Portada » Filosofía » Humanismos del siglo XIX y XX: Una mirada a las corrientes filosóficas
Dos grandes corrientes:
Nació en Baviera en 1804. Estudió teología con el propósito de ser pastor protestante y profesor, pero no lo consiguió. Vivió los últimos años de su vida en el anonimato. Murió en 1872.
El hombre alcanzará la felicidad cuando se encuentre a sí mismo prescindiendo de la religión y de Dios.
Es imposible demostrar que no existe más realidad que la que podemos percibir de forma sensible. El pensamiento de este autor nos previene contra la idea de reducir a Dios a la medida de nuestros deseos.
Nace en Tréveris (Alemania). Estudia en las universidades de Bonn y Berlín. Se traslada a París, donde se dedica a la acción social y revolucionaria. Se traslada a Bruselas, más tarde a Londres, donde muere en 1882. Entre sus obras destacan: «Manifiesto del Partido Comunista», «El Capital».
Marx constata que el hombre necesita de la naturaleza para satisfacer sus necesidades, y esta puede satisfacerlas. El trabajo humano es la actividad social por medio de la cual el hombre transforma la naturaleza para satisfacer sus necesidades. Según cómo realice el trabajo, se dan diferentes modelos de sociedad.
La burguesía posee la propiedad privada de los medios de producción. Las religiones, en especial el cristianismo, contribuyen a esta desarmonía, pues promete futuros mejores al proletariado y legitima la propiedad privada de la burguesía.
Marx propone el comunismo como modelo social en el que no existe la propiedad privada de los medios de producción y, por tanto, no hay clases sociales.
El hombre quiere ser feliz y su felicidad está en el cambio de las estructuras socioeconómicas.
La experiencia nos enseña que no basta el cambio de estructuras económicas para que el hombre encuentre la felicidad. Por otra parte, las razones de Marx nos previenen sobre determinadas formas de vivir la fe separada de la vida. También es cierto que a veces se ha podido utilizar la religión como opio del pueblo, sin embargo, es un error humano. El Dios de la Biblia defiende al explotado.
Filósofo francés, discípulo de Bergson. Se convirtió al catolicismo y se esforzó por superar el idealismo moderno mediante el personalismo cristiano. Entre sus obras destacan «Siete lecciones sobre el saber», «Humanismo integral», «De Bergson a Tomás de Aquino». En su humanismo acentúa la naturaleza trascendente del hombre que le impulsa hacia Dios, por consiguiente, el hombre es criatura de Dios, no debe ser desconocida ni aniquilada, ha de realizarse plenamente en Dios.
Para Maritain, el sentido de la vida del hombre es realizarse en Dios.
El humanismo cristiano no agota todo lo que es el Evangelio revelado por Cristo, el cual nos dice que el hombre es:
Filósofo francés, fue el iniciador del personalismo y de un movimiento de reflexión sobre la acción del cristianismo en la sociedad y en la política. Entre sus escritos destacan «El manifiesto al servicio del personalismo» y «El personalismo». Elaboró un sistema de pensamiento centrado en el hombre como persona en su dimensión comunitaria. El hombre es un ser dotado de naturaleza racional, de esta brota la libertad: prerrogativa por la cual el hombre domina sus actos. Así pues, libertad significa ante todo responsabilidad. La naturaleza racional, la libertad y la responsabilidad llevan a concebir al hombre como un haz de relaciones. Para poder realizarse, el hombre se realiza perfeccionando el mundo. Para realizarse plenamente como persona, el hombre se realiza en calidad de diálogo, de intercambio, de comunión con sus semejantes. Si al hombre le faltara la trascendencia, sufriría lesiones gravísimas en su ser, ya que la persona se quedaría a medio camino de su realización.
Es realizarse como persona alcanzando la plena realización en Dios y, por consiguiente, la plena felicidad.
Nace en Mondovi (Argel) en 1913. Escritor y ensayista más que filósofo, fue considerado uno de los más importantes literarios de la posguerra. En 1957 obtuvo el Premio Nobel de Literatura. Murió en 1960. Entre sus obras destacan «El mito de Sísifo» y «La peste».
Camus saca a la luz el eterno problema del sentido del mal, del dolor y de la muerte. Profundiza en la existencia del mal presente en el mundo, pero huye de cualquier solución religiosa. Camus no se resigna a lo absurdo. Rechaza un mundo en que los inocentes sufren y cree que es posible evitarlo: una opción decidida a humillados, en favor de la justicia, haciendo todo lo posible por el bien de los demás y esperar un Dios trascendente o recompensa por ello.
«La vida del hombre tendrá sentido si se hace solidario ante la tragedia humana, pero rehusando la fe».
Las causas del sufrimiento humano pueden ser las leyes de la naturaleza o las acciones de las personas. Pedir a Dios que evite este sufrimiento es pedirle que esté constantemente haciendo milagros, violando las leyes de la naturaleza o suprimiendo la libertad de las personas. Un mundo y unos hombres convertidos en títeres de Dios carecerían totalmente de valor.