La Explicación del Cambio en la Filosofía Aristotélica

Estos análisis nos llevan a otro rasgo de la filosofía aristotélica que lo distingue considerablemente de la platónica: la explicación del cambio. Para Platón, el carácter cambiante de las cosas sensibles es un signo de su imperfección, de su relativa falta de realidad. Para Aristóteles, como para los presocráticos (menos Parménides y sus discípulos) el cambio es un rasgo esencial de la naturaleza que la ciencia ha de explicar racionalmente. Lo define como paso de la potencia al acto, siendo:

Potencia y Acto

• La potencia: aquello que un ser no es ahora pero puede llegar a ser en algún momento de su existencia, porque así está contenido en su forma, en su esencia. La bellota no es todavía una encina, pero lleva en su esencia poder serlo. Por otro lado, la esencia de una sustancia determina todo el abanico de posibilidades de cambio que la sustancia puede experimentar. Sería otro susto observar que, al germinar, de la bellota brotaran un par de orejas velludas y que, con el paso del tiempo, se convirtiera en un burro gris.
• Acto: es lo que la sustancia es ahora, como resultado del desarrollo de sus potencias, pero que incluye también, en estado latente, germinal, todo lo que en potencia puede ser en el futuro, aunque ahora no se manifieste. Nada hay en la bellota en acto que apunte a la posibilidad de convertirse algún día en burro.

La potencia está relacionada con la materia, el acto con la forma. Esto por lo siguiente:

• Aunque la materia no puede existir en estado puro (privada de toda forma) podemos pensar en ella como potencia pura, puesto que no es nada en acto y puede ser cualquier cosa en potencia. Además, cabe pensar que si un ser no es ya en acto todo lo que está contenido en su esencia (la bellota todavía no es una encina), si tiene en sí alguna potencia que se pueda manifestar en el futuro, puede deberse a la cantidad de materia de que esté constituida o la forma en que se reparta (a la bellota le hacen falta nutrientes, agua, etc. que le permitan germinar y hacerse encina).
• Como hemos dicho, la forma, la esencia de un ser, contiene lo que es en acto ahora y también lo que podrá ser en acto en el futuro. En la forma está la causa de las actualizaciones que pueda experimentar el ser con el tiempo. La esencia de la bellota no es distinta de la de la encina y en cada momento explica lo que ese ser es en acto.

Las Cuatro Causas del Cambio

El cambio y los seres mismos se explican determinando sus causas. La palabra aitía (de donde «etología») que se traduce como causa, tiene sin embargo un sentido más amplio para Aristóteles, como se comprueba al considerar los cuatro tipos que él distingue:

• Causa material: sin materia no hay ser ni, por tanto, cosa que cambie. Además un cambio puede consistir en un aporte o merma de materia.
• Causa formal: igualmente, sin forma no hay ser. Además, como hemos visto, la forma contiene en sí potencialmente los rasgos que un ser puede actualizar en el futuro.
• Causa eficiente: los agentes que actúan provocando un cambio en el ser. Corresponde a nuestro concepto de causa. Por ejemplo, el riego, el abono, una cierta temperatura… pueden desencadenar la germinación de la bellota.
• Causa final: todo ser tiende por sí al máximo desarrollo posible de su esencia. El futuro es considerado por Aristóteles causa de los cambios que llevan a él. La encina es causa de que la bellota germine y se desarrolle. En esto comparte la postura teleológica (finalista) de Platón. Además, como el fin es la óptima actualización de la esencia, la causa final es, en el fondo, la misma que la formal (sólo con el matiz de perfectibilidad que la primera añade).

Tipos de Cambio

Hay cuatro tipos de cambio:

• Sustancial: una sustancia puede nacer (generación) o desaparecer como tal (corrupción, muerte).
• Cuantitativo: aumento o disminución en cantidad (la bellota crece hasta hacerse encina).
• Cualitativo: cambio en alguna cualidad (las hojas de los castaños se ponen amarillas en otoño).
• Local: simple movimiento, cambio de posición (el burro se ha hartado de hierba y va a la rivera a beber). Es el fundamental, pues los otros tipos se entienden como movimientos de las partes que componen las sustancias.

La Cosmología Aristotélica: Mundo Sublunar y Supralunar

Aristóteles acepta la visión geocéntrica de su época (cuya teoría astronómica había empezado a ser desarrollada en la Academia) y distingue en el universo dos zonas, según el tipo de sustancia que las componen y los tipos de cambio que en ellas suceden:

• El mundo sublunar (por debajo de la Luna), es decir, la Tierra, nuestro mundo, centro de todos los movimientos que se dan en el resto del cosmos. Aquí suceden los cuatro tipos de cambios y, muy en particular, el sustancial: los seres terrestres nacen y mueren, no son eternos. Se caracterizan por ser compuestos de los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego, que son las cuatro sustancias más simples, elementales), cada uno de los cuales, en función de su mayor o menor «peso», tiende a ocupar un lugar natural: la tierra el centro de todo, luego el agua, el aire y el fuego. Esa propiedad de los elementos está en sus esencias.
• El mundo supralunar (de la Luna hacia arriba) está formado por una sucesión de esferas concéntricas cristalinas hechas de un quinto elemento, el éter, más ligero que nuestros cuatro elementos. Esas esferas tienen un movimiento natural, exclusivamente local, circular y uniforme, que se transmite de unas a otras por contacto y produce los movimientos de los astros (el Sol, la Luna, los cinco planetas entonces conocidos, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, y las estrellas fijas del firmamento) que están como incrustados en algunas de dichas esferas. Los seres supralunares están exentos de cambio sustancial, por lo que ni nacen ni mueren (tampoco sufren cambios cuantitativos o cualitativos).