Portada » Historia » La Guerra Civil Española: Desarrollo, Apoyos Internacionales y Consecuencias
Los apoyos exteriores dieron una dimensión internacional al conflicto y lo convirtieron en preludio y campo de pruebas de la Segunda Guerra Mundial. La ayuda alemana e italiana al bando sublevado fue determinante. Alemania aportó la Legión Cóndor, con unos 6000 hombres, aviación y artillería, ayuda que se cobró con el control de importantes recursos mineros. Italia contribuyó con 40.000 hombres y material militar. La República contó con el apoyo material de la URSS, pagado con el oro del Banco de España. Moscú aportó sobre todo carros y aviación, así como asesores. Asimismo, la Internacional Comunista organizó las Brigadas Internacionales, cuerpo de unos 50.000 voluntarios de más de 30 países, canalizados por los Partidos Comunistas. México acogió a numerosos exiliados republicanos.
Por su parte, las grandes potencias democráticas, Francia y Gran Bretaña sobre todo, se declararon neutrales y manifestaron su intención de no ayudar a ninguno de los bandos. En esta línea, impulsaron la creación de un Comité de No Intervención integrado por 30 países neutrales. Las marinas británica, francesa, alemana e italiana controlarían los mares para impedir la entrada de material de guerra en España. Esta situación impidió al Gobierno de la República aprovisionarse de armas en el extranjero, mientras el bando franquista pronto recibió la ayuda de los regímenes fascistas que incumplieron el acuerdo.
Al comienzo de la guerra, la República controlaba las zonas urbanizadas e industrializadas. Pero en las primeras semanas del conflicto, el poder del Estado estaba prácticamente desaparecido y el gobierno de la República, tras permitir el acceso a las armas por parte de las masas, no consiguió imponer su autoridad. Ello contribuyó a la generalización de una represión indiscriminada contra toda persona sospechosa de simpatizar con los sublevados o con opciones de derechas.
Inicialmente, guerra y revolución se desarrollaron paralelamente, y con el impulso sobre todo de la CNT se produjeron expropiaciones y colectivizaciones en el campo y en las fábricas y talleres. Pero entre septiembre del 36 y marzo del 37 se constituyó un gobierno de coalición presidido por Largo Caballero que inició la recuperación y centralización del poder. Sin embargo, las discrepancias entre los defensores de la revolución como prioridad, con anarquistas y POUM a la cabeza, y aquellos que propugnaban que primero era ganar la guerra y después hacer la revolución, con comunistas y PSUC al frente, dieron lugar al enfrentamiento armado entre ambas facciones en Barcelona, en mayo de 1937. El anarquismo fue derrotado, el POUM desapareció y, ante la gravedad de esos hechos, Largo Caballero dimitió y su gobierno de coalición se derrumbó.
Desde la crisis de mayo de 1937, el Gobierno republicano pasó a estar dirigido por Juan Negrín, del PSOE, partidario de la unidad de las fuerzas republicanas y apoyado por los comunistas, los cuales, patrocinados por la URSS, incrementaron su poder e influencia en la República. El Gobierno Negrín paralizó la revolución social, reorganizó el ejército popular estableciendo la disciplina militar y proclamó sus Trece Puntos como programa de Gobierno, con tintes moderados (abril de 1938). Asimismo, el Gobierno se trasladó de Valencia a Barcelona (31 de octubre de 1937). Pero ante las derrotas generalizadas y tras la caída de Cataluña y el exilio del Gobierno y del Presidente de la República, Manuel Azaña, a comienzos de febrero de 1939, la Junta de Defensa de Madrid, con Casado y Besteiro entre otros, se levantó contra el Gobierno Negrín y entabló contactos con Franco para una rendición negociada y con condiciones. No obstante, la rendición tuvo lugar de modo incondicional. Fue el fin de la República.
Por su parte, los sublevados inicialmente controlaron un territorio menor, con zonas predominantemente agrarias. Los sublevados pronto crearon una Junta de Defensa Nacional en Burgos que sería presidida por Sanjurjo, pero este murió en el accidente de la avioneta que le llevaba a dicha ciudad, el 20 de julio. El objetivo irrenunciable de los sublevados era ganar la guerra, y para ello era primordial un mando único. Así, a finales de septiembre tuvo lugar una reunión de generales sublevados en una finca de Salamanca, de la que Francisco Franco salió con el título de Jefe del Gobierno del Estado, así como Generalísimo de todos los ejércitos (1 de octubre de 1936). Seguidamente, la Junta de Defensa pasó a ser una Junta Técnica del Estado, con sede en Burgos, a modo de Gobierno de la España sublevada, mientras Franco establecía su cuartel general en Salamanca.
El siguiente paso fue la unificación política. En este sentido, lo primero fue el sometimiento de las fuerzas falangistas y tradicionalistas (requetés) al mando establecido y a la disciplina del ejército, en diciembre de 1936. A continuación, se procedió a la unificación política e ideológica, de modo que, en abril de 1937, todas las fuerzas que apoyaban la sublevación, fundamentalmente falangistas y tradicionalistas, quedaron encuadrados en un partido único, FET y de las JONS, que siguió el modelo fascista de partido único, y al que se llamó Movimiento, con Franco al frente. Junto a Franco, la figura política más destacada del régimen en su primera etapa fue su cuñado Ramón Serrano Suñer, inicialmente miembro de la CEDA pero que fue basculando a posiciones próximas al fascismo.
Los sublevados practicaron desde el comienzo de la guerra una sistemática represión que se dirigió contra toda persona u organización vinculada al Frente Popular.
Respecto a las consecuencias de la guerra, los fallecidos en el conflicto superaron los 200.000, mientras que las víctimas de la represión en la retaguardia de ambos bandos superaron los 150.000. Además, en la inmediata posguerra, la población reclusa superó las 300.000 personas, muchas de las cuales también fallecieron en presidio. Asimismo, unos 500.000 exiliados huyeron de España hacia Francia, México, URSS y otros países. Aproximadamente la mitad regresó en los años inmediatos.
En el apartado económico, las pérdidas materiales fueron ingentes, con gran destrucción de infraestructuras y tejido productivo. Descendió la producción en todos los sectores y el nivel de renta, y la mayoría de la población sufrió durante casi 20 años los efectos del racionamiento.
Políticamente, el fin de la más importante experiencia democratizadora de la Historia de España hasta ese momento se vio sucedida por la represión, la falta de libertades y de derechos fundamentales. En el campo cultural, por último, más del 60% de maestros y profesores fueron depurados, muchos de ellos ejecutados y, por ejemplo, prácticamente la totalidad de los intelectuales de la generación del 27 y los más notables científicos y artistas marcharon al exilio, o incluso fueron víctimas de la represión.