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René Descartes (1596-1650) fue un matemático, filósofo renacentista y representante del Racionalismo. Habiendo estudiado con
los jesuitas de la Flèche, participa en ambos bandos de la Guerra de los Treinta años, para finalmente tras ser acusado de ateísmo en Holanda
se traslada a Suecia donde compone su obra. Es considerado como el primer filósofo moderno debido al radical cambio que supuso su método
racional (Mathesis Universalis) y a su situación en la Revolución científica que llevó consigo el triunfo de la ciencia moderna.
El Racionalismo se define como el predominio de la razón sobre la experiencia sensible, como la autosuficiencia de la razón
como fuente de conocimiento pues esta no sólo es límite y origen del conocimiento sino que también es criterio de verdad. Se define así
tanto positivamente, la razón como principio supremo de verdad; como negativamente, la razón no puede verse coartada por ninguna instancia
superior. Entre las características del Racionalismo encontramos: confianza total en el conocimiento racional (evidencia), minusvaloración del
conocimiento sensible, afirmación de la existencia de ideas innatas (Dios, Mundo y Hombre), existencia de una ciencia universal y necesaria y
la racionalidad del Mundo.
El Racionalismo ya poesía claros Antecedentes con la figura de Guillermo de Ockam, el cual diferenció la teología de la filosofía,
preparando la llegada del Empirismo con Locke, Berkeley y Hume y del Racionalismo con Descartes, Leibniz, Spinoza y Malebranche.
Estos últimos apoyan la deducción según la cual partiendo de un sistema de verdades se podría obtener una información certera de este
mundo, y por ello se sirven del modelo matemático pues tal y como creía Descartes la Filosofía debía ser única, verdadera y unívoca, un
saber universal. Este método, la Mathesis Universalis, parte de la intuición (Noesis) que conoce lo directo a partir de la evidencia y continúa
con la deducción (Dianoia) que conoce lo indirecto partiendo también de esta.
Sin embargo, para el autor de “Meditaciones” su postura filosófica no siempre fue esta. Habiendo sido educado en un entorno
humanístico creía en tal conocimiento, pero tras finalizar los estudios descubrió la inexactitud, lo dudoso de las letras y por ello las abandona
a favor del método matemático el cual fue escogido por su exactitud, certeza y precisión Este método es aplicado a la filosofía y por medio
de la deducción se obtiene a partir de una verdad cierta a la demás verdades.
El método (Tª del conocimiento)
Del autor de “Principios de Filosofía” parte de la duda, de una duda universal (todo es dudable), metódica (no se
trata de una duda escéptica, sino de una duda socrática como instrumento constructivo con el que alcanzar la verdad), teorética (se duda de los
conocimientos teóricos no de los prácticos) y radical (raíz de fundamento y metafísica). Esta duda posee una serie de motivos: la duda de los
sentidos (estos nos engañan, induciéndonos a error por lo que no nos podemos fiar de ellos), la duda del mundo exterior (no podemos
afirmar que es real pues solo lo parece, como los sueños), la duda de los propios razonamientos (el entendimiento puede errar al razonar) y
la duda de uno mismo (existe la posibilidad de que uno tenga algún espíritu maligno que lo induzca al error). Lo único que es indudable en
este mundo es que todo es dudable, que yo he estado dudando, es decir, pensando y por tanto existiendo “cogito ergo sum” (Primera Verdad).
“Por método entiendo las reglas ciertas y fáciles que hacen imposible tomar por verdadero lo que es falso, sin malgastar
inútilmente las fuerzas de la razón, hacen avanzar progresivamente la ciencia para llegar a lo verdadero”. Las reglas de este método son:
la evidencia, la cual es el criterio de verdad del Racionalismo (Solo lo que se percibe con evidencia es verdadero); análisis (solo se posee
evidencia de las ideas simples, por lo que hay que reducir las ideas compuestas a simples, dividiéndolas para reducir las percepciones confusas
a claras, evitando el error), síntesis (Se recomponen las ideas analizadas a una unión de las mismas, obteniendo suma de intuiciones parciales
de donde se obtendrá una intuición evidente) y la enumeración (se revisa el proceso para asegurar su validez y obteniendo una intuición
general y evidencia del conjunto). Todo el método se reduce a la evidencia, pues la primera verdad es el modelo de todas las verdades las
cuales se deducen a partir de esta (ergo cogita cogitata).
Sin embargo, hay una certeza indudable: el hecho simultáneo del propio pensamiento y de la propia existencia. De esta manera
deducimos que somos seres pensantes, (cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere y no quiere, imagina y siente) y seres que
existen, se denota así la influencia que San Agustín ejerció sobre Descartes. Este cogito no es por tanto un silogismo, sino una idea clara y
distinta, una verdad inmutable y la evidencia y criterio de la misma.
Las ideas deducidas de esta se clasifican en tres tipos: Ideas adventicias, aquellas que parecen provenir de nuestra experiencia
externa, y que deben ser entendidas; las Ideas facticias, ideas ficticias que provienen de nuestra imaginación y voluntad pues pueden
construirse con estas aunque el resultado no sea real; y las Ideas innatas, ideas claras y distintas propias al entendimiento. Son las que
encuentro en mí mismo y son solo tres: cogito, sum y perfección (hombre, mundo y Dios). Así establece la afirmación fundamental del
Racionalismo y al mismo tiempo de nuestra contingencia y de la existencia de Dios.
Una vez desarrollado el método, el autor de “Reglas para la dirección del espíritu” elabora su teoría de la realidad la cual carece
del rigor y grandiosidad demostrados anteriormente y que ha sido criticada en enorme medida. Sin embargo, es cierto que con esta teoría
Descartes se asienta como el primer autor moderno que utiliza a Dios para justificar que el hombre puede ir en contra del absolutismo regio.
Su metafísica se basa por tanto en una realidad triple: la Res cogitans, el alma o sustancia pensante que no necesita de otra para
existir; la Res Infinita, la sustancia perfecta e infinita, Dios; y la Res extensa, sustancia corpórea, cuerpo del ser pensante. Como se puede
ver, el concepto de res o sustancia es fundamental, y se concibe como una cosa que existe de tal manera que no tiene necesidad sino de sí
misma para existir. De esta manera, en sentido estricto sólo Dios sería res, pero en sentido amplio cualquier sustancia lo sería. A
cada sustancia le corresponde un atributo principal, una característica esencial del sujeto inseparable de la propia sustancia. A la res cogitans
le corresponde el pensamiento, a la res infinita la perfección y a la res extensa la extensión.
Sobre estas bases, Descartes elabora su antropología, que parte del concepto de hombre como alma independiente del cuerpo, pues
al ser sustancia no depende de este: “mi yo pensante no es mi cuerpo” (Principio de salvación agustiniano). Esta independencia garantiza la
libertad del hombre frente a la concepción mecanicista del mundo. El alma se encuentra por tanto en una esfera de autonomía e independencia
de la materia. Sin embargo, esto origina el problema de la comunicación de las sustancias.
Como sabemos, cuerpo y alma están separados pues no se necesitan para existir. Sin embargo es indudable que existe una unión
entre ambos debido a su correlación y comunicación. Esta unión de carácter accidental es justificada por Descartes mediante la glándula
pineal, sede del alma que actúa como intermediario de la doble circulación que existe entre el cuerpo y el alma. Frente a esta teoría, otros
autores racionalistas plantearon soluciones alternativas a susodicho problema, tales como Malebranche, que lo justificaba con
el Ocasionalismo (Dios representa a la glándula pineal); Spinoza con su panteísmo (Solo Dios es sustancia, y por tanto mente y cuerpo son lo
mismo); o Leibniz con la armonía prestablecida (partiendo del concepto de mónadas, sustancias simples infinitesimales, explica el problema
partiendo de un Dios organizador de estas, de ahí la armonía de la totalidad).
Por otro lado, el autor de “Tratado de las Pasiones”, expresa la res infinita. Solo se está seguro de que uno duda, y es este hecho el
que muestra que la imperfección y limitación del hombre. Pero para poder tener esta idea de finitud es necesaria también su idea opuesta, la
de infinitud; por tanto nos contemplamos en relación a lo infinito. Pero la procedencia de esta idea es incierta, y solo se puede explicar
mediante su obtención a partir de una naturaleza más perfecta y superior: Dios. Por tanto Dios existe debido a nuestra idea de Él (Argumento
ontológico de San Anselmo).
Frente a la teoría de los vórtices, basada en el mecanicismo francés, el autor de “Tratado del mundo” expresa el mundo físico en
relación a la res extensa. La existencia del mundo se justifica recurriendo a Dios, pues si Éste es perfecto, y por tanto no nos engaña, la visión
que tenemos del mundo debe ser verdadera. La veracidad en primer término sería la evidencia, y en último término, Dios. Esta veracidad
divina garantiza que las sensaciones que tenemos de extensión no son producto del cogito, sino que son causadas por algo exterior a la mente,
causadas por Dios.
No hay ningún tratado específico de ética escrito por Descartes, pero se puede hablar de una ética cartesiana ya que en algunos
escritos Descartes habla de una moral provisional, que él adoptaría de cara a sus actuaciones mientras se mantiene en la duda. La “moral
provisional” viene dada por una serie de reglas de conducta básicas que adopta en tanto mantiene su duda metódica. Estas reglas son:
obedecer las leyes y costumbres del país, conservando la religión tradicional y ateniéndose a las opiniones más moderadas; ser lo más firme y
resuelto posible en el obrar, y seguir con constancia la opinión que se ha adoptado; y procurar resignarse a la fortuna y al orden del mundo.
Políticamente reivindica la Democracia en su forma más amplia posible, aunque dentro de ésta no incluye a las mujeres, afirma
que el mejor gobierno es el de los hombres, aunque deja una puerta abierta al reconocimiento de la mujer. Sostiene que la Democracia es
el mejor sistema posible, y el que más se ajusta a la naturaleza y a la razón. El fin del estado es hacer a todos los hombres libres y dejar de
considerarlos como autómatas, como proponía el mecanicismo de la época muy apoyado por las posturas más despóticas.