Portada » Historia » Insurrección de los españoles contra el Imperio napoleónico
Tras el fallido intento de instaurar un régimen democrático durante el Sexenio, se instauró la monarquía borbónica y España volvíó al liberalismo censitario.
La restauración duró más de 50 años (1874-1931), terminando con la proclamación de la II República, con una parada en 1898, año de la pérdida de las últimas colonias españolas , lo que llevó a la Restauración a una gran crisis política y moral (“el desastre”). A partir de este momento se realizarán unas reformas que darán lugar a una nueva etapa: el regeneracionismo.
Este período comprende los reinados de Alfonso XII, la regencia de Mª Cristina de Habsburgo y Alfonso XIII.
Se consolidó un régimen constitucional y parlamentario que nunca llegó a ser plenamente democrático, pues estuvo dominado por una burguésía oligárquica.
Con el paso del tiempo, los dos partidos hegemónicos, ambos liberales, el liberal conservador y el liberal fusionista se fueron descomponiendo.
El pronunciamiento de Martínez Campos, en 1874, significó la proclamación de Alfonso XII como rey de España (restauración de la monarquía). Ésta sería aceptada por la mayoría de los españoles.
La restauración, preparada por el político Cánovas del Castillo, pretendía establecer en España un régimen constitucional, pero respetando la tradición española (monarquía y religión católica) y superar algunos de los problemas del liberalismo precedente.
Cánovas tenía dos objetivos:
−Elaborar una constitución, que vertebrase un sistema político basado en el bipartidismo.
−Y pacificar el país.
Su primera medida política fue la convocatoria de elecciones para unas Cortes constituyentes.
Tendría una gran duración, pues llega hasta la Dictadura de Primo de Rivera 1923,
-La monarquía, institución superior, incuestionable y permanente, debía compartir su soberanía con las Cortes.
-El monarca tiene la potestad de nombrar al jefe de gobierno.
-Las Cortes bicamerales: Senado y Congreso.
-Importancia del diálogo entre los partidos.
-Amplia declaración de derechos.
-Derecho al voto censitario y, a partir del 1890, universal.
-Al final la Constitución establecíó un Estado confesional, aunque permitíó el ejercicio privado de otras religiones.
Uno de los resultados más positivos de la Restauración fue terminar con los conflictos bélicos y obtener el reconocimiento del nuevo sistema por la opinión liberal.La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlistas y cubana.
La Restauración borbónica hizo que defensores de la causa carlista acabaron reconociendo a Alfonso XII como rey.
La consecuencia inmediata de la derrota carlista fue la abolición definitiva del régimen foral.
El final de la guerra carlista permitíó acabar con la insurrección cubana 1868-1878, con la Paz de Zanjón, en la cual se incluían una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud, reformas políticas y administrativas por las que Cuba tendría representantes en las Cortes españolas, el retraso o incumplimiento de estas reformas provocaría el inicio de un nuevo conflicto en 1879 “Guerra Chiquita” y la insurrección en 1895.
El turno de partidos diseñado por Cánovas se cumplíó hasta finales del Siglo XIX, cuando la crisis del 98 puso en jaque al sistema.
Cánovas había sido el dirigente del Partido Alfonsino durante el Sexenio, tras el regreso de Alfonso XII lo transformó en el Partido Liberal- Conservador que aglutinaba a los partidos más conservadores (carlistas e integristas) y acabó llamándose Partido Conservador.
El proyecto de Cánovas requería otro partido de carácter más progresista, la izquierda dinástica y él mismo propuso a Sagasta, que estaba formado por unionistas, progresistas y algunos republicanos moderados, nacíó así el Partido Liberal- Fusionista, más tarde Partido Liberal.
−defensa de la monarquía, la Constitución y de la propiedad privada
−defensa de la consolidación del Estado liberal, unitario y centralista
−formados por las élites económicas y una clase media acomodada (eran partidos de minorías).
tendían al inmovilismo político, sufragio censitario, defensa de la Iglesia y el orden social.
defendían el sufragio universal masculino, inclinados a un reformismo social progresista y laico.
La alternancia regular en el poder tenía como objetivo asegurar la estabilidad institucional.
Cuando el partido en el gobierno sufría un desgaste político y perdía la confianza de las Cortes, el monarca llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobierno, este convocaba elecciones con el objetivo de conseguir el número de diputados suficiente para formar una mayoría parlamentaria que le permitiese gobernar.
La alternancia en el gobierno fue posible gracias a un sistema electoral corrupto y manipulador que no dudaba en comprar votos, falsificar actas y medidas de presión sobre
el electorado, valíéndose de la influencia y del poder económico de determinados individuos sobre la sociedad, “caciques” (caciquismo).
El caciquismo se dio especialmente en Andalucía, Galicia y Castilla, los caciques eran personas notables sobre todo del medio rural con gran influencia en la vida local, social y política; también podían ser abogados, profesionales o funcionarios. Estos manipularon las elecciones de acuerdo con las autoridades, esa adulteración de los resultados electorales recibe el nombre de pucherazo, se llegaba a manipular el censo, incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivas.
Entre el 76 y el 98 el turno funciónó con regularidad, hasta el desastre del 98 que erosiónó a los políticos y a los partidos dinásticos.
De todas las elecciones realizadas 6 fueron ganadas por los conservadores y 4 por los liberales.
El Conservador se mantuvo en el gobierno desde el 75 al 81, en el 84 volvíó al poder, pero el temor a una desestabilización del sistema político tras la muerte de Alfonso XII, en 1885, impulsó a un acuerdo entre conservadores y liberales el Pacto del Pardo, su finalidad era dar apoyo a la regencia de María Cristina y garantizar la continuidad de la monarquía ante las presiones de carlistas y republicanos.
Bajo la regencia , el Partido Liberal gobernó más tiempo que el Conservador, el gobierno largo de Sagasta del 85 al 90, los liberales impulsaron una importante obra reformista, pero la reforma de mayor transcendencia fue la implantación del sufragio universal masculino para los mayores de 25 años, sin embargo, esta novedad quedó desvirtuada por la continuación de los sistemas de fraude y corrupción electoral que impidieron una democratización del sistema.
En la última década se mantuvo el turno pacífico. En el 90, los conservadores volvieron al poder y en el 92 los liberales y en el 95 Cánovas hasta el 97, fecha de su asesinato. Sin embargo, el personalismo del sistema deterioró a los partidos que dependían de la personalidad de sus líderes, provocando disidencias internas y la descomposición de ambos partidos.
En el último cuarto del Siglo XIX, comenzó el ascenso de movimientos de carácter regionalista o nacionalista en Cataluña, País Vasco y Galicia, y más tarde, en Valencia, Andalucía y Aragón, que defendían políticas contrarias al uniformismo y al centralismo estatal propios del liberalismo estatal.
Definimos en regionalismo como ladoctrina política según la cual, en el gobierno de un Estado, debe atenderse, especialmente, al modo de ser y a las aspiraciones de cada regíón.
Se trata de la ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nacíón, aspira a constituir una entidad autónoma o un Estado independiente
Principal foco del nacionalismo en Cataluña, donde el nacionalismo comenzó siendo un movimiento literario durante el Romanticismo, la Renaixença, y más tarde movimiento político, apoyado en la lengua y la historia. Debido al superior desarrollo económico de Cataluña (primera ciudad industrial de España) coincidiendo con un Renacimiento de la cultura catalana y una expansión del catalán, surgíó el catalanismo. Se manifestó en los movimientos carlista y republicano. En el primero, como aspiración a restaurar los fueros; en el segundo, como deseo de implantar la república federal. Sin embargo, el nacimiento de un partido político de ámbito sólo catalán y autonómico no tiene lugar hasta 1901”Lliga Regionalista”, de Prat de la Riba y el abogado Francesc Cambó.
Surgíó en la década de 1890. En sus orígenes, hay que considerar la reacción ante la pérdida de una parte sustancial de los fueros, tras la derrota del carlismo; pero también, el desarrollo de una corriente cultural en defensa de la lengua vasca. Su gran propulsor fue Sabino de Arana, quien creyó ver un gran peligro para la subsistencia de la cultura vasca en la llegada de inmigrantes procedentes de otras regiones de España. Sus propuestas prendieron en la pequeña burguésía y, en 1895, se creó el Partido Nacionalista Vasco, en Bilbao. El movimiento defendía la pureza racial del pueblo vasco, algo que irradiaba un gran sentido xenófobo.
Tuvo un carácter estrictamente cultural hasta bien entrado el Siglo XX. La lengua gallega se usaba, sobre todo, en el medio rural y, a mediados del Siglo XIX, intelectuales y literatos gallegos, emprendieron el camino de convertirla en lengua literaria. Ello dio lugar al nacimiento de la corriente llamada Rexurdimento, cuya figura literaria de mayor influencia fue la poetisa Rosalía de Castro (1837-1885).
Unas minorías cultas, empezaron a responsabilizar del atraso económico a la subordinación política de Galicia, que forzaba a muchos gallegos a la emigración. En la última etapa de la Restauración, el galleguismo fue adquiriendo un carácter más político, pero este movimiento se mantuvo muy minoritario a pesar del prestigio de algunos de sus componentes: Manuel Murguía y Alfredo Brañas. Más tarde, fue importante la figura de Vicente Risco que, en la segunda década del Siglo XX, se convertiría en el gran teórico y líder del nacionalismo gallego.
Los movimientos de resurgimiento cultural que más tarde pasaron a la esfera política, se dieron también en otras regiones como Valencia, Aragón, Andalucía e incluso Castilla. Pero su expansión no se produjo hasta bien entrado el Siglo XX, durante la Segunda República, cuya Constitución prevéía la creación de autonomías regionales.
En 1895, estalló en Cuba una nueva insurrección, a la que se sumó la rebelión de las islas Filipinas. Todo ello venía propiciado por una serie de cuestiones, tales como:
-La desigualdad política entre españoles y cubanos.
-El proteccionismo de la metrópolis, que impide el desarrollo de la economía cubana.
-El mantenimiento de la esclavitud,en vigor hasta 1888.
En 1868, había estallado en Cuba una revolución que duró hasta 1878. En esta primera guerra, Cuba contó con el apoyo de los EE.UU. El conflicto finalizaría con la paz de Zanjón, negociada por el general Martínez Campos con los rebeldes, a los que prometíó una amplia autonomía y una serie de reformas. Pero el retraso en el cumplimiento del acuerdo provocó un nuevo conflicto: la Guerra Chiquita,en 1879; y poco después, el Grito de Baire, el 24 de Febrero de 1895, que daría inicio a un levantamiento generalizado dirigido por José Martí, fundador del Partido Revolucionario Cubano, cuyo objetivo era la independencia de Cuba; Máximo Gómez y Antonio Maceo. La lucha se saldó con la independencia para la isla debido fundamentalmente a la intervención de EE.UU. La ocasión para intervenir en la guerra la dio el incidente del acorazado estadounidense Maine, que estalló en La Habana en Abril de 1898. EE.UU. Culpó a los españoles y nos envió un ultimátum en el que exigía la retirada de Cuba. El gobierno español negó cualquier vinculación con el Maine y rechazó el ultimátum. Comenzaba la guerra hispano-norteamericana. Los españoles fueron derrotados en la batalla de Santiago.
En Diciembre de 1898, España se comprometía a abandonar Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que pasaron a ser un protectorado norteamericano por la paz de París.
Cuba alcanzó su independencia, aunque para caer en la órbita de la gran nacíón americana en 1898, sería el año del Desastre.
España cerraba con este capítulo, un siglo desastroso.
En las Islas Filipinas, tendría lugar un primer movimiento separatista, capitaneado por José Cuesta. A medida que avanza el siglo, las tendencias emancipadoras fueron creciendo bajo la dirección de José Rizal y Katipunan (Liga Filipina 1892), quien es considerado como héroe de la independencia, a pesar de haber sido hecho prisionero y fusilado 1896. La lucha continuó bajo el mando de Aguinaldo, hasta que, el tratado de París, puso fin a la dominación española, tras la intervención norteamericana y derrota española en la batalla de Cavite.
Sin embargo, en lugar de lograr la independencia, las islas pasaron a estar bajo la soberanía de los EE.UU. Esta decisión provocó una nueva lucha armada, dirigida por el mismo Aguinaldo, hasta que, en 1901, cayó prisionero de los americanos.
El desastre se convirtió en el símbolo de la primera gran crisis del sistema político de la Restauración:
Sin embargo, continuó el turnismo y se estimuló el crecimiento de los movimientos nacionalistas. Por lo tanto, la crisis fue, sobre todo, moral e ideológica.
Fue de gran impacto psicológico: ejército ineficaz, sistema político corrupto y con políticos incompetentes.
Surge como la necesidad de renovar la vida política y social del país. Su mayor exponente fue Joaquín Costa.
La Institución Libre Enseñanza, tenía en sus filas a personalidades influidas por el krausismo; promovían el contacto directo del alumno con la naturaleza y con cualquier objeto de conocimiento, la laicidad y la libertad de conciencia.
También, un grupo de literatos y pensadores, la Generación del 98, intentaron analizar el problema de España, en sentido muy crítico y pesimista.
Aunque el desastre del 98 significó el fin del sistema de la Restauración tal y como lo había diseñado Cánovas, la política reformista de carácter regeneracionista, se limitó a dejar que el sistema siguiese funcionando con cambios mínimos.
La derrota militar tuvo consecuencias para el ejército, acusado por parte de la opinión pública de tener responsabilidad en el desastre. Frente al antimilitarismo, una parte de militares atribuyeron la derrota a la corrupción e ineficacia de los políticos. Por ello, entre los militares aumentó el sentimiento de que debían tener mayor presencia y protagonismo en la vida política del país. Esta sensación fue aumentando y culminó en el Golpe de Estado de Primo de Rivera, en 1923, que dio lugar a una dictadura de 7 años y el protagonizado por el general Franco, en 1936, que provocó una Guerra Civil y sumíó a España en una dictadura militar de casi 40 años.
El 19 de Septiembre de 1868 el almirante Topete, jefe de la Armada, secundado por Prim y Serrano, se sublevó en Cádiz haciendo un llamamiento de apoyo a la población civil. Se formaron inmediatamente Juntas Revolucionarias por todo el país. El Manifiesto de la Junta Revolucionaria de Cádiz, que acababa con el «¡Viva España con honra!», o el de Valencia, que concluía con el grito «¡Abajo los Borbones!», no cogieron a nadie por sorpresa, y la revolución triunfó sin apenas derramamiento de sangre.
Isabel II, que estaba veraneando en Lequeitio (Vizcaya), se encontró sin apoyos y optó por partir hacia Francia. La revolución de Septiembre, conocida como la Gloriosa, significó la afirmación de un nuevo sentido del liberalismo, contrapuesto al rígido moderantismo, el fin del «régimen de los generales» de las décadas anteriores y el triunfo de la sociedad civil.
El principal objetivo de los revolucionarios fue elaborar una Constitución que trazara las líneas generales de un nuevo régimen. Esta, desde un principio, estuvo destinada a ser el cauce del conjunto de apetencias democráticas de los distintos grupos que habían intervenido en la revolución. Pero prevalecíó la mayoría parlamentaria liberal progresista, dispuesta a consagrar unas ideas puramente liberales y que no coincidían con las que defendían los que aspiraban al cambio social, por lo que inmediatamente se produjo la queja de los grupos radicales.
La nueva burguésía pretendía hacer efectivo el sistema de división de poderes, de manera que la tradicional y autoritaria hegemonía del ejecutivo, perdíó poder en favor de un fortalecimiento de las Cortes, a la vez que, democráticamente, se aseguraba la independencia del poder judicial-de los tribunales-. Así, el poder ejecutivo quedaría concentrado en una función de equilibrio y moderación entre las fuerzas políticas. Todo ello debía sustentarse en el sufragio universal. La Constitución, después de haber sido ampliamente debatida durante cerca de cinco meses, fue promulgada en Junio de 1869.
En la cuestión de la forma del régimen, la solución estuvo en el hallazgo de un nuevo concepto de monarquía: el de monarquía democrática. Sin embargo, esta inclinación a favor de un régimen monárquico, no fue privativa de toda la Asamblea, porque muchos diputados defendieron que la fórmula más perfecta de la democracia era la república, con dos modalidades posibles: federal y unitaria.
Se intentó solucionar provisionalmente la situación con la instauración de una regencia presidida por el general Serrano, mientras que Juan Prim se erigíó en jefe de Gobierno.
Descartada la vuelta de Isabel II de su exilio de Francia, Cánovas del Castillo comenzó a formar un partido alfonsino para asegurar la defensa de los derechos del futuro Alfonso XII.
Mientras se iniciaba la búsqueda de un rey por las cancillerías europeas, resurgíó el problema colonial, Cuba y Puerto Rico. La inestabilidad política peninsular trasladada a las Antillas y la acción de sociedades secretas independentistas desembocaron en la insurrección cubana: en Octubre de 1868, Céspedes lanzó el grito de «¡Viva Cuba libre!» (el grito de Yara), y así comenzó una guerra que se convertiría en uno de los problemas más graves del sexenio y que iba a durar diez años, hasta 1878.
La caída de Isabel II y la búsqueda de un nuevo rey en el extranjero hizo resurgir el carlismo, iniciándose la tercera guerra carlista (1872-1876).
Se desarrolló en Cataluña, Navarra y el País Vasco. Las correrías carlistas llegaron hasta Albacete y Cuenca, ciudad esta última que fue cruelmente saqueada en 1874. El pretendiente carlista al trono era en esta ocasión Carlos VII, el nieto de Carlos María Isidro. La guerra acabó con la restauración de los Borbones en la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II.
A finales de Octubre de 1870 se soluciónó la cuestión del rey, hecho que era vital para garantizar la estabilidad interna. Gracias a las buenas gestiones de Prim, la casa de Saboyá presiónó a don Amadeo para que aceptara el trono de España. Este aceptó y por fin las Cortes lo eligieron rey a mediados de Noviembre.
Cuando don Amadeo conocíó esta decisión, embarcó rumbo a Cartagena, adonde llegó el 30 de Diciembre. Fue entonces cuando se enteró de que Prim, había sido tiroteado tres días antes, falleciendo ese mismo día 30. Por ello desde el principio y sin el valedor se consideró desamparado para cumplir las perspectivas de gobierno derivadas de la Constitución.
El fracaso de su reinado :la nobleza, fiel a la derrocada Isabel II y aleccionada por el clero más conservador, consideró a don Amadeo I enemigo del Papado y responsable de la reducción territorial del Vaticano; de modo que optó por hacerle el vacío, alejarse de la corte y simpatizar con el nuevo partido alfonsino de Cánovas.
Mantener la monarquía sin el apoyo de fieles monárquicos era cuestión difícil.
Después de repetidas elecciones generales y crisis de gobiernos que nada solucionaron, don Amadeo entregó su acta de abdicación el 11 de Febrero de 1873. Inmediatamente, el Congreso y el Senado, constituidos en una sola Asamblea Nacional, proclamaron la I República española. Ésta había llegado al fin porque la monarquía se había quedado sin posibilidades de actuación.
La figura principal fue Laureano Figuerola, quien propuso reformas de importancia.
Así, se creó por fin la nueva unidad monetaria, la peseta, en 1868.
Para responder a las demandas sociales se intentó llevar a cabo una reforma fiscal que suprimiera los odiados «consumos», pero la reforma se frustró ante las resistencias de la burguésía y los apuros de la Hacienda. Para afrontar el crónico problema de la Hacienda se arbitró un sistema de atención a la Deuda Pública por el que se creó el Banco Hipotecario en 1872 y, lo más importante, se otorgó al Banco de España el monopolio de la emisión de billetes.
Pero lo más importante en la idea progresista de abrir la economía española a los mercados exteriores fueron medidas como la Ley Arancelaria de 1869, La Ley de Sociedades Anónimas y la Ley de Minas de 1871, que fueron pasos para obtener inversiones exteriores y entrada de capitales que pudiesen financiar el crecimiento económico. Esta última fue una auténtica «desamortización del subsuelo» que facilitaría la llegada de capitales y la exportación masiva de minerales en las décadas siguientes.
Un Golpe de Estado dado por el general Pavía, puso fin a la experiencia republicana el 4 de Enero de 1874, siendo sustituido por una especie de dictadura conservadora del General Serrano, hasta que en Diciembre de 1874, otro Golpe de Estado en Sagunto, proclama rey de España a Alfonso XII de Borbón. Se inicia así un nuevo régimen en la Historia de España: la Restauración borbónica.
Tras esto Pavía entregó el poder a un grupo de políticos participantes en la revolución de 1868. Se convino entregar la presidencia a Serrano y se nombró un gobierno integrado por antiguos monárquicos.
A lo largo de 1874 estos sectores conspiran a favor de la Restauración. Terratenientes, banqueros y muchos políticos están convencidos ahora de que sólo una reorientación autoritaria salvaguardaría sus intereses.
Serrano puso en marcha una serie de medidas tendentes a reforzar el orden público y que consistieron en la disolución de la AIT, la finalización del problema cantonal, de la Guerra carlista, y el reforzamiento del aparato militar. Nada de esto logró reforzar su posición ni estabilizar su régimen autoritario, de modo que a finales de 1874, la totalidad de la clase política pensaba en la Restauración con dos vías abiertas, militar y civil.
Cánovas era partidario de mantener alejados a los militares, porque sólo la acción política podía legitimar el régimen; sin embargo los acontecimientos se precipitaron al pronunciarse Martínez Campos en Sagunto a favor de la monarquía. El gobierno de Madrid al comprobar que el nuevo movimiento contaba con apoyos militares no opuso resistencia y se consumaba la Restauración.
En esta turbulenta época, España perdíó su gran oportunidad democrática del Siglo XIX, pues fueron los años más caóticos de la Historia de la España Contemporánea. Pero a pesar de la Restauración Borbónica, la construcción del Estado liberal y la democratización del país estaban consolidadas, e implantadas las libertades conseguidas hace tiempo en otros países de Europa.