1. Explica los elementos fundamentales del sistemapolítico ideado por
Cánovas. Antonio Cánovas del Castillo, personaje fundamental en la historia contemporánea española, diseñó en gran medida el sistema político que existió en España durante el período de la Restauración, que se inició con la subida al trono de Alfonso XII (1874) y finalizó con la instauración de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera (1923). Cánovas, historiador y gran conocedor de los sistemas parlamentarios europeos, implantó definitivamente en España tres elementos típicos del sistema británico: la Monarquía, el Parlamento y la alternancia pacífica en el poder de dos partidos políticos. En definitiva, quería aplicar en España la doctrina de la balanza de poderes entre la Corona y el Parlamento y elaborar una Constitución que regulara todo el sistema político. En primer lugar, Antonio Cánovas rescató el concepto de “soberanía compartida”, abandonando el de la soberanía nacional: las Cortes y la Corona ostentarían conjuntamente la soberanía. En segundo lugar, los partidos políticos también seguían el modelo británico. La labor de gobierno recaía en exclusiva en dos partidos, que se alternaban en el poder y en la oposición: el Partido Conservador, dirigido por el propio Antonio Cánovas del Castillo; y el Partido Liberal, liderado por Práxedes Mateo Sagasta. De esta manera, se evitaba el monopolio del poder, tan ejercido por los moderados durante el reinado de Isabel II. Para ello era fundamental el compromiso de los dos partidos en mantener el sistema político (Pacto de El Pardo, 1885) y de respetar al que gobernara ejerciendo una oposición leal. Ambos partidos coincidían ideológicamente en lo fundamental, pero asumían de manera consensuada dos papeles complementarios (gobierno y oposición). Ambos partidos defendían la monarquía, la propiedad privada y la consolidación de un Estado liberal, unitario y centralista. Fuera de este binomio de gobierno entre conservadores y liberales, quedaban el resto de las ideologías políticas, como los socialistas, los republicanos, los regionalistas y los carlistas, que quedaban fuera del sistema canovista, aunque todos terminarían por acceder a las Cortes cuando se aprobó el sufragio universal masculino en 1890 y se empezó a resquebrajar el control electoral en el ámbito urbano, donde era más difícil el ejercicio del poder caciquismo. A pesar de que existiera el derecho al sufragio y la celebración periódica de elecciones, la labor de formar gobierno no dependía de un triunfo electoral, sino de la decisión de la Corona en función de una crisis política o del desgaste en el poder del partido gobernante. La Constitución de 1876, pilar básico del sistema de la Restauración, fue diseñada por Antonio Cánovas. Esta Constitución, que estaría en vigor hasta la dictadura del general Primo de Rivera (1923), tenía un carácter claramente conservador, y se fundamentaba en los valores de la monarquía, la religión y la propiedad. Sus principales características son las siguientes:
• Sufragio censitario y soberanía compartida entre las Cortes y la Corona. El voto fue censitario en 1878, limitándose a los mayores contribuyentes, pero en 1890, Sagasta aprobó el sufragio universal masculino.
• Carácter moderador de la Corona. La monarquía actúa como un poder que ejerce de árbitro en la vida política y garantiza la alternancia en el poder de conservadores y liberales. La Corona sigue conservando amplios poderes como el derecho a vetar las leyes, nombrar ministros y convocar o disolver las Cortes sin contar con el beneplácito del gobierno.
• Establecimiento de Cortes bicamerales. Los miembros del Congreso de los Diputados eran elegidos por sufragio, pero la mitad de los miembros del Senado lo eran por derecho propio o directamente designados por la Corona.
• Confesionalidad del Estado. Se estableció la religión católica como la oficial, aunque se permitían otras creencias siempre que no se hiciese manifestación pública de ellas. Esto conllevó que el clero católico fuera financiado por el Estado.
• Declaración de derechos, tales como los de expresión, asociación y reunión. El turno en el poder quedaba garantizado porque el sistema electoral pervertía los principios del sistema parlamentario, en el que la fuerza mayoritaria en un proceso electoral recibe de la Corona el encargo de gobernar. Por el contrario, cuando el partido en el gobierno sufría un proceso de desgaste político y perdía la confianza de las Cortes, la Corona llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobierno. Era entonces cuando el nuevo jefe de gabinete convocaba elecciones con el objetivo de construirse una mayoría parlamentaria suficiente para ejercer el poder de manera estable. El fraude de los resultados y los mecanismos caciquiles aseguraban que estas elecciones fuesen siempre favorables al gobierno que las convocaba. El control del proceso electoral se ejercía a partir de varias instituciones: el ministro de la Gobernación, los alcaldes y los caciques locales. El ministró elaboraba las listas de los candidatos que debían salir elegidos en las distintas provincias (encasillado). Los gobernadores civiles transmitían dichas listas a los alcaldes y caciques, y todo el aparato administrativo se ponía a su servicio para garantizar su elección a través del pucherazo electoral: falsificación del censo, manipulación de las actas electorales, compra de votos (pucherazo)…
En todo el proceso era fundamental la figura del cacique, la autoridad de facto a nivel local, que ejercía el intercambio de votos por favores: concesión de cargos y prebendas, recomendaciones personales, financiación de obras públicas, etc.