Portada » Español » La novela después de la Guerra Civil
El Modernismo es un movimiento literario de finales del Siglo XIX y principios del XX, que representó una actitud vital de rechazo del utilitarismo y que ensalzaba la belleza. Estaba influenciado por el Parnasianismo y el Simbolismo. Se caracterizaba por la búsqueda de sensaciones, emociones intensas, belleza, por la defensa de lo aristocrático, la evasión en el espacio y en el tiempo y la renovación del lenguaje. Su máximo representante es Rubén Darío, entre sus obras destacan: Azul, compuesta por cuentos y poemas breves, aparecen imágenes sorprendentes y gran adjetivación; Prosas profanas, tiene novedades métricas y verbales, evasión exótica, aristocrática y erotismo; Cantos de vida y esperanza, el tono es más íntimo y reflexivo, están presentes temas filosóficos como el paso del tiempo y el sentido de la vida, aparece también el tema del mundo hispano.
En España, el Modernismo influyó en autores como los hermanos Machado, Juan Ramón Jiménez o Valle Inclán; sin embargo, hay que matizar que estos autores llevan a cabo una literatura más íntima que la del nicaragüense y que, posteriormente, irán evolucionando hacia una literatura más personal y centrada en problemas existenciales y el tema de España.
La llamada Generación del 98 se corresponde con un grupo de autores de finales del Siglo XIX que se caracterizaron por su gran formación intelectual, su cercanía en la fechas de nacimiento y su deseo por evidenciar en sus textos preocupaciones filosóficas y sus reflexiones sobre la realidad del país. A este grupo pertenecen:
Antonio Machado, pasa por dos etapas, una de un Modernismo intimista, que aparece reflejado en su obra
Soledades:
la voz poética proyecta su estado de ánimo, describe paisajes decadentes con los que a menudo dialoga el autor;
Y otra de temática más social y política en su obra Campos de Castilla, que también incluye poemas de lamento por la muerte de Leonor y breves reflexiones filosóficas.
Azorín, escribíó ensayos, unos de crítica literaria como Lecturas españolas, otros en los que trata el tema de España y el paso del tiempo como Castilla. Sus novelas tienen un estilo sencillo, claro y preciso por el intento de superar el Realismo decimonónico. Entre sus novelas destaca La voluntad.
Miguel de Unamuno, escribe ensayos sobre temas políticos y existenciales como En torno al casticismo o Del sentimiento trágico de la vida; además, es el creador de las nivolas: novelas que se caracterizan por tener muy poca acción y ser profusas en diálogos y monólogos. Destacan Niebla, San Manuel Bueno, mártir o La tía Tula.
Pío Baroja, es un gran novelista, en sus novelas incorpora preocupaciones filosóficas que reflejan su idea de la existencia: una dura lucha por sobrevivir en un mundo hostil. Sus temas son la recreación de ese mundo hostil y el análisis de cómo enfrentarse a él. Muchas de sus novelas se agrupan en trilogías como es el caso de “La raza” que incluye, La dama errante, La ciudad en la niebla y El árbol de la ciencia.
Ramón María del Valle Inclán, fue poeta, novelista y sobre todo dramaturgo. Se inició literariamente en el Modernismo con las Sonatas, ciclo de cuatro novelas líricas que presentan un mundo en decadencia. Su creación es el Esperpento, técnica literaria que consiste en abordar asuntos graves desde una perspectiva burlesca. A este ciclo pertenecen Luces de Bohemia, Martes de Carnaval y los Cuernos de don Friolera. También dentro del Esperpento pero en prosa destacan Tirano Banderas y El ruedo ibérico.
Tras el desastre de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), los jóvenes europeos defendieron un mundo nuevo y una expresión artística opuesta a la tradición. En España, el afán de modernización y la voluntad de rebeldía se concretaron en el Novecentismo y las Vanguardias. El Novecentismo congregó a un grupo de autores con una sólida formación intelectual que vieron en lo europeo un modelo a imitar. Se caracterizan por dejar de lado la dolorida queja de los autores finiseculares para examinar con rigor y frialdad los problemas del país y buscar una solución eficaz. El máximo representante del Novecentismo fue el filósofo Ortega y Gasset, quien divulgó las nuevas ideas a través de artículos periodísticos y ensayos como España invertebrada, La deshumanización del arte o La rebelión de las masas. Se incluyen en este movimiento las novelas de Ramón Pérez de Ayala, de Gabriel Miró y la poesía de Juan Ramón Jiménez.
Juan Ramón Jiménez fue un escritor entregado a la poesía y a la búsqueda de la belleza, su vida y su obra estuvieron marcadas por su excesiva sensibilidad y su carácter depresivo. Sus inicios están influidos por el Modernismo: en este primera etapa alterna una poesía intimista, breve, de tono melancólico como Arias Tristes, con otra más descriptiva y ornamental en la que predominan las descripciones, la adjetivación y la sinestesia, a la que pertenecen Elegías o La soledad sonora.
La publicación de Diario de un poeta recién casado en 1917 marcó un cambio en la literatura de Juan Ramón. A partir de este libro se adentra en una concepción poética muy personal conocida como POESÍA PURA que persigue la condensación conceptual: apoyado en la razón, el poeta aspira a nombrar lo esencial con el menor número de palabras posible. Su poesía está desnuda de elementos sensoriales, plasma lo esencial y el sentido de las cosas, pero sin anécdota, sin artificio. Utiliza un lenguaje claro, preciso y directo.
La temática de esta etapa abarcará la plenitud de la naturaleza, la eternidad, la poesía como belleza, el poeta como un Dios creador… Destacan: Eternidades y Piedra y cielo. En prosa poética es significativa la obra Platero y yo, aunque pertenece a su etapa modernista. ///Las Vanguardias integran un conjunto de movimientos artísticos caracterizados por su afán renovador y de ruptura con los principios creativos anteriores.
– Futurismo: inspirado por el escritor italiano Marinetti, defendíó el antirromanticismo y ensalzó la civilización mecánica y técnica.////- Cubismo: surgido en la pintura, propónía la descomposición de la realidad en formas geométricas, teoría que inspiró al poeta francés Apollinaire para crear sus caligramas. /// Dadaísmo: movimiento que aspiraba a instaurar una expresión original, alógica y absurda. El término “dadá” no es sino el balbuceo de un niño.////- Surrealismo: nacíó en Francia, a partir del dadaísmo, de la mano del poeta André Bretón. Buscaba descubrir la verdadera realidad por medio del sueño y la escritura automática, no sujeta a filtros racionales, que incorpora imágenes que sugieren emociones y que no responden a la lógica.////- Creacionismo: propugnado por el chileno Vicente Huidobro, buscaba crear la propia realidad en el poema por medio de imágenes nunca dichas.//////- Ultraísmo: surgido en España, resumíó todas las vanguardias mediante la ruptura del discurso lógico y la introducción de innovaciones tecnológicas.
En España destacan Juan Larrea, Guillermo de la Torre y sobre todo Ramón Gómez de la Serna, quien difundíó las ideas vanguardistas a través de la revista Prometeo. Además, es el creador de la greguería, que podemos resumir como la uníón de la metáfora con el humor: “Los tornillos son clavos peinados con raya en medio”
Hacia 1920 irrumpíó en el panorama cultural español una promoción literaria de calidad excepcional que se conoce como Generación del 27. Aunque escribieron teatro, ensayo y novela, destacaron sobre todo por su poesía.
Los poetas más relevantes de la Generación del 27 son Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Luis Cernuda y Dámaso Alonso.
Tendencias poéticas:
– Neopopularismo: está influido por la lírica tradicional española y el canto popular. Se caracterizaba por el empleo de composiciones breves, de verso corto, algunas con estribillo, y de gran intensidad lírica gracias a las repeticiones, los paralelismos y la eliminación de elementos superficiales. Las obras más representativas de esta tendencia son Marinero en tierra y El alba del alhelí, de Rafael Alberti; y Poema del cante jondo y Romancero gitano, de Federico García Lorca.
– Influencia clásica y poesía pura: los poetas del 27 recibieron la influencia de los clásicos españoles, especialmente de Góngora, y de autores más recientes como Bécquer y Juan Ramón Jiménez.
El influjo clásico se advierte, sobre todo, en el uso de formas como el endecasílabo, la décima, la octava real y el soneto, empleadas en obras como Cal y canto, de Alberti; Alondra de verdad, de Gerardo Diego; Égloga, elegía y oda, de Luis Cernuda; y Sonetos de amor oscuro, de García Lorca.
La presencia de Bécquer se deja sentir en la poesía amorosa de La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento, de Pedro Salinas, su obra pasa por diferentes etapas: toca la poesía vanguardista y gongorina en su primera etapa con obras como Seguro azar y Fábula y Signo; también tiene una tercera etapa con temática existencialista, sin embargo, es su segunda etapa la que se corresponde con ese influjo becqueriano, la que contiene las obras que le han encumbrado como el poeta del amor por excelencia.
La poesía pura de Juan Ramón Jiménez influye en Cántico, de Jorge Guillén, y en Poemas puros, poemillas de ciudad, de Dámaso Alonso.
– Poesía de vanguardia: los movimientos de vanguardia que influyeron en la Generación del 27 fueron, fundamentalmente, el Creacionismo, el Ultraísmo y el Surrealismo. La influencia del Ultraísmo y del Surrealismo se aprecia en Imagen y Manual de espumas, de Gerardo Diego, el influjo del Surrealismo radicó en el empleo de imágenes ilógicas. Otras obras con predominio surrealista son Poeta en Nueva York, de García Lorca; Los placeres prohibidos, de Cernuda; y La destrucción o el amor, de Aleixandre.
Miguel Hernández: por su inclinación en sus inicios a la estética neogongorina y surrealista se le considera a veces miembro de la Generación del 27, aunque debido a su evolución posterior también se le incluye dentro de la Generación del 36. En la relación con la Generación del 27 están sus obras Perito en lunas, que pertenece a la poesía pura, y El rayo que no cesa, que se corresponde con una poesía neorromántica en la que el autor combina el neogongorismo con la expresión de los sentimientos amorosos.
Entre los años 1900 y 1939, España vive un período especialmente convulso desde el punto de vista político: se vive el final de la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República y finalmente la Guerra Civil. En el aspecto literario, este mismo período es uno de los más fructíferos de las letras españolas, tanto que llega a denominarse la Edad de Plata.
El teatro de esta época suele dividirse en dos grandes bloques:
– Teatro convencional: triunfa ya que no es arriesgado, es acrítico,se dirige a la burguésía, su máximo representatante es Jacinto Benavente y se caracteriza por presentar dramas bien construidos y diálogos ágiles que carecen de conflictos. Destacan Los intereses creados y La malquerida. También tuvo mucho éxito el teatro poético, eran dramas escritos en verso que presentan escenas lacrimógenas y asuntos patrióticos (El drama rural y la tragedia histórica representada por Eduardo Marquina con Las hijas del Cid). Por último, está el teatro cómico representado por Carlos Arniches (Las señoritas de TréVélez) y por Pedro Muñoz Seca (la Venganza de don Mendo).
– Teatro innovador: es un teatro de calidad y quebrantador, no tuvo el apoyo del público y se representó en salas minoritarias. Este teatro tuvo su arranque en Electra, de Galdós, un ensayo de drama naturalista que causó sontroversia entre la clase burguesa. Los autores de la Generación del 98 acogieron este tipo de teatro y se propusieron resurgir el género. De este modo, Azorín con Old Spain o Unamuno con Fedra condensaron sus temas recurrentes sobre España y el ser humano.
El autor más importante dentro de la Generación del 98 fue Valle-Inclán, su teatro se divide en ciclos: ciclo modernista, a él pertenece (ciclo mítico) ambientadas en Galicia como Las comedias bárbaras; y
(el ciclo de las farsas) Tablado de marionetas para la educación de príncipes. El más importante de sus ciclos es el esperpéntico: el Esperpento es un teatro que utiliza la deformación grotesca para mostrar la crueldad social. El mejor ejemplo es Luces de Bohemia, en ella, un poeta ciego pero sensible a la injusticia que le rodea visita en su última noche distintos ambientes de Madrid que recrean la sociedad española. También pertenece a este ciclo Martes de Carnaval. En su ciclo final, Valle lleva al extremo las propuestas dramáticas anteriores, hay presencia de lo irracional e instintivo, personajes esquematizados y guiñolescos, a este ciclo pertenece El Retablo de la avaricia, lujuria y la muerte.
Dentro del grupo del 27 también hay autores que apuestan por esa regeneración teatral. Alberti escribíó obras de carácter neopopular, La pájara pinta, surrealista, El hombre deshabitado, o de intención social, Fermín Galán. El autor más destacado en teatro dentro de la Generación del 27 es Federico García Lorca: consiguió un verdadero teatro poético, transgresor y contemporáneo, sin descuidar los elementos necesarios para la tensión dramática, la profundidad de los personajes y la universalidad de los conflictos. Sus comienzos no fueron fáciles y sus primeras obras como Mariana Pineda tuvieron malas críticas, cultivó también un teatro surrealista en El público o Así pasen cinco años. Su mejores obras se clasifican como dramas lorquianos, es un teatro que está más al alcance del público y cercano al drama rural, en él se incluyen las obras Bodas de sangre, donde se trata la pasión y el deseo prohibidos; Yerma, que cuenta la tragedia de una mujer estéril que termina asesinando a su marido, y La casa de Bernarda Alba, que fue su última obra antes de morir fusilado en los primeros días de la Guerra Civil; en ella, la que quizá sea su mejor obra, retrata una sociedad rural española hipócrita y cruel a través de una familia de cinco hermanas gobernadas con mano de hierro por su madre viuda.
La Guerra Civil (1936-1939) produjo una ruptura en todos los aspectos de la vida española y arruinó la economía del país. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), España se vio sometida al aislamiento internacional, lo que dificultó su recuperación económica. Desde el punto de vista cultural, el fin de la Guerra Civil supuso el exilio de numerosos intelectuales y escritores. Es lo que sucede, entre otros, con Alejandro Casona, o Ramón J. Sender, que con su obra Réquiem por un campesino español es el autor más representativo de esta novela del exilio. Para los que permanecieron en España, la novela está ligada de forma muy importante a los distintos momentos históricos y sociales que vive el país y se desarrolla en distintas tendencias.
– Años 40. Novela desarraigada: estos primeros años de posguerra reflejan la dureza de la vida cotidiana. Los jóvenes escritores que habían sufrido la guerra siendo niños hablan en sus obras de personajes marginales cuyas preocupaciones son la inadaptación o la tristeza. A esta tendencia pertenecen Nada, de Carmen Laforet. Un lugar especial ocupa dentro de esta tendencia La familia de Pascual Duarte ya que inaugura el tremendismo dentro de esta novela existencial y es capaz de reflejar el ambiente de pesimismo existencial que vivía la España de la posguerra. La novela narra la historia de Pascual Duarte, condenado por matar a distintos miembros de su familia. El protagonista cuenta su vida en primera persona y justifica su conducta por el ambiente violento en que se crió.
– Años 50. Novela social: En estas novelas, el personaje colectivo y el objetivismo disminuyó la importancia del narrador y se incrementó la del diálogo, se reduce la presencia del autor, se limita el protagonismo de los personajes,se elimina la introspección y el análisis psicológico de los personajes
para centrarse en su aspecto físico, el argumento se diluye en las anécdotas, la estructura y el estilo son sencillos, hay una mayor intencionalidad crítica, y los temas son el mundo rural, la clase obrera y la burguésía. Además de La colmena, de Camilo José Cela, son representativas de esta tendencia;Entre visillos, de Carmen Martín Gaite y Las ratas, de Miguel Delibes. La denuncia social se hace explícita en textos sobre el mundo obrero como Central Eléctrica, de Jesús López Pacheco.
– Años 60 y 70. Novela experimental/de renovación formal: a partir de la década de los sesenta el lenguaje utilizado en el Realismo social comienza a agotarse. Los escritores, jóvenes o ya consagrados, impulsados también por la narrativa hispanoamericana de Vargas Llosa, Julio Cortázar o García Márquez, se interesan por las nuevas técnicas narrativas que les llevan a una renovación formal en la que concedieron mayor importancia al lenguaje y al modo de estructurar el relato. De este modo, fueron incorporando nuevos procedimientos: la mezcla de espacios y tiempos, el protagonista individual con fondo social, recursos tipográficos, ortografía no convencional y diferentes puntos de vista. La novela que inicia esta etapa es Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos: en este caso, su originalidad no está en la historia, que en cierto modo refleja el Realismo social ya que enfrenta el mundo de las chabolas con el de los intelectuales y el de la alta burguésía, sino en la numerosas novedades que incorpora en su escritura: secuencias, monólogo interior, segunda persona, varias perspectivas… También destacan: Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé; Señas de identidad, de Juan Goytisolo; Cinco horas con Mario, de Delibes; Volverás a Regíón, de Juan Benet; La saga/ fuga de J.B., de Gonzalo Torrente Ballester y Mortal y rosa de Francisco Umbral.
Con las novelas de los años sesenta y setenta las nuevas técnicas se incorporan definitivamente a la narrativa española.
Tras la Guerra Civil, la situación del teatro se puede calificar de catastrófica. Había sido un arma de propaganda y también de evasión durante la contienda y así había de permanecer en los primeros años 40. El gobierno franquista sabía que era un modo de expresión peligroso, por lo que ejercíó una severa censura, contradictoria y miope muchas veces, pero que influyó de manera muy negativa no solo en los montajes sino en la propia creación dramática, en eso que denominamos “autocensura”.
Aunque hay un teatro en el exilio con autores como Alejandro Casona (“La sirena varada”), el panorama de los años 40 está protagonizado por dos formas de teatro bastante distintos. Por un lado, eso que se denominó “alta comedia”, de influencia benaventina. Son obras bien construidas, con una mezcla de intriga y sentimentalidad muy del gusto del público, en escenarios domésticos de la clase acomodada y temática repetitiva: celos, infidelidades, etc. Además de Jacinto Benavente, cultivaron este teatro autores como Joaquín Clavo Sotelo o José María Pemán. Por otro lado, y visto hoy con más interés, está el denominado “teatro de humor”. Enrique Jardiel Poncela, con bastantes obras ya antes de la guerra, se aleja de los escenarios realistas y encuentra en la situaciones disparatadas y cómicas un cauce de expresión moderna e intrascendente
En los años 50 surge una interesante generación que extenderá hasta casi los 70. Es la denominada “Generación realista”. Son autores que entienden que el teatro debe hablar de la circunstancia actual del hombre, que en el caso de España se llamaba dictadura franquista, y hacerlo con espíritu crítico. Se plantean cuál debía ser su actitud:¿escribir con libertad condenando así sus estrenos sin remedio o plantear su crítica de modo sutil para sortear la censura?
Esto último se llamó “posibilismo” y su autor más importante es Antonio Buero Vallejo. Buero aparece con “Historia de una escalera”, que plantea con pesimismo la imposibilidad del hombre llano de prosperar y salir de su pobreza,. Alfonso Sastre, por su lado, reivindicó la otra forma de hacer teatro, de preocupación social y abiertamente crítico. Obras suyas de interés son “Escuadra hacia la muerte”, que trata el conflicto de la tiranía, Otros autores importantes de este grupo realista son José Martín Recuerda, Lauro Olmo
Desde los años 50, se desarrollará otro teatro denominado experimental. Ajeno a la estética realista, entienden el teatro como un espectáculo donde el texto es solo un elemento más. La temática sigue siendo la denuncia del franquismo y de la opresión, lo que les impidió estrenar en condiciones hasta la muerte de Franco, pero hacen uso de técnicas novedosas como el absurdo, la ruptura de la cuarta pared, efectos especiales, mímica, improvisación, participación del público, etc. Los nombres más conocidos son Francisco Nieva (“Pelo de tormenta”)
A partir de los años 70 surge un fuerte movimiento denominado “teatro independiente”, al margen de la infraestructura comercial que compensaba su modestia de recursos con dosis de imaginación y libertad. Hablamos, por ejemplo, de Los Goliardos, Els Joglars, Comediants, etc, que en general cultivaron lo que se llamó “teatro colectivo”, es decir, sus obras se gestaban con la participación de toda la compañía.
El panorama actual del teatro es bastante heterogéneo. Existe, por un lado, un circuito comercial que se identifica con el teatro de humor y los dramas costumbristas. A su vez, hay una sólida red de teatro institucional que lleva a cabo montajes de calidad tanto de obras clásicas como de apuestas más arriesgadas y contemporáneas. Algunos autores que estrenan desde los años 80 regularmente y con éxito son Luis Alonso de santos (“Bajarse al moro”), José Sanchís Sinisterra (“Ay, Carmela”)