Portada » Español » La novela después de la Guerra Civil
La época de los años ’40 fue un período de represión hacia los vencidos por parte del bando nacional. El nuevo régimen basó su política en el miedo y un fuerte adoctrinamiento moral e ideológico.
La España del momento tuvo que vivir momentos críticos, ocasionados por la escasez de recursos básicos, debido al aislamiento internacional del país, que dificultó el comercio con otras potencias. Esta situación se vería mejorada hacia la década de los años ’50, cuando España empieza a tener relaciones diplomáticas con EE.UU y también se empiezan a integrar planes de desarrollo económico y social.
En cuanto a la cultura, tras la guerra se establecíó la “ley de censura”, que afectó a la literatura, el cine, la radio y los periódicos.
En la novela hubo tres autores que promulgaron una renovación literaria que se consolidaría en la década de los años ’50. Ellos son Camilo José Cela, Miguel Delibes y Carmen Laforet. En general, las obras de estos tres autores intentan reflejar la realidad que se vive en España tras la guerra. Delibes, en La sombra del ciprés es alargada (1948), narra la vida de Pedro, un joven huérfano que deberá hacer frente a sentimientos como la soledad y el desasosiego ante la muerte de muchos de sus seres queridos. Carmen Laforet, autora de Nada (1945), expone en su libro una visión sombría de la realidad a través de Andrea, la protagonista. A través de un argumento sencillo se hace un dibujo sobre cómo eran las familias de la época de posguerra. Tanto Laforet como Delibes proyectan una visión negativa y sombría de la vida, tendencia que adoptaría el nombre de “existencialismo”. Camilo José Cela sería uno de los precursores de esta tendencia con La familia de Pascual Duarte (1942), la autobiografía de un asesino, que ha cometido críMenes atroces, que relata con la mayor naturalidad, y que se mueve en ambientes especialmente marginales.
Los temas giran en torno a la soledad, la dureza de la vida, la desigualdad social o el recuerdo de la guerra. La trama de estas obras suele ser lineal y su objetivo es criticar la situación social desfavorable de las clases medias y desfavorecidas a través de protagonistas colectivos. Además de esta tendencia social, surgiría un nuevo arte inspirado en el cine, el neorrealismo. En las obras de dicha tendencia, la trama es lineal, cronológica, y es protagonizada por unos personajes estereotipados que representan a una clase social concreta.
Camilo José Cela sería el máximo exponente de la tendencia social y crítica con La colmena (1950). En esta, se presenta la vida, de un gran número de personajes en el Madrid de 1942. Destacan el fragmentarismo y los constantes saltos temporales en la trama, además de la ausencia de un protagonista claro.
En La colmena vemos la vida de unos personajes mediocres y de baja talla moral que no se salvan de la vulgaridad. Los problemas que se desarrollan están relacionados con ganar dinero, el miedo al régimen totalitarista y la liberación sexual en oposición a la ideología religiosa. Otros ejemplos de la tendencia social serán Jesús López Pacheco con Central eléctrica (1958) y Armando López Salinas, con La mina. En cuanto al neorrealismo, destaca especialmente El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio. En este, el narrador objetivo nos invita a presenciar dos mundos diferenciados: el mundo de las clases acomodadas, superficiales e indiferentes a los problemas ajenos, representada por un grupo de jóvenes que decide pasar un día en el río Jarama; y el de las clases más bajas, que desarrollan su escasa trama en la Venta de Mauricio, un bar. La tensión narrativa es inexistente salvo al final, cuando uno de los jóvenes muere ahogado en el río.
En el año
1975 muere Francisco Franco y comienza un período comprendido hasta 1978, año en que se aprobó la Constitución vigente. España se encontraba en un momento social y económico atrasado en relación con sus vecinos europeos, ello debido al nacionalcatolicismo y a las leyes de censura que prohibían cualquier manifestación cultural que no siguiera las tendencias ideológicas del régimen. Desde 1982, junto con la legalización de los partidos de izquierdas, van a permitir modernizar radicalmente el país. Este desarrollo económico permitíó la incorporación del “estado del bienestar”, en el que los ciudadanos podían gozar de una atención sanitaria y farmacéÚtica, de una educación obligatoria y gratuita y de ayudas que garanticen su subsistencia. A estos cambios sociales también ayudaron la menor vinculación de la Iglesia en la sociedad, la aprobación de la ley del divorcio y la incorporación masiva de la mujer en el ámbito laboral.
Sobre la situación de la novela en este período, lo primero que debemos destacar es la desvinculación de los autores para con el experimentalismo anterior y vuelven sus ojos a las narraciones más tradicionales. La idea de la novela de la transición era conectar con el público lector, que había aumentado considerablemente, a través de historias exóticas. La ausencia de referentes en cuanto a la diversidad de géneros de la novela, que llevó consigo una explotación de sus posibilidades, hacen prácticamente imposible establecer carácterísticas comunes entre todas las obras surgidas después de la muerte del dictador. Surgieron géneros como la novela policíaca, histórica negra, de ciencia- ficción, de aventuras, siendo las más reconocidas las dos primeras. El mercado editorial utilizaría todo este material con la finalidad de vender cuanto más pudiesen. Los autores ya no se dedicaban solamente a escribir, sino que promocionaban sus escritos en medios de difusión como la televisión o la radio. Las novelas de este momento histórico se caracterizan por ofrecer al lector una variedad temática mucho más amplia, rica y variada que en épocas anteriores. Conviven la novela ambientada en el pasado y la visión del presente, la realidad, la mitificación y el relato fantástico, de aventuras, policíaco, el humor, la parodia, el erotismo, la introspección psicológica, el enfoque existencial y el contenido social. Así mismo, se elimina la complejidad estructural propia de los sesenta a favor del buen entendimiento del relato. Vuelven a tener importancia los personajes individuales y se retorna a los narradores arquetípicos en primera y tercera persona.
Otra carácterística fue el abandono de la literatura como un transmisor de una ideología con un mensaje social contundente. Se recrean situaciones cotidianas y reales, pero sin intenciones ulteriores.
El novelista que iniciará todo este proceso de cambio sería, Eduardo Mendoza a raíz de la publicación de su novela policíaca La verdad sobre el caso Savolta (1975). El autor utiliza el relato autobiográfico, documentos, cartas, recortes de prensa e informes de un proceso judicial y la narración en tercera persona para desarrollar una trama sentimental. Mendoza realiza un mosaico social de la época con una extensa galería de personajes que representan a la alta burguésía catalana, superficial y falta de escrúpulos, y a las clases de los bajos fondos de la ciudad. Otros autores de esta tendencia policíaca serían Manuel Vázquez Montalbán, con Yo maté a Kennedy o Los mares del sur, Antonio Muñoz Molina, con El invierno en Lisboa o Carlos Ruíz Zafón con La sombra del viento.
La segunda gran tendencia, la novela histórica, vino a ser encabezada por El nombre de la rosa, de Umberto Eco. En esta, el autor cuenta la lucha de Guillermo de Baskerville y Adso de Melk contra el fanatismo religioso. La vitalidad de este género pudo deberse a la necesidad de escapar de la realidad cotidiana. Se recrean distintos episodios de la historia española, situados en diferentes épocas. Otra de las grandes producciones del momento fue Los soldados de Salamina, de Javier Cercas, donde se cuenta la historia de cómo un escritor sobrevive a su fusilamiento. Otros ejemplos de grandes obras de este género serían El hereje, de Miguel Delibes, La lengua de las mariposas, de Manuel Rivas y El charlatán crepuscular, de Luís Antonio de Villena.
A lo largo del Siglo XIX, los países hispanoamericanos consiguieron proclamar su independencia del estado español y constituirse como potencias individuales. A finales de este siglo e inicios del XX, los países se debaten entre la explotación de sus riquezas agrícolas y minerales, y la pobreza de sus habitantes. En todos estos países los períodos democráticos se veían truncados por constantes golpes de estado militares, que pretendían la implantación de gobiernos dictatoriales. La población que se opónía a la dictadura o bien se mostraban activamente en contra de estos a través de movimientos revolucionarios y guerrillas, o bien emigraban a Europa o a los Estados Unidos. La explotación social, la pobreza, la desigualdad económica y social y la inseguridad política definen la sociedad hispanoamericana del Siglo XX.
En cuanto al panorama literario, destacamos, por una parte, la renovación de la poesía. En manos de Rubén Darío, un movimiento artístico e idealista que defiende la belleza, la musicalidad y la sensualidad a través de la evasión de la realidad mediante un lenguaje literario, rico y culto. Este Modernismo, afectó a las letras españolas de principios de siglo.
Por otra parte, la narrativa sufríó cambios considerables sólo a partir de los años ’40. Entre 1945 y 1960, surgen una serie de autores que renuevan la novela y el cuento hispanoamericano. Ahora, la narrativa se centraba en la denuncia explícita de problemas sociales, así como existenciales, con la particularidad de que aparecía el elemento sobrenatural, irracional en el argumento. La mezcla del mito, la magia y las creencias sobrenaturales en contextos realistas permitían una mayor elaboración del mensaje crítico que se pretendía transmitir. Es por eso mismo por lo que esta tendencia recibiría el nombre de “Realismo mágico”. En relación con la técnica narrativa, empiezan a tener gran vitalidad los juegos temporales y lingüísticos, así como también la mezcla de narrador interno, externo y monólogo interior.
Jorge Luís Borges, fué quien encumbró el género del cuento con obras como El Aleph, donde trataba temas como la pluralidad del hombre y el enfrentamiento de su interior con la realidad exterior. Alejo Carpentier, que reflexiona sobre las sublevaciones negras en Haití en su El reino de este mundo y Juan Rulfo, autor de Pedro Páramo, obra en la que se cuenta la historia de Cómala, una ciudad de muertos dominada por un cacique.
En la década de los años ’60, surge un conjunto de autores que consiguen ganarse muy pronto al público y cuyo éxito sería aprovechado por editoriales para darlos a conocer. Este perfeccionamiento del Realismo mágico se tradujo en una ampliación de los temas, que, también empezaban a hacer caso a la historia de Hispanoamérica. Además, el arte de la escritura se volvíó más intelectual y menos accesible para aquellos lectores que no fuesen capaces de reflexionar sobre filosofía, es decir, no se veía la literatura como algo que solo debía entretener. En cuanto a la experimentación narrativa, es frecuente que los autores ofreciesen los puntos de vista diferentes narradores en tramas paralelas, lo que llevaba a un movimiento constante de tiempo y espacio que dificultaba la comprensión de los relatos.
Los grandes autores que se posicionan a la cabeza de este nuevo momento literario de las letras hispanoamericanas son: Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar. El primero, Vargas Llosa, publicació su novela «La ciudad y los perros». En ella critica la sociedad peruana a través de la violencia y el machismo de un colegio militar. No obstante, su obra más ambiciosa sería Conversación en la catedral, en la que hace un reflejo de la desolada sociedad peruana bajo el yugo de la dictadura a través de la narración de cuatro historias diferentes. Gabriel García Márquez, en Cien años de soledad, narra la historia de siete generaciones de una familia perseguida por la fatalidad y el determinismo social. Finalmente, Julio Cortázar realizó Rayuela, que destacó por presentar una estructura en secuencias sueltas que permitía diferentes lecturas y diferentes interpretaciones. Esta se ha considerado una “antinovela”, porque rompe con la estructura clásica, no se describe a los personajes y hay multiplicidad de enfoques.