Portada » Educación Artística » La Fundación: Análisis y Recursos Dramáticos
El tema de la dificultad de distinguir lo real de lo ficticio nos remite a Cervantes. Y el propio Buero lo reconoce en una entrevista.
El planteamiento de la condición humana, con sus referencias a la prisión, al sueño y a la ilusión, nos remiten al Segismundo de La vida es sueño de Calderón de la Barca.
Buero Vallejo ha reconocido que al concebir la trama recordaba la novela de H.G.Wells Mr. Blettsworthy en la isla de Ramploe. En ella, el protagonista-narrador sufre un desequilibrio mental al ser abandonado solo en un barco a la deriva y cree llegar a la isla Ramploe, cuando en realidad está en Nueva York, lo que el lector sólo descubre cuando él se cura.
Más allá de cualquier posible referencia literaria, este drama tiene tras sí la propia experiencia carcelaria de Buero en la posguerra. Así lo admite el autor: “yo no la hubiera escrito sin una experiencia personal y muy directa […] cuanto se refiere a la atmósfera, las tensiones y a las vivencias que conforman la obra, procede de una realidad directamente vivida”.
La obra se integra, como el resto de producción de Buero, en el género de la tragedia. De los elementos que la identifican como tal podrían destacarse: la catarsis o purificación del espectador mediante la identificación instintiva con los personajes; el final abierto de la obra, sin una solución aparente y la estructura circular.
El autor tiñe ese fatalismo final de una esperanza que también está en el resto de sus obras. Se trata de una esperanza trágica, que hace que el hombre se enfrente a su destino con la fe puesta en el valor de la libertad humana que da sentido a su acción.
Los personajes suelen utilizar un registro de lengua culta, huyendo por igual de dos extremos: la exhibición inoportuna de términos rebuscados o de alusiones demasiado difíciles y, por otra parte, el lenguaje de jerga, de las palabras demasiado marcadas como pertenecientes a un grupo social determinado.
Estamos ante un lenguaje funcional que no busca la brillantez ni el asombro ante los rasgos de ingenio, está al servicio de la verdad dramática.
En la obra aparecen referencias a obras artísticas, pero son funcionales, muestran la necesidad de Tomás de rodearse de belleza para escapar de la sordidez que lo rodea.
La estructura es circular ya que, tanto al principio como al final de la obra, la decoración sugiere una idílica Fundación en la que se escucha la misma música: la Pastoral de Rossini.
En la conclusión de la obra, en el último momento, vuelve a surgir, además, toda la decoración de la Fundación mientras el Encargado invita a entrar a nuevos, pero ya invisibles inquilinos de la estancia.
La obra se subtitula Fábula en dos partes. Con ello, Buero alude a dos cuestiones: en primer lugar, a la bipartición de la obra, con un único descanso, que es lo más común en las obras teatrales actuales; en segundo lugar, se refiere a la índole de los representado: la Fundación es una fábula porque ofrece una alegoría, un planteamiento simbólico.
La dura reflexión sobre la condición humana, que es La Fundación, se construye sobre una anécdota dramática: cinco presos conviven en una celda. Uno de ellos, enajenado, cree residir en una maravillosa Fundación.
El espectador ingresa en el argumento in media res, es decir, cuando ya han sucedido gran parte de los acontecimientos, que sólo le son aclarados en el momento oportuno y la historia de los personajes se halla muy próxima a la resolución final.
En cada una de sus obras, Buero Vallejo se ha planteado la relación entre el escenario y la sala de espectadores. Su contribución más interesante al teatro del siglo XX es los llamados efectos de inmersión.
La inmersión supone la identificación del espectador con los personajes, llevada a su máxima expresión. Bertolt Brecht inventó el distanciamiento, con el que pretendía convertir al espectador en un observador separado emocionalmente del escenario para que reflexionara con sentido crítico sobre lo que estaba sucediendo en escena. Buero Vallejo propone lo contrario; en vez de alejar al espectador, lo introduce completamente en el mundo de los personajes.
En El sueño de la razón, el viejo y sordo Goya, cada vez que entraba en escena, imponía sus limitaciones y los espectadores dejábamos de oír, produciéndose así una identificación con las limitaciones del personaje.
En La Fundación, Buero lleva a su máximo nivel los efectos de inmersión. Los espectadores, al descubrir la verdad desde dentro del personaje, se preguntan si no están viviendo, como Tomás, en un error; si muchas cosas de su mundo no serán también una invención, una fundación, tras la que se ocultan otras cárceles.
Estos recursos no son efectismos gratuitos, sino que se trata de medios puestos al servicio de una idea concreta y el propio autor ha reivindicado lo que en ellos había de búsqueda de la participación total del público.
Por su estética dramática, a Buero se le ha incluido siempre en la generación de dramaturgos realistas, por la descripción rigurosa de tipos y ambientes, por el uso de un lenguaje acorde con los personajes y por la elección de temas que denuncian situaciones sociales injustas. Pero, junto a estas características realistas, en la mayoría de sus obras puede descubrirse la utilización de elementos con valor simbólico.
Algunos de estos “efectos de inmersión” o símbolos son:
Con la aparición y desaparición de objetos, o con su movimiento y transformación, se va poniendo de manifiesto el tema de las apariencias engañosas. Estos cambios, además de ser muy efectistas, poseen una profunda significación.