Portada » Filosofía » La crítica de Kant a la metafísica y la revolución copernicana en el conocimiento
En este fragmento, Kant establece su crítica a la metafísica.
Para el autor, la metafísica es un conocimiento reflexivo de la razón y un intento inútil de hacer ciencia de aquello que está más allá del espacio y el tiempo, aquello que es incognoscible porque no puede darse intuición empírica sobre ello. La razón se atasca continuamente, hay que retroceder y tomar otros métodos continuamente. En lugar de coincidir entre los pensadores, solo se establecen posturas contrarias entre ellos. A ello, debemos sumar que la metafísica es la disciplina más antigua y seguirá existiendo aunque desaparecieran el resto de las ciencias. Por último, Kant se pregunta por las razones por las cuales la metafísica no ha alcanzado el camino seguro de la ciencia y de su posibilidad como conocimiento científico.
En este fragmento, la idea principal es el éxito de las matemáticas y la ciencia natural como verdadera ciencia, lo cual se debe a una revolución metodológica que consiste en un cambio de método.
Kant propone ensayar esta revolución en el campo de la metafísica, que consiste en pensar que solo conformándose con los objetos a nuestro conocimiento sería posible un conocimiento a priori de tales objetos. Tarea imposible si, por el contrario, suponemos que nuestro conocimiento debe regirse únicamente por los objetos. Este cambio de perspectiva, según el autor, es similar a la revolución que llevó a cabo Copérnico al obtener mejores resultados si aceptaba que era la Tierra la que giraba en torno al Sol y no viceversa.
La idea principal del fragmento es la posibilidad de un nuevo planteamiento epistemológico (giro copernicano) como única posibilidad de explicar el conocimiento científico como a priori, universal y necesario.
Kant afirma que si nuestras intuiciones tuvieran que regirse por la naturaleza de los objetos, el conocimiento a priori de la naturaleza sería imposible. No, sin embargo, si suponemos que es el objeto de los sentidos el que tiene que conformarse a la estructura de nuestra mente (facultad de intuición). Ahora bien, los conceptos con los que construyo el conocimiento deben ser innatos, pues si procediesen de la experiencia, sería imposible justificar cómo se puede saber algo a priori. Al suponer unas reglas del entendimiento que son a priori y a las que se conforman necesariamente todos los objetos de la experiencia, nuestro conocimiento del funcionamiento de tales reglas será un conocimiento a priori, universal y necesario, de lo que nosotros ponemos en ellas. La tentativa de pensar las ideas de la razón proporciona, a juicio de Kant, una magnífica piedra de toque del nuevo modelo de pensamiento.
Así pues, debemos saber que en la inversión del papel que juegan el sujeto y el objeto en el conocimiento radica la llamada «revolución copernicana» de Kant. La necesidad y universalidad del conocimiento no puede proceder de la experiencia, el conocimiento científico no puede explicarse como una adecuación del sujeto a los objetos. Por el contrario, suponemos que son los objetos quienes tienen que adecuarse a nuestro conocimiento. El entendimiento configura la realidad.
Para Kant, el conocimiento es el resultado de la colaboración entre la razón y la experiencia: por la sensibilidad recibimos los objetos, por el entendimiento los pensamos. Centrándonos en su obra Crítica de la razón pura, explicaremos las diferentes facultades del conocimiento, en relación a las diferentes partes de la obra.
En la Estética trascendental, Kant estudia la facultad de la sensibilidad, la cual es la fuente de todas nuestras intuiciones. Sin ella no podemos tener intuición. El entendimiento no es una facultad que nos permita intuir, nos permite pensar, es un conocimiento conceptual. La sensibilidad suministra las intuiciones del conocimiento; el entendimiento suministrará los conceptos. La sensibilidad tiene las formas a priori del espacio y el tiempo (aquí y ahora).
Las intuiciones sensibles, si no son pensadas a través de un concepto, no nos ofrecerían conocimiento alguno. «Las intuiciones, sin conceptos, son ciegas; los conceptos, sin intuiciones, son vacíos».
En la Analítica trascendental, Kant estudia la facultad del entendimiento, el cual forma conceptos, crea formas bajo las que se pueden ordenar representaciones bajo una sola común a todas ellas. Unifica bajo el concepto la multiplicidad de la sensibilidad. Cuando decimos que esto es una casa, o una mesa, lo que ocurre es que bajo el concepto «casa» o «mesa» el entendimiento ha unificado una pluralidad de elementos procedentes de la sensibilidad, así se produce el conocimiento.
Si con el entendimiento separamos la materia de la forma, podemos distinguir dos tipos de conceptos: los conceptos empíricos y los conceptos puros (tipos de categorías). Los primeros son el resultado de generalizaciones tomadas de la experiencia. Los segundos no dependen en absoluto de la experiencia: son a priori, y son puestos directamente por el entendimiento. Son las estructuras a partir de las cuales se generan los conceptos empíricos y podemos, por lo tanto, formular juicios.
Pensar equivale a formular juicios (los actos del entendimiento pueden ser reducidos a juicios). Ahora bien, si determinamos cuáles son las formas del juicio, identificamos sus funciones de unidad, las categorías.
A esta operación la llamará Kant deducción trascendental de las categorías. Hay doce categorías que corresponden a otras tantas formas de juicio. Tales categorías en sí mismas no proporcionan la forma trascendental, a priori, de todo conocimiento.
En la Dialéctica trascendental, Kant estudia la facultad de la razón, ésta es la capacidad suprema de pensar, elabora razonamientos, es decir, relaciona juicios. La razón busca la construcción de juicios cada vez más generales y principios con el mayor número posible de fenómenos. Esta búsqueda de los principios últimos es llamada por Kant: la búsqueda de lo incondicionado, siendo la condición de todos los fenómenos sin depender de otra causa. A estos conceptos puros a priori de la razón, les llamará Kant ideas trascendentales.
Si analizamos las formas del silogismo podremos deducir los conceptos a priori de la razón. Para Kant, razonamiento equivale a silogismo. Concluye que hay tres ideas trascendentales: alma, mundo y Dios.
Estas ideas nos ayudan a unificar en el pensamiento la totalidad de los fenómenos.
La razón se cree capaz de alcanzar el conocimiento de esos principios últimos, incondicionados, de todo lo real; y cae en todo tipo de contradicciones: son las antinomias y paralogismos de la razón pura.
Como resultado se sigue la distinción de todos los objetos en fenómenos y noúmenos. Por fenómeno entiende Kant el objeto tal como es percibido por nosotros una vez que los contenidos de la sensación han sido sometidos a las formas trascendentales del espacio y el tiempo, por lo que respecta a la sensibilidad, y a las categorías por lo que respecta al entendimiento. La única forma posible de conocimiento, para nosotros, es el conocimiento de la realidad como fenómeno. Esa realidad considerada «en sí misma», en cuanto noúmeno (independientemente de nuestro modo de conocerla), es algo que está fuera de nuestro alcance. Las categorías del entendimiento sólo se pueden aplicar a contenidos procedentes de la intuición sensible, ya que no hay ningún tipo posible de intuición intelectual.