Portada » Geografía » Impacto Demográfico y Social del Período Agrícola
El crecimiento demográfico antes de la revolución industrial se puede explicar con el llamado MODELO DEMOGRÁFICO ANTIGUO.
Debido a estas características, la población a muy largo plazo ha crecido mucho, pero a medio plazo, más o menos 1 siglo, la población podía crecer o decrecer. En el S. XIV baja, en los S. XV-XVI aumenta y en el S. XVII baja. En este período, las disminuciones de la población se debían sobre todo a las epidemias. Hubo 2 acontecimientos muy importantes en esta época, que son la peste negra en Europa (causa del decrecimiento de la población en el S. XIV) y el contacto con los indios de las Américas con las infecciones europeas.
En el año 1000, la población europea empezó a crecer durante 3 siglos. A finales del siglo XIII y principios del XIV, el crecimiento se ralentiza. A mediados del S. XIV, un devastador acontecimiento catastrófico de larga duración provoca una disminución de la población que, según las estimaciones, bajó casi 1/3 en la segunda mitad del S. XIV y siguió bajando en el S. XV. Entró por Sicilia en 1347 y en 1352 ya se había difundido por todo el continente europeo, provocando en 5 años millones de fallecimientos. El bacilo responsable de la peste se transmite por medio de la pulga, parásito de ratas y ratones. El bacilo infecta a las ratas y ratones, pero no los mata, y estos difunden la infección. La peste tiene una incubación de 1 a 6 días antes de manifestarse. La mordedura de la pulga provoca fiebres, estado de coma, insuficiencia cardiaca e inflamación de los órganos internos, lo que hacía que muriesen 2/3 a 4/5 de la población. La peste se transmitía fácilmente por el transporte de mercancías que tenían pulgas o ratones infectados.
En septiembre de 1347, unas galeras genovesas provenientes del Mar Negro que desembarcaron en Sicilia trajeron la epidemia a Europa. La peste se difundió por toda Europa en 5 años. La cuantificación exacta de la mortalidad no la sabemos por falta de datos precisos. Se estima que la tasa de mortalidad durante la peste negra fue del 420 por mil; morían 4 de cada 10 habitantes. Después del S. XIV, en el siglo XV, la población decrece mucho y en el S. XVI llegó al número de la mitad del S. XIV. Algunos historiadores estiman que la pérdida fue del 30-40% de la población europea durante la epidemia de los S. XIV y XV. La peste negra era un factor constrictivo, limitaba el crecimiento de la población, era un factor exógeno al sistema, obligó a que se produjera un cambio social, a una bajada de la población, era independiente de la organización social, de su nivel de desarrollo y de la densidad de los asentamientos. La capacidad infectiva o la letalidad de la peste no estaba relacionada con la salud o la edad de las personas ni con su nivel nutritivo. Afectó la peste con la misma intensidad a poblaciones urbanas que rurales y no importó la densidad de la población para su difusión. Los transportes de mercancías y la movilidad de las personas hicieron que se propagase por todo el continente. Siendo la peste un factor constrictivo, podemos considerar también algunos factores de adaptación que fueron una reacción a la epidemia. En la peste negra no hubo factor de inmunidad permanente de los infectados, contrario a otras enfermedades infecciosas, porque los afectados por la peste negra que se curaban, que eran muy pocos, no adquirían la inmunidad permanente. De los 1 de cada 4 infectados que no morían, si se curaban, podrían contagiarse otra vez. Por tanto, la disminución de la intensidad de los efectos de la peste negra se debe sobre todo a una mayor proporción de población naturalmente inmunizada, y por tanto, no susceptible al contagio. A largo plazo, las sociedades intentaron defenderse con la adopción de medidas de cuarentena de personas y mercancías, con el aislamiento de los infectados, la clausura de las casas y con normas higiénicas. Otro proceso de adaptación-reacción a la peste fue la naturaleza social y demográfica. A corto plazo, un fuerte aumento de la mortalidad por la peste tuvo un doble efecto: 1. la bajada de los nacimientos y de matrimonios, por tanto, la bajada de los nacimientos acentúa la acción demográfica negativa de la epidemia. 2. La epidemia y su mortalidad rompen los matrimonios y los núcleos familiares. Al terminar la epidemia, se recuperan los matrimonios y aumenta la fecundidad de las parejas, se produce un aumento transitorio de la natalidad y mejora el saldo entre nacimientos y muertes. A largo plazo, el despoblamiento producido por la peste en toda Europa hizo que hubiese más tierras disponibles, y provocó un aumento de la mano de obra, por tanto, los núcleos familiares tenían un acceso más fácil a los recursos alimentarios. La nupcialidad aumentó, reforzando la capacidad de crecimiento del país. Por esto era la baja edad de matrimonio en Italia en la primera mitad del S. XV.
Según las estimaciones, Santo Domingo, la primera isla visitada por Colón, en el momento del descubrimiento tenía una población de 3-4 millones de personas. En 1514, los habitantes eran 22 mil, de los que no quedaban más de algunas decenas 20 años después. Los indios de Cuba eran 112 mil en 1512, que acabaron desapareciendo en la segunda mitad del S. XVI. En México Central eran 6,3 millones de indios en 1548, que se redujeron a 2 millones en 1580 y a 1 millón en 1600. En Perú, Canadá, EE.UU. y en los países anteriormente citados, la disminución demográfica a partir del contacto con los europeos parece ser la regla. A partir de estos datos, la consecuencia del contacto con los europeos es un fenómeno documentado y bien estudiado. El ritmo, la entidad de la disminución y su duración varían según las situaciones históricas, pero el mecanismo de base es relativamente simple. Este mecanismo está relacionado con el hecho de que las poblaciones indígenas eran terreno virgen para muchas enfermedades infecciosas; una población que nunca fue afectada por infecciones tiene un peligro de infección muy elevado. Cuando el contacto a través de un explorador o conquistador europeo efectuaba la transmisión del agente patógeno de la población europea a la población americana, la enfermedad se difundía con gran virulencia, principalmente debido a 3 factores: 1. Cuando la enfermedad infecciosa crea inmunidad en los individuos afectados y curados, siempre hay una parte de la población que no es susceptible al contagio, por estar inmunizada, y por tanto, los daños son limitados. Por el contrario, en una población virgen, todos los individuos son susceptibles y la introducción de una enfermedad nueva produce daños inmensos. 2. En una población no virgen, la enfermedad selecciona generación tras generación a los individuos más resistentes. Este factor también tiene como consecuencia que la gravedad de la infección resulte mayor en una población virgen. 3. En una población virgen, no ha existido el proceso de adaptación recíproca entre agente patógeno y organismo infectado.
En el año 1000 a.C., el hombre empezó a cultivar y mejorar sus cualidades nutritivas (cereales, raíces y árboles); domesticó animales a cambio del alimento que se podrá obtener de ellos, como la leche de vaca. La revolución agrícola tuvo un ritmo desigual; hoy día hay grupos que siguen cazando y recolectando. La revolución agrícola se desarrolló de forma autónoma, en lugares y tiempos separados por miles de años y de kilómetros. La población mundial aumentó y también la densidad de poblamiento. Después del neolítico, la población creció más rápido que antes, y los antropólogos y demógrafos han discutido mucho las causas de esta aceleración, elaborando 2 teorías opuestas:
Se basa en un razonamiento siempre pero convincente. La sedentarización y el inicio de la agricultura y la ganadería permiten un aprovechamiento más regular y protegen las poblaciones del estrés nutritivo relacionado con el clima y la alternancia de las estaciones. Por ejemplo, el cultivo de trigo, cebada y arroz son muy nutritivos, y sobre todo fácilmente conservables, aumentaron las disponibilidades alimentarias y ayudaron a mejorar los períodos de penuria, mejoró la salud, aumentó la población y bajó la mortalidad.
Según esta teoría, en las poblaciones sedentarias aumentó tanto la natalidad como la mortalidad, lo que explica el aumento demográfico con la introducción de la agricultura. La mortalidad de los agricultores era mayor a la de los cazadores por 2 causas: la primera, la calidad nutritiva empeoró con la transición a la agricultura. La alimentación de los cazadores-recolectores era más variada (raíces, hierbas, bayas, frutos y animales) que la alimentación de los agricultores sedentarios, pobre y monótona por la gran presencia de cereales. Esto se demostró en exámenes de esqueletos, ya que las dimensiones corporales, estructura y fortaleza ósea disminuyeron cuando los cazadores se hacían agricultores. La segunda, es que con la sedentarización se establecen las condiciones para la aparición, difusión y conservación de enfermedades infecciosas menos frecuentes en poblaciones móviles y con baja densidad. La alta densidad atrae a agentes patógenos que se mantienen en estado latente en espera de manifestarse; por tanto, las enfermedades que se transmiten por contacto tienen mayor difusión por la alta densidad, que aumenta la contaminación del suelo y agua, facilitando nuevas infecciones. Con la sedentarización, también muchos animales se domesticaron, viven con el hombre, por lo que se pueden transmitir enfermedades de animales a hombres, como el caso de la peste negra. También hay enfermedades que se transmiten por técnicas agrícolas, mediante el regadío, como la malaria, y también por la creación de depósitos de agua estancada. El aumento de la fertilidad está fundamentado en las modificaciones sociales que intervinieron en las sociedades sedentarias tras el desarrollo de la agricultura. La alta movilidad de los cazadores-recolectores, debido a los desplazamientos en distintas áreas, convertía en muy oneroso y peligroso para la mujer el transporte de los hijos que aún no andaban. El intervalo de partos, por ello, era más largo, de modo que un nuevo nacimiento se produciría cuando el niño nacido anteriormente fuese capaz de andar por sí mismo. En una sociedad sedentaria, el coste por hijo sería menor y su aporte económico mayor, en el trabajo del campo, de la casa y como guardianes de los animales.
El problema de las consecuencias del crecimiento demográfico en el desarrollo de la economía de las sociedades agrícolas aún no está resuelto. Acerca de este problema, se enfrentan 2 teorías opuestas:
Esta primera posición tiene su parte de verificación inmediata a corto plazo de la experiencia corriente, porque un aumento de la densidad humana provoca competencia para la utilización de los recursos fijos que deberán satisfacer un mayor número de personas. Esta convicción, sin embargo, encuentra una objeción en la observación histórica a largo plazo. El progreso económico está asociado al crecimiento demográfico. Una sociedad más poblada puede organizarse mejor, porque puede especializar el trabajo y las funciones, porque puede encontrar los medios para sustituir recursos fijos y generar estructuras que serían insostenibles con una población dispersa y de pequeñas dimensiones. La reconciliación de las observaciones a corto plazo con las observaciones a largo plazo no se efectúa fácilmente.
La segunda teoría, opuesta a la primera, debe resolver una grave contradicción. Aún admitiendo que el crecimiento demográfico favorece el espíritu de innovación y de invención, parece difícil que este espíritu pueda dilatar, aumentar, los recursos fijos necesarios para la supervivencia y el bienestar.
Resumiendo, la teoría pesimista dice que tanto a corto plazo como a largo plazo el aumento demográfico genera rendimientos decrecientes y, por tanto, para el crecimiento económico. Mientras que la teoría optimista dice que si a corto plazo se pueden generar rendimientos decrecientes, a largo plazo intervienen mecanismos que activan la búsqueda de invenciones e innovaciones, generando “revoluciones” (revolución agrícola e industrial).