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Partiendo del “cogito” Descartes intuye que ese “Yo” pensante es una sustancia que piensa.“Pienso, luego soy”. ¿Pero qué soy? Una cosa que piensa, una cosa pensante, una sustancia pensante (“res cogitans”, Yo, Alma). Como Aristóteles, Descartes define lo real en términos sustancialistas, lo real es la sustancia. Identifica “cosa”, “res”, con sustancia y la define como “aquello que no necesita de otra cosa más que de sí misma para existir”. Descartes admite dos tipos de sustancia: la sustancia infinita (Dios) que no necesita de otra cosa para existir, y las sustancias finitas que no necesitan de nada para existir excepto de Dios, son la res cogitans o pensamiento (yo pensante) y la res extensa o materia extensa (mundo). – El contenido del pensamiento son las ideas o representaciones que pueden ser:- Adventicias: son las ideas que provienen de la experiencia sensible, de mi percepción del mundo o de la enseñanza. Pueden resultar erróneas (los sentidos engañan, diferencias personales,…). – Facticias: inventadas con la imaginación y la fantasía, por ejemplo, idea del animal mitológico llamado centauro. Estas ideas son ilusorias y arbitrarias, no verdaderas. – Innatas: son las ideas que emergen de la propia facultad de pensar y son unas ideas que nuestra mente capta y ha de aceptar necesariamente sin poder modificar nada. Son ideas innatas la idea de Dios, de causa, de sustancia o de número. Sólo las ideas innatas poseen evidencia perfecta y nos conducen al verdadero conocimiento. – Pero no tenemos la seguridad de que estas ideas sean verdaderas o se correspondan con la realidad. El problema de Descartes es cómo salir de la subjetividad y llegar a saber si hay cosas objetivas (realidades exteriores al yo pensante) y cómo son estas cosas. – La posibilidad de que exista un genio maligno que me engaña en el razonamiento impide que pueda seguir avanzando en el conocimiento. Para tener seguridad absoluta de que lo que percibo con claridad y distinción es verdadero, necesito eliminar la hipótesis del genio maligno. ¿Y cómo? Probando lo contrario, que existe un Dios bueno, en el que no cabe el engaño. Descartes acude a Dios para fundamentar el criterio de evidencia, al tiempo que esta existencia de Dios se apoya en ese mismo criterio de evidencia aún por fundamentar. – Descartes descubre que entre las ideas innatas del yo pensante se encuentra la idea de perfección. Si Yo dudo es porque soy imperfecto y en mí tengo la idea de perfección (pues de lo contrario no dudaría). ¿De dónde procede esa idea? No puede proceder de mí pues de la imperfección no puede venir lo perfecto. Tiene que venir de fuera, pero no de cualquier cosa, sino que sólo ha podido ser inducida en mí por un ser perfecto, un Dios que reúne en sí todas las perfecciones de las que yo pueda pensar en un ser perfecto. Y si Dios es un ser perfecto, tiene que existir, pues la existencia independiente del Yo es una de esas perfecciones. De aquí deduce la existencia de una Res infinita infinita, las existencia de Dios, segundo principio o axioma de la filosofía cartesiana. – Si Dios es perfecto, tiene que ser bondadoso y no puede permitir que me engañe cuando uso bien mis facultades racionales; por tanto, deben ser verdaderas aquellas ideas que capto con evidencia, con claridad y distinción. Esta idea innata de Dios permite ir más allá de la propia subjetividad y afirmar que existe una realidad fuera de mi “yo”, la sustancia perfecta, Dios, que se convierte en la garantía del conocimiento. – Después de la evidencia del Yo pensante y de Dios, Descartes piensa que podemos asegurar la existencia de una Res extensa ,el mundo. Tenemos la seguridad moral de que existen los cuerpos materiales, pero no tenemos certeza racional sobre ellos, podrían ser sólo pensamientos, sin realidad independiente. Pero la existencia de Dios garantiza esa evidencia ya que en mi mente existen ideas acerca del propio cuerpo que no piensa, y de otros cuerpos exteriores al YO. Estas ideas parecen venir a mí en contra de mi voluntad, a diferencia de las ideas que proceden de mi propia actividad mental, que las controlo y manejo. Esta característica de las ideas procedentes del exterior me lleva a suponer que la causa de las mismas no soy yo, sino que tienen su causa en realidades distintas a mí, en los objetos y cuerpos externos. Lo contrario sería tener que afirmar que Dios me engaña, al hacernos creer que vienen de fuera y que son causadas por los objetos; pero ya sabemos que existe un Dios bueno que me ha creado racional y no permite que me engañe cuando hago uso adecuado de mi razón, de manera que puedo fiarme de la verdad y objetividad de las ideas evidentes. Si la idea de mundo exterior (objetos y cuerpos materiales) es clara y distinta de la idea de pensamiento; los cuerpos, los objetos, han de ser la causa de estas ideas, por tanto han de existir los cuerpos materiales (mundo físico), todos ellos con un atributo fundamental, la extensión, que le da una dimensión cuantificable. Mecanicismo: materia en movimiento. La res extensa (mundo) es el tercer principio o axioma de la filosofía cartesiana.