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Novela 70- actualidad
Tras la muerte de Franco, la vida cultural y literaria experimenta una considerable transformación: desaparece la
censura, se recuperan a los autores exiliados, y se produce una apertura hacia la literatura extranjera -europea,
norteamericana y latinoamericana, fundamentalmente-. La literatura española de las últimas décadas son la
variedad temática y estética, la diversidad de tendencias y corrientes literarias y la proliferación de autores.
Hacia 1975, empieza a publicar una nueva promoción de novelistas, que reacciona contra la complejidad
experimental, por lo que se produce un viraje hacia la concepción realista de la novela.
Se habla de Realismo
renovado, en el que la obra clave será La verdad sobre el caso
Savolta de Eduardo Mendoza. Se reivindica el placer
de narrar, es decir, el relato con intriga, la aventura, el enredo, los amoríos. Por lo general vuelven a la concepción
clásica, se narra una única acción y de forma lineal, así que la trama y el argumento son el eje. Algunos títulos
relevantes son: Los delitos insignificantes de Álvaro Pombo, Luna de lobos de Julio Llamazares, La ciudad de los
prodigios de Eduardo Mendoza o Las edades de Lulú de Almudena Grandes.
En la actualidad se observa una gran libertad y diversidad de tendencias:
a. Novela de intriga y policíaca. En la década de los setenta se produce una invasión de traducciones de novela
negra europea y norteamericana. Los autores españoles adoptarán estos modelos y los adaptarán, y en otros
casos los transgredirán para servir a otros fines (Plenilunio de Antonio Muñoz Molina, La verdad sobre el caso
Savolta de Eduardo Mendoza o La flaqueza del bolchevique de Lorenzo Silva).
b. Novela lírica o poemática. El valor esencial es la calidad técnica con que está escrita, la búsqueda de la
perfección formal y la expresión íntima y emotiva. La lluvia amarilla de Julio Llamazares, Makbara de Juan
Goytisolo o El lápiz del carpintero de Manuel Rivas se adscriben a ella.
c. Novela histórica. Se trata de un tipo de narrativa muy valorado por los lectores, que viene a integrarse dentro
de una tendencia general europea. Se trata de un tipo de novela de gran precisión histórica que obliga al
novelista a documentarse sobre el período, acontecimientos y personajes. Pueden servirnos de ejemplos las
novelas de Pérez-Reverté, El capitán Alatriste, o El último catón de Matilde Asensi. Dentro de esta tendencia
cabe citar aquella que se ocupa de la reconstrucción de la historia de España desde la Guerra Civil a la actualidad.
Se trata de obras como Los girasoles ciegos de Alberto Méndez, Soldados de Salamina de Javier Cercas o La voz
dormida de Dulce Chacón.
d. Metanovela. El narrador reflexiona sobre los aspectos teóricos de la novela que suele trasladar a la ficción como
tema o motivo del relato. Algunos ejemplos son El cuarto de atrás de Carmen Martín Gaite o El vano ayer de
Isaac Rosa.
e. Novela neorrealista o de la generación X. Este tipo de narrativa estuvo de moda durante los años que van desde
la caída del muro de Berlín (1989) hasta el 11 de Septiembre de 2001. Su interés temático se centró en la
representación de la conducta de los entonces jóvenes adolescentes, sus salidas nocturnas en las grandes
ciudades, el uso y abuso de drogas, del sexo, del alcohol y de la música rock. Son obras representativas de esta
tendencia Historias del Kronen, de José Ángel Mañas, que la inauguró, o Héroes, de Ray Loriga.
f. Novela culturalista. En los últimos años han aparecido una serie de autores jóvenes que hacen una novela que
se ocupa de analizar y explicar diferentes aspectos de la cultura occidental desde unas posturas bastante
eruditas. Es lo que hace Juan Manuel de Prada con Las máscaras del héroe o La tempestad.
g. Novela reflexiva. Se trata de un tipo de narrativa en la que se difuminan las fronteras entre la novela y el ensayo,
pues da cauce a múltiples digresiones sobre las preocupaciones del autor, en un tono cercano a veces a lo
autobiográfico. Un ejemplo de ello es El desorden de tu nombre de Juan José Millás o Negra espalda del tiempo
de Javier Marías.
novela de los 40-70
La Guerra Civil irrumpe en un momento en que la novela se decanta hacia posturas sociales y comprometidas,
abandonando las experiencias vanguardistas anteriores. La propia guerra acentúa ese carácter ideológico, de manera que
la mayoría de los novelistas escriben en defensa de sus ideales: republicanos (Sender, Arconada) o nacionales (Foxá, García
Serrano). Tras la guerra, en los años cuarenta muchos de los escritores partidarios de la República o, en cualquier caso,
enemigos del nuevo régimen, se exilian. Esto supondrá en ellos desarraigo, nostalgia y el recuerdo de España como tema
central de su obra. Los principales novelistas exiliados son Ramón J. Sender, Max Aub, Francisco Ayala, Rosa Chacel, donde
continúan su labor literaria, afectada a la nueva situación en la que viven.
En España, los novelistas se enfrentan a un panorama desolador: la tradición inmediata se ha visto interrumpida, no hay
acceso a las tendencias europeas, ni modelos propios. En este ambiente, se desarrolla especialmente una novela
triunfalista, patriótica y de exaltación del régimen o, en el mejor de los casos, justificativa (Gironella). Sin embargo, la
publicación de La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela y de Nada de Carmen Laforet, abre un nuevo camino a la
novela española, la narrativa existencial y tremendista, en la que los problemas sociales y políticos, que no pueden
abordarse directamente a causa de la censura, aparecen como trasfondo de la problemática personal de los personajes. A
esta línea se adscriben autores como Delibes (La sombra del ciprés es alargada) o Torrente Ballester. Se dan también otras
tendencias, como la novela fantástica y humorística (Wenceslao Fernández Flórez: El bosque animado) o el Realismo
clásico (Ignacio Agustí: Mariona Rebull).
En los años cincuenta, al hilo de los tímidos cambios sociopolíticos, de la influencia de tendencia realista en Europa y
Estados Unidos, y de un mayor distanciamiento de la Guerra Civil, una nueva generación de novelistas se suma a los
anteriores para escribir una novela más abiertamente social y con una visión crítica de su entorno. Los conflictos sociales
son el tema central, se caracterizan por un estilo coloquial, cercano al habla cotidiana y accesible para el lector, y por un
Realismo objetivista en el que un narrador externo da cuenta de situaciones socialmente injustas para crear conciencia.
Este cambio, iniciado de nuevo por Cela con La colmena (1952), atraviesa por dos etapas: una primera en la que siguen
predominando los enfoques personales, cercanos a la novela existencial anterior, donde cabe mencionar a Ana María «
Matute (Los niños tontos), Carmen Martín Gaite (Entre visillos), Ignacio Aldecoa (El fulgor y la sangre) o Rafael Sánchez \
Ferlosio (El Jarama); una segunda de carácter más social y hasta político con López Pacheco y García Hortelano, entre
otros.
A partir de los sesenta comienzan a verse los primeros signos de cansancio del Realismo que hasta entonces había I
dominado la novela española. Este agotamiento, unido a la influencia cada vez más notable de las innovaciones de la 1
narrativa extranjera y, sobre todo, de la nueva novela hispanoamericana, llevará a los autores de esta época a explorar i
nuevas formas narrativas. Es, por tanto, una etapa de novela formalista o experimental. La novela se hace más abierta, y i
el lenguaje abandona el prosaísmo y el compromiso militante para optar a una crítica más personal. Esta nueva narrativa
implica transformaciones en todos sus elementos: acción, personajes, punto de vista, estructura, técnicas… La obra clave ,
es Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos -más el gran impacto que supuso La ciudad y los perros, de Vargas Llosa-
Otros títulos importantes son Señas de identidad de Juan Goytisolo, Cinco horas con Mario de Miguel Delibes, Volverás a
Regíón de Juan Benet y Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé.
La experimentación continúa en los años setenta, aunque se suaviza debido al desencanto (fracasa el ideal de Mayo del ,
68) y se vuelve a ciertos aspectos de la novela tradicional, como a contar historias, en las que reaparecen las ,
preocupaciones individuales y existenciales, a veces desde perspectivas irónicas o humorísticas, así La verdad sobre el caso
Savolta de Eduardo Mendoza. Por otro lado, se da importancia a géneros hasta el momento considerados marginales como
la ciencia ficción, el policíaco o de aventuras.