Portada » Filosofía » Hume: Causalidad, Conocimiento y Crítica a la Substancia
El fragmento que presentas es del Ensaio sobre o coñecemento humano (1748) de **David Hume**, un filósofo escocés fundamental para el **empirismo** y el **escepticismo**. En esta obra, Hume examina la naturaleza del conocimiento humano, y uno de sus enfoques principales es la relación entre **causa y efecto**. Este trabajo pertenece a la sección IV: Dúbidas escépticas acerca das operación do entendemento, en la que Hume reflexiona sobre los límites del conocimiento humano, el origen de nuestras creencias y la fiabilidad de nuestras percepciones.
El fragmento que presentas es relevante porque Hume está exponiendo cómo las inferencias que hacemos sobre el mundo y los hechos que no están presentes en nuestra memoria o sentidos se basan en la **relación causal**, y también señala que el conocimiento de esta relación no se puede obtener de forma *a priori*, sino que surge de la **experiencia**. Para Hume, todo el conocimiento de hechos y relaciones entre eventos se deriva de la observación directa de la naturaleza y la constante conexión que percibimos entre diferentes fenómenos.
En este pasaje de la Investigación sobre el conocimiento humano, Hume está analizando cómo los seres humanos razonamos sobre los hechos que no tenemos presentes, es decir, aquellas cosas que no están directamente ante nuestros sentidos ni en nuestra memoria inmediata. Según Hume, la forma en que podemos inferir hechos o estados de cosas a partir de lo que sabemos o percibimos está relacionada con nuestra capacidad para reconocer **conexiones causales** entre distintos eventos.
Hume comienza afirmando que todos los razonamientos que hacemos sobre hechos se fundamentan en la **relación de causa y efecto**. La causa y el efecto son conceptos fundamentales para la mente humana, ya que nos permiten ir más allá de lo que es directamente evidente para nosotros, como los datos sensoriales inmediatos o la memoria, y extrapolar información que no tenemos a mano en ese momento. Por ejemplo, si un hombre encuentra una máquina en una isla desierta, puede inferir que esa isla alguna vez estuvo habitada por seres humanos, basándose en la relación causal entre la existencia de máquinas y la presencia de personas que las construyen y usan.
El ejemplo de escuchar una voz en la oscuridad es otro caso clásico en el que Hume destaca la importancia de la **causa y el efecto**. Si oímos una voz racional y articulada en un lugar donde no podemos ver a la persona que la está produciendo, naturalmente concluimos que hay una persona allí. Esto no es una simple suposición, sino una inferencia basada en la conexión causal entre los efectos de una voz humana (como la articulación de palabras) y la causa de que haya una persona que las emite.
El núcleo de la argumentación de Hume es que, para poder realizar estas inferencias sobre causas y efectos, debe existir una **conexión continua** entre los objetos o eventos que estamos observando. Si no existiera esta relación constante, nuestras inferencias serían arbitrarias e inseguras. En el ejemplo de la luz y el calor del fuego, Hume subraya cómo se puede inferir un fenómeno del otro debido a la relación constante que percibimos entre ellos. Cuando vemos fuego, automáticamente inferimos que habrá calor y luz, porque hemos observado en experiencias previas que estas son las consecuencias de la presencia del fuego.
Una de las tesis más radicales de Hume, que también introduce en este fragmento, es su crítica al **conocimiento *a priori***. Hume sostiene que la relación de causa y efecto no se puede conocer mediante razonamientos abstractos o *a priori*, es decir, no podemos deducirla de la pura razón sin recurrir a la experiencia. El conocimiento de las relaciones causales entre los eventos solo puede provenir de la **experiencia empírica**, de la observación repetida de que ciertos fenómenos ocurren de manera constante y en asociación unos con otros. Hume rechaza las pretensiones de los racionalistas, como Descartes, de que ciertos conocimientos son innatos o pueden ser conocidos sin necesidad de la experiencia sensorial.
Para Hume, entonces, el conocimiento humano está limitado por la **experiencia**: no podemos conocer *a priori* cómo se relacionan los eventos, sino que solo podemos inferir esas relaciones a partir de las experiencias que tenemos a lo largo del tiempo. Esta visión empírica es el corazón del **empirismo** de Hume, que, a diferencia de la tradición racionalista, insiste en que todo conocimiento verdadero sobre el mundo debe basarse en la observación y la experiencia directa.
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El texto de Hume sigue siendo fundamental en la filosofía moderna, especialmente en las áreas de **epistemología**, **filosofía de la ciencia** y **psicología cognitiva**. La idea de que todo conocimiento sobre el mundo se basa en la **experiencia empírica** y que no hay conocimiento *a priori* de las relaciones causales sigue siendo un pilar de la filosofía contemporánea. En el siglo XXI, muchas teorías sobre el aprendizaje, la percepción y la cognición continúan tomando en cuenta la importancia de la experiencia sensorial y la observación para el desarrollo del conocimiento.
En la filosofía de la ciencia, las ideas de Hume sobre la **causalidad** son influyentes, especialmente en lo que respecta a los métodos empíricos y las inferencias científicas. La forma en que los científicos buscan patrones de causalidad en los datos y experimentos refleja la idea humeana de que nuestras conclusiones sobre el mundo deben basarse en observaciones repetidas y en la experiencia. La crítica de Hume al conocimiento *a priori* también resuena en el contexto de las ciencias sociales y naturales, donde el empirismo sigue siendo un método esencial para obtener conocimiento.
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El fragmento que presentas pertenece al Tratado de la naturaleza humana (1739-1740) de **David Hume**, una obra clave del **empirismo** y el **escepticismo** moderno. En ella, Hume analiza las ideas humanas, su origen y la forma en que las concebimos y agrupamos. En este pasaje específico, Hume se centra en las ideas de «substancia» y «modos», conceptos tradicionales en la filosofía que, según él, no tienen una base real, sino que son construcciones de la imaginación.
El fragmento es parte de la Sección VI: De los modos y de la substancia del Libro I: Del entendimiento, donde Hume critica la noción de «substancia» que tradicionalmente se ha considerado como algo real y esencial. En lugar de aceptar la existencia de una substancia abstracta e independiente que subyace a las propiedades, Hume sostiene que esta idea no tiene fundamento empírico y es, en cambio, un conjunto de cualidades particulares unidas por la imaginación.
En este fragmento, Hume está abordando una de las críticas más profundas que hace a la filosofía tradicional sobre el concepto de substancia. Este concepto, que ha sido fundamental en la metafísica desde los tiempos de Aristóteles, sugiere que detrás de las propiedades observables de los objetos existe una entidad o «substrato» subyacente que las sostiene. Sin embargo, Hume cuestiona la validez de esta noción al afirmar que no tenemos ninguna impresión sensible o reflexiva que nos proporcione una idea clara de lo que es una substancia en sí misma.
Hume comienza planteando una pregunta directa: ¿de dónde proviene la idea de «substancia»? Si fuera una idea derivada de las impresiones sensoriales (como el gusto, la vista, el oído, etc.), entonces deberíamos ser capaces de identificarla con alguna propiedad sensorial concreta, como un color, un sonido o un sabor. Pero, como señala Hume, nadie afirma que la substancia sea una propiedad sensorial directa como una coloración o un sonido. Por tanto, la idea de substancia no puede derivarse de las impresiones sensoriales.
Si nos dirigimos a las impresiones de reflexión (aquellas que surgen de nuestras emociones y pasiones), Hume también niega que podamos derivar la idea de substancia de allí, ya que nuestras emociones no son representaciones de substancias. Por lo tanto, según Hume, no podemos tener una idea clara de la substancia como algo distinto de una colección de cualidades particulares.
Lo que Hume sugiere es que, cuando hablamos de substancia, en realidad estamos refiriéndonos a una colección de cualidades que se agrupan bajo un nombre determinado, lo que nos permite recordar y comunicarnos acerca de ese conjunto. La substancia, según Hume, es una construcción de la imaginación que nos lleva a agrupar las cualidades que observamos en los objetos bajo un mismo término. Esta noción de «substancia» no es una realidad objetiva, sino una abstracción que la mente humana crea para dar sentido a los objetos y a sus cualidades.
Por ejemplo, la idea de oro no es una idea de una substancia en sí misma, sino que es un conjunto de cualidades (color amarillo, peso, maleabilidad, etc.) que la mente agrupa bajo el concepto de «oro». Sin embargo, cuando descubrimos una nueva propiedad del oro (como su solubilidad en aqua regia), inmediatamente incorporamos esa cualidad a nuestra idea del oro, como si siempre hubiera formado parte de su naturaleza esencial. Esta capacidad de agregar nuevas cualidades a nuestra idea de «substancia» muestra que el concepto de substancia no tiene una base empírica sólida, sino que es flexible y se adapta a medida que adquirimos más conocimiento sobre los objetos.
Para Hume, este fenómeno demuestra que nuestras ideas sobre la substancia no corresponden a un «substrato» real e independiente, sino que son construcciones mentales que agrupan cualidades observadas. Esta crítica de Hume a la noción de substancia es parte de su argumento general contra las ideas metafísicas abstractas y su énfasis en que todo conocimiento proviene de la experiencia sensorial. Para Hume, las ideas que no se pueden trazar directamente a impresiones sensoriales o reflexivas son problemáticas y deben ser reconsideradas.
Vixencias
La crítica de Hume a la noción de substancia sigue siendo relevante en la filosofía contemporánea, especialmente en la filosofía de la mente y la epistemología. En el contexto de la metafísica moderna, la concepción humeana de la substancia como una construcción mental y no como una realidad independiente ha influido en muchas corrientes filosóficas que rechazan los entes metafísicos inobservables y se centran en el análisis de las propiedades y los fenómenos observables.
La crítica humeana también tiene implicaciones importantes en la filosofía de la ciencia, en particular en cómo entendemos la naturaleza de los objetos y las entidades científicas. La idea de que las nociones de substancia y categorías metafísicas son construcciones de la mente que sirven para organizar nuestra experiencia sigue influyendo en teorías contemporáneas sobre el conocimiento y la ciencia, que a menudo rechazan las entidades abstractas no verificables.
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En el campo de la filosofía de la mente, la visión de Hume sobre la substancia ha sido considerada precursor de teorías contemporáneas que niegan la existencia de una «alma» o «yo» sustancial y defienden una visión más dinámica y procesual del ser humano. La idea de que el «yo» es una colección de percepciones unidas por la imaginación, y no una substancia eterna e inmutable, sigue siendo una posición influyente en la filosofía del self.
En resumen, la crítica de Hume a la noción de substancia como algo independiente y eterno es un desafío fundamental a la metafísica tradicional y tiene vigencia en debates contemporáneos sobre la naturaleza del conocimiento, la ciencia y la mente