Portada » Filosofía » La Felicidad y la Virtud en la Ética Aristotélica
Las ciencias prácticas, como la ética y la política, son para Aristóteles aquellas cuyo propósito no es alcanzar la verdad de lo que es universal y necesario, sino que afectan a la acción, es decir, tratan de lo que puede y debe ser la vida humana. Si todo en la naturaleza tiende a su perfección, el hombre como ser natural que decide sobre sus actos necesita saber cuál es el fin o bien de su naturaleza que le es propio y al que tiende un método natural.
El fin o bien supremo será aquel que quisiéramos conseguir por sí mismo, y que no se subordina a ningún otro. Ese bien supremo al que aspira todo ser humano y al que se subordinan todos los demás fines es la felicidad, la eudaimonia.
Si preguntamos a varias personas qué entienden por la felicidad comprobaremos que existen diferencias entre ellos: unos la colocan en las cosas visibles y que resaltan a los ojos, como la riqueza, mientras que otros la colocan en otra parte. Además, dice Aristóteles, que la opinión de un mismo individuo varía muchas veces sobre este punto: el enfermo cree que la felicidad es la salud; el pobre, que es la riqueza.
Podemos distinguir tres tipos de interpretaciones con relación a la felicidad:
Si queremos averiguar en qué pueda consistir la auténtica felicidad hemos de preguntarnos cuál es la obra propia del hombre que será la actividad del alma conforme a aquello que sea más excelente en él.
La felicidad es el bien al que aspira la vida humana y un bien natural. Se obtiene por la práctica de la virtud y mediante un largo aprendizaje. Aristóteles entiende por virtud humana la virtud del alma, y no la del cuerpo, ya que la felicidad es una actividad del alma. Distingue dos facultades en el alma como ser racional: una dotada de razón y otra no dotada de razón. De acuerdo con esta diferencia Aristóteles distingue tres tipos de virtudes:
Son las que perfeccionan nuestra capacidad de conocer. Dos facultades racionales:
Son aquellas que perfeccionan nuestro carácter. Tanto las virtudes intelectuales como las éticas son imprescindibles para el ser humano. Aristóteles define la virtud ética como »un estado del individuo a quien concierne la elección, situado en un punto medio relativo a nosotros mismos, determinado por un principio racional en la dirección en que lo determinaría el hombre prudente». Las virtudes éticas se refieren a la elección, por lo tanto es una disposición de nuestra voluntad. Facilitan nuestra elección orientándola a un término medio relativo a nosotros. Este término medio no es absoluto, sino relativo a nosotros mismos. Lo que uno considera excesivo puede ser escaso para otro. Dentro de las virtudes éticas reconoce una importancia especial a la justicia. Lo justo se refiere por una parte a la legalidad. Justicia legal, no regula un determinado tipo de comportamiento sino la propia convivencia humana. Pero hay también una justicia particular que regula las relaciones entre las personas estableciendo un trato equitativo entre ellas. Dos formas:
Aunque por naturaleza somos aptos para adquirir la virtud, es la costumbre la que nos hace buenos. Hemos de elegir prudente y racionalmente y así adquirimos buenos hábitos o virtudes. La prudencia es la virtud fundamental de la ética y la política aristotélica y la que relaciona las virtudes intelectuales con las virtudes éticas. El hombre prudente es capaz de deliberar y discernir qué es lo bueno y lo malo en cada situación particular.
Aristóteles concede una gran importancia a la amistad. Hay diferencia entre el significado de amistad y philia. Philia expresa los lazos afectivos de quienes tienen conciencia de formar una comunidad. Cabe hablar de amistad en las relaciones entre amantes, padres e hijos, entre miembros de cualquier asociación y finalmente entre ciudadanos. La amistad es necesaria para la vida y es algo noble y hermoso. Sin convivencia no hay vida humana; sin amistad, no hay vida plena y satisfactoria. Por eso, el hombre feliz necesita amigos.