Portada » Religión » Jesucristo: Contexto Histórico, Enseñanzas y Legado
Las fuentes no cristianas y los evangelios han permitido a los estudiosos situar la vida de Jesús en un tiempo y espacio concreto. Aunque es difícil trazar una biografía completa, la investigación, aplicando a los evangelios ciertos criterios de historicidad y estudiando datos de la arqueología, nos señala algunos rasgos seguros:
La principal fuente para conocer la propuesta de Jesús son los evangelios. De su lectura surgen una serie de constantes que construyen el retrato básico de su vida y mensaje.
Jesús parte de su experiencia radical del amor de Dios, desde la que anuncia que el Reino de Dios ya está aquí. Jesús se dirige a Dios como Abba (padre). Dios es el padre de todos, somos hermanos. La propuesta de Jesús es una esperanza para llevar al cumplimiento la fraternidad de la Humanidad en el amor de Dios.
Jesús interpretaba la ley judía desde Dios. Por ello, rompe con las obligaciones tradicionales, coloca a las personas antes que a la Ley y se rodea de una fraternidad donde caben todos.
Jesús pone en acto el Reino: toca a los enfermos para curarlos, entra como Príncipe de la Paz en Jerusalén a lomos de un asno, expulsa a los mercaderes del templo…
El Reino es para todos, incluidos los excluidos, ya que tienen una Buena Noticia: en la fraternidad del Reino de Dios van a dejar de ser pobres y van a volver a ser personas. Jesús acoge en su fraternidad a pecadores y enseña que los de Dios son los que dan de comer al pobre y de beber al sediento.
Jesús despertó el odio de los poderes de su tiempo. Pero Él no huye, se queda con los bienaventurados del Reino. A Jesús no le pueden quitar la vida porque ya la ha dado. Por ello, en la Última Cena presenta su vida derramada por todos y nos invita a realizar el signo del banquete de la fraternidad. La cruz es el símbolo del Reino: Jesús muere abrazado a todos.
El acontecimiento fundamental de la vida de Jesús (el misterio pascual) fue su Pasión, muerte y Resurrección. La Resurrección es el punto central de su existencia, ya que da sentido al Reino y donde la Salvación triunfa sobre el pecado y la muerte. Desde que toman conciencia de la Resurrección, los discípulos miran con ojos nuevos todo lo que habían experimentado con Jesús en Galilea. El mensaje de Jesús (que pensaban que habían comprendido) alcanza su plenitud, y la Iglesia toma conciencia de la divinidad de Jesús y de la Salvación que ha venido a traer. Una década después de la muerte y Resurrección de Jesús, comienzan a aparecer los primeros escritos (evangelios), en los que se reflejan las primeras confesiones de fe en Jesús.
Los cristianos perciben que Jesús llama a Dios Padre, pero entre ambos existe una unidad indisoluble difícil de explicar. Ambos comparten un mismo ser, pero Jesús se sabe Hijo de Dios y, por ello, distinto de aquel. De ahí nace la confianza inquebrantable que Cristo deposita en el Padre y la fidelidad absoluta a la misión que le ha encomendado.
La Resurrección de Jesús da luz a toda su vida, y los cristianos comienzan a confesarlo como el Señor, Resucitado, que se ha aparecido a los discípulos. El crucificado es el Resucitado. El proceso que siguieron los creyentes en Jesús se divide en dos momentos:
Jesús es el Dios encarnado (humanizado).
En Jesús, Dios escogió hacerse uno de nosotros. Por ello, el lugar privilegiado para encontrarse con Dios es la existencia humana. Dios no es lejano ni distante, sino que se hace el encontradizo en cada uno de nosotros. Acercarse a Dios implica la humanización de las demás personas. Por eso su mandato es el del Amor. La autenticidad de nuestra relación con Dios se juega en las relaciones humanas. Si alguno dice “Amo a Dios” y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Quien ama a Dios, ama también a su hermano. Dios busca que las personas desarrollen todas sus potencialidades.
Afirmar que Jesús es el Hijo de Dios nos muestra a Jesús como el camino que hace posible el encuentro con Dios y el hombre. Su anuncio liberador muestra la misericordia y el amor de Dios. Negar que Jesús es Dios y hombre es reducir su existencia y renunciar a que Dios asuma nuestra realidad. En Jesús descubrimos que el mal y el sufrimiento no son definitivos, sino que Dios tiene la última palabra, como en la Resurrección.
Jesús nos presenta lo que estamos llamados a ser y la trascendencia que encierra al ser humano. En este sentido, se hace realidad una afirmación de Ireneo de Lyon (obispo del s.II): “Jesús es el hombre perfecto, el objetivo hacia el cual debería ir caminando la humanidad. En Él se hace posible el encuentro definitivo entre Dios y el hombre, una existencia solidaria y cercana a los demás, una presencia compasiva y misericordiosa, una actitud comprometida con la justicia y el amor y un ejemplo de cómo vivir el sinsentido del dolor”. Ser cristiano supone la superación del conformismo e implica un esfuerzo y trabajo por hacer realidad lo que Jesús vivió y encarnó.