Portada » Historia » La España del Siglo XVII
TEMA 4. LA ORGANIZACIÓN SOCIAL EN EL Siglo XV
El aumento de la producción agrícola trajo como consecuencia la ampliación y la multiplicación de los núcleos urbanos. Sevilla, con 100.000 habitantes, fue la ciudad más poblada y la población madrileña, al convertirse la ciudad en capital, aumentó considerablemente. Los grupos privilegiados y la monarquía optaron por la exportación de materias primas y la importación de productos manufacturados, donde las colonias americanas jugaron un papel fundamental. Por otro lado, esta época estuvo marcada por las exigencias de la política imperial. La economía estuvo en todo momento al servicio de la política, lo que provocó algunos períodos de crisis en un clima de prosperidad general.
La demanda americana de mercancías desató inicialmente una oleada de prosperidad agrícola en Andalucía. También se beneficiaron las industrias textiles, las de armas, las de cueros, las sederías y la construcción naval. Fue el período de esplendor de las ferias castellanas (Medina del Campo, Medina de Rioseco), donde la plata acuñada en Sevilla servía para comprar las mercancías de toda España y de Europa que habían de embarcarse parºa las Indias. Pero la abundancia de oro y plata hizo bajar su valor en relación con las mercancías, desencadenando la llamada revolución de los precios. En Andalucía y Castilla esta revolución cuadruplicó los precios a lo largo del siglo, y la subsiguiente subida de los salarios restó competitividad a las manufacturas castellanas frente a las europeas. Por su parte, las explotaciones agrícolas se resintieron debido al creciente autoabastecimiento criollo.
Los imperios de Carlos I y Felipe II exigieron una política económica destinada a obtener recursos para sufragar las maniobras políticas. El dinero de que dispónía la monarquía procedía, además del oro y plata de América, de los bienes del Patrimonio Real y de los ingresos procedentes de la presión fiscal sobre los súbditos. Los reyes se preocuparon especialmente de esta última. Los impuestos podían ser de dos tipos: directos e indirectos. A fines del reinado, acuciado por las deudas, el rey Felipe II impuso un nuevo impuesto indirecto, que gravaba productos de primera necesidad. Fue el servicio de los millones, que quedó también encabezado por localidades. El procedimiento de recaudación hizo proliferar la figura de los arrendadores de impuestos.
Por otro lado, la necesidad de poner a disposición de los reyes cantidades de dinero en lugares y fecha determinados propició la aparición de los asentistas, que contrataban con el monarca el asiento de una cantidad de dinero en un lugar fijado. A cambio, el rey les ofrecía el cobro de determinadas recaudaciones de impuestos en una ciudad concreta.Por esa vía, los banqueros, especialmente los alemanes durante el reinado de Carlos I fueron haciéndose con cantidades crecientes del importe de los impuestos de la monarquía. Los desajustes de fecha entre el desembolso del dinero anticipado por los arrendadores de rentas y la recaudación de los impuestos, con el consiguiente aumento de intereses, fueron frecuentes. Ello, junto con la disminución del oro americano, ocasiónó sucesivas bancarrotas de la Hacienda pública durante el reinado de Felipe II. Para hacerles frente, este recurríó a la venta de tierras de realengo, tierras baldías de los concejos y de cargos de gobierno en los municipios. Esta época también la sociedad está plagada por ideas humanistas, es decir, se deja atrás la concepción teocentrista de la Edad Media y ahora se considera a el hombre como el centro del mundo. Los precursores de esta corriente fue esencialmente Erasmo de Roterdam. En esta época también se producen importantes avances científicos, como la teoría heliocéntrica de Copérnico. Además se produce la invención de la imprenta por gutenberg, que permitíó la creación de varias copias de un mismo libro, abarantándose así el precio de los libros y no concentrándose la cultura en los monasterios como en la Edad Media. Ademàs se impulsó la creación de Bibliotecas y centros culturales, como la academia platónica.
TEMA 5. LA Política EUROPEA EN EL Siglo XVI. LOS GRANDES CONFLICTOS
Durante el Siglo XVI los Estados modernos se consolidaron y el poder de los gobiernos centrales aumentó considerablemente. España se convirtió en la primera potencia del continente aunque se encontró con fuertes oposiciones a su hegemonía.
Los monarcas medievales habían visto limitado su poder por el de la nobleza y las ciudades. En el Siglo XV se inició un largo proceso de integración territorial de los antiguos reinos y señoríos en el que los poderes de la nobleza, los gremios, los municipios y las Cortes fueron debilitándose lentamente en beneficio de la autoridad real.
De esta manera aparecíó el Estado moderno, cuyas instituciones se orientaron fundamentalmente a que el rey concentrara todos los poderes. Los monarcas del Siglo XVI intentaron ampliar su autonomía y libertad de acción. Para ello se valieron de diversos instrumentos: La unificación territorial mediante una política de uniones matrimoniales o por medio de la guerra.
Una burocracia independiente y cada vez más profesionalizada. La diplomacia, que se convirtió en el instrumento de las relaciones internacionales. Así los monarcas comenzaron a enviar embajadores permanentes a otros Estados. Un ejército poderoso, constituido básicamente por mercenarios. Unos impuestos ordinarios que no tenían que ser aprobados por las Cortes o Parlamentos.
Los cambios en las ideas políticas fortalecieron también el poder de los monarcas. Entre los escritores políticos del Siglo XVI se difundíó la doctrina de que cada príncipe era soberano dentro de su territorio y que no debía obediencia ni al papa ni al emperador alemán, como había sucedido durante la Edad Media.
En el Siglo XVI destacaron tres grandes pensadores políticos: Maquiavelo, Tomás Moro y Bodino. El italiano Maquiavelo defendíó en su obra El príncipe que los monarcas podían llevar a cabo acciones amorales si estas eran en beneficio del Estado. Su pensamiento ha sido resumido con la frase «el fin justifica los medios». El inglés Tomás Moro imaginó en su obra Utopía una isla en la que los ciudadanos vivían en armónía y donde se propugnaba la propiedad común, el divorcio, la eutanasia y la pluralidad de religiones. El francés Bodino sostuvo la necesidad de un poder fuerte, únicamente responsable ante Dios.
La política se independizó de la teología, a la que había estado ligada en la Edad Media.
LOS GRANDES CONFLICTOS
Como en el caso de Carlos I, la política desarrollada por Felipe II en los territorios de la península Ibérica estuvo mediatizada por sus intereses exteriores, en especial, los dinásticos y los religiosos.
El conflicto morisco surgíó en las Alpujarras de Granada en 1568. En esta fecha, la comunidad morisca, que constituía la mitad de su población, se levantó contra las autoridades y los cristianos viejos, que no aceptaban que los moriscos, aparentemente convertidos al cristianismo.
El levantamiento dio lugar a una guerra enormemente cruel. Acabó en 1570 con la intervención de don Juan de Austria, hermano bastardo del monarca, y la muerte, cautividad, expulsión al norte de África o dispersión por otras regiones peninsulares de unos ochenta mil moriscos.
Con el final del levantamiento, Felipe II consiguió que los vecinos del litoral andaluz quedaran menos expuestos a la amenaza de los corsarios norteafricanos, que habían encontrado en sus correrías el apoyo de los moriscos granadinos.
Las alteraciones de Aragón
Las alteraciones de Aragón tuvieron lugar en el año 1591. Se dieron por diversos motivos:-La crisis económica, que había fortalecido el bandolerismo en los reinos de Aragón y Valencia. -El descontento político atizado por una facción de la nobleza aragonesa.
En el Mediterráneo se había acentuado la presión turca pero, retenido por otros graves problemas, Felipe II tardó en retomar la iniciativa. El ataque turco (1570) a Chipre, que era posesión veneciana, precipitó la formación de una alianza entre España, Venecia y el papa. La flota de la Santa Liga, mandada por Juan de Austria, vencíó a la turca en la batalla de Lepanto (1571), pero fue más tarde, a partir de 1585, cuando se debilitó la amenaza islámica en el Mediterráneo occidental.
Felipe II tuvo que luchar contra varias circunstancias: -Contra la resistencia de la población que se opónía al gobierno de un monarca a distancia. -También influyó la cuestión religiosa, ya que las provincias del norte (actuales Países Bajos) adoptaron el calvinismo. Felipe II hizo concesiones políticas, pero se mostró inflexible en el terreno religioso. A las sublevaciones protestantes de 1566, el rey replicó con una durísima represión que no resolvíó la situación, y se inició así una guerra interminable contra los rebeldes. El empeño por mantener la soberanía en Bélgica y los Países Bajos se ha considerado un factor fundamental en la decadencia española del Siglo XVII.
La alianza que Carlos I había mantenido con Inglaterra se prolongó durante los primeros años del reinado de Felipe II, pese a que una reina protestante, Isabel I (1558-1603), ocupaba el trono inglés. La situación cambió a partir de 1568. Los corsarios ingleses empezaron a obstaculizar el comercio entre España y América. Por su parte, la reina Isabel I no escondía sus simpatías por los rebeldes holandeses. En 1588, para asegurar su posición en Flandes, el monarca español envió la Armada Invencible. La lejanía de sus bases, la movilidad de la armada inglesa y las tormentas provocaron el desastre de aquella aventura naval.
En 1580 Felipe II heredó Portugal y se convirtió en el titular del Imperio más extenso que jamás había existido.
La política exterior de Felipe III (1598-1621) ha sido calificada como pacifista por comparación con la actividad bélica de su padre, Felipe II, y de su hijo, Felipe IV. Contribuyeron en ello tanto el carácter y temperamento del monarca, que cedíó la dirección de la política española a su valido, el duque de Lerma, como una serie de coincidencias que marcaron nuevas relaciones con las grandes potencias tradicionalmente enemigas de España: Francia, Inglaterra y Holanda. En 1610 moría Enrique IV de Francia, lo que supuso para España unos años de paz, ya que su viuda, María de Médicis, se mostró partidaria de la amistad española. Por otro lado, la paz de Londres, en 1604, puso término a una guerra concebida para evitar el apoyo inglés a los rebeldes holandeses. El fracaso de una expedición española a las costas irlandesas en 1603 y la llegada al trono inglés ese mismo año del rey Jacobo I, tras la muerte de la reina Isabel, facilitó el fin de las hostilidades. Las negociaciones supusieron la concesión de facilidades al comercio inglés, a cambio de que se cortara el suministro de armas a los holandeses y se suspendieran las actividades de los piratas en el Atlántico. Holanda, por su parte, seguía luchando por la independencia del dominio español. La abdicación de Felipe II en su hija como regentes de aquellos territorios, no puso fin al problema, ya que se mantuvieron los enfrentamientos y continuó solicitándose el apoyo español. En la lucha se mezclaban razones de carácter político, religioso y económico. Holanda contaba con valiosas amistades internacionales, saneadas finanzas y una poderosa armada, pero los holandeses se hallaban divididos entre partidarios de la guerra y partidarios de la paz, respectivamente. El cansancio y las dificultades financieras de ambos contendientes para sostener la guerra llevaron a la firma, en 1609, de la llamada Tregua de los Doce Años (1609), que supuso finalmente un reconocimiento de hecho de la independencia de este país.
La política exterior del reinado de Felipe IV (1621-1665) se enmarca en el escenario de la guerra de los Treinta Años (1618-1648). Estuvo orientada a recuperar el poderío español frente a otras potencias, especialmente, Francia, Holanda, Inglaterra y Suecia. La guerra comenzó entre la rama austriaca de los Habsburgo y los Estados protestantes alemanes. Al apoyar Francia a los protestantes, la guerra se convirtió en una confrontación por la hegemonía europea entre Francia y los Habsburgo. El conde duque de Olivares, valido de Felipe IV, implicó a la monarquía española en el conflicto. Dos razones le llevaron a ello: la defensa de la religión católica y la necesidad de articular de manera más firme los distintos territorios de un Imperio europeo demasiado disperso. Al principio, España y sus aliados cosecharon una serie de éxitos. Sin embargo, Olivares tuvo que hacer un enorme esfuerzo en plena depresión económica. La derrota naval de las Dunas (1639) y la de los tercios en Rocroi (1643) hicieron la situación insostenible. La contienda concluyó en 1648 con la firma de la paz de Westfalia, que supuso el final de la hegemonía de los Habsburgo en Europa. Se impuso la tolerancia religiosa en los territorios del Imperio y este se fracciónó en una confederación de Estados independientes. En 1659, Felipe IV firmó la Paz de los Pirineos, por la que pasaban definitivamente a Francia el Rosellón y la Cerdaña. Era el fin de la hegemonía española.