Portada » Historia » Instituciones de Poder, Crisis y Expansión en la Península Ibérica Medieval
Para ejercer su poder, los reyes se apoyaron en diversas instituciones de gobierno. El Consejo Real o Curia Regia asesoraba al rey en asuntos de gobierno, mientras que la Audiencia impartía justicia en su nombre. Las Cortes surgieron cuando los reyes convocaron a representantes de las ciudades a las reuniones de la Curia Regia, integrando a nobles, eclesiásticos y burguesía urbana. Los monarcas convocaban las Cortes para obtener tributos y financiar su política, pero los miembros de las Cortes aprovechaban para presentar quejas y peticiones al rey. El monarca se apoyó cada vez más en los procuradores de las ciudades, solicitando impuestos a cambio de mantener su poder en los Concejos. Estos Concejos gozaban de autonomía y privilegios basados en fueros, pero el rey los controlaba mediante la figura del Corregidor, su representante en los principales municipios.
En Castilla, el monarca tenía más poder que en la Corona de Aragón debido al carácter pactista de esta última, donde el rey debía respetar las leyes e instituciones de Aragón, Cataluña y Valencia. El rey estaba representado por un virrey en estos reinos, y las Cortes de cada reino creaban comisiones para vigilar el cumplimiento de los pactos, como la Diputación del General en Aragón y Valencia, y la Generalitat en Cataluña. En Aragón, se creó la figura del Justicia Mayor para velar por el cumplimiento de los fueros del reino.
En la primera mitad del siglo XIV, las malas cosechas desencadenaron crisis de subsistencia. La peste negra llegó en 1348, causando gran mortandad y disminuyendo la mano de obra y la producción. Los señores latifundistas reaccionaron subiendo los tributos (malos usos) sobre los campesinos. En las ciudades, la subida de precios agrícolas redujo la demanda de productos artesanales, arruinando a comerciantes y artesanos. Esto generó rebeliones y enfrentamientos:
También hubo ataques a minorías, como los pogromos contra la población judía. Simultáneamente, se fortalecieron las monarquías. En Castilla, Pedro I se enfrentó a la nobleza, que apoyaba a su hermanastro Enrique de Trastámara. La guerra civil (1366-1369) terminó con el asesinato de Pedro I y el ascenso al trono de Enrique II. En Cataluña, los payeses de remensa y la Busca contaron con la protección del rey Juan II, mientras que los señores y el patriciado urbano apoyaban a la Generalitat. La guerra civil (1462-1472) reflejó estos conflictos sociales y contra la monarquía, problemas que persistieron hasta el reinado de Fernando II.
La Corona de Aragón, especialmente Cataluña, se expandió por el Mediterráneo desde finales del siglo XIII, a pesar de la oposición de Francia y el Papado. Los principales hitos de esta expansión fueron:
Esta expansión impulsó un activo comercio exterior, con Barcelona como centro principal. Se crearon instituciones como los Consulados del Mar, tribunales marítimos y comerciales, y las lonjas de contratación. Los comerciantes catalanes importaban productos orientales (sedas, especias, tejidos de lujo) y exportaban hierro, telas y otros productos artesanales. El comercio catalán alcanzó su máximo esplendor en el siglo XIV, pero la crisis bajomedieval afectó esta actividad, y Valencia reemplazó a Barcelona como principal puerto mercantil.
El Atlántico era una importante vía comercial. La ruta norte servía para la exportación de lana castellana e hierro vizcaíno y la importación de manufacturas de lujo. La ruta sur, controlada por los genoveses, permitía el acceso a productos africanos (oro, marfil, esclavos), telas italianas y especias orientales. Portugal tomó la iniciativa en esta ruta, colonizando Madeira (1418) y las Azores (1432), y explorando la costa occidental africana. En 1434 doblaron el Cabo Bojador, en 1444 llegaron a Cabo Verde, y en 1456 a las costas de Guinea. En 1487, Bartolomé Díaz dobló el Cabo de Buena Esperanza, y en 1497-1498, Vasco de Gama llegó a la India.
Castilla se enfocó en el dominio de las Islas Canarias, habitadas por aborígenes. Entre 1402-1428, Enrique III de Castilla promovió expediciones lideradas por caballeros normandos como Jean de Béthencourt, controlando Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro. Se instalaron colonos andaluces, comerciantes genoveses, misioneros y traficantes de esclavos. La colonización fue privada hasta los Reyes Católicos. La rivalidad entre Castilla y Portugal concluyó en 1479 con el Tratado de Alcaçovas, que reconoció la soberanía castellana sobre las Canarias.