Portada » Filosofía » La Duda Metódica de Descartes, los Límites del Conocimiento de Kant y el Imperativo Categórico
En este texto se exponen algunos de los motivos de la duda metódica cartesiana y la primera verdad a la que llega Descartes: cogito ergo sum (pienso luego existo). Este es uno de los argumentos más representativos de René Descartes. El problema fundamental de la filosofía de su época es el conocimiento humano, determinar de qué herramientas fiables disponemos para alcanzar la verdad y qué instrumentos podemos utilizar para demostrarla.
Para Descartes, el entendimiento ha de encontrar en sí mismo las verdades fundamentales a partir de las cuales sea posible deducir. Ha de ser una verdad absolutamente cierta sobre la cual no sea posible dudar en absoluto, hay que eliminar todo aquello de lo que me sea posible dudar. De ahí que Descartes comience con la duda. Esta duda metódica es una exigencia del método en su momento analítico.
Aparecen dos de los motivos de duda. En las primeras líneas expone que la primera y más obvia razón para dudar de nuestros conocimientos la encuentra en las falacias de los sentidos. Los sentidos nos inducen a veces a error y consecuentemente es una herramienta de la que no nos podemos fiar. Esto nos permite dudar de que las cosas sean como las percibimos, pero no es suficiente como para dudar de que existan las cosas que percibimos.
De ahí que Descartes añada una segunda razón para dudar: la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño. Esto nos permite dudar de la existencia de las cosas del mundo, pero no parece afectar a ciertas verdades como las matemáticas. De ahí que Descartes añada el tercer y más radical motivo de duda: tal vez exista un genio maligno.
La duda llevada hasta este extremo de radicalidad parece abocar irremisiblemente al escepticismo. Pero Descartes encuentra una verdad absoluta: la existencia del propio sujeto que piensa y duda. Si yo pienso que el mundo existe, tal vez me equivoque en cuanto a que el mundo exista, pero no cabe error en cuanto a que yo pienso. Mi existencia como sujeto que piensa está exenta de todo error posible y de toda duda posible, Descartes lo expresa con su célebre «pienso, luego existo». Además esta primera verdad se convertirá en prototipo de toda verdad y de toda certeza. Descartes establece su criterio de certeza: todo cuanto perciba con igual claridad y distinción será verdadero.
El conocimiento humano depende de la experiencia sensible y, por tanto, la Metafísica no es posible como ciencia pues consiste en traspasar esos límites.
Este texto expone algunas conclusiones a las que ha llegado Kant tras el recorrido intelectual que ha realizado a lo largo de su obra Crítica de la Razón Pura. En ella analiza críticamente los límites del conocimiento humano y se plantea la posibilidad de la Metafísica como ciencia. El punto de partida de la filosofía Kantiana es la pregunta sobre si ¿Es posible el conocimiento científico sobre realidades de las que no tenemos un conocimiento sensible? El problema fundamental consiste, en dilucidar si es posible la metafísica como ciencia. Sólo después de determinar las condiciones que hacen posible la ciencia podemos preguntarnos si la metafísica se ajusta o no a esas condiciones.
Kant plantea que la metafísica padece dos grandes problemas que nos hacen cuestionarnos si es una ciencia o no:
Tampoco la metafísica formula juicios propios de la ciencia, es decir, los sintéticos a priori ya que amplían nuestro conocimiento, son universales y su verdad no precisa de verificación empírica. La metafísica podría convertirse en ciencia sólo si en ella se dan juicios sintéticos a priori. En nuestro texto Kant llega a la conclusión de que el conocimiento humano se conforma necesariamente por la participación de los elementos derivados de la experiencia sensible y las condiciones a priori que la posibilitan. La tarea fundamental de la metafísica, es «traspasar la frontera de la experiencia» y esto no es posible. Concluye el texto diciéndonos que nuestra razón es incapaz de llegar al conocimiento de la cosa en sí y nos tenemos que conformar con alcanzar conocimiento de «fenómenos». Esto deriva hacia un uso acrítico de la razón. Kant concluye todo su análisis en afirmar que la metafísica sólo puede tener un uso meramente regulador. La consideración de la metafísica como ciencia es fruto de la llamada ilusión trascendental.
En este texto Kant expone el imperativo categórico en su segunda formulación: «El hombre siempre ha de ser considerado como fin en sí mismo y nunca como medio». Esta es una de las aportaciones esenciales dentro del formalismo ético kantiano.
La ética kantiana se basa en la distinción entre éticas materiales y éticas formales. De modo general, podemos decir que éticas materiales son aquellas que fijan un bien supremo y establecen una serie de normas concretas para alcanzarlo. Kant pretendía que su ética fuera universal y atemporal y rechazó las éticas materiales porque no podían cumplir este propósito. Además sus imperativos son hipotéticos o condicionales; no valen absolutamente, sino sólo de un modo condicional. Estos preceptos hipotéticos sólo tienen aplicación para aquellas personas que acepten el fin supremo que se pretende alcanzar.
En cambio, la ética formal de Kant propone una moral que sea a priori, no derive de la experiencia, es decir, que las normas se las dé el propio individuo. En definitiva, una ética vacía de contenido; en el sentido en que no establece ningún fin que haya de ser perseguido por el ser humano.
Kant ha ofrecido diversas formulaciones del imperativo categórico, la primera de ellas es: «obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal». Esta fórmula muestra claramente su carácter formal. En este texto ofrece Kant una segunda formulación: «obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin y nunca como un medio». Esta fórmula muestra su carácter formal y su exigencia de universalidad; a diferencia de la primera, en ésta se incluye la idea de fin. Las personas, cuyo valor está en sí mismas y no deben ser utilizadas como medio, sino que siempre han de respetarse y considerarse como fin.