Portada » Historia » Japón: Auge, crisis y particularidades de una potencia asiática
Japón fue ocupado por las fuerzas estadounidenses tras la Segunda Guerra Mundial, estableciendo un sistema político inspirado en las democracias occidentales. En 1946, una reforma del Estado suprimió la idea del origen divino del emperador, cuyo poder quedó limitado por una nueva constitución. Se estableció la división de poderes, un sistema parlamentario bicameral y se garantizaron los derechos humanos. EEUU vio en Japón a su mejor aliado asiático, fomentando una rápida recuperación económica y la devolución de la soberanía perdida. En 1951 finalizó la ocupación del archipiélago tras la renuncia al imperio y la prohibición de tener fuerzas armadas.
Japón había sufrido dos bombas atómicas, su economía y moral estaban destrozadas. Sin embargo, en menos de 20 años, se convirtió en la segunda potencia económica mundial. Es el milagro japonés. Su economía experimentó una tasa de crecimiento anual superior al 10% durante 25 años, algo sin precedentes en ningún otro país.
Factores que lo explican:
El éxito de la industria japonesa se dio sobre todo en el campo de la alta tecnología, donde se convirtió en el primer exportador mundial.
El rápido crecimiento de la industrialización ha hecho que el modelo industrial y social japonés tenga particularidades que lo diferencian de otros países capitalistas.
Japón presenta las más altas densidades urbanas del mundo. La Bahía de Tokio es la región más densamente poblada del planeta, ya que el suelo en estas zonas encarece el precio de las viviendas.
Las condiciones de los trabajadores son diferentes a las de los europeos. Existe una jerarquía con una disciplina de trabajo rigurosa que resulta en una elevada productividad. Los trabajadores de las grandes empresas están menos protegidos a nivel social, pero en la mayoría de los casos, tienen el trabajo asegurado de por vida. Esto favorece la lealtad a la empresa y conlleva la aceptación de condiciones laborales rigurosas.
La degradación del medio ambiente fue otro factor importante. La administración se mostró más preocupada por garantizar el éxito a las empresas que por preservar el entorno. En 1970 se desarrolló un movimiento ciudadano que denunció el problema ecológico y presionó al gobierno para que tomara medidas urgentes de protección medioambiental.
El crecimiento económico de 1945-1973 llegó a su fin en 1974. El origen de la crisis fue complejo. Las mejoras salariales elevaron los costes de producción y redujeron los beneficios. Además, se hizo más difícil asegurar mercados para los productos de los países industrializados debido a la competencia entre ellos y la dificultad de vender a los países empobrecidos del Tercer Mundo.
La situación empeoró con la crisis del petróleo de 1973. La OPEP decidió cuadruplicar el precio del crudo. Esta subida de precios encareció la producción y provocó una subida del precio de venta. Las empresas fuertes sobrevivieron y se produjo una mayor concentración del poder económico. La industria tradicional empezó a trasladarse al Tercer Mundo, buscando salarios más bajos. Los países más desarrollados se centraron en la producción de alta tecnología y la investigación.
Se produjo un aumento del paro, se generalizaron los contratos temporales y el trabajo a tiempo parcial, y aumentaron las actividades de la economía sumergida que escapaban del control legal.
La crisis desestabilizó las políticas económicas y sociales. En los primeros años de la crisis, los gobiernos socialistas o socialdemócratas se apoyaron en la intervención del Estado para generar empleo y reactivar la economía aumentando los impuestos. Esto provocó un incremento de la inflación y un aumento del número de parados. El fracaso de estas políticas llevó al poder a gobiernos de derechas que siguieron el modelo liberal americano: congelaron salarios, redujeron el gasto público, privatizaron empresas y bajaron impuestos.
Las consecuencias fueron el debilitamiento del sector público con el fin de reducir gastos y la privatización de los servicios sociales. Ninguna política garantizaba la salida de la crisis en solitario. Se optó por un proyecto de unidad europea para enfrentarse a las nuevas condiciones económicas internacionales y plantear un frente económico común respecto a EEUU o Japón. La Unión Europea refleja esta voluntad europeísta.
La crisis favoreció la contestación, el descontento y el empeoramiento de la tensión internacional. El papel hegemónico de EEUU en Occidente empezó a resquebrajarse. En 1973 los norteamericanos se retiraron de Vietnam. En 1979 la guerrilla sandinista tomó el poder en Nicaragua; en Asia ayudaron a avanzar a los movimientos revolucionarios; en África se impusieron regímenes marxistas; en Irán la revolución acabó con el gobierno pro occidental del Sha y dio origen a una república islámica integrista y antiamericana.
En 1981 Ronald Reagan impulsó el rearme norteamericano y una política exterior intervencionista. EEUU apoyó económica y políticamente a los movimientos de disidencia en los países socialistas y a las guerrillas contrarrevolucionarias.