Portada » Español » La Narrativa Española de Posguerra: Realismo, Experimentación y Compromiso Social
Es una época marcada por la censura ideológica y moral y por las dificultades económicas; la mayoría de las novelas se adscriben a la tradición realista. Aparecen dos tendencias:
La angustia existencial va dejando paso a las preocupaciones sociales y colectivas. Se abordan temas como las miserias de la sociedad española de posguerra, la dureza de la vida. A estos novelistas les mueve una intención ético-social: pretenden que sus novelas tengan un carácter útil al servicio del hombre y de la mejora de sus condiciones de vida. Los personajes son múltiples y variados, en el que alguno destaca para representar una clase o grupo, no por sus particularidades psicológicas. Comparten la idea de que el escritor debe comprometerse y denunciar la injusticia social. Predominan dos enfoques:
La novela del realismo social supera a la existencialista en innovaciones técnicas e intenciones ideológicas, suscribe un compromiso ético y una denuncia social y, por otro lado, se deja influir por las técnicas del cine, la novela norteamericana o el neorrealismo italiano. Emplean otras nuevas técnicas como la ambientación en la época contemporánea al autor o la narración lineal pero en un tiempo reducido. En cuanto al lenguaje, son abundantes los modismos del habla popular, el estilo directo y breves descripciones de ambientes y paisajes.
Traen un importante cambio social en el mundo. Se producen, también, cambios significativos en la evolución de la novela. Tiempo de silencio marca el inicio de la renovación de la narrativa española debido a la utilización de nuevas estructuras y técnicas narrativas. Entre los elementos formales renovadores de la novela podemos destacar los siguientes:
La evolución novelística de Cela se reparte entre el realismo y la vanguardia. En una primera etapa realista sigue la línea existencialista con tintes tremendistas en La familia de Pascual Duarte (1942), novela que narra en primera persona la biografía de un condenado a muerte y los motivos que le han llevado a ser un asesino. Se advierten las influencias de la novela picaresca, los romances de ciego… Todo ello unido da por resultado el denominado “tremendismo”. Su segunda etapa, la del realismo social, se inicia con La colmena (1951). Se ofrece una visión despiadada y distanciada del Madrid de posguerra en forma de secuencias narrativas y costumbristas por donde circulan más de trescientos personajes. El narrador omnisciente objetivo da paso en ocasiones a un narrador irónico. Toda ella transcurre en poco más de dos días y los espacios son siempre los centros típicos de las relaciones sociales de la época, se pretende fijar el tiempo en un eterno ahora, esa reiteración refleja la monotonía, la rutina. De su tercera etapa experimentalista son obras como Oficio de tinieblas. Es un autor que aporta una visión tremendista del mundo, manifiesta su obsesión por renovar las técnicas y estructuras narrativas, pero sobresale ante todo su dominio del lenguaje, la capacidad de crear ambientes y describir tipos humanos diferentes y originales.
El tema general de toda su producción literaria es la dignidad humana y las dificultades para defenderla con libertad. Analiza la sociedad rural marginada y critica a la burguesía urbana despreocupada con un lenguaje sobrio. Se inicia en la novela existencial donde aparecen dos grandes temas del autor: la infancia y la muerte, y desemboca en el realismo de ambiente rural con El camino (1950), en la que su protagonista evoca sus vivencias en el pueblo antes de marchar a la ciudad. Aparece otro tema: el afecto hacia los humildes. También aplica el realismo al análisis de los ambientes urbanos. Dentro de la novela experimental destaca Cinco horas con Mario (1966). En ella narra el largo monólogo de Carmen, utilizando la segunda persona, ante el cadáver de su marido, Mario. El fracaso matrimonial, las frustraciones personales…
Miguel Hernández ha sido considerado en ocasiones miembro del grupo poético del 27, por sus inicios en la estética neogongorina y surrealista, se le suele incluir en la generación del 36, si bien se acerca más a la poesía desarraigada. Su obra alcanzó su madurez en los primeros años de la posguerra. Su trayectoria poética se puede dividir en cuatro etapas: