Portada » Lengua y literatura » La ficción narrativa Siglo XV a XVII
El Teatro que se dio durante el siglo XVII, fue el llamado “Teatro Barroco”. Los antecedentes de este teatro, los encontramos en el
s. XVI, donde el teatro era un género poco cultivado, muy refinado y que generalmente se representaba en palacio. También había una rama de teatro
, que era el popular, y no era refinado como el anterior. Los orígenes auténticos del teatro, los debemos de buscar en las iglesias. Sí, en las iglesias, pues
fue allí en donde aparecieron las primeras obras de teatro, que consistían en la representación de los textos evangélicos, en fechas importantes del
calendario cristiano, por ejemplo: Navidad, Semana Santa, Corpus Christi. De estas representaciones, derivan lo que luego van a ser los “Autos Sacramentales”.
En este teatro antecedente al del Siglo XVII, motivo de nuestro estudio, encontramos varios tipos de representaciones:
*Religioso *Profano: inspirado en temas históricos. *Teatro Humanista: Escrito por universitarios, dirigido para una minoría.
Lope dará un cambio radical al teatro español en el s. XVII. Será el principal impulsor de la llamada “Comedia Nacional”, anteriormente
mencionada. Para ello, se va a basar en la tradición nacional, utilizando por ejemplo leyendas, entre otras cosas. Lope dará un cambio radical al teatro
español en el s. XVII. Será el principal impulsor de la llamada “Comedia Nacional”, anteriormente mencionada.
En este momento se produce un cambio en la narrativa, las fórmulas anteriores ya no funcionan y se buscan nuevos temas y tipos. Así,
se pierde la novela de caballerías y disminuye el número de novelas con temática morisca o pastoril en favor del género picaresco, que alcanza un
arrollador éxito, y de la novela alegórico-filosófica
. Veamos lasprincipales carácterísticas de ambos tipos de novela
El Lazarillo de Tormes la novela que inicia este tipo de narrativa durante el Renacimiento, cuya consolidación se produce ya en el Barroco. A lo largo del
Siglo XVII, la novela picaresca sufre un proceso de “desnovelización”, es decir, poco a poco irá perdiendo sus carácterísticas esenciales como novela hasta
convertirse, ya en la segunda mitad del siglo, en una descripción fiel de la realidad de la época. Podemos apuntar que, además de ese afán crítico que
aparece ya en el Lazarillo de Tormes, el género picaresco posee un componente altamente aleccionador relacionado, en gran manera, con la
Contrarreforma. En las novelas picarescas del Siglo XVII se sigue empleando la estructura que se usaba en el sigo anterior:
En la novela barroca, hallamos en su temática una dualidad: por un lado, aparece la predestinación y, por otro, el libre albedrío. El pícaro está destinado a
una vida infame desde su nacimiento en una sociedad miserable y, además, cae de modo inevitable en el pecado mediante actos libres. Solamente existe
la salvación a través del arrepentimiento.
El Siglo XVII o «siglo Barroco», continuó la línea de la poesía culta que se iniciara en el Renacimiento (principios del Siglo XVI) pero por vías diferentes.
Por un lado, se siguió con las últimas formas y temas, sobre todo la de Fray Luís de León;
Por otro lado se produjo un avance o renovación de lo ya conseguido
durante el Renacimiento, en dos direcciones aparentemente opuestas: el culteranismo y el conceptismo. Decimos aparentemente, en tanto que ambos
estilos comparten algunos rasgos comunes. Al mismo tiempo, la lírica popular y tradicional es seguida con interés por los principales poetas de esta época
que también cultivan este género de poemas. Pero, es la renovación poética que intentan algunos escritores lo que da importancia a la evolución poética del
Siglo XVII. Góngora fue polémico en esa renovación, pues pretendíó crear un lenguaje específico y alejado de la lengua clara y corriente, para incorporar a su
poesía diversos recursos lingüísticos tomados del latín, y transformar otros nacidos durante el Renacimiento. Este nuevo estilo de expresión de Góngora fue
llamado poesía culterana o culteranismo, y resultó duramente atacado por otros poetas de renombre, como Lope de Vega y Quevedo. Quevedo también
pretendía una renovación, pero no a través del juego de las formas, como hacía Góngora, sino del contenido, es decir, jugando con los conceptos. A esta otra
orientación se le llamó poesía conceptista o conceptismo. Por lo general, ambos términos se ha entendido como opuestos, a pesar de que participan de
elementos comunes.