Portada » Historia » La españa del siglo xix: la regencia de espartero.
A la muerte de Fernando VII se iniciaba la regencia de María Cristina. El gobierno inmovilista de Cea Bermúdez no consiguió acercar sus posiciones a los liberales. En enero de 1834 la Regente constituye un nuevo gabinete, con Martínez de la Rosa al frente, en un intento para aproximar a los liberales al gobierno. Para ello resultaba ineludible superar la estructura política del Antiguo Régimen mediante la puesta en marcha de alguna institución representativa: este sería el objetivo principal, como hemos visto, del Estatuto Real. El gobierno de Martínez de la Rosa se acercó al liberalismo moderado pero lo justo. Prueba de ello es el control establecido sobre la Milicia Nacional. También el gobierno encontró un cierto respaldo internacional con la firma de la Cuádruple Alianza con Gran Bretaña, Francia y Portugal, a pesar de lo cual no se logró que franceses e ingleses participaran con tropas en la lucha contra el carlismo. Pronto surgieron notables dificultades: una epidemia de cólera, situaciones de hambre en algunas regiones; todo ello con el escenario de fondo de la crisis económica. La convergencia de obstáculos desató una oleada anticlerical . María Cristina, presionada, formó gobierno con Mendizábal, encargado de financiar la guerra. Sus recetas (desamortización) excedían lo tolerable por la Regente. La destitución de Mendizábal desencadenó el motín de los sargentos de La Granja con las consecuencias ya apuntadas en el epígrafe anterior. Con el nuevo gobierno (Istúriz) quedó claro el creciente moderantismo. Tras las elecciones siguientes a la Constitución de 1837 y de la nueva ley electoral, triunfó el moderantismo. En este nuevo escenario, las principales diferencias políticas entre moderados y progresistas quedaron relacionadas con la vida y las instituciones locales. El choque se materializaría en torno a la Ley de Ayuntamientos. Las elecciones de 1840, con un notable peso de la corrupción, llevaron al Parlamento a una amplia mayoría moderada. Con ella, Pérez de Castro se decidió a elaborar una nueva ley de Ayuntamientos, que venía a liquidar su independencia.Constreñía el censo de electores como de elegibles. Los alcaldes de las capitales de provincia serían elegidos por el gobierno. Se aprobó en junio de 1840. María Cristina la sancionó el 15 de julio pero Espartero manifestó su rechazo. La agitación subsiguiente no fue reprimida por los militares. Ante tal situación, María Cristina renuncia a la regencia y se exilia a Francia, dejando en España a sus dos hijas. Ausentada María Cristina, las nuevas cortes, con mayoría progresista, se decantaron por un único regente, que sería Espartero, iniciándose la regencia de Espartero. En cualquier caso, el resultado fue bastante reñido, lo que evidencia la ausencia de unidad en el progresismo. Dada la nueva situación, los sectores más reaccionarios del moderantismo iniciando la vía conspirativa. Algunos destacados militares como Narváez, Concha, O,Donnell o Diego de León se involucraron en la conspiración. La acción fracasó tras el fallido intento de asalto del Palacio Real, el 7 de octubre de 1841. La dureza de la represión y la negativa de Espartero a indultar a Diego de León, le supuso la pérdida del apoyo de un significativo sector del ejército. Los movimientos barceloneses contra la Ciudadela fueron duramente abortados, lo que provocó rechazo en Cataluña y choques entre los progresistas y Espartero. La protesta en el Principado se intensificó, lo que el Regente decidió reprimir: Barcelona fue bombardeada el 3 de diciembre de 1842. A la acción siguió una intensa represión. Esta intransigencia supuso una nueva fuente de desafección para la Regencia, cuyo apoyo fue reduciéndose casi exclusivamente a los “ayacuchos”En este contexto, nuevas elecciones en las que resulta palpable la aproximación de moderados y progresistas contra Espartero. El nuevo gobierno, presidido por Joaquín María López, planteó pronto un conflicto al regente a propósito del traslado. López dimitió, disolviéndose las Cortes. Privado de apoyos suficientes, Espartero embarcó rumbo al exilio. Entretanto Narváez entraba en Madrid y se constituía un nuevo gobierno, de nuevo presidido por Joaquín María López. Pero con todo ello no terminaban los problemas políticos del Estado. Ya no había nadie que, como Espartero en 1840, pudiera servir de alternativa. En consecuencia, la irregular declaración de la mayoría de edad de la reina empezó a convertirse en la opción más viable para mantener la coalición antiesparterista. En agosto de 1843, López aludió a la necesidad de adelantar la mayoría de edad El proyecto fue discutido en el Parlamento y aprobado (8 de noviembre) por 193 votos contra 16. En definitiva, se trataba de un acto jurídico de vulneración de la legalidad que habría de tener negativas consecuencias para el reinado. El 10 de noviembre de 1843, con trece años, Isabel entró en las Cortes y juró como soberana. Parecía el principio de la estabilidad. En realidad, era todo lo contrario.