Portada » Educación Artística » Impresionismo Musical: Debussy y Ravel
El Impresionismo se desarrolla como movimiento artístico en el último cuarto del siglo XIX, marcando el inicio del llamado «arte moderno». A partir de él se habla de «ismos» en lugar de estilos. La diferencia radica en que los estilos surgen como expresión de una cultura, mientras que el «ismo» es el resultado de una voluntad orientada hacia una finalidad específica.
Al igual que el Realismo se basaba en el positivismo de Comte, el Impresionismo se fundamenta en la teoría de las sensaciones de Locke: la sensación es la fuente de nuestro conocimiento.
Surge en 1874 en la Exposición de Artistas Jóvenes, gracias a la obra de Monet titulada «l’Impresión, sol naciente». El cuadro fue duramente criticado por el crítico Leroy, quien incluso calificó peyorativamente a estos pintores como «impresionistas». El grupo rechazó inicialmente esta denominación. La última exposición como «grupo impresionista» se celebra en 1886.
El Impresionismo surge como rechazo de la pintura academicista y de estudio de carácter clasicista. Compartían intereses pictóricos y estéticos, pero carecían de manifiestos teóricos y de una línea de acción unitaria.
Se aplica a la música por primera vez en 1887 en el fallo del premio de Roma, aludiendo a la obra de Debussy como poseedora de color musical pero alejada de diseño y forma.
El Impresionismo se desmarca del Romanticismo, pero hereda algunos elementos como:
A finales del siglo XIX, la Exposición Universal provoca una reacción de alejamiento del academicismo formal germano. Se produce una asimilación del folclore europeo (español), de las culturas exóticas lejanas (Asia, Indonesia) y una vuelta al pasado.
No se puede considerar al Impresionismo como una etapa en la historia de la música, ya que abarca solo dos décadas y está representado principalmente por Debussy y Ravel.
Se le calificó de impresionista por la analogía con los pintores y por la exaltación del difuminado y la capacidad de traducir en sonidos las impresiones sensitivas de manera inmediata, simple y espontánea. Esta imagen lo relegaba entre los postrománticos con composiciones como La mer o el ballet Jeux.
Debussy desprecia el arte de diversión fácil, agradable y melodioso. Es partícipe del compromiso moral de los decadentistas wagnerianos, buscador de un lenguaje musical que expresase la evanescencia espiritual de la experiencia interior y del rigor formal de un hacer artístico consciente y responsable.
En 1884 ganó el Gran Prix de Rome con L’enfant prodige. A lo largo de su vida adulta vivió en París, ocupando un puesto importante en la vida cultural de la ciudad.
Sus trabajos de juventud revelan la influencia de Chabrier y Fauré, exponentes de un renacimiento de la música francesa tras la influencia del cromatismo wagneriano, aproximándose a la tonalidad. También el interés por la música rusa de Mussorgsky se revela en sus canciones sobre textos de Baudelaire (1889) y su Cuarteto de Cuerda (1893), donde revela su creciente interés por el desarrollo de la estructura y el timbre.
Causó gran efecto la música Gamelan en 1889. Una música más naturalista, ligada a la expresión lingüística y al fluir de acontecimientos dramáticos y psicológicos. Esto se hace más evidente a partir de 1890, cuando abandona su preferencia por la música abstracta a favor de una más programática, pero favoreciendo una evocación poética de los sentimientos, de las impresiones y de la atmósfera de los paisajes (admiraba la Pastoral de Beethoven).
Esta actitud se refleja en la primera de sus grandes obras orquestales Preludio a la siesta de un fauno (1894), los Tres Nocturnos (el tercero, Sirenas, introduce un coro femenino sin palabras) y la ópera Pelleas y Mélisande (1893-1902), en la cual, a pesar de la existencia de una historia, la música parece responder al mundo interior de los personajes.
Con El fauno, con su delicado y ondulante solo de flauta, ilustra el tipo de melodía ornamental libre de curvas naturales que el compositor denominó arabescas. Él mismo denominó este recurso como la delicada tracería del canto gregoriano que estudió en Solesmes.
Busca el sonido puro con nuevos criterios constructivos, influidos por Webern. Reconoce la importancia de Wagner, pero no toma partido ni por él ni contra él. Debussy rechaza la música comercial y de entretenimiento. Busca el gusto francés, pero no reaccionario con la frivolidad y el salón. Le interesa Bizet, Massenet y la época clavecinista (Couperin).
Según Laborda, Debussy es partícipe del compromiso intelectual y moral de los decadentistas wagnerianos, proclive al arte ligero con alusiones. Busca un lenguaje que exprese la evanescencia del hacer artístico consciente y responsable.
Admira a Wagner por el compromiso artístico e intelectual. El arte no puede abarcarlo todo y tiene que dejar abierta la ventana de la libertad para crear obra. Que la música no subraye la palabra, sino que la complete, para que el oyente participe con su imaginación y mente.
Provocó un escándalo mayúsculo cuando se presentó por primera vez en París, por su erotismo explícito y su apartamiento radical de la tradición del ballet clásico. La coreografía representaba un aspecto de bajorrelieve griego animado, en donde las bailarinas debían desplazarse en oposición a las reglas clásicas. Debussy tardó dos años en componer la música: desde 1892 hasta 1894. La obra es considerada por algunos expertos como el punto de partida de la modernidad musical.
Introduce cambios en las relaciones entre los instrumentos y los decorados. El bailarín está más integrado. L’Après-midi d’un Faune, inspirado en el poema de Stéphane Mallarmé titulado «La Tarde de un Fauno», fue estrenado el 29 de mayo de 1912 por Vaslav Nijinski, sobre una partitura de Claude Debussy con escenografía de Léon Bakst.
Destaca la fuerte impronta personal que imprime Debussy a su única ópera concluida y la deliberada renuncia a algunos de los moldes establecidos como arquetípicos del género lírico.
En Pelleas no hay arias, ni números de conjunto, ni caracterización dramática, ni grandes expansiones orquestales. Hay un trabajo creativo de exquisita sutilidad, diseñado a base de pequeñas pinceladas, en el que los breves desarrollos nunca llegan a cristalizar en algo más que sugerencia e impresión, dentro siempre de una estructura musical ambigua en la que se desarrolla una línea vocal plana y uniforme.
En los primeros compases del preludio de la ópera aparece el acorde de Tristán. Cabe apuntar que la armonía a pinceladas del supuestamente aislado Pelleas es heredera por línea directa -y por ello deudora- del genio wagneriano, concretamente del cromatismo del por Debussy admirado.
(Información sobre Ravel no incluida en el texto original)