Portada » Historia » Isabel II: Transformación Política y Social en la España del Siglo XIX
Tras la muerte de Fernando VII, se abrió un período de transformación en España, dando lugar a nuevas estructuras políticas, económicas, sociales y culturales. Durante el reinado de su hija, Isabel II, se produjo el paso definitivo del Antiguo Régimen al liberalismo burgués, configurándose así una monarquía constitucional, sentando las bases de una economía capitalista y dando paso a una nueva sociedad de clases.
Los partidos políticos del siglo XIX eran agrupaciones de personas influyentes y poderosas. Los principales fueron:
La práctica electoral, sometida a la corrupción, la prensa política y la oratoria parlamentaria eran los medios a través de los cuales se traducían las ideas y programas del gobierno, así como el peso de los líderes y la renuncia a participar en elecciones. Un modelo de elección directa estructuraba los partidos, en el cual solo participaba una minoría de la población, en su mayoría analfabeta, por lo que se consideraba un mero espectador de la vida política centrada en Madrid, sede del gobierno, las instituciones y la corona. Dicho sistema electoral estuvo al servicio de los intereses del gobierno debido a las leyes electorales de 1837 y 1846.
La minoría de edad de Isabel II transcurrió durante dos regencias: la de su madre, la reina María Cristina, y la del general Baldomero Espartero. Tras la renuncia de este último y su exilio en 1843, y con ello el posible regreso de María Cristina, para evitar una nueva regencia, los progresistas López y Prim propusieron a las Cortes el adelanto de la mayoría de edad de Isabel II, comenzando así su reinado efectivo a los 13 años en 1843 hasta su destronamiento en 1868.
A los 16 años contrajo matrimonio con su primo Francisco de Asís de Borbón, con el que tuvo nueve hijos. Su reinado constó de tres períodos:
Se inició con el General Narváez, una de las figuras más importantes del liberalismo moderado, quien gobernó durante 10 años. Sin embargo, el primer gobierno de su reinado fue el de Olózaga, un diputado progresista, y posteriormente el de un joven periodista moderado, González Bravo, creador de la Guardia Civil.
En cuanto a su labor legislativa, Narváez se centró en modelar un Estado centralizado y uniforme mediante:
Por lo tanto, era similar a la del 37, exceptuando que no afirmaba la soberanía nacional ni establecía un amplio reconocimiento de las libertades y derechos.
Durante esta etapa, tuvo que hacer frente a un pronunciamiento en Madrid, cuya represión fue paralela al final de la segunda guerra carlista, iniciada en Cataluña (1846) debido a la oposición del matrimonio de Isabel II con Carlos Luis, hijo de Carlos María Isidro, y se prolongó tres años más con diversos escenarios e irregular marcha de los enfrentamientos.
Así, desde 1851, Juan Bravo Murillo presidió el gobierno y fue ministro de Hacienda, cuyo objetivo era sanear la deuda pública y crear una burocracia moderna al servicio del Estado.
Se aprobó un código penal y un código civil, llegando a la firma de un Concordato con la Santa Sede en 1851, con el que se normalizaron las relaciones Iglesia-Estado, pues el Papa reconocía a Isabel II como reina y aceptaba la pérdida de los bienes ya desamortizados y la devolución de los no vendidos; a cambio, el Estado español se comprometió a mantener el clero y el culto de la Iglesia.
Las divisiones internas del partido moderado y las denuncias de corrupción y escándalos financieros degradaron definitivamente el sistema, que Murillo intentó resolver con una reforma constitucional en 1852, cuyo fracaso provocó su dimisión. Dará paso a una sublevación en 1854 con la instauración del bienio progresista.
Asimismo, dio lugar en 1854 a la «Vicalvarada», un pronunciamiento militar liderado por el general Leopoldo O’Donnell y apoyado por los progresistas y la acción popular, que ocurrió en Madrid, concretamente en los cuarteles de Vicálvaro, de ahí su denominación.