Portada » Religión » La Biblia y Jesucristo: Libros Sagrados, Interpretación e Historia de la Salvación
Palabra de origen griego que significa «libros». Es la colección de los escritos sagrados del Pueblo de Dios; se trata de una pequeña biblioteca compuesta por 73 volúmenes.
Antiguo Testamento (46 libros) | Nuevo Testamento (27 libros) |
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Los escritos de la Biblia son sagrados por haberse redactado bajo la inspiración divina. La Biblia es, en su totalidad, obra de Dios y también obra humana. La Biblia no es solo la palabra de Dios, sino la Palabra de Dios formulada por hombres y para hombres. Los autores de la Biblia son personas a las cuales el Espíritu Santo los guía interiormente para que escriban la palabra de Dios y sus relatos de tal manera que comuniquen fielmente la verdad salvífica que Dios quiso consignar.
El Antiguo Testamento es figura del Nuevo, ya que Dios no solo nos habla en la Biblia con palabras, sino también con personas, acontecimientos o cosas que significan realidades futuras superiores. Por ejemplo: el cordero pascual y la liberación de los esclavos de Egipto eran tipo o figura de la salvación de la muerte y la liberación de la esclavitud del pecado por la sangre de Cristo, el verdadero Cordero Pascual.
Existen diferentes enfoques para estudiar los textos bíblicos:
Tiene por objetivo asegurarnos de que estamos ante el texto auténtico, lo más cercano posible al original.
Tiene en cuenta el ambiente, el momento histórico, la sociedad y las leyes de la época en que fue escrito el texto.
Atiende al estilo y al lenguaje del autor, a su mentalidad, educación y sus maneras de expresarse.
Los géneros literarios son las diversas formas de expresarse utilizadas por los autores bíblicos. Hay quien narra con gran precisión y objetividad, y otro que puede exagerar detalles para captar la viveza de un acontecimiento. Todo lenguaje simbólico exige ser descifrado: en algunos casos no hay que leer al pie de la letra, ya que no entenderíamos el sentido profundo escondido tras las palabras. Las figuras hay que tomarlas como figuras y no como realidades tal cual suenan.
Es una interpretación de la persona de Jesús, una predicación. Usa libremente detalles exteriores para aclarar verdades interiores mucho más importantes.
Ofrece enseñanza a través de los diálogos y las acciones de los personajes (ej. Tobías, Judit).
Narración popular que se complace en dar colorido a los relatos y, a veces, magnificar los hechos para impresionar y transmitir una enseñanza.
Interpretación de la historia y del fin de los tiempos mediante imágenes o símbolos (ej. Daniel, Apocalipsis).
En ella puede estar escondido un profundo mensaje de fe sobre la pertenencia al pueblo o la ascendencia de alguien.
Lecciones expresadas a través del valor simbólico de los números, algo del gusto de las culturas orientales.
La transmisión del Evangelio se realizó según el mandato de Dios:
Los Apóstoles, con su predicación, sus ejemplos y sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó.
Los mismos Apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la salvación, inspirados por el Espíritu Santo.
Es la transmisión del mensaje de Cristo llevada a cabo, desde los comienzos del cristianismo, por la predicación, el testimonio, las instituciones, el culto y los escritos inspirados.
Ambas hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo, y surgen de la misma fuente divina. Constituyen un solo sagrado depósito de la fe.
La interpretación auténtica del depósito de la fe corresponde solo al Magisterio vivo de la Iglesia (el Papa y los obispos en comunión con él). Para entender correctamente un texto bíblico hay que tener en cuenta la intención de los autores y el contexto histórico y cultural. Lo correcto es que uno pueda hallar en un texto lo que el autor quiere comunicar.
Cuando leemos la Biblia, no lo hacemos desde cero; no leemos el texto aislado, ya que la Biblia la hemos recibido dentro de nuestra cultura y la Tradición de la Iglesia, que se ha desarrollado a lo largo del tiempo.
En el hoy de la Iglesia, en distintas comunidades particulares, hay diferentes sensibilidades y preocupaciones ante el pasado histórico, lo que puede llevar a distintos acentos en la interpretación de la Palabra de Dios.
La Buena Noticia (Evangelio) es el anuncio de Jesucristo muerto y resucitado. Dios cumplió las promesas hechas a Abraham y a su descendencia enviando a su Hijo. Vino para rescatar a los que se hallaban bajo la Ley y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La Buena Noticia se difunde a partir de que los discípulos desearon ardientemente anunciar a Cristo, a fin de llevar a todos los hombres a la fe en Él.
El nombre de Jesús significa «Dios salva». Expresa su identidad y su misión, porque Él salvaría a su pueblo de sus pecados.
Cristo (del griego) o Mesías (del hebreo) significa «ungido». Jesús es el Cristo porque ha sido consagrado por Dios, ungido por el Espíritu Santo para la misión redentora. Es el Mesías esperado por Israel y enviado por el Padre.
En la Biblia, el título de Señor (Kyrios) designa ordinariamente al Dios soberano. Jesús se lo atribuye a sí mismo y revela su soberanía divina mediante su poder sobre la naturaleza, los demonios, el pecado, la muerte y su propia resurrección.
La Iglesia llama Encarnación al misterio de la unión admirable de la naturaleza divina y la naturaleza humana de Jesús en la única Persona divina del Verbo (el Hijo de Dios). Para llevar a cabo nuestra salvación, el Hijo de Dios se ha hecho carne, convirtiéndose verdaderamente en hombre.
En Jesús se unen de la manera más perfecta Dios y los hombres. En Él se humaniza lo divino para que se divinice lo humano. Es el puente entre Dios y nosotros. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Él, Hijo de Dios, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, se ha hecho verdaderamente hombre, nuestro Señor, sin dejar por ello de ser Dios.
Jesús recibe de Juan el bautismo de conversión para inaugurar su vida pública y anticipar el «bautismo» de su muerte. Acepta ser contado entre los pecadores, Él, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Las tentaciones de Jesús en el desierto recapitulan la tentación de Adán en el Paraíso y las de Israel en el desierto. Satanás tienta a Jesús en su obediencia a la misión que el Padre le ha confiado.
En la Transfiguración aparece toda la Trinidad (la voz del Padre, el Hijo transfigurado, el Espíritu Santo en la nube). Al evocar junto a Moisés y Elías su «partida» (su muerte en Jerusalén), Jesús muestra que su gloria pasa a través de la cruz y otorga un anticipo de su resurrección y de su gloriosa venida.
Dios llama a Abraham para formar su propio pueblo. Dios le dijo a Abraham que dejara su país, a los de su raza y a la familia de su padre, y que fuera a la tierra que Él le mostraría. Por eso le promete hacer de él una nación grande, bendecirlo y también darle a su descendencia la tierra de Canaán.
Dios llamó a Moisés para liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto. Dios envía a Moisés para salvar a los israelitas esclavizados. Tras las plagas (la última, la muerte de los primogénitos egipcios, mientras los hebreos son protegidos), los israelitas cruzan el Mar Rojo y son conducidos por el desierto hacia la Tierra Prometida. Conmemoran esta liberación anualmente con la fiesta de la Pascua.
En el monte Sinaí, Dios sella con su pueblo una Alianza. Dios se compromete a proteger a los israelitas, guiarlos y acompañarlos, y ellos se comprometen a serle fieles cumpliendo los Mandamientos. Sin embargo, el pueblo a menudo fue infiel a esta Alianza. Esta Alianza se ratificó con un sacrificio, asperjándose la sangre sobre el altar (representando a Dios) y sobre el pueblo.
Tras la conquista de Canaán bajo el mando de Josué, surge el período de los Jueces, líderes carismáticos que guiaron al pueblo en tiempos de dificultad (los principales fueron Débora, Gedeón, Jefté, Sansón y Samuel). Este último ungió a Saúl como primer rey. David, el rey más importante, conquistó Jerusalén y la erigió como capital. Dios le promete que su realeza permanecería para siempre (Alianza Davídica). Su hijo Salomón construye el Templo e inicia la llamada «Edad de Oro». Pero tras su muerte, el Reino se divide (Israel al Norte, Judá al Sur). A pesar de todas las dificultades e infidelidades, Dios nunca abandonó a su pueblo, sino que les envió a los profetas para que les recordaran el compromiso contraído con Dios y les renovaran la esperanza en un Salvador.
Dios purifica la fe de su pueblo por el Exilio. Entre 597 y 587 a.C., los babilónicos invaden el Reino del Sur, destruyen Jerusalén y su Templo, y llevan a la mayor parte de sus habitantes cautivos a Babilonia. En ese destierro, el pueblo reflexiona sobre su infidelidad y redescubre a Dios. En 538 a.C., Babilonia es conquistada por Ciro, rey de Persia, quien permite el retorno a la patria de un «Resto» de judíos, con un «corazón y espíritu nuevos».
La Alianza desemboca en que Dios mismo se hace hombre y vive entre nosotros. Sobre todo, los habitantes de Judá fueron quienes retornaron del exilio, por lo cual al período de los cinco siglos siguientes se lo llama Judaísmo. En el año 332 a.C. comienza la dominación greco-macedónica (tras la victoria de Alejandro Magno sobre los persas) y la penetración del helenismo. En el año 63 a.C. llegó la ocupación romana. Durante estos siglos vive en este pueblo gente sencilla, que pone toda su esperanza en la llegada del Salvador; son los llamados «los pobres de Yavé», entre los cuales un día nacerá Jesús.