Portada » Historia » La Ilustración y las Revoluciones Atlánticas: Un Análisis Comparativo de España y Estados Unidos
Carlos IV comenzó a reinar en España en 1788, un año antes del estallido de la Revolución Francesa. El procedimiento contra Luis XVI de Francia, primo de Carlos IV, llevó a España a enviar tropas en su ayuda contra la Convención Republicana, aunque con escasos resultados. Con la llegada de Napoleón al poder, el nuevo primer ministro español, Godoy, retomó la política de alianza con Francia, siguiendo la tradición de los pactos de familia del siglo XVIII. Unió la escuadra española a la francesa para imponer el bloqueo continental a Gran Bretaña. Sin embargo, los británicos derrotaron a ambas escuadras en la batalla naval de Trafalgar (1805).
En 1807, Godoy firmó con Napoleón el Tratado de Fontainebleau, que permitía la entrada de tropas francesas en España para atacar a Portugal, aliado de Inglaterra. El príncipe heredero, Fernando, descontento con esta política y enemigo personal de Godoy, alentó una rebelión contra su propio padre, el Motín de Aranjuez (1808), para obligarle a renunciar a la corona. Godoy casi pierde la vida en el motín y se vio obligado a dimitir. Carlos IV tuvo que abdicar en su hijo.
Napoleón, mientras tanto, demostró que su plan no era solo cruzar España para llegar a Portugal, sino ocupar el país con sus tropas e instalar una nueva dinastía en la persona de su hermano, José Bonaparte. Forzó a Carlos IV y a su hijo, el futuro rey Fernando VII, a marchar a Francia. Allí, Carlos IV se negó a reconocer su abdicación de Aranjuez. En ese momento, tres personas se reconocían reyes de España. Mientras los reyes Borbones, padre e hijo, eran prisioneros de Napoleón, José Bonaparte llegó a España como nuevo rey, con el nombre de José I.
Napoleón no contaba con el rechazo de la población española. El 2 de mayo de 1808, el pueblo de Madrid, de forma espontánea, se rebeló contra las tropas que ocupaban la capital. Este levantamiento marcó el inicio de la Guerra de Independencia Española.
Grupos de emigrantes europeos, fundamentalmente provenientes de Inglaterra, se habían establecido desde el siglo XVII en la costa este de Norteamérica. Algunos habían huido de la inestabilidad política y de las persecuciones religiosas de Gran Bretaña, como el grupo de los Padres Peregrinos, que desembarcaron en la bahía de Massachusetts. La monarquía británica organizó a los colonos en 13 demarcaciones o colonias. Un gobernador, como representante del rey, ostentaba la máxima autoridad en cada colonia. Su poder era casi exclusivamente militar. Para todos los demás asuntos, los colonos se gobernaban a sí mismos a través de las asambleas coloniales.
Tras la Guerra de los Siete Años (1756-1763) entre Gran Bretaña y Francia, los británicos establecieron un importante ejército permanente en América y obligaron a los colonos a financiarlo mediante nuevos impuestos. Los colonos se rebelaron con el lema: «Ningún impuesto sin representación», ya que no tenían representantes en el Parlamento de Londres. Comenzó entonces un proceso revolucionario con la reunión en 1776, en Filadelfia, de delegados de las 13 colonias que se declararon independientes de Gran Bretaña. Las colonias pasaron a llamarse entonces estados, y el nuevo país, los Estados Unidos de América.
Los británicos se opusieron a la independencia de las colonias, lo que originó la Guerra de la Independencia, en la que Francia y, en menor medida, España y los Países Bajos apoyaron a los colonos. Tras las batallas de Saratoga y Yorktown, ganadas por los americanos, se firmó la Paz de París en 1783. Gran Bretaña reconoció la independencia del nuevo país.
Los delegados de los estados se reunieron de nuevo en Filadelfia y redactaron una Constitución, que fue aprobada en 1787. Algunos de los principios del liberalismo se consagraban por primera vez en la ley fundamental de un país. Los puntos fundamentales de la Constitución estadounidense se mantienen todavía vigentes:
Con la incorporación de Luisiana, un inmenso territorio que llegaba más allá del río Misisipi, y de otros territorios, el país duplicó en poco tiempo el número de estados. Se puso en práctica el sufragio universal masculino. En 1829 fue elegido presidente Andrew Jackson, fundador del Partido Demócrata. Mujeres, indios autóctonos y esclavos no tenían derecho al voto.
Los estados del norte quisieron suprimir la esclavitud, pero los del sur se opusieron e intentaron formar un estado esclavista independiente, lo que dio lugar a la Guerra Civil de Secesión entre 1861 y 1865. El norte, más liberal e industrializado que el sur, dirigido por el presidente Abraham Lincoln (fundador del Partido Republicano), ganó la guerra y decretó la libertad a todos los esclavos.