sensualidad y con cuidada elaboración formal. Destaca Luis Antonio de Villena con El viaje a Bizancio (1978). Nueva épica. Indagan en los problemas colectivos desde una óptica realista y crítica. Destaca Carlos Suñén. Neosurrealismo. Recupera metáforas innovadoras y el mundo de los sueños propios del Surrealismo. Destaca Blanca Andreu con De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall (1980), libro que supone el punto de partida de esta línea poética. Neoerotismo. Cultivada por escritoras que transforman los tópicos de la poesía amorosa tradicional al convertir a la mujer en sujeto protagonista de su poesía. Destacan Ana Rossetti con Los devaneos de Erato (1980). En la actualidad, las corrientes de finales del Siglo XX tienden a confluir en todos los poetas de diferentes maneras, aunque comparten rasgos generales: tono intimista, con frecuencia es narrativo y sin efectos ornamentales; influencias literarias españolas o extranjeras; y visión del mundo y el yo. Destacan Elena Medel con Un día negro en una casa de mentira (2014), Antonio Lucas con Los desengaños (2014) y María-Eloy García con Los cantos de cada cual (2014)
La Guerra Civil y la dictadura afectaron al devenir de la narrativa española.
Algunos escritores se exiliaron al finalizar la contienda para evitar represalias del nuevo régimen ( Fco. Ayala, Max Aub, Rosa Chacel y Ramón J. Sender), pero entre los que se quedaron en España encontramos dos posturas:
novela idealista y Realismo existencial.
En la novela idealista se distinguen, a su vez, dos tendencias: novelas que ensalzan los valores del franquismo como Eugenio de R.García Serrano y Javier Mariño de G. Torrente Ballester, autor que con el tiempo evolucionará de una etapa tradicional en Los gozos y las sombras (1957-1962) a una experimental en La saga/fuga de J.B. (1972) y volverá a una línea realista, y novelas que evitan toda alusión a la guerra y sus consecuencias como Maleni de Cecilio Benítez de Castro.
En el Realismo existencial las novelas reflejan la miseria moral y material junto a la frustración que produce el ambiente de posguerra en unos personajes desarraigados y desilusionados. Destacan La familia de Pascual Duarte (1942) de Camilo José Cela, novela en que emplea la técnica del tremendismo, Realismo truculento y aberrante; Nada de Carmen Laforet (1944); y La sombra del ciprés es alargada (1948) de Miguel Delibes.
Mención especial merecen los escritores Camilo José Cela y Miguel Delibes por la importancia de su producción literaria y por su evolución novelística.
Camilo J.Cela, Premio Nobel de Literatura en 1989,empleó técnicas narrativas distintas en cada obra y abríó nuevos caminos de expresión, así La colmena (1951), San Camilo,1936 (1969), Mazurca para dos muertos (1983) y Viaje a la Alcarria (1948), libro de viajes este último.
Miguel Delibes aunó la capacidad de reproducir registros lingüísticos diversos, sencillez y sobriedad con su maestría en la descripción de ambientes y personajes. Su obra es extensa y variada.Destacan El camino (1950), Las ratas (1962), ambas de ámbito rural y narrada a través de la mirada infantil; Cinco horas con Mario (1966), extenso monólogo donde refleja dos visiones de la realidad española; Los santos inocentes (1981), fusión de Realismo crítico y técnica de narrativa experimental; y El hereje (1989), novela histórica que recrea la presencia de protestantismo en la ciudad de Valladolid en el siglo XVl.
La publicación en 1951 de La colmena de Camilo J. Cela ( su obra más lograda, con un protagonista colectivo,estructurada en seis capítulos integrados por secuencias cinematográficas y donde el diálogo caracteriza a los personajes) marcó el paso a un tipo de novela de contenido social y enfoque realista. Las novelas representativas en los cincuenta de esta narrativa son: Los bravos (1954) de Jesús Fernández Santos, El fulgor y la sangre (1954) de Ignacio Aldecoa, El Jarama (1955) de Sánchez Ferlosio, Entre visillos (1957) de Carmen Martín Gaite y Los hijos muertos de Ana María Matute (1958).
Estas novelas se caracterizan por las influencias literarias de la literatura clásica española, el Realismo y Naturalismo del siglo XlX, el objetivismo francés y el neorrealismo italiano; reflejan la situación de España en la dictadura; narrador objetivo, en 3ª persona que da testimonio de palabras y conducta de personajes; es frecuente la estructura lineal, pero en otras novelas aparecen situaciones simultáneas en secuencias breves; espacio rural o urbano, se muestran contradicciones del mundo rural frente al urbano; y lenguaje sobrio y claro, presenta diálogos que reproducen el modo de hablar de los sectores sociales del momento.
La década de los sesenta supuso la vuelta a la experimentación en la narrativa. El Realismo social se percibía agotado. Esta narrativa estaba influida por la renovación literaria del boom hispanoamericano y por la narrativa de escritores europeos y estadounidenses como Kafka, Proust, Joyce o Faulkner.
Aunque los problemas sociales no se abandonan y la intención crítica se sigue manifestando, los temas de estas novelas experimentales suelen ser el tiempo y la identidad que reconstruyen la memoria del narrador a través de momentos como la infancia, la adolescencia y la guerra.
Los escritores en esta década emplean técnicas narrativas nuevas y más complejas, que exigen un esfuerzo interpretativo por parte del lector. Estas técnicas consisten en: cronología desordenada, desaparece el orden lineal y se recurre a técnicas como la elipsis, la analepsis (flashback) o la prolepsis (anticipación de lo que va a pasar); fragmentación, la estructura narrativa también se rompe dando lugar a secuencias en las que se interrumpe el discurso o se narran hechos simultáneos; protagonista individual, desaparece el protagonista colectivo del Realismo social y aparecen personajes intelectuales con conciencia crítica y en conflicto con lo que los rodea y consigo mismos; punto de vista múltiple, la narración no se limita a la perspectiva del protagonista, sino que ofrece la interpretación subjetiva de personajes secundarios; y empleo de técnicas de estilo indirecto libre y monólogo interior por diálogo,estas permiten sumergirse en la mente de los personajes.
Las novelas representativas de esta narrativa experimental son: Tiempo de silencio (1961) de Luis Martín Santos, novela paradigmática de esta tendencia en la que se critica la realidad española del momento y el ambiente de miseria moral en el que viven las clases sociales desde la burguésía hasta el lumpen; Últimas tardes con Teresa (1966), obra renovadora en la que se critica a la burguésía que juega a ser revolucionaria y al marginado que intenta ascender socialmente, y Si te dicen que caí (1973), en la que combina planos temporales y temáticos diferentes, de Juan Marsé; Volverás a Regíón (1967) de Juan Benet, donde desaparece la trama y la caracterización de los personajes al modo realista; Señas de identidad (1966) de Juan Goytisolo, novela en la que está presente la presencia de puntos de vista diferentes, narración en segunda persona, elipsis,superposición de planos temporales o la ruptura de cronología lineal; y Escuela de mandarines (1974) de Miguel Espinosa, novela en la que conjuga la actitud crítica y la intención experimental.
Novecentismo y las vanguardias o “ismos”
El novecentismo y las vanguardias son dos movimientos literarios que se dan en España a
comienzos del Siglo XX.
El novecentismo
El novecentismo o generación del 14 fue un movimiento cultural y de transición entre el
Modernismo y las vanguardias. Los partícipes de este movimiento eran un grupo de
intelectuales formados: filósofos, pensadores y científicos que se dieron a conocer a través de
las universidades y de la prensa. Los autores participan en la vida pública de la época y
plantean reformas para que España deje de estar rezagada y se incorpore a la Europa
moderna y liberal.
Se caracteriza por la preferencia por lo clásico y sereno frente a lo ROMántico y lo sentimental,
y por su búsqueda de un arte puro, pulcro y equilibrado, que trata de producir placer estético
en la minoría intelectual que puede comprenderlo. Hará del ensayo su forma de expresión
favorita por su carácter divulgativo y flexible. El lenguaje empleado es culto y con un estilo
muy cuidado.
Como ensayistas destacaron Ortega y Gasset, fundador de la Revista de Occidente y difusor
del novecentismo español, que aborda temas como la vida considerada en su entorno, la
historia y, especialmente, la literatura y el arte, que trata en ensayos como España
invertebrada y La rebelión de las masas, y Eugenio d´Ors, creador de la glosa, escrito en el que
se hace una reflexión político-cultural de la época. Otros ensayistas importantes fueron
Gregorio Marañón y Manuel Azaña.
El otro género por excelencia fue la novela, caracterizada por el intelectualismo y el lirismo. Se
intenta superar los patrones narrativos del Realismo, a la vez que se alejan del tono de angustia
de la generación del 98. Autores importantes de la narrativa fueron Ramón Pérez de Ayala
por su dominio del lenguaje y su búsqueda de la perfección formal y Gabriel Miró, más
influido por el lirismo y formalismo como en Nuestro padre san Daniel y El obispo leproso.
Por lo que respecta a la poesía, lo más cercano al novecentismo es la última etapa de Juan
Ramón Jiménez, Premio Nobel en 1956, que se caracteriza por una búsqueda de la poesía
esencial y desnuda. Se distinguen tres etapas: modernista, expresión pura y desnuda con
Diario de un poeta recién casado y poesía intelectual. Mención aparte merece Platero y yo,
obra de prosa poética y la más conocida.
Las vanguardias o “ismos”
El término vanguardia hace referencia a un conjunto de movimientos artísticos europeos que
nacen a principios del Siglo XX hasta la década de los treinta. Se caracterizan por un afán de
ruptura con la tradición estética anterior, búsqueda de nuevos temas y experimentación con
formas expresivas. Influirán los estudios de Freud acerca de lo irracional y los sueños.
Además, se servirán de revistas, manifiestos e iniciativas culturales para darse a conocer.
Fueron las siguientes:
Futurismo: nacido en Italia en 1910 con Marinetti. Exalta las conquistas de la técnica, aboga
por la destrucción de la sintaxis o la omisión de signos de puntuación.
Cubismo: abanderado por el poeta francés Apollinaire, busca la descomposición de la
realidad, que el artista recompondrá libremente sin la sintaxis y sin la puntuación, la mezcla de
imágenes o la creación de poemas visuales como el caligrama.
Surrealismo: iniciada por André Bretón. Defiende el poder creador del ser humano y del
lenguaje a través de la escritura automática, las imágenes oníricas o las metáforas insólitas. Es
la vanguardia de mayor transcendencia y que más influyó en España (Lorca, Dalí y Buñuel).
Dadaísmo: impulsado por Tristan Tzara, representa la rebeldía total contra la lógica.
Propugna la libertad en el arte, lo que da lugar a textos absurdos e incoherentes.
Expresionismo: defiende un arte sin adornos.
En España, la influencia de las vanguardias creó dos movimientos propios: ultraísmo y
creacionismo. El ultraísmo, creado por Guillermo de Torre, recoge elementos de otros
movimientos vanguardistas (Cubismo y Futurismo) como las metáforas e imágenes nuevas y
sugerentes. El creacionismo, promovido por el chileno Vicente Huidobro, concibe el poema
como un objeto autónomo que no imita la realidad. Tiende a la búsqueda de una poesía pura
y crea imágenes yuxtapuestas, al modo de la pintura cubista.
Se debe a Ramón Gómez de la Serna la difusión de las vanguardias a través de tertulias, libros
y la revista Prometeo. Este cultivó diversos géneros pero destacó en la greguería, género
ideado por él que definíó con la siguiente fórmula:” humor+metáfora = greguería”.
El teatro anterior a 1939. Tendencias, autores y obras principales
A finales del Siglo XIX las obras más representadas eran melodramas que buscaban emocionar al
espectador por golpes de efecto. Su éxito impidió a los empresarios que crearon innovaciones.
Los primeros actores eran privilegiados. La más famosa de la época fue María Guerrero.
Las diferentes tendencias del teatro español anterior a 1939:
1.Teatro comercial
a. La comedia burguesa (comedia benaventina) Jacinto Benavente, autor más representativo. El
Premio Nobel en 1922 rompíó con el tono grandilocuente de los dramas de Echegaray y ofrecíó un
mayor diálogo y un tono más realista. OBRAS. Ambientes interiores burgueses urbanos y
cosmopolitas. Su teatro desvela con fina ironía los vicios y miserias de la alta burguésía española
(materialismo/ egoísmo y sus conflictos: amores insatisfechos, infidelidades, hipocresía…)
Benavente se convirtió en el autor más representado. Los intereses creados y La malquerida (1913)
b. El teatro poético en verso. De corriente modernista. Teatro de evasión, sin realidad y con temas
históricos. El verso tiende a la retórica. Destacan Eduardo Marquina con Las hijas del Cid, los
Machado con La Lola se va a los puertos y Francisco Villaespesa con La Leona de Castilla (1929).
c. El teatro cómico. Busca el entretenimiento. Recrea costumbres, juego de palabras con fin
humorístico. El autor más importante es Carlos Arniches, destaca por los personajes pintorescos de
Madrid (chulapos) con sus problemas cotidianos. Su evolución le llevó a lo que él llamó
tragicomedias grotescas, por las situaciones dramáticas. Destaca La señorita de Trevélez. Los
hermanos Álvarez Quintero con Malvaloca y Pedro Muñoz Seca con La venganza de don Mendo.
2.Teatro renovador. Autores noventayochistas M.De Unamuno, Azorín y Valle-Inclán.
a. Miguel de Unamuno: Rechaza el teatro comercial y busca un teatro depurado. Reduce al mínimo
los adornos del lenguaje y acción (esquemática). Diálogos: intercambio intelectual de ideas. Destaca
la construcción del personaje y su conflicto interno. La venda y El otro.
b. José Martínez Ruiz, Azorín: El eje de sus obras es el diálogo, del cual se deducen los personajes y
la acción. Reduce las acotaciones. Destaca Angelita, sobre la angustia por el paso del tiempo.
c. Ramón María del Valle-Inclán: Su teatro fue evolucionando. Se divide en:
El teatro poético.No hay ruptura con el teatro del momento, influido en el estilo por el Modernismo.
El ciclo mítico.Se desarrollan en Galicia. Se usan las acotaciones de manera descriptiva y narrativa.
Destacan las obras Divinas palabras y la trilogía Comedias bárbaras.
El ciclo de la farsa. La deshumanización de los personajes y la degradación del ambiente y del
lenguaje. Destaca la obra Farsa y licencia de la Reina Castiza (1920).
El esperpento. Sometíó a personajes y situaciones a una visión crítica, que revela el carácter grotesco
de la realidad. Destacan la trilogía Martes de carnaval y Luces de bohemia, obra publicada en 1920
pero no estrenada en España hasta 1970 por la censura.
3.Teatro de Federico García Lorca.
El teatro lorquiano, escrito en verso o prosa, es poético y refleja el choque entre la libertad y el
sentimiento contra el orden y la autoridad, que conlleva dolor y muerte. Es un espectáculo con
música, danza y utiliza símbolos (bastón/ luna/ sangre) para revelar la fatalidad de los protagonistas.
Los temas de sus obras dramáticas son la imposibilidad del amor, la imposición social que reprime la
libertad individual y el fatalismo de los personajes, abocados a una muerte trágica. Que desemboca en
la frustración: los personajes fracasan ante la rebeldía. La mujer es la protagonista.
Farsas. Se unen lo lírico y lo grotesco. Destacan: Tragicomedia de don Cristóbal y la señora Rosita.
Comedias imposibles. Obras simbólicas surrealistas de difícil representación. Destacan: El público
Obras de plenitud. Son doña Rosita la soltera y obras dramáticas inspiradas en el mundo rural. Lo
forman Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba