Entendemos como experiencia trascendente a la percepción sensible de lo infinito en una circunstancia determinada. Es una percepción –es decir, cierto tipo de conciencia o conocimiento intuitivo- que capta la atención de un individuo o un grupo porque nos llega mediante un tipo de sentimiento carácterístico.
Por otro lado , Otto piensa que la experiencia religiosa no sólo es una experiencia reveladora de Dios, sino que contiene elementos a priori en el espíritu humano, y que por lo mismo integra lo racional. Por ello llega a pensar que la experiencia religiosa cristiana no es sólo una revelación que culmina en el espíritu humano.
La experiencia de trascendencia no consiste, siempre y necesariamente, en una experiencia religiosa. Aunque con una frecuencia relativa, la mayoría de las personas pueden guardar en su memoria experiencias de esta índole. Nos hablan de la necesidad y la capacidad del ser humano de trascender el mundo ordinario, en el que cotidianamente desenvolvemos nuestras vidas, para situarnos, en la tesitura vital de un ámbito desde el cual las cosas cobran un sentido más pleno y que otorga una nueva y más plena comprensión de la existencia.
En definitiva, La experiencia religiosa es ese encuentro que una persona tiene en relación con una reducción fenomenológica. Y en cambio, la experiencia trascendente no siempre consiste en tener una experiencia religiosa. Es una percepción sensible en una circunstancia determinada. Todo lo que tiene que ver con la interioridad, el silencio, la reflexión personal, es lo que conlleva a vivir una experiencia religiosa.
La mediación por excelencia en el cristianismo es la persona humana, el prójimo. Se trata del lugar de encuentro privilegiado entre Dios y el hombre. Varios son los argumentos en los que podemos fundamentar esta afirmación:
1. El ser humano ha sido creado a “imagen y semejanza de Dios”, por lo que toda persona humana manifiesta en sí misma al Creador. Contemplando al hombre contemplamos a Dios.
2. Jesús mismo al hablarnos a propósito del juicio final (Mt 25, 31 – 46) deja claro que lo que opera la salvación es dar de comer al hambriento, de beber al sediento, acoger al forastero, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y encarcelados… Porque “cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicisteis”.
Por tanto, si la mediación por excelencia es el prójimo, de nada sirve intentar el encuentro con Dios en otras mediaciones si, previamente no se ha producido el encuentro en ese lugar predilecto. Así nos lo recuerda Jesús con esta frase dirigida a los fariseos: “¿Cómo podéis decir que amáis a Dios a quién no veis si no amáis al hermano al que veis?”, en ella se hace clara referencia a que no es posible cumplir los mandamientos de la primera tabla (aquellos con respecto a Dios) sin cumplir con los de la segunda (aquellos con respecto al hombre). En efecto, recordemos la oración que todo israelita tenía presente: “Escucha Israel… Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente y con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo”. Así pues, Jesús deja claro que ningún rito, ningún sacrificio le es agradable al Padre si, hechos hermanos en Cristo, de ese único padre, no nos amamos:”Si vas a ofrecer tu ofrenda al altar y tienes algo contra tu hermano, deja tu ofrenda ve reconcíliate con él y luego vuelve…”
Bajo la denominación de NMR se agrupan numerosas sectas y también una pretendida religiosidad difusa denominada Nueva Era.
Los NMR constituyen una reacción frente a la situación sociocultural, por una parte, y frente a determinadas carencias de las religiones tradicionales por otra. En cuanto a lo primero, cabe señalar como aspectos de esta situación que han podido desencadenar el surgimiento y desarrollo de los NMR, por una parte, las carencias (en relación con la necesidad humana de un sentido para la vida) de la civilización científico-técnica y de las formas de vida que impone, así como la incapacidad de responder a una necesidad de las religiones establecidas, fuertemente burocratizadas y oficializadas.
Los NME son los nuevos movimientos que se definían como encarnaciones vivenciales del cristianismo que sí responden a los anhelos y aspiraciones del hombre actual.
Se asemejan a las sectas en su fuerza expansiva y en el avance espectacular, gracias al entusiasmo misionero de sus miembros. La mayoría de ellos ha alcanzado dimensiones internacionales.
-Gracias a ellos muchos cristianos han retornado a la vivencia de la fe y muchos no han abandonado la Iglesia.
-Estos movimientos son muy diversos y tienen diferencias notables entre sí, pero también tienen muchos rasgos en común.
-Coinciden con las sectas en su carácter carismático; la institución es funcional, ágil, flexible, servicial, atenta al fin al que está ordenada.
-Tienen un fuerte dinamismo misionero.
-Viven intensamente la dimensión comunitaria. Hay una decisiva influencia del líder.
-Los miembros tienen una actitud participativa.
-Predomina lo afectivo, lo emocional sobre lo racional.
-La actitud celebrativa es intensa, espontánea y creativa.
Para X. Zubiri, la religación supone que el ser humano no está simplemente arrojado a la existencia entre las cosas, sino que está religado por la raíz de estas cosas, y esta raíz es lo que podemos llamar realidad fundante.
Y respecto a la apertura de la realidad, el ser humano está constitutivamente abierto a la realidad, en esto consiste su inteligir. Está religado a las cosas y, consecuentemente, religado a lo que religa y que constituye la raíz fundamental de la existencia. Por eso el ser humano, en virtud de su religación, “se ve forzado a poner en juego su razón para precisar y justificar la índole de Dios como realidad”
Por tanto, la afirmación y la negación de Dios, e incluso, cuanto digamos de él supone haberlo descubierto antes en nuestra realidad religiosa.
Se entiende como la «fundamentalidad de la existencia humana». Es decir que los humanos venimos de la realidad y no al revés. Los seres humanos estamos implantados en la realidad por la inteligencia sentiente.
Según Zubiri, estamos remitidos y adheridos a la realidad. Por eso surge el problema de la REALIDAD ÚLTIMA (problema de Dios). Es decir, el concepto de Dios no surge por una invención de alguien. La realidad última nos abre a Dios y al problema con él.
Como estamos religados a Dios, estamos religados a la realidad y por lo tanto los seres humanos somos religiosos. Por eso cuando nos preguntamos por cualquier aspecto de la realidad, nos preguntamos por Dios.
Todo esto se puede resolver de 3 maneras: Teísta (creyente), Ateo (no creyente), Agnóstico (hay algo, pero no sé qué es)
Por lo tanto, todos somos religiosos constitutivamente y no es algo que podamos dejar de lado.
El rito es una mediación activa, perteneciente al terreno de la devoción y el culto.
En un sentido más preciso, el rito es una acción simbólica y no inmediatamente utilitaria o instrumental. Además, tiene que tener las carácterísticas siguientes: ser una acción realizada ordinariamente por un grupo de acuerdo a unas normas precisas; repetirse de forma periódica; pretender hacer eficazmente presente la realidad de orden sobrenatural y simbolizar. Sólo cuando se dan estas carácterísticas hablamos de ritos en sentido estricto. En este sentido, los ritos se distinguen de las ceremonias o las fiestas, que no pretenden el mismo grado de eficacia, en cuanto a hacer presente lo sobrenatural.
Una respuesta contundente al desafío de las sectas es, por lo tanto, la potenciación de los nuevos movimientos eclesiales que responden a las aspiraciones y esperanzas del hombre actual. Mientras los cristianos masificados, religados de una forma genérica de iglesia, viven desganadamente su fe, los miembros de los nuevos movimientos la viven con entusiasmo y felices como quien tiene un hogar espiritual.
Los nuevos movimientos eclesiales tiran de la iglesia hacia delante, la invitan y la incitan a redescubrir valores humanos y evangélicos un tanto olvidados y postergados. Ellos son, en dimensiones reducidas, lo que la Iglesia habría de ser a nivel universal; son una especie de maqueta De la Iglesia.
Las hierofanías son lugares, objetos, fenómenos naturales o personas donde el Misterio se hace presente. Son símbolos que el hombre debe interpretar.
Significa manifestación de Dios. Es Dios mismo quien se da a conocer, se revela, por medio de acontecimientos, lugares, objetos o personas.
Es un relato, situado al comienzo del tiempo, en el que aparece Dios como personaje junto a los demás hombres. Tiene la función de responder a determinadas preguntas religiosas.
Rito: son mediaciones activas de la actitud religiosa, comprenden todas las formas de materialización de la respuesta del hombre religioso al poder o poderes sobrenaturales con los que entra en contacto
Algo necesario para la meditación y la oración. Es el soporte de todo diálogo entre el Misterio y el hombre.
se trata meditar sobre los interrogantes de la existencia o sobre la realidad misteriosa en la que se cree, para tratar de comprenderlos.
es un proceso de diálogo entre el Misterio y el hombre. Se trata un proceso de intercambio de escucha y palabra. Puede ser oral o mental.
es el ser humano, que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios; por ello, toda persona manifiesta en sí mismo al Creador, es un lugar de encuentro con Él.
– Está compuesto por tres grandes bloques de libros: la Torá (ley), los Nebim (profetas) y los Ketubim (libros históricos).
– En un principio la ortodoxia judía consideró inspirados solamente los escritos en lengua hebrea o aramea. Sin embargo, a partir del destierro de Babilonia los israelitas comenzaron a expandirse por regiones en las que, una vez conquistadas por Alejandro Magno, se comenzó a hablar griego. Ello obligó a traducir al griego los libros sagrados. La llamada traducción de los Setenta se realiza en el siglo I a. C y en ella se incorporan libros escritos originalmente en griego. Todos ellos serán reconocidos por la oficialidad judía, en el siglo I de nuestra era, como inspirados. Son, por consiguiente, deuterocanónicos en el canon judío.
– Con respecto al AT, las primeras comunidades cristianas aceptaron como canónicos los libros comprendidos en la traducción de los Setenta.
– El canon del NT se fue fijando progresivamente en la Iglesia primitiva. Este consta de cuatro bloques de libros: Evangelios, Hechos de los Apóstoles, Cartas y Apocalipsis. Aquí también hubo todo un proceso de selección, sobre todo para distinguir los libros verdaderamente inspirados y los que no. De hecho contamos con un buen número de Evangelios Apócrifos y con algunos escritos de los Padres Apostólicos que apunto estuvieron de entrar en el canon, pero que no lo hicieron, como ocurre con el Pastor de Hermas. En un segundo momento, ya en el siglo VI, son reconocidos como inspiradas las cartas: Hebreos, Santiago, 2 de Pedro, y 2 y 3 de Juan, que consecuentemente son libros deuterocanónicos.
– El concilio de Trento reconoce como canónicos todos los libros de la traducción de los Setenta e incluye en la enumeración de los libros del NT a dichos deuterocanónicos.
– Siguiendo el rigorismo puritano de Lutero no admite los deuterocanónicos en ninguno de los dos Testamentos.