Portada » Filosofía » La Moral y la Ética en Santo Tomás y Otros Filósofos
Dios es también el objeto último de la voluntad humana; el ser y la bondad son equivalentes; así, Dios, por ser el ser superior, es también la bondad perfecta e infinita. La vida moral está dirigida hacia el logro de la beatitud. Para Santo Tomás, todos los seres tienden a realizar los fines que les son propios, pero el hombre posee conciencia de los fines y de los medios y puede actuar a partir de sus ideas de lo bueno y de lo correcto. La voluntad tiene una tendencia natural a buscar el bien y, en relación con Dios, está orientada necesariamente; pero respecto de los bienes menos perfectos no está obligada inevitablemente a ir hacia ellos (es libre), por lo que en esta búsqueda hemos de utilizar la razón para dar con lo bueno y evitar lo malo.
En su teoría de las virtudes, sigue a Aristóteles, añadiendo elementos cristianos. Las virtudes son los hábitos gracias a los cuales el alma puede realizar bien cada uno de los fines a los que tiende. Puesto que en el alma encontramos distintas partes, habrá también distintos tipos de virtudes:
Es la principal figura del pensamiento eclesiástico del XVII, trata de establecer con precisión los límites entre razón y fe, filosofía y teología. Niega así la tesis de la doble verdad. Santo Tomás dice que Dios no creó el universo, sino que cuando crea el universo, crea el tiempo. En Dios están las perfecciones de todas las criaturas como modelos o ideas. Santo Tomás introduce la noción de existencia. La esencia es lo que hace ser a un ente ser tal ente y no otro, y la existencia es el acto por el cual ese ente es. En este sentido, los seres finitos deben recibir la existencia de otro. En cambio, en el ser creador, la esencia y la existencia coinciden.
Santo Tomás considera que el hombre no tiene conocimientos innatos, pero los puede adquirir por cinco vías que se remontan desde los efectos visibles en la experiencia hasta su causa. Estas cinco vías son pruebas metafísicas que culminan en la existencia de un primer motor:
Para resolver la cuestión del alma, aplica al hombre la teoría aristotélica, pero adoptando matices de San Agustín. El hombre sería un compuesto de materia (cuerpo) y forma (alma). Esta unión no es accidental, sino sustancial; por tanto, el alma es individual por definición. Sin embargo, no necesita del cuerpo para existir, ya que previamente al nacimiento está en la mente divina y ha sido creada por Dios.
Tomas afirma, como Aristóteles, que el conocimiento parte de las observaciones de la experiencia sensible acerca de las cosas que nos rodean. Por eso, no es válido ningún argumento que intente demostrar la existencia de Dios al margen de la experiencia. Los seres humanos se nos manifiestan mediante los sentidos y quedan en la memoria como imágenes sobre las que opera el entendimiento agente. Se elabora así una abstracción que queda impresa en el entendimiento paciente, pasando a ser un concepto coherente, ya que ninguna imagen con la cual pueden construirse enunciados relacionados unos con otros mediante razón, siguiendo reglas lógicas y gramaticales.
Representa la ordenación de las criaturas hacia Dios (ética teleológica). Los actos humanos son libres y se dirigen hacia un Bien supremo trascendente: Dios, cuyo conocimiento y participación conducen a la felicidad humana. Por ello, es Dios mismo quien orienta y gobierna el mundo mediante la Ley divina. Pero esta ley se encuentra participada en las criaturas mediante la Ley natural. Siguiendo a Aristóteles, todo ser natural posee unas tendencias que se derivan de su naturaleza. En el caso del hombre, del conocimiento de estas tendencias se derivan ciertas normas de conducta que están basadas en su misma naturaleza: la Ley natural (el hombre, como ser natural que es, puede formular ciertas normas de conducta de acuerdo con las exigencias de su propia naturaleza).
Por otra parte, la ley natural determina también la vida en sociedad, y esta es solo posible sobre la base de unas normas legales que regulen la convivencia humana: la Ley positiva que ordena la sociedad, pero no proviene del capricho de los gobernantes, sino que viene exigida por la propia naturaleza humana. Por ello, el Derecho y la moral, la Ética, no son independientes, sino que ambos están unidos hacia la Justicia. De este modo, la tiranía no estará justificada y será conforme a la ley natural quitar al monarca que gobierne autoritariamente, practicando, si es necesario, la desobediencia civil.
Nuestro conocimiento de hechos está limitado a nuestras impresiones. Sin embargo, en nuestra vida cotidiana contamos con que determinados hechos sucederán. Esta certeza se basa en la experiencia, no en la deducción racional. Pero no hay nada en la experiencia que nos garantice que los hechos pasados se repitan en el futuro, salvo que demos por supuesto que siempre se han producido de manera contigua y, por lo tanto, tienen entre sí una relación de causa-efecto. Nos basamos en una inferencia causal y concebimos la relación causa-efecto como conexión necesaria, según la cual el efecto se producirá necesariamente.
Hume aplica el criterio de verdad a la idea de conexión necesaria y concluye que no podemos señalar la impresión a la que corresponde; únicamente podemos percibir dos hechos contiguos espacio-temporalmente, y la experiencia del pasado es que esos dos hechos se han producido uno tras otro. Esta experiencia no justifica que haya una conexión, pero la costumbre genera en nosotros una creencia en dicha conexión. Esta conexión es necesaria e imprescindible para la vida cotidiana, pero no en el conocimiento científico.
Su proyecto es construir, mediante la razón, un sistema de proposiciones ciertas, fundamentando en principios verdaderos. El modelo tiene como referente a las matemáticas. La premisa cartesiana fundamental es que es posible el método científico universal, ya que la razón es una y la misma para todos. Este principio de la unidad de la razón garantiza que el saber sea uno. La razón conoce gracias a dos operaciones:
El método consistirá en una serie de reglas que garantizan el empleo correcto de estas dos operaciones. Existen cuatro:
Las reglas del método suponen poner en duda todo conocimiento y aceptar solo aquello que resista toda crítica. La duda es una exigencia del método y presenta características propias: es universal y radical, cuestiona toda certeza, es metódica, es un instrumento para alcanzar la verdad y teórica, solo debe afectar al nivel de la reflexión filosófica.
Aplicando esto, se entiende que el método adecuado para lograr una filosofía universal debe tener: evidencia como criterio de verdad, análisis, síntesis y comprobación de análisis y síntesis. Descartes pone en duda todos los conocimientos que no sean evidentes. Este inicia el proceso de todo conocimiento, empezando por el que proviene de los sentidos. A veces es difícil distinguir el sueño de la vigilia; la razón nos engaña.
Descartes afirma que podría existir un genio maligno que nos engañara a los hombres, haciendo creer tomar como real lo que no es. La duda no niega toda la verdad, sino lo contrario: de ella surge la primera evidencia: si dudamos y pensamos, existimos; si no existiéramos, no podríamos dudar ni pensar: «cogito ergo sum». Siguiendo esto, Descartes busca ideas inmediatas en el mundo exterior que son oscuras y confusas, y en el interior, claras y distintas. La idea de un infinito (Dios) garantiza la realidad del mundo exterior.
Respecto a la antropología, Descartes afirma que el ser humano está compuesto por cuerpo y alma. El alma es distinta del cuerpo, aunque el cuerpo no fuese alma, no dejaría de ser como es. El cuerpo es un mecanismo; si no hubiera alma, no habría consecuencia ni razón ni voluntad. La presencia del alma establece la diferencia entre el hombre y los animales. Nuestra alma cree que las pasiones surgen de ella, destacando amor, pasión, deseo, tristeza, amor y odio.
Aristóteles define la virtud moral como una «disposición voluntaria adquirida (hábito) dirigida por la razón y que consiste en el término medio entre dos vicios». La virtud es un hábito, es decir, una disposición que se crea en nosotros para la realización de una tarea o actividad y es consecuencia del ejercicio o repetición: nos hacemos justos practicando la justicia, generosos practicando la generosidad, valientes practicando la valentía.
La virtud moral se realiza en un sujeto a partir de lo que su razón le enseña como bueno. Aristóteles también afirmará que no toda acción ni toda pasión admite el término medio, pues hay cosas malas en sí mismas: pasiones malas en sí mismas son la malignidad, la desvergüenza y la envidia, y malas acciones en sí mismas el adulterio, el robo y el homicidio.