Portada » Filosofía » Kant: Ilusión Trascendental, Racionalismo y Empirismo
La ilusión trascendental se produce cuando se realiza una aplicación incorrecta de los conceptos puros o categorías. Kant, en la “Analítica Trascendental”, realizó un análisis del entendimiento, que es una facultad activa de conocimiento en la que el sujeto elabora espontáneamente conceptos puros o categorías con el fin de coordinar el material caótico de la sensibilidad dado en el espacio y el tiempo (fenómeno). Estos conceptos puros o categorías sólo pueden usarse legítimamente aplicados al conocimiento del fenómeno, a lo dado en la experiencia. Cuando los aplicamos más allá de la experiencia, cometemos un uso ilegítimo de las categorías. Por ejemplo, cuando afirmamos que el alma o Dios son sustancias que existen, estamos aplicando las categorías de existencia y sustancia más allá de la experiencia y caemos en la ilusión trascendental. Esto es precisamente lo que ocurre con la metafísica y, por ello, Kant señala que no es posible como ciencia, que no podemos tener un conocimiento científico (universal y necesario) sobre los temas metafísicos como la existencia de Dios o del alma.
Ahora bien, esta ilusión trascendental, aunque es ilegítima y nos lleva a contradicciones, es inmanente al propio funcionamiento de la razón, que en su afán de encontrar principios cada vez más generales que abarquen un mayor número de fenómenos y de juicios, traspasa los límites de la experiencia y aplica las categorías más allá de ella, generando así las tres ideas fundamentales de la razón: la idea de alma, la idea del mundo como totalidad y la idea de Dios.
Kant señala que “las ideas trascendentales son tan naturales (a la razón) como las categorías lo son al entendimiento”. Estas ideas no tienen valor constitutivo, no constituyen conocimiento, pero sí podemos pensar en ellas.
Racionalismo y empirismo moderno son dos movimientos filosóficos que se desarrollaron fundamentalmente entre los siglos XVII y XVIII. Los representantes fundamentales del racionalismo son Descartes, Leibniz y Spinoza; y los del empirismo, J. Locke, Berkeley y Hume.
Para Kant, los racionalistas mantienen una visión dogmática de la razón. Fue Hume quien despertó a Kant del “sueño dogmático de la razón”. El dogmatismo constituye la deficiencia fundamental del racionalismo: el creer que la razón por sí sola, al margen de la experiencia, puede elaborar conocimientos.
Para Kant, el empirismo tiene como deficiencia fundamental el escepticismo: el creer que las leyes de las ciencias empíricas eran únicamente probables, pues tiene su fundamento en el Principio de causalidad que sólo constituye una creencia.
La teoría del conocimiento de Kant suele presentarse como una síntesis superadora entre empirismo y racionalismo, pues aceptará cosas de ambos movimientos pero superando sus deficiencias. Kant aceptará del racionalismo que existen elementos del conocimiento que no proceden de la experiencia. Los racionalistas denominaban a estos elementos ideas innatas y para Kant son los elementos a priori: el espacio y el tiempo como formas a priori de la sensibilidad; y los conceptos puros o categorías como elementos a priori del entendimiento. Ahora bien, para Kant, estos elementos no constituyen por sí solos conocimiento, pues necesitan de la experiencia para entrar en funcionamiento (superación del dogmatismo).
Del empirismo, Kant aceptará que todo conocimiento comienza con la experiencia, pero rechazará que todo provenga de ella, ya que existen elementos a priori que aporta el sujeto a la hora de conocer. Kant superará el escepticismo al afirmar que las leyes de las ciencias empíricas tienen su fundamento en la categoría de causa, que al ser a priori, nos permite tener un conocimiento universal y necesario; y no meramente probable como defendían los empiristas.