Portada » Historia » La Ilustración en España: Reformas, Ideas y Literatura
La rígida organización feudal de los estados europeos comienza a resquebrajarse bajo el impulso de nuevas fuerzas sociales y económicas. La instauración en España de la dinastía de los Borbones trae consigo una actitud reformista respecto a los problemas del país.
Con Felipe V (1700-1746) se inician los proyectos reformadores. Fernando VI (1746-1759) continúa el camino emprendido por su padre y fomenta la contratación de especialistas para que enseñen las nuevas técnicas. Carlos III (1759-1788), mayor reformador del siglo XVIII, recoge el fruto de los planes emprendidos por sus antecesores y da un nuevo impulso a las reformas: declara la libertad de precios agrícolas y liberaliza el comercio con América.
Carlos IV (1788-1808): se detiene el proceso reformador, a la vista de los acontecimientos revolucionarios en Francia.
Durante el siglo XVIII, la población española aumenta de siete a 11 millones y los reyes impulsan las actividades agrarias e industriales en todo el país. Se crean nuevas industrias como la del vidrio y la porcelana; se repueblan zonas no cultivadas y los privilegios de las organizaciones ganaderas, estrechamente relacionadas con los grandes terratenientes, son abolidos. Se mejoran los bienes comunales, la canalización del agua… El problema agrario quedó resuelto y las reformas del campo fueron insuficientes.
Partiendo de las ideas de Descartes y de los métodos experimentales propuestos por Newton en el siglo anterior, se someten a revisión los valores o principios tradicionales, rechazando aquellos no probados mediante la experimentación (método científico) o las afirmaciones que no resultasen coherentes y racionales (racionalismo).
Consecuencias:
Gozaron del favor y protección de los reyes en sus proyectos e ideas. Fomentaron la introducción de los estudios técnicos. Combatieron la superstición y el fanatismo religioso, fueron atacados y perseguidos por las autoridades eclesiásticas celosas de mantener un control absoluto de la enseñanza en España. Fueron objeto de oposición permanente por parte de los sectores conservadores del país. A partir de 1798, su influencia se redujo ya que fueron acusados de afrancesados y antipatriotas.
La mejor literatura del siglo XVIII está ligada al espíritu reformador y educativo de los ilustrados. Los principios racionalistas orientan sus preferencias hacia los escritores clásicos, de los que admiran su claridad y precisión. La literatura francesa y los escritores del siglo XVI influyeron. Rechazan el estilo barroco por oscuro y toman como lema del buen escritor la célebre frase horaciana: enseñar deleitando.
Rehúyen la ficción y someten la creación al principio de verosimilitud. La fantasía, la ilusión o cualquier otro elemento irreal son criticados por falsos o engañosos.
Etapa de iniciación: primera mitad del siglo. Conviven las formas barrocas del siglo anterior, que muestran claros síntomas de decadencia, junto a las corrientes reformadoras que comienzan a reivindicar a los escritores clásicos como modelos a seguir. Un benedictino ilustrado, Benito Jerónimo Feijoo, es la figura más destacada.
Segunda etapa: correspondiente a la segunda mitad, en la que triunfan los nuevos ideales culturales y literarios, es decir, el neoclasicismo con sus rasgos ya señalados de sencillez y naturalidad. El arte y la literatura deben estar al servicio del bien común y ser útiles a la comunidad. De ahí la necesidad de un estilo claro y didáctico.
A finales del siglo, se perciben nuevas orientaciones en el gusto literario y algunos autores abogan por un estilo que exprese las preocupaciones y sentimientos del individuo. Esta decadencia prerromántica anuncia los futuros cambios en la literatura.
En conjunto, se puede hablar de una literatura poco novedosa. La labor que los autores realizaron en el análisis de las ideas y en la formación de una conciencia social más abierta, libre y moderna constituye una aportación fundamental en la historia de la literatura española y del pensamiento político y social.